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Pablo M. Díez: “Las catástrofes desnudan a los países, a los gobernantes y a la sociedad”

Pablo M. Díez en Fukushima

Juan Velasco

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Entre China y la Península Ibérica hay siete horas de diferencia horaria. De modo que lo que pasa en China es el futuro, simple y llanamente porque su huso horario va siete horas por delante del de España. Y, a la luz de los acontecimientos recientes, quizá sea algo más que una cuestión geográfica. Porque, más allá de la broma, para el protagonista de esta entrevista, el periodista Pablo Manuel Díez (Córdoba, 1974), corresponsal de ABC en Asia, el futuro de España y de occidente se va a parecer mucho al presente de Asia.

En unos días en los que España se ha llenado de epidemiólogos y capitanes A posteriori, las crónicas y el Twitter de Pablo M. Díez lo convierten en el auténtico Capitán A priori, pues lleva semanas alertando de que la pandemia iba a llegar a España, y pidiendo que nos tomáramos en serio al virus que paralizó a 1.200 millones de chinos el 23 de enero. Una fecha que insiste en tallar en la memoria colectiva. De todos. También en la suya propia, pues aquel día dos cancelaciones consecutivas de vuelos le impidieron llegar a Wuhan, la zona cero del coronavirus.

Aquel revés del destino lo ha acabado convirtiendo en una fortaleza pues, al no haber podido llegar a la provincia de Hubei, ha sido uno de los pocos corresponsales españoles que ha podido permanecer en China y ver con sus propios ojos las consecuencias de la cuarentena, un hecho mucho más insólito incluso que la expansión del virus. Un confinamiento que allí ya va llegando a su fin, como el propio periodista nos muestra con su teléfono, saliendo al balcón y enseñando la actividad que vuelve a las calles de Shanghai en un momento de esta larga entrevista hecha a través de la aplicación Facetime.

Así pues, la primera tele-entrevista Negro & Blanco en la historia de CORDÓPOLIS, nos lleva al futuro que está a 10.500 kilómetros de Córdoba, a hablar con este novelista, periodista y corresponsal cordobés sobre cómo hemos llegado hasta aquí. Y a imaginar los posibles escenarios que nos encontraremos cuando se abran las puertas de nuestras casas. Spoiler: Seguiremos necesitando periodismo.

PREGUNTA. Aunque evidentemente vamos a hablar del coronavirus, porque es imposible escapar informativamente, yo casi prefiero que te presentes, que me digas quién eres y también lo que estás haciendo en Asia, que llevas ya un buen tiempo por allí. Para quien no te conozca.

RESPUESTA. Yo soy el corresponsal del periódico ABC en Asia, con base en China, en Pekín. Desde el año 2005. Soy de Córdoba, nací en Julio de 1974 y estuve trabajando en Córdoba, primero en un periódico pequeñito que se llamaba Diario de Andalucía, entre el 1999 y el 2000. Y, entre 2000 y 2004, estuve en la edición local de ABC Córdoba. Primero estuve en la sección de provincia y luego pase a encargarme de la información de sucesos, tribunales y temas militares. Y gracias a esta especialidad o a esta sección que tenía yo, pude ir con las tropas de Cerro Muriano a varias misiones de paz. La primera fue a Bosnia, en 2001, luego a Afganistán en 2002 y luego también a Kosovo en 2003.

P. ¿Es ahí cuando te planteas ser corresponsal?

R. Sí, aunque siempre me había gustado mucho la información internacional. Pero claro, evidentemente, para un redactor en un periódico de provincia es bastante complicado eso, ¿no? Pero gracias a estos viajes, se despertó esa vocación. A parte de estos viajes, que hice para escribir reportajes para el periódico, luego también en mis vacaciones me iba por mi cuenta a algunos sitios. Estuve en África, por Tailandia también viajando, y después de estos casi cinco años de trabajo en Córdoba fue cuando decidí irme.

En la prensa yo creo que hemos vivido siempre en crisis

P. ¿Qué edad tenías?

R. En ese momento tenía 30 años. Y pensaba que si no lo hacía entonces no lo iba a hacer nunca. Y surgió la oportunidad porque justo en ese momento el periódico ABC no tenía a nadie escribiendo de forma regular allí. Y llegué a un acuerdo con el periódico en Madrid, a través de mi director en Córdoba en ese momento, que era Fernando del Valle. En enero de 2005, justo el día después de reyes, aterrice en Pekín. A partir de ahí hemos vivido esta gran transformación que está experimentando China, que está cambiando el mundo: el auge de China y de Asia, en todo, en el escenario internacional. He tenido la suerte de poder vivir y cubrir momentos históricos, como por ejemplo los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, el Tsunami de Japón, el accidente de la central nuclear de Fukushima, que me inspiró para escribir mi novela Fukushima, mon amour. Desde entonces he cubierto, creo que son ya, ocho catástrofes naturales aquí, entre tifones, terremotos, tsunamis. También algunas revoluciones en Nepal, en Tailandia, en Hong Kong, también el año pasado. Y, en definitiva, he podido ser testigo de todos los acontecimientos históricos que están cambiando el mundo desde Asia. Es un privilegio fantástico para un periodista.

