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Atrapado en el tiempo

Redacción Cordópolis

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Cuando el pasado miércoles, día de San Rafael, leía la prensa desayunando, tuve que tentarme la ropa y mirarme al espejo para demostrarme que estábamos en 2012. Por un momento, me sentí como si fuera Bill Murray, en el papel de Phil, el narcisista hombre del tiempo de “Atrapado en el tiempo”,  y que volvía a revivir “el día de la marmota”, una y otra vez, incapaz de regresar a la ciudad y condenado a levantarse el mismo día a la misma hora, en Punxstawnney. La razón de mi desorientación momentánea era que veía, de nuevo, a un alcalde de la ciudad de Córdoba asegurar una fecha para que empiecen las obras del Centro de Congresos: primeros meses de 2013.

Me vinieron a la mente las palabras de PePe Nieto, el pasado dieciséis de febrero, sobre el centro de congresos: “si no se empieza en este año, no se acaba en este mandato, y si no se acaba en este mandato, mejor que nos olvidemos del centro de congresos... habrá que decir que no somos capaces de poner en marcha este proyecto”. Me recordaron la decena de veces que la faraona Aguilar, o sus subalternos Ocaña y Tejada, dieron fechas para el inicio de las obras del Palacio del Sur; o a Costecero Mellado anunciando que se empezaría antes de que nos comiéramos el turrón (cierto que nunca dijo de qué Navidad). Al igual, o peor que hace diez años, todo está en el aire: no hay proyecto definitivo, no hay ubicación decidida, no hay financiación asegurada, no hay consenso social y no hay apoyo institucional.

Como pasaba en la película de Harold Ramis, cada día que se repetía el día de la marmota, todo era igual hasta aprenderse de memoria con quién se encontraba en la calle o qué sucesos ocurrían. En nuestro caso, le han cambiado el nombre al proyecto y la ubicación posible, pero siguen interviniendo los mismos personajes (Masa Carreto siempre entre ellos)  y ocurriendo las mismas anécdotas o accidentes. Ni siquiera, como le sucedía a Bill Murray, valía aceptar la realidad sin fin e intentar usarla para tener éxito, pues ni siquiera la muerte, según la película, era solución. La vida se había convertido en una pesadilla que se repetía, día tras día, hasta llegar a la desesperación. Y así nos sentimos ya el vecindario cordobés, totalmente desesperados, ante tanta inacapacidad de resolver los asuntos en la ciudad.

En este nuevo “deja vu”, ya no se debate si se construye o no el Koolhas original o el recortado; ya no vale la opción alternativa electoralista del Pabellón de Cajasur...; ya estamos en los minutos de la basura, y se discute sobre el tamaño de las butacas del actual Palacio de Congresos o de dejarnos sin Filmoteca para atender a los posibles congresistas. La única forma de salir de esta espiral de opiniones y posiciones encontradas, solo pasa por tomar una única decisión, sin soluciones provisionales, asumiendo la responsabilidad que exige gobernar. Y llegados a este punto, recuerdo situaciones parecidas vividas como el trascendental debate sobre las vías de Renfe (soterradas o en trinchera, propiedad del suelo, ...) que ocupó los años ochenta.

Phil solo consiguió salir del día de la marmota a base de reconocer que debía cambiar e iniciar una nueva vida junto con Andie McDowell. Ni valía mantener su actitud egolatra, ni cabía aprender a vivir en la pesadilla. Ahora, PePe Nieto debería darse cuenta que debe cambiar la forma de gobernar  y entender que la ciudad necesita nuevos proyectos, nuevas estrategias, nuevos caminos que recorrer, y enterrar viejas polémicas. Ya importa más dar una solución que la misma solución que se adopte. Debe recordar que cuando Córdoba decidió cerrar el acuerdo sobre las vías del tren, ni la aparición de los restos de Cercadillas pudieron pararlo, aunque hubo quien intentó reabrir el debate de nuevo.

Entonces había un gobierno municipal que sabía que la mejor decisión se oponía a la buena y que, tras un intenso debate ciudadano, y tras diversos proyectos mandados a la basura, con una dura batalla institucional y social, se optó por lo posible, sin renunciar al modelo de ciudad, que no era poco. Eso sí, ello costó esfuerzos para la ciudad y para el ayuntamiento en los años siguientes, así como críticas, ahora olvidadas, pero el proyecto ya está en la historia de la ciudad. Ahora, hay que tomar una decisión de la misma índole, pero lo que no puede pretender Nieto es hacerlo sin arriesgar económicamente, sin contar con alianzas sociales y sin afrontar críticas. De no hacerlo, deberá ser fiel a sus palabras y comunicar al vecindario que no es capaz de realizar el proyecto, si es que aún tiene vigencia. En cualquier caso, Córdoba merece pasar este día de la marmota.

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