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Desconfiados

Elena Lázaro

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En España trabajan más de 3 millones de autónomos. Ayer me crucé con uno.

En España viven 47 millones de desconfiados. Yo soy una de ellas.

Ayer vino a casa Manuel. Tardó menos de una hora en aparecer después de recibir mi llamada de auxilio. Dos días con la lavadora rota es una eternidad si compartes vida con dos adolescentes. Había llamado a 5 servicios técnicos diferentes en las 48 horas anteriores. Uno de ellos era teóricamente el oficial, pero no vino a socorrerme. Manuel es autónomo y sí lo hizo.

Abrí la puerta en bata y moqueando. Manuel fue correcto, educado y eficiente. Desmontó la puerta de la lavadora, liberó la colada atrapada dentro desde el martes y me prometió que volvería a final de la mañana con una puerta nueva. Fueron pasando las horas y creciendo mi desconfianza. Pensé que se había olvidado de la puerta, de mi lavadora y de mí. Por eso último no le culpaba. La estampa de una cuarentona en bata, desaliñada y con la nariz roja asusta a cualquiera.

El caso es que empecé a llamarle para asegurarme de que había encontrado las piezas para la reparación, primero, para que me diera presupuesto, después, y dos veces más para preguntarle cuánto más iba a tardar. Manuel respondió al teléfono cada vez con paciencia, dándome explicaciones y prometiendo en cada llamada que tardaría unos 20 minutos más.

Cuando llegó tuve la osadía de volver a dudar dos veces más de su honestidad, cuestionando que hubiera traído las piezas adecuadas, primero, y que me hubiera dado el precio justo, después. Al pagar, me equivoqué y sumé el último desatino de la mañana. Intenté convencerle de que era él quien erraba en el cambio, cuando la metedura de pata era mía. Ni siquiera ahí perdió los nervios. Yo, en cambio, me derrumbé. Cerré la puerta tras despedirle y me espanté al tomar conciencia de lo ridícula que había sido.

No voy a pasarme con los golpes de pecho, pero sí admitiré mi arrepentimiento por el absurdo de tanta desconfianza, aunque usaré como atenuante un estudio que prueba cuánto daño ha hecho la picaresca en el subconsciente colectivo de este país. Dicen que somos las personas más desconfiadas de Europa. Que lo disfruten.

(Ver resumen del estudio publicado en El País)

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