P. ¿Siempre fue Asia el objetivo?

R. A mí es el lugar que más me gusta. Porque, además de que me gusta mucho la gente de aquí, creo que es el continente que ofrece más variedad de temas, más diversidad de temas a la hora de escribir. Aquí tenemos países muy diversos, desde el hipertecnológico Japón hasta un país que está tan poco globalizado como Mongolia. O la última dictadura comunista que sigue cerrada al mundo como es Corea del Norte, a países tan exóticos como Nepal o La India. Y luego todo el auge de China en contraposición con otros países menos desarrollados del sudeste asiático como puede ser Laos o Birmania. Hay desde información política, económica, tecnología, cultural… Entonces creo que, para un periodista, Asia es la mejor plaza ahora mismo porque nos muestra el mundo del futuro que no será como es ahora Europa o Estados Unidos, sino que se aproximará más a cómo es Asia. Eso, siempre y cuando encontremos una vacuna para este coronavirus que nos permita a volver a tener la vida que teníamos antes. Hasta que eso no ocurra, por supuesto, la vida que teníamos antes, el mundo globalizado, se va a parar como está ocurriendo ahora mismo. Entonces habrá que ver también qué consecuencias tiene esta pandemia que también estalló aquí en China y va a cambiar el mundo tal y cómo lo conocíamos.

P. ¿Qué papel han tenido los viajes en tu formación sentimental y profesional?

R. A mí me gusta o me gustaba... Me gustaba más antes... Yo creo que a medida que uno se va haciendo mayor quiere una vida un poco más tranquila. Yo voy a cumplir 46 años en julio. Por supuesto, desde pequeño y desde adolescente me ha encantado viajar y he podido hacerlo gracias a mis padres, que tenían una tienda de ropa en Córdoba y tenían que viajar con mucha frecuencia a otras ciudades para visitar almacenes y comprar género. Eso cuando todavía había fábricas de ropa y tiendas de ropa en los barrios y no solamente las grandes firmas. Gracias a esto viajé mucho con ellos y ahí es donde surge mi curiosidad por ver el mundo.

Luego está la prensa. Esto se lo debo a mi padre, que era un ávido lector de periódicos y espectador de los telediarios, y que fue el que me despertó también esa curiosidad. Yo recuerdo, desde que era pequeño, haber visto a mi padre enganchado a la televisión. Recuerdo el 23F, aunque yo era pequeñito y, posteriormente, haber visto con mi padre la caída de la Unión Soviética y el muro de Berlin. También los periódicos que él compraba, desde El Pais, Diario 16, El Independiente hasta El Mundo… Ahí surge esa vocación que me lleva a elegir periodismo como una carrera que podía encajar conmigo. Aunque realmente lo que yo siempre quise ser era guionista de cine porque eso es lo que más me gusta. Lo que yo quería hacer era escribir guiones, pero fracasé en los dos intentos.

Que los periodistas vayamos cada vez menos a los sitios es la muerte del periodismo

P. Lo intentaste, por lo menos.

R. Lo intenté. Intenté entrar dos veces en la escuela de cine de Madrid, en la ECAM, y fracasé las dos veces. La última me quede ya en la última prueba. Fracasé por poquito y al final me convertí en periodista. Lo había estudiado ya porque cuando empiezas la carrera realmente tampoco sabes muy claro a qué te vas a dedicar o qué vas a hacer en el futuro. Para mí, convertirme en corresponsal de un periódico nacional y poder vivir de eso era un sueño que realmente no veía que estuviera a mi alcance. Pero, gracias también a la suerte, que eso es muy importante, a estar en el lugar oportuno en el momento adecuado, es cuando ocurren este tipo de cosas.

P. Y, de repente, de trabajar en Córdoba te plantas en China.

R. Era un continente que me atraía. Es el que más me atrae porque es el más distinto al nuestro. A mí, a la hora de hacer un viaje, lo que más me gusta es ir a un sitio que sea totalmente distinto al lugar del que vengo yo, o a lo que yo conozco, para descubrir algo nuevo. Entonces, estaba claro que viniendo de España, Latinoamérica es muy parecido a nuestra cultura. En África lo intente también porque estuve visitando a unos misioneros españoles, uno de ellos cordobés, que por desgracia lo mataron en un atentado terrorista el año pasado en Costa de Marfil: César Fernández. A este hombre fui a verlo en el año 2004. Estuve en la misión con ellos un par de semanas y, claro, después de haber leído a Kapuściński, era un continente que cualquier periodista quiere explorar por sí mismo. Pero luego se encuentra con la desgracia de que las historias que consigues ahí, que son realmente fascinantes y algunas trágicas y demoledoras, no venden en los medios en occidente.

P. Cierto. Informativamente es como si no existiera.

R. Yo recuerdo aquel viaje con mucho cariño y, por supuesto, también por lo bien que me trataron los misioneros. Con el grupo con el que estuve, con César. Pero también con mucha pena porque hice varias historias que luego no pude vender en ningún medio. Sólo sacamos alguna en el ABC de Córdoba sobre César y la labor que estaba haciendo. Y eso es muy frustrante para un periodista cuando está empezando: se va a hacer ese tipo de historias, pone todo su cariño y toda su dedicación y se da cuenta de que no les interesa a los editores, pero yo creo que a la gente sí le interesa.

