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El perolismo político y la extinción de los dinosaurios

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Ángel Ramírez

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Ser militante de izquierdas se está poniendo trabajoso. Hemos dado tanto la barrila con la participación que vamos camino de conseguirlo, y lo malo de los deseos es que a veces se cumplen. Asambleas, círculos, comisiones para elaborar programas, elegir candidatos, direcciones, estrategias… todo el día liado. Además como uno ahora puede ser a la vez de distintos partidos o al menos votar en sus procesos estamos pluriempleados y no damos abasto. Menos mal que la izquierda cordobesa ha hecho su mayor aportación a la transición al nuevo orden republicano que podía hacer, el perolismo, si no esto no hay quien lo aguante. Los enterados piensan que el gramsciano Frente Cívico de Anguita es la clave de toda esta transformación, pero realmente ese dispositivo conversacional y observacional para la emergencia del nuevo espacio político que es el arroz con pollo es el que pasará a la posteridad (es que quiero que me llamen para dar conferencias).

-¿Qué hacemos hoy?

-Espérate que mire el feisbu… Tenemos una sesión de tai chi en Miraflores por la llegada del nuevo orden de Podemos, otra de magia en el Rey Heredia, una concentración-batucada por la memoria histórica, y un perol-concentración contra los transgénicos de Equo.

-Los niños tienen ganas de arroz

-Es que yo lo de los transgénicos no lo tengo muy claro

-El perol lo hace Pepe en el patio de Cristina

-Vamos vistiendo a los niños y nos llevamos un tupper

En tierra de poco inventar, esta hibridación del ocio gastronómico y el activismo político debía patentarlo alguien, porque veo inviables procesos participativos como los que se nos vienen encima sin incentivos selectivos adecuados. La cosa es que investigadores de la participación política tenemos unos cuantos en la ciudad, pero son casi todos importados, y el perolista nace no se hace, y si no lo llevas en la sangre no alcanzas a entender su grandeza. Por otro lado, el sistema aporta otras ventajas, porque cuando tengamos que elegir entre ese chorro de candidatxs a primarias, si has compartido un buen perol con ellxs, ya sabes de qué pie cojean.

-Mira éste, el que me quitó el trozo de morcilla cuando ya lo tenía pinchado, a tí te voy a votar enseguida…

-¿Te acuerdas de ésta?, la hippy de Castellar, ésta era muy apañá, se comió el puchero hirviendo de garbanzos con espinacas mientras le daba pecho al bebe, hacía pendientes con cristal de Venecia,  y jugaba siete  partidas simultáneas de ajedrez, es una máquina, a ésta la votamos…

Lo curioso de esto es que mientras estamos todo el día con que si ya es el momento de apartarlo o si le falta un poco de agua, dedito arriba, dedito abajo, nuestrxs vecinxs de la derecha es que no la doblan. Siempre que oigo a Rajoy o a Wert regañarnos con que tenemos que trabajar duro, la cultura del esfuerzo y esas historias, pienso “podíais empezar por vuestros militantes”. Porque a ver, ¿qué hace un militante del PP? Más o menos una vez cada legislatura van a una mani (contra el aborto o por el mantenimiento de la catequesis en las escuelas alternativamente), lee las cartas que les envía el líder, y algunos pasan los días de elecciones de interventores, lo demás es el ocasional ondeo de banderitas, noni, noni, noninononi… Que no se me cabreen, no digo yo que no sean dilectxs empresarixs, camarerxs, constructorxs o amxs de casa, pero políticamente trabajan menos que los reyes magos. Cuando el partido quiere un programa ahí está la FAES, que quiere una estrategia, ahí está el frikie Arriola, que hay que elegir candidatos o hacer nombramientos, ahí está el líder, que quiere reformar la sede, llaman al Bigotes. Visto desde otra perspectiva es un club mucho más rentable, porque por una cuota y un palillo de vez en cuando te llenan el mundo de las cosas que te gustan.

¿Y el PSOE? Es verdad, que se me olvidaba el PSOE…

El pasado sábado mi familia se amplió en dos miembros, adoptamos el caballo de crines albinas y calentadores rosas en las cuatro patas bautizado por mi hija como Lilith; y el dinosaurio elegido por mi hijo y nombrado Dinorró, ambos gracias al acierto y el trabajo del AMPA del colegio López Diéguez, que organizó el segundo mercado de trueque en la plaza de San Agustín. Desde ese día Iago va con Dinorró a todas partes, al baño, el salón, la cocina. Cada vez que se sienta a comer lo sienta en el suelo,  a su lado.

-Iago, ¿qué hace el dinosaurio ahí?

-Es que los dinosaurios vivían en el suelo

-Ajá

Nota: En la foto, Dinorró usando la tabla de planchar a modo de photocall

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