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El culebrón del ADN

Elena Pérez Nadales

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Una mañana de principios de Marzo de 1953, James Watson y Francis Crick del laboratorio Cavendish de Cambridge acudieron al pub dónde solían almorzar con sus colegas y allí proclamaron que habían encontrado “el secreto de la vida”.

Los dos científicos, trabajando juntos, habían elaborado el modelo de la estructura del ADN que hoy conocemos, la famosa doble hélice. Publicaron este modelo hipotético en la prestigiosa revista Nature el 25 de Abril de 1953, recibiendo de forma inmediata el reconocimiento de la comunidad científica internacional.  En 1962 recibirían, junto a Maurice Wilkins del King´s College de Londres, el Premio Nobel en Fisiología o Medicina.

Me pregunto qué pasa por la cabeza de un científico, dos científicos, de ese nivel que saben que están mintiendo al mundo entero. En efecto, cuando Watson y Crick publicaron su modelo, mintieron acerca del modo en que lo formularon, supuestamente desde la teoría pura y sin basarse en ningún dato experimental.

En realidad habían usado los datos experimentales no publicados de la científica Rosalind Franklin, sin su conocimiento. Franklin llevaba por entonces trabajando dos años en King´s College, en la misma unidad que Maurice Wilkins, el cual estaba abiertamente enemistado (“obsesionado” en palabras de Watson) con ella.

Rosalind Franklin (1920-1958)

Antes de la incorporación de Rosalind Franklin a la Unidad de Biofísica del King´s College, Wilkins había llevado a cabo estudios cristalográficos pioneros y prometedores con la molécula de ADN. Los resultados de Wilkins entusiasmaron a John Randall, el director de la Unidad, que decidió contratar a Rosalind Franklin, una experta y reputada cristalógrafa, para impulsar y perfeccionar los estudios de Wilkins. Pero Randall no fue claro y Wilkins pensó que Franklin se incorporaba para trabajar bajo su dirección.

No sólo no fue así sino que Randall le quitó a su estudiante de tesis, Raymond Gosling, reasignándolo a Franklin. Wilkins nunca pudo digerir aquello y arremetió contra lo único que pudo en aquel momento, la condición de mujer de Rosalind Franklin, amparado por el ambiente machista del mundo científico de la Inglaterra de posguerra.

Los tres científicos, el trío del Nobel, Watson, Crick y Wilkins, hablaban de Franklin como “Rosy” en un tono claramente despectivo y misógino. En su controvertido libro, The Double Helix (1968), Watson escribiría: “Estaba decidida a no destacar sus atributos femeninos. Aunque era de rasgos enérgicos, no carecía de atractivo y habría podido resultar muy guapa si hubiera mostrado el menor interés por vestir bien”.

En Enero de 1953 (tres meses antes de aquella proclamación sobre el secreto de la vida en el pub de Cambridge), Watson y Crick estaban muy al tanto de las investigaciones realizadas sobre la molécula de ADN en King´s College porque acababan de tener acceso, también de forma fraudulenta, a un informe redactado por una Comisión científica del MRC (Medical Research Council) en una visita al laboratorio del King´s College.

En esa Comisión se encontraba Max Perutz, colega de Watson y Crick en el laboratorio Cavendish. Faltando a toda ética profesional (y sabemos que estas cosas pasan),  Perutz les pasó el informe que reunía datos del trabajo de Rosalind Franklin.

Watson tardó muy poco en hacer sus maletas y viajar desde Cambridge hasta Londres para reunirse con Maurice Wilkins, llevando con él el artículo aún sin publicar del científico estadounidense Linus Pauling que proponía un modelo incorrecto de la estructura del ADN. Tenía la intención de convencer a Maurice Wilkins de colaborar con él para adelantarse a Pauling y hacerse con la guinda del pastel. Fue entonces cuando Wilkins le mostró, sin el permiso de Rosalind Franklin, la famosa fotografía de rayos X de la forma B del ADN, la llamada fotografía 51 (mostrada más abajo)

¿Cómo tenía Wilkins esa fotografía de Rosalind Franklin en sus manos? Hacía tiempo que Rosalind Franklin no se encontraba agusto en King´s College, quizá en parte por la atmósfera de enfrentamiento con Maurice Wilkins (aunque ella parecía tomarse aquello con bastante humor) pero sobre todo, según relata la biógrafa Brenda Maddox, porque no encajaba con el ambiente eclesiástico del King´s College, por entonces una institución católica perteneciente a la Iglesia de Inglaterra.