En Europa tenemos una falsa sensación de seguridad, de que algo así no podía ocurrir en un lugar desarrollado

P. Bueno, no conseguiste ser guionista, pero sí que escogiste una profesión bastante cinematográfica. ¿Cómo ves el mundo de los corresponsales? ¿Ha cambiado mucho desde que tú te fuiste? Tú llegaste a Asia antes de la crisis económica que terminó de destrozar la figura del corresponsal. O por lo menos cambiarla, ¿no?

R. Claro. La cuestión es que en la prensa creo que hemos vivido siempre en crisis. Por supuesto la del 2008 nos destrozó a todos, pero ya era un cambio que había empezado tiempo atrás. Evidentemente yo, que me vine antes de que estallara esa crisis de 2008, sí que tengo unas mejores condiciones profesionales y laborales que las que tiene la gente que se está dedicando al trabajo ahora. Pero también son peores que las que tenían mis predecesores porque ya han pasado los tiempos cinematográficos en los que un corresponsal vivía en una mansión con servicio, con chófer y el periódico le pagaba el colegio de los niños. Todo eso por supuesto ha cambiado. Por desgracia ahora la mayoría de los corresponsales, o buena parte de los corresponsales, cobran a tanto la pieza. Además por unos precios que realmente no…

P. Yo he sido corresponsal en España y no está pagado. Es inviable hacer buenas historias con los precios que se pagan en estos momentos.

R. Con ese dinero no se puede hacer una buena historia porque hacerla cuesta dinero. Si no, al final tienen que compaginar ese trabajo con algún otro porque por lo que le pagan por una pieza no da para pagar a un traductor o un desplazamiento. El problema es que con internet estamos acostumbrados a que los periodistas vayamos cada vez menos a los sitios y esa es la muerte del periodismo. El periodista tiene que estar donde está la noticia. Si no está en ese lugar, podrá hacerlo mejor o peor, pero ya está fallando algo. Y, por desgracia, eso cuesta dinero. En cambio, tenemos mucha información en internet. Hoy se puede coger información y desde tu casa, sin haber estado por ejemplo en un país, puedes escribir sobre Laos, Birmania o La India. Y eso, al final, creo que va en detrimento tanto del medio como del propio periodista. Por lo tanto, han cambiado mucho los tiempos, a peor por supuesto, y la cuestión es ver ahora cómo evoluciona esa situación y si los medios finalmente apuestan por ese contenido de calidad porque lo que no se puede hacer es tener un corresponsal pagándole una miseria por la pieza. Así un periódico no va a dar nunca buena información.

P. Quizás lo único bueno que tiene ser corresponsal hoy en día es que, con esto del aislamiento, ya estás acostumbrado trabajar desde casa. El teletrabajo lo llevan en el ADN.

R. A mí, en concreto, es que me encanta viajar... Hasta que llegó este año que estaba prácticamente cada mes viajando a algún sitio. Pero luego yo soy muy casero. Me encanta estar en mi casa. Y cuando voy a Córdoba de vacaciones a veces me paso una semana entera sin salir de mi casa. Y cuando vuelvo de los viajes y voy a Pekín igual, me puedo pasar una semana entera sin salir. Es verdad que el confinamiento lo he llevado mejor. Pero bueno sí, claro, nosotros ya estamos acostumbrados a trabajar desde casa cuando no estamos danzando por ahí. Y también es cierto que, en este caso, me he dado cuenta de que precisamente por esa experiencia de estos quince años aquí, en Asia y en China, he visto que las catástrofes no es algo que les ocurra a los demás.

P. Algo de lo que vamos a hablar largo y tendido.

R. Es que creo que eso ha sido la clave del fracaso, de la respuesta tardía e insuficiente a la pandemia en Europa, donde tenemos una falsa sensación de seguridad, de que algo así no podía ocurrir en un lugar desarrollado, y sin embargo ha ocurrido. Y yo, por mi trabajo aquí, he estado en países tan desarrollados como Japón, que tuvo el tsunami que se cobró casi veinte mil vidas y luego un accidente nuclear. Hay otros países donde ves a gente como nosotros que, de repente, es sacudida por el destino y lo pierden todo. Eso, cuando empezó la pandemia, sí que me sirvió para adaptarme al máximo a la nueva situación que teníamos. Adaptar la adversidad como la nueva normalidad de tu vida.

También me sirvió para alertar a mi familia en España desde que llegó la epidemia a Italia y empezó ese goteo de casos en España, esos 20, 30, 50… que fue esa segunda semana de febrero, decisiva en la explosión que ha habido después. A mí me sirvió para alertarlos. Yo creo que al final estamos en un mundo globalizado como ha demostrado esta pandemia, por desgracia, y tenemos que estar preparados para ver... Bueno, ya lo hemos descubierto, que lo que ocurre a diez mil kilómetros de tu ciudad, aunque sea una cuidad tan pequeñita y tan apacible, tan tranquila como Córdoba, tres meses después va a llegar ahí. Que por supuesto que era algo que yo no me imaginaba cuando empecé a cubrir la pandemia aquí en China. Pero cuando ya vi que se extendía por el mundo y que llegaba a Italia, sí que sabia que podía ocurrir también en España y en Córdoba.

