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Tanto va el cántaro al Icomos que al final se rompe

Alfonso Alba

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A diario los gobiernos y las administraciones incumplen sus propias leyes. De hecho, muchas, incluso, desconocen que tienen que cumplirlas. Pasa, sobre todo, con el patrimonio. Las administraciones han redactado leyes tan proteccionistas (necesarias, ojo) que a menudo acaban saltándoselas. O simplemente no haciendo caso de ellas.

En el caso de la famosa puerta de la fachada de la Mezquita Catedral, proyecto del Cabildo para que se pueda trasladar la carrera oficial de la Semana Santa al Patio de los Naranjos, ha quedado más que demostrado. Vayamos por partes:

El Cabildo presentó hace unos tres años un proyecto a la Junta para modificar todo el muro Norte de la Mezquita. El objetivo era retranquear las capillas (que hubiese más Catedral y menos Mezquita), y abrir una puerta a las cofradías. La Junta se echó las manos a la cabeza. A cambio, puso a sus técnicos a trabajar con el Cabildo sobre un proyecto al que sí pudiera dar el visto bueno. Ese era el de abrir una de las celosías de Rafael de la Hoz. Tras muchas negociaciones, la Comisión Provincial de Patrimonio autorizó la retirada de una de las celosías (pese a que ya sabía que al menos 12 de los 70 pasos de la Semana Santa cordobesa no cabían, aunque se retirase la obra de De la Hoz).

Rafael de la Hoz hijo inició, en cuanto se produjo esta autorización, una lucha en defensa de la memoria de su padre. Amagó con ir a los tribunales si se concedía licencia al Cabildo para ejecutar la obra, algo que nunca ocurrió. En el periodo de alegaciones, presentó una muy articulada demanda contra el proyecto e hizo algo que debería haber hecho la Junta desde el primer momento: acudir al Icomos.

Este periódico se puso en contacto la pasada semana con el Ministerio de Cultura, para preguntarle cómo iba el asunto. Su respuesta fue tajante: al Icomos hay que acudir siempre que se vaya a hacer cualquier cosa en la Mezquita, declarada Patrimonio Mundial en 1984. España es un estado que forma parte de la Unesco y por tanto firmó la Convención Mundial de Patrimonio. Su artículo 172 es absolutamente claro:

“En cumplimiento del artículo 172 de las Directrices Operativas de la Convención de Patrimonio Mundial [de la Unesco], los estados parte de la misma deben informar al Centro de Patrimonio Mundial de su intención de realizar obras o intervenciones que pudieran tener algún tipo de impacto sobre el Valor Universal Excepcional de los bienes declarados Patrimonio Mundial”.

Es decir, ni la Junta ni el Cabildo habían venido haciendo hasta ahora lo que estaban obligados a hacer, que es preguntar al Icomos antes de tocar un ladrillo en la Mezquita.

Ahora, la retirada de la celosía ha despertado al dragón Icomos, que es una institución ultraproteccionista y a la que no le duelen prendas a la hora de poner el grito en el cielo para que se conserve lo declarado como Patrimonio Mundial. Las celosías de Rafael de la Hoz ya estaban allí cuando la Mezquita fue protegida por la Unesco en 1984. De hecho, son la única intervención contemporánea en un edificio único.

Hasta ahora, insisto, nada de lo que se había hecho en la Mezquita había pasado por el Icomos y alcanzado la Unesco. Nada. Sí que lo hizo Medina Azahara, su yacimiento y la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) de su entorno, poblado de parcelaciones. Icomos puso el grito en el cielo y con sus antecedentes se antoja complicado el reto que persigue la Junta de que Medina Azahara se convierta en Patrimonio Mundial, como la Mezquita.

Tanto va el cántaro al Icomos que al final puede acabar rompiéndose. Y la Mezquita Catedral en la lista mundial de Patrimonio en peligro. No lo digo yo, lo dice el Icomos. Poca broma, que se trata del pan de la ciudad.

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