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¿ A que los indios no tienen trabajo ?

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Ángel Ramírez

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Sara ha tenido un ataque de madre de esos que denotan algo de sentimiento de culpa en plan mu mala madre y le ha prometido a Iago y Mariana que vamos a hacer, como si fuéramos los de Art Attack, los disfraces de indio para estos carnavales. Los de Art Attack son unos graciosos que hacen creer a los hijos que hacer máscaras, juguetes de cartón superguays y cosas de ese tipo está chupado, y los padres y madres quedamos como los mantas más bien inútiles que somos. Pues lo dicho, andaba yo llevando a los dos al colegio mientras hablaban con ilusión de cómo harían sus disfraces de indios, cuando el chico ralentiza su paso y me dice “papi, ¿ a que los indios no tienen trabajo?”. No dice que no trabajen, dice que no tienen trabajo, así que ya sabe que trabajar lo hace casi todo el mundo, otra cosa es tener trabajo, basicamente que te paguen, y a eso no llega ni a la mitad en nuestra tierra. Creo que esto es un hecho diferencial andaluz innegable, que un niño de tres años esté pensando en los arapajoes y se pregunte si tienen trabajo tiene su guasa, imagino que pensará cuando los ve en la tele, “mira ésos en taparrabos de acá para allá, con el caballo por el desierto, de fiestas en torno al fuego, y no con las prisas y todo el día mirando el ordenador como nuestros padres. No tener trabajo mola”.

Ahí acabo la escena y esa misma noche ya en la cama seguíamos hablando del taller arapajoe y les propuse que fueran decidiendo sus nombres de indio. Así que les conté la costumbre que tienen los indios de las películas de usar la fórmula sustantivo+adjetivo para denominarse, por lo que tuve que explicarle qué era eso del sustantivo y el adjetivo, de aquella manera claro, que hace mucho que estudié esas cosas. Mariana, siempre tan clásica, eligió Tierra Sagrada, y en esto que Iago empieza apresurado a mirar a su alrededor a una autocaravana blanca de juguete que le han traido los Reyes y a su propia hermana, y dice “Furgoneta Mariano”. (Pausa). Sí, vosotros reíros, pero el chico, que tiene tres años, ha entendido perfectamente lo de sustantivo y adjetivo y se ha nombrado con dos de las cosas más significativas para él, su hermana y cualquier artefacto que funcione con motor de explosión, ya sólo queda la concordancia de género. Y lo que a mí me importa, desde el punto de vista del absurdo es un crack, ni en veinte años se me ocurre a mí un nombre así para un arapajoe.

Pienso que ya nunca podré volver a ver un western con los ojos ingenuos y aventureros con los que solía verlos, ahora el liberal que ya somos todos (por muy progresistas que nos creamos) no podrá evitar mirar a los indios como unos gorrones que viven del trabajo de los demás. “Mira ése, todo el día en cuclillas detrás de una mata y seguro que está cobrando el paro; y los demás zampando agua de fuego, con los tambores, las pinturas y bailando o lo que sea eso y fijo que viven de la ayuda familiar”. Y encima con esos nombres absurdos, por culpa de estos mocosos ya nada volverá a ser igual.

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