(Sobre China) Podemos dudar de las cifras oficiales, pero de lo que no podemos dudar es de la vuelta a la normalidad

P. Esta pregunta te la hago a ti, aunque igual vale también para el propio virus. ¿Uno es de donde nace o de donde se hace?

R. Sí, a ver hay mucha controversia con esto. Evidentemente, el virus estalla aquí en China, pero luego también es cierto que su propagación se debe a la inacción de Occidente. Creo que igual que las personas, que somos de donde nacemos y también de donde nos vamos haciendo en nuestra vida, que el virus nace aquí en China, pero luego se va expandiendo por Occidente por esa falsa sensación de seguridad que hemos tenido. Y sobre todo en España, que me parece que se enfrenta, como el resto de Europa, a su mayor catástrofe desde la guerra ciivil en España y la II Guerra Mundial en el resto del mundo, precisamente por esta vergonzosa inacción de las autoridades y falta de consciencia. Y yo creo que ahí los medios también tenemos que entonar el mea culpa, porque se ha minimizado al coronavirus como si fuera una simple gripe por no dañar la economía, y eso ha sido demoledor. Así que entre los medios, las autoridades y la propia sociedad, con esa sensación de seguridad, de que esto no podía ocurrir, ha habido una falta de consciencia que, realmente, cuando yo lo estaba viendo en China, me causaba una ansiedad sobrecogedora porque veía que se estaban repitiendo exactamente los mismos errores que se habían dado aquí en China y en el resto de Asia.

P. ¿En qué debimos haber reparado?

R. No podemos olvidar que, antes de que estallara el brote en la ciudad de Wuhan y de que se cerrara este territorio el día 23 de enero, que es el día que cambió el mundo, unos días antes se había celebrado un banquete con 40.000 familias para celebrar el año nuevo lunar. Ya había informaciones sobre la aparición de una enfermedad en la ciudad, y la gente… Bueno, ya sabemos que la policía fue a ver a los médicos que alertaron y lo silenciaron, como al doctor Li Wenliang, que luego falleció por el coronavirus. Había ciertas informaciones pero la gente se lo tomaba a pitorreo. Hay unos vídeos que son realmente demoledores donde ves a la gente en esa celebración riéndose porque no llevan máscara y diciendo que confían en el gobierno. Cinco días después se declara la cuarentena y se cierra la ciudad de Wuhan y el resto de la provincia de Hubei. Sesenta millones de personas que viven en una provincia que es algo menos de la mitad de España. Luego vemos también errores parecidos en el confinamiento del crucero Diamond Princess en Japón, que tenía 3.400 pasajeros, y al principio había unos cuantos con coronavirus. Los dejaron encerrados ahí unas dos semanas y, al final, creo que había entre 700 y 900 contagiados. Luego lo vimos también en Corea del Sur, que es uno de los países que más y mejor está luchando contra el coronavirus, pero donde también ha habido unos brotes por las misas multitudinarias de una secta cristiana.

Con toda esta experiencia, yo no soy científico ni médico, pero veía lo que estaba pasando en España, donde ya había casos de coronavirus y teníamos Las Fallas, el clásico Madrid-Barça, la manifestación del Día de la Mujer, que coincide con un mitin político de Vox. En realidad es que no se salva nadie. Y muchos medios además diciendo que eso era una simple gripe, que no pasaba nada. Por lo tanto, al final, todo este ejercicio de irresponsabilidad colectiva que hemos tenido en España y en Occidente nos ha llevado a esta catástrofe que además, por desgracia, la están pagando los mayores, que son los más indefensos, junto a los niños. Eso es lo realmente trágico. Y todo se ha hecho por no dañar la economía, igual que se hizo aquí en China cuando silenciaron al doctor Li Wenliang para no alterar el orden social y no dañar la economía. Esto ocurre en una dictadura como China, pero también es cierto que gracias a ese régimen autoritario se pudo imponer el cierre de la provincia de Hubei y la paralización total de China. Un total de 1.400 millones de personas se quedaron encerrados en sus casas. Y en dos meses, aparentemente, se ha conseguido solucionar el problema.

Es difícil de entender que, ante una pandemia, los políticos animen a la gente a salir a la calle

P. ¿Sí?

R. Podemos dudar de las cifras oficiales pero de lo que no podemos dudar es de la vuelta a la normalidad. Yo de hecho te lo voy a enseñar (se levanta y se asoma al balcón). Todo eso estaba vacío hace un mes. Ahora ya se ve ahí ese atasco, la gente que está volviendo a su casa a trabajar. Pero antes de esto no había nadie en la calle. Y ahora la situación va volviendo a la normalidad. Se escuchan las obras y las tiendas están abiertas. Eso se ha conseguido en dos meses. Todo empezó el 23 de enero, que es una fecha que tenemos que recordar porque es el día que cambió el mundo, cuando se cerró Wuhan. Y ahora estamos a 26 de marzo. Así que en dos meses se ha conseguido contener la epidemia y ya sólo queda que la vida vaya volviendo poco a poco a la normalidad, pero todavía hay muchos controles y muchas restricciones porque hay miedo a que haya rebrotes.

P. Entiendo que estás conmigo en que los dos factores que han convertido la epidemia en pandemia son, por un lado, la tardía reacción del Gobierno chino, sobre todo en los primeros compases en los que censuraron incluso a los médicos, y por otro lado,  el eurocentrismo o esa visión occidental de “eso pasa en China, pero aquí no nos llega”. Te lo digo, claro, asumiendo que del segundo yo soy culpable, pues soy el primero que minimizó el impacto al principio.

R. Sí, sí. Yo me he peleado con mis amigos por esto. Me he peleado con amigos míos para concienciarlos de que esto era serio. A finales de febrero les decía: “Que esto no es ya que esté en China, que está en Italia, que puede llegar a España”. A mí lo que me sorprende es que, incluso, cuando llega a Italia la gente no lo ve. Entonces sí, los factores son por supuesto esos.

P. Vamos a por el primero, ¿qué sabemos de cómo se originó el Covid-19 y de su evolución en la primera fase?

R. Aquí hay que investigar mucho todavía sobre esta enfermedad, sobre cómo surge y dónde surge, porque todo apunta a que lo hace en ese supermercado de animales en diciembre. También hay algunas informaciones periodísticas que dicen que el 17 de noviembre se detectó el primer caso. Por lo tanto hay que investigar mucho. Y por supuesto que si el gobierno en vez de mandar a la policía a callar al doctor Li Wenliang, le hubiera preguntado y se hubieran tomado medidas, no se habría tardado tres semanas o un mes en actuar. Eso habría sido decisivo. Pero, por otra parte, también es cierto que la cuarentena de Hubei y la parálisis de China ralentizó la propagación por el mundo y, en ese tiempo, Occidente se quedó cruzado de brazos pensando que eso no le iba a ocurrir. Cuando finalmente le ocurre ya es tarde. Le pilla a unos países como España muy mal dotados, sin mascarillas, sin ventiladores… Porque no sé. Es difícil de entender que ante una pandemia los políticos animen a la gente a salir a la calle. Y luego los responsables médicos, que no alertaran a los políticos de la gravedad de la situación. Así que estamos ante una catástrofe colectiva y vamos a pagar un precio muy alto por ello. Pero yo espero que después de esto las personas responsables paguen también las consecuencias porque se ha jugado con la salud y con la economía de nuestro país.

Estamos ante una catástrofe colectiva y vamos a pagar un precio muy alto por ello

P. Bueno, no es una cosa sólo de España.

R. No, no, no.

P. En Países Bajos siguen todavía en la calle.

R. Sí. Y bueno, y después de que en España se decretara el estado de alarma, Francia celebró elecciones municipales.

P. Y con los mercados abiertos y hasta la bola.

R. Claro. O sea, es una cosa de Occidente. Pues no sé…

P. Y ojo, que si hablamos de EE. UU. y Reunido Unido, vamos a flipar.

R. Sí. Es muy difícil de entender. Yo creo que cuando esto se piense dentro de varios años, todo lo que se formó y el desastre que se provocó, no se va a entender. Es que yo no lo puedo entender. El problema… Hubo un epidemiólogo aquí en China, el más prestigioso, el que se encargó de la respuesta aquí en Shanghai, que dijo que la solución era muy fácil: era parar el mundo durante cuatro semanas. Si el mundo se para cuatro semanas, el virus se controla. O sea, es tan fácil y tan difícil como eso. Y eso es lo que yo le decía a mis amigos allí en Córdoba, que tú igual conocerás a alguno, y me decían: “Es que tú lo que quieres es que se pare el mundo”. Y le dije: “Es que si no se para ahora o lo paras tú, lo va a parar el virus y va a ser mucho peor”. Esa es la situación que tenemos ahora. Ahora eso ya no se puede cambiar. Lo que sí se puede cambiar es el futuro y pasa por salir lo antes posible y con el menor número de bajas.

P. Esta visión occidental no sé si se va a curar después de esto, pero mucho me temo que esa especie de inmunidad moral se ha ido al garete. No sé si tú ya te la has ido curando a base de viajar y conocer sitios.

R. Claro. Al final, en las catástrofes, siempre los más desprotegidos, la gente con menos recursos, la gente más pobre, es la que sufre más. Entonces, cuando yo me he ido a cubrir un tifón en Filipinas o un terremoto en Indonesia he visto que los más pobres son los que más sufren porque el que tiene más dinero tiene una casa mejor que no se le cae en el terremoto o no se la lleva el agua. Pero hubo una cosa que me impactó en el Tifón Yolanda de Filipinas, en el año 2013. Creo que fueron 7.000 muertos en la Isla de Leyte, en el sur de Filipinas. Por supuesto mató a todas las chabolas y a la gente que vivía al lado del mar, pero me encontré con un joven que era periodista y que, ante la llegada del tifón, había decidido, para poner a sus padres a salvo, llevarlos a un hotel porque su casa era solamente de una planta o era endeble y temía por sus padres. Tuvieron tan mala suerte que se inundó ese hotel, que era dos plantas. Sus padres murieron. Eso me impactó mucho porque vi que no es solamente la gente que tiene menos recursos o el pobrecito que está en la chabola el que lo va a sufrir, es que nos pasa a todos.

En occidente hemos vivido muy bien, afortunadamente. Y eso creo que va a cambiar

P. Aunque para morir hay clases, es cierto que las catástrofes naturales son las más democráticas, por así decirlo.

R. Eso lo vimos también en Japón, que es un país súper desarrollado, con el tsunami. Ahí te das cuenta también del efecto que causa una catástrofe en una sociedad desarrollada. Y por eso, nosotros en Occidente hemos vivido muy bien, afortunadamente. Y eso creo que va a cambiar, por desgracia, porque no vamos a vivir tan bien a partir de ahora. Nos vamos a encontrar con las consecuencias de esta pandemia en lo económico, cuando la economía ni siquiera se había recuperado todavía de la crisis de 2008, que tanto golpeó a España. Ahora nos encontramos con otra crisis que puede ser mayor. Ojalá me equivoque. Es lo que llevo diciendo desde enero: “Ojalá me equivoque” con todo lo que digo.

P. De esa crisis económica que va a provocar el coronavirus en Occidente, ¿se va a beneficiar China?

R. No sé. Todavía no se sabe cómo vamos a salir de ésta. Tenemos estas proyecciones en V, en U, en L. No se sabe todavía bien. A China le ha afectado mucho también. Los primeros indicadores económicos han sido desastrosos porque el país ha estado paralizado por completo durante más de un mes. La producción industrial cayó un 13%, las ventas al por menor, un 24%; la inversión en activos fijos, también un 20%. Ahora estamos viendo cuáles son los datos del primer trimestre pero puede haber una caída del 11% del Producto Interior Bruto (PIB). Es cierto que al haber salido antes sí que se va a recuperar antes, pero también se encuentra con que la puesta en marcha de su producción para las exportaciones se topa con que los países están ahora mismo paralizados. Por lo tanto, por ahí no va a vender. La cuestión es que es un mercado interno muy grande. También está la confianza que la gente vaya a recobrar, que va surgiendo pero… Hasta que no tengamos una vacuna no vamos a coger un avión, ni nos vamos a meter en un cine, ni vamos a ir a un teatro, ni vamos a llenar las discotecas, los bares… Entonces, habrá que ver cómo evoluciona. Es cierto que China puede tener ventaja por su liquidez económica posiblemente para adquirir unas empresas, pero habrá que ver también cómo de dañadas están las arcas en China, que lo estarán.

P. ¿Y a nivel de imagen?

R. Ahora China también está intentado limpiar su imagen y tiene esta diplomacia de las máscaras para ganarse aliados en Occidente. España está entre los países que va a recibir ayuda y una pequeña parte son donaciones, pero la mayoría son ventas que hace China. En un panorama tan malo como éste, que te venda China te puedes dar con un canto en los dientes porque los canales de venta están cerrados. Cuando ocurrió la epidemia aquí se cerraron los canales de venta y luego se volvieron a abrir a los países aliados de China.

Hasta que no tengamos una vacuna, no vamos a coger un avión, ni nos vamos a meter en un cine

P. Hay partido, desde luego.

R. Sí. Es pronto para saber cómo va a acabar el mundo. No sé si China saldrá más debilitada o más perjudicada, pero creo que su imagen, a pesar de que ahora intente mejorarla con esta ayuda, que por supuesto todos saludamos y agradecemos, se ha visto muy dañada. El auge que China tenía como alternativa a las democracias occidentales, para rivalizar con Estados Unidos, se ha visto muy dañada por esta sensación que tenemos todos de que el virus ha surgido en un mercado de animales, igual que el SARS, lo que significa que en dos décadas no se ha aprendido la lección. La actual pandemia ha sido muchísimo peor que aquélla, que sólo se cobró 800 vidas y 8.000 infectados. Por supuesto, en 20 años esto no ha cambiado. Y también, por supuesto ,por reprender a los médicos y obligarlos a retractarse para que no alteraran el orden social. Por lo tanto, su papel como socio en la comunidad internacional se ha visto muy dañado.

P. Quizá le beneficia que la alternativa es unos Estados Unidos en un nivel bajísimo, con un presidente tan impopular como Donald Trump y que está dando los pasos más equivocados en el peor momento posible, que es cuando ya se tiene toda la información.

R. Claro. Ese es el problema, que seguramente la opción de China es mala, pero cuando te pones a mirar lo que hay en el resto del mundo... Nadie ha estado a la altura. Occidente se ha detenido, en España hemos salido a la calle y Boris Johnson quería inmunizar al grupo a cambio de que murieran allí pues, no sé, 250.000 personas.

P. Un coronavirus party, sí.

R. Sí, sí. Y Trump, por supuesto, por no dañar la economía está dando bandazos y dice que quiere que todo esté reabierto para la Semana Santa, cuando todavía no ha estallado la epidemia. Las alternativas que Occidente está planteando son realmente pésimas, todas. Y creo que las catástrofes desnudan a los países, a los gobernantes y a la sociedad. Nos muestran cómo somos y de qué estamos hechos. Y también pueden sacar lo mejor o lo peor de cada persona. En España lo estamos viendo en la gente que está ayudando y que sale a aplaudir a los sanitarios y a toda la gente que está haciendo que el país siga funcionando, jugándose el pellejo. De estos sacan lo mejor. Pero, por desgracia, de los políticos saca lo peor porque no están dando la talla. Ningún político en ningún país. Y se está demostrando que la clase política en todo Occidente, en vez de estar formada por las personas más inteligentes y más preparadas, está formada por los peores que puede haber. Gente a la que no le confiaría nada. Absolutamente nada. Y son los que están llevando los países.

P. Desde luego la crisis política va mucho más allá del virus.

R. No, yo es que estoy muy mosqueado. Yo siento rabia, frustración e impotencia. Pero no porque yo sea científico. Yo es que he visto lo que pasaba aquí. Entonces tú ves la ola. Ves que pasa la ola por aquí. Ves que la ola va avanzando hacia Occidente Y empiezas a gritar: “Que va la ola, que va la ola, que va la ola”. Y nadie hace nada. Y todo el mundo sigue en la playa tranquilamente. Pues claro, la rabia, frustración e impotencia que sientes es tremenda. Y con la clase política, yo espero que se investigue bien porque hay responsabilidades criminales con todo lo que está pasando.

China también está intentado limpiar su imagen y tiene esta diplomacia de las máscaras para ganarse aliados en occidente

P. Digamos que en China nos lleváis siete horas de ventaja, pero habéis ido dos meses por delante.

R. Sí. Efectivamente. Así es.

P. Hay una cosa que sobrevuela algunas cabezas, la mía en concreto, que es qué se puede aprender de una dictadura como China de una gestión como ésta.

R. Sí, claro. El primero de los errores que ya hemos cometido y esperamos que no se comentan más, y que pueden cometer otros países, es ignorarlo. El error que hubo aquí de permitir la manifestación y las multitudes. Y luego ya aprender más de los aciertos. El acierto de China, que le facilita ser un régimen autoritario, es que pudo cerrar una provincia que es algo menos de la mitad de España, pero con más habitantes, a cal y canto, y obligar a la gente a que se quedara en su casa. En esa provincia, los confinamientos sí fueron totales, más o menos rigurosos dependiendo del lugar. Pero sí que estaba la gente obligada a quedarse en casa. Y esto ocurrió dos días antes del año nuevo lunar, que son nuestras navidades. Por lo tanto, es como si se hubiera cerrado, no sé, Londres antes de navidad. Y luego, por supuesto, por ese sistema político represivo donde la gente tiene más miedo a desafiar las normas porque sabe que las consecuencias son peores, la gente también se comportó de forma mucho más responsable. Todo el mundo se quedaba en su casa. Y aquí en Shanghai, nosotros podíamos salir a la calle, pero todo el mundo prefería quedarse en casa porque era más seguro. También porque había mucho miedo.

P. ¿Cómo fueron aquellos días? A España llegó más información del virus que del confinamiento.

R. Fueron unos días realmente apocalípticos. De película. Recuerdo que aquí en Shanghai estuvo lloviendo una semana entera. Era levantarse cada día, abrir el ordenador y ver el número de contagiados y cómo subía el número de fallecidos. Y cada día esa tragedia en este ambiente apocalíptico donde no había nadie por la calle. Los únicos que nos ayudaron a sobrevivir fueron los repartidores a domicilio, que aquí está muy extendida la venta por Internet. Esta gente fue realmente la que movió el país en ese momento. Al principio sí que podían entrar en los edificios y llegar hasta la puerta. Recuerdo que mi novia no les abría. A mí me daba bastante mal rollo. Ella le decía: “Bueno, déjelo allí”. Y cuando se iba, nosotros cogíamos las cosas. Era muy impactante todo eso. Al final se decidió que no entraran en los edificios y dejaran todo en la puerta de los bloques. Y allí siguen dejándolo.

Entonces, retomando tu anterior pregunta, lo que podemos aprender de un régimen autoritario es que estamos en una guerra contra el coronavirus y a veces hay que actuar manu militari. Y hay que concienciar a la gente de que en esta lucha estamos todos y todos tenemos un papel. El de muchos, para ser un héroe, es tan sencillo como quedarse en casa y no salir. Esto es lo que tenemos que aprender. Y luego, yo creo que la gente es lo suficientemente madura y adulta para entender que estamos en una situación excepcional y que hay que imponer todas las restricciones a los movimientos o incluso al trabajo, porque cuanto antes controlemos la epidemia, antes podremos volver a nuestra vida normal. Pero si vamos tomando medidas laxas o medias tintas, se va a prolongar mucho más y nos va a costar muchas más vidas por desgracia.

Las alternativas que occidente está planteando son realmente pésimas, todas 

P. Sé que es pronto pero sí que parece que el neoliberalismo ha recibido un buen tortazo con este virus. Y sí que da la impresión de que este sistema que teníamos, o bien sale muy debilitado de esta crisis, o bien sale reforzado a la manera del capitalismo salvaje autoritario que hay precisamente en China. Para mí esos son los dos escenarios. Y algo me lleva a pensar que los estados del futuro van a apostar por el capitalismo salvaje con un matiz autoritario.

R. Claro, ése es un riesgo porque ahora vamos a caer, ojalá me equivoque otra vez…

P. … Y yo.

R. Vamos a caer en una recesión de posguerra. Y hasta que empiece la máquina a ponerse en marcha, por supuesto millones de personas van a perder sus trabajos en todo el mundo, va a haber mucha inestabilidad social, y eso va a ser un caldo de cultivo para que surjan estos líderes populistas o para exacerbar los nacionalismos. Ésa es una de las posibilidades. Luego habrá que ver cómo se produce ese rebote y si es más rápido para volver a recuperar la vida que teníamos. Al final, todo va a depender de la vacuna porque si la tenemos vamos a recuperar la vida que teníamos antes. Significa que vamos a salir más, ir a los sitios… Pero si no podemos hacer eso van a cerrar las empresas, el consumo va a caer y la economía se va a resentir más. Así que, confiemos en que esa vacuna llegue pronto y no solamente sirva para mejorar la economía, sino también para frenar la inestabilidad social que puede provocar una recesión tan grande en todo el planeta. Luego hay que ver cómo evoluciona la pandemia en estos meses, porque va avanzando. Ahora está en Europa, llegará a Estados Unidos, pero hay que ver si llega a África o a Latinoamérica, donde puede ser una auténtica hecatombe.

P. Reconozco que el caso de África me tiene intrigado. Hablamos de países con brotes epidémicos de ébola, sida… Quizá el coronavirus sea una pandemia menor, si se tiene en cuenta que la esperanza de vida ya de por sí está en 55 años.

R. Sí. Recuerdo que cuando apareció el sida, a la gente en África le decían: “Ten cuidado que si pillas el sida te vas a morir a los 30 años”. Y mucha gente decía: “Ojalá llegue yo a los 30 años”. Pero bueno, el problema del Covid-19 es que es muy contagioso. Tenemos los casos graves pero la mayoría de la gente lo suele pasar casi sin problemas. Pero como son tantos, aunque sea un 20% de casos, te colapsa las urgencias. ¿Tú piensas que lo has tenido o algo? Porque yo hace unos días hablé con unos amigos en Córdoba y los tres habían tenido problemas de garganta.

P. No. Yo en mi caso empecé con el aislamiento un poco antes. Yo vivo con mi mujer encima de mis suegros, que son octogenarios. Y hemos ido con mucho cuidado. Y salvo una tos con mocos habitual, si tenemos en cuenta que en Córdoba por las mañanas ha hecho mucho frío y al medio día ha hecho 30ºC al sol... No he tenido ningún otro síntoma.

R. Ahora es que hay estudios que han calculado que de los 80.000 casos oficiales que hay, que pueden ser muchos más, habría que sumar otros 20.000 o 30.000 de gente que lo ha tenido, porque se le descubrió con la prueba, pero no les provocó ningún síntoma. O síntomas leves como la garganta nada más.

Espero que se investigue bien, porque hay responsabilidades criminales con todo lo que está pasando

P. Aquí en España el problema está siendo la laxitud con la que se están haciendo las pruebas. No sé cómo ha sido el examen epidemiológico en China. Por supuesto, para mí los datos ahora mismo no son creíbles. Pero los de ningún país. Hace falta un tiempo, como ocurrió con la Gripe A o el SARS, para saber el impacto real y que vaya bajando la tasa de letalidad.

R. Hay una cosa que tenemos que tener en cuenta aquí en China. Ayer -el pasado miércoles- España superó a China en número de víctimas mortales. Pes mira, la explicación, aparte de las cifras oficiales, que podemos dudar de ellas, es que en China la epidemia quedó acotada a la provincia de Hubei y sobre todo a Wuhan. Ahí está la inmensa mayoría de los 80.000 contagiados y 3.200 fallecidos de China. Pero es que sólo en su capital, en Wuhan, que tiene 11 millones de habitantes, hubo 50.000 contagiados y 2.500 fallecidos. Entonces, todo está ahí. Por eso a mí la gente me decía: “Bueno, pero si en China han muerto 3.000, aquí no va a ser tan grave”. No. Es que no ocurrió en toda China, sino en un sitio que es comparable a un país europeo y, peor aún, en una ciudad con 11 millones de habitantes murieron 2.500 personas.

P. Claro. Allí hay una zona cero.

R. Claro. Puede ser Madrid o Lombardía. Y de hecho, dentro de la Hubei, la diferencia de Wuhan con la siguiente ciudad de la provincia con mayor número de contagiados es gigantesca,porque en Wuhan fueron 50.000 y en esa ciudad fueron, creo, 3.000. Entonces, fue todo concentrado ahí. Y en ciudades grandes como Pekín o Shanghai hubo entre 300 y 500 casos y menos de 10 fallecidos en cada una de ellos. Y la siguiente es Guangzhou, en Cantón, en el sur, donde hubo 1.300 contagiados. Por lo tanto, se consiguió detener la epidemia y que no se propagara por el resto de China. Porque sino, imagínate, habríamos tenido un Wuhan en cada ciudad china y habría sido una hecatombe.