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Odisea bautismal

Mar Rodríguez Vacas

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El viernes pasado bautizamos a nuestro hijo pequeño. Por fin!! Porque trabajito le ha costado al pobre convertirse en nuevo cristiano.  Nació a mediados de junio y, aunque a mí personalmente me gusta que los bebés se bauticen prontito, decidimos que era mejor esperar a que pasase el calor sofocante para la celebración.

Teniendo en cuenta diferentes compromisos familiares que ya había prefijados para diferentes fines de semana, optamos en el mes de julio por el día 5 de octubre para que el pequeño recibiera las aguas bautismales. El primer problema lo encontramos cuando intentamos ponernos de acuerdo con la iglesia. La tarde del viernes 5 iba a ser imposible. Había catequesis, misa y luego boda. Nos sentimos algo decepcionados pero nos dieron la opción del sábado 6 y la aceptamos. Ya teníamos la fecha confirmada aunque... Dos semanas antes del día D todo se fue al traste.

Tres personas importantes tenían problemas para asistir por motivos laborales y no pudieron saberlo con más antelación. Había que cambiar la fecha. Lo intentamos colocar en otro fin de semana pero fue imposible. Conjugar familia, sacerdote e iglesia se había convertido en misión imposible. Sólo existía la posibilidad de esos días. Y ahí comenzó la odisea...

La iglesia se portó fenomenal y no tuve que pelear demasiado para conseguir que nos dejasen bautizar al pequeño el viernes. La única pega: la hora. La celebración sería a las 21,15 horas. Un poco tarde teniendo en cuenta que en estos días a esa hora es más que de noche. Pero mirando el lado positivo, tampoco estaba tan mal. Tenemos mucha familia fuera y, como era viernes, mientras más tarde, más tiempo tendrían para llegar a tiempo. Además, como lo íbamos a celebrar en casa y había que dejarlo todo listo, mejor más tarde que temprano.

La señora que lleva la agenda de la iglesia y yo nos hemos hecho íntimas amigas. He hablado más con ella en los últimos días que con mi propia madre. Me sé su teléfono de memoria y cada vez que lo veía en mi móvil como llamada entrante me echaba a temblar. ¿Qué ocurría ahora? ¿Qué cambios había que hacer? El último, dos días antes de la fecha clave. Que había habido un error y que la boda de antes no era a las 19, 45 horas, sino a las 20,30 horas. ¿Cómo????? ¿Pero a que hora íbamos a bautizar al pequeño? ¿De madrugada? Finalmente (no nos quedaba otra), aceptamos 'barco' como buena hora de bautizo, es decir, las 21,30 horas, aunque yo no me creía que una boda iba a quedar liquidada con sesión de fotos incluida en tan sólo una hora. Pero bueno, como ya he dicho, aceptamos la oferta.

Y por fin llegó el día 5. Una jornada de locura, pero de las que gustan y apetecen. Los abuelos, padres, padrinos (con sus respectivas familias) y muchos más familiares de la criatura accedieron con agrado a participar en la organización y preparación de la fiesta. Cada uno teníamos una misión. Fue muy divertido colocar mesas, preparar comida y decorar con flores, velas y globos diferentes rincones de la casa. Aunque también resultó algo estresante. Los panecillos, tartaletas, bandejas, saladitos y demás entremeses volaban (literalmente) por la cocina. Y cuando todo estaba colocado, llegaba alguien, decía que estaba todo mal (mea culpa) y vuelta a empezar (que nadie se preocupe que llevábamos guantes para todo ; ). Infinita y divertida fue la paciencia de unos con otros!!!

Y cuando terminamos con los preparativos (todo quedó de lujo), comenzó el trajín de peluquerías, maquillajes y arreglo personal. Había tiempo de sobra, aunque entre cacas, potillas y baños, al final llegamos más que justos a la iglesia. Pero yo ya me lo veía venir y no me agobié lo mas mínimo. Al final el bautizo empezó a las 21,45 horas. Lo bueno, que nadie llegó tarde!!! Lo malo, que pasamos un frío horroroso (léase con tono irónico, por favor).  Hacía tanto calor que cuando al pequeño le cayó el agua bendita por la cabeza suspiró y sonrió como agradeciendo el detalle. Una vez en casa, disfrutamos de una velada espectacular, con la familia y los amigos. Una noche que no olvidaré a pesar de la odisea que vivimos hasta que por fin conseguimos bautizar al chiquitín.

Y si me permitís, me gustaría terminar mi post de hoy dando las gracias a los abuelos y tíos de mi pequeño, ya que sin su ayuda no hubiésemos comido nada!!! Bueno, sólo salmorejo, mi especialidad, la que llevo a cada celebración (para una cosa que me sale rica... Repito, repito y repito); a los artífices de la mesa dulce, porque nos chupamos los dedos; a los que siempre están ahí cuando más los necesitamos; y a todos los que nos acompañasteis, porque sin vuestra presencia nada hubiera sido igual.

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