Maddox relata que no hay evidencia de que Franklin se sintiese discriminada en King´s College por su condición de mujer. Sin embargo, es fácil imaginar que la atmósfera de una universidad llena de estudiantes con sotana no debía de resultar nada estimulante para una joven científica procedente de una familia judía y con mente muy abierta que había disfrutado en su etapa investigadora previa en París de un ambiente científico estimulante y nada sectario.

Cuando Rosalind comunicó a Randall que dejaba King´s College para trasladarse a Birbeck College, éste pidió al estudiante de Rosalind que diera copias de todo su trabajo a Maurice Wilkins, con el fin de asegurar que los datos se quedaban en King´s College. Y así fue como la fotografía 51 llegó a las manos de Wilkins.

Fotografía 51, mostrando el patrón de difracción de rayos-X del ADN

Watson y Crick terminaron su modelo el 7 de marzo de 1953, un día antes de recibir una carta de Wilkins diciendo que “Rosy” por fin se largaba de King´s College y que ya tenían vía libre. Al parecer, siguiendo con el colegueo, Watson y Crick le ofrecieron a Wilkins ser coautor del artículo que preparaban pero a éste se le debió de caer la cara de vergüenza y rechazó la suculenta oferta.

Años más tarde, Wilkins se lamentaría en declaraciones públicas de que Watson y Crick no insistieran más en discutir la autoría del artículo porque quizá hubiera dado pie a aclarar  la contribución de King´s College al hito. En fin, cada cuál que saque sus propias conclusiones acerca de este señor.

A menudo se ha cuestionado si Franklin hubiera sido capaz de resolver la estructura del ADN por si sóla. Es muy probable -dice Brenda Maddox- que sí, si hubiera estado en un ambiente más propicio. Franklin era cuidadosa, exhaustiva y no carecía de imaginación en su trabajo pero, como buena científica, no era dada a especulaciones. Tras la publicación del modelo de Watson y Crick, se dice que comentó: “Es muy bonito, pero ¿cómo van a  demostrarlo?”.

Tras abandonar King´s College, Franklin llevó a cabo investigaciones clave para la elucidación de la estructura del virus del mosaico del tabaco, un logro técnico que fácilmente rivaliza con el del ADN  y que podría haber dado lugar a un premio Nobel, si no fuera por su temprana muerte. De hecho, su estudiante en Birbeck, Aaron Klug, ganaría el premio Nobel por estas investigaciones, citando a Franklin como su gran mentora en su discurso.

Rosalind Franklin murió en 1958 de cáncer de ovario. Curiosamente ella, Watson y Crick desarrollaron una amistad cercana en los años posteriores a su salida de King´s College y Franklin pasaría incluso una parte importante de sus últimos días en la casa de Crick. Parece que nunca dijeron a la científica que habían usado sus datos.

Watson y Crick reconocerían tras su muerte públicamente que no hubieran podido elaborar el modelo de la estructura del ADN sin los datos de Franklin. Cuando en 1962 recibieron junto con Wilkins el premio Nobel, ella era la gran ausente pero el Nobel nunca se concede a título postumo.

La tumba de Rosalind Franklin se encuentra en el cementerio judío Willesden de Londres. Su familia respetó su secularidad. El epitafio de las tumbas de sus abuelos reza así: “Esta piedra procede de La Tierra Santa”. El de Rosalind dice: “Científica. Sus investigaciones y descubrimientos sobre los virus supusieron un beneficio imperecedero para la humanidad”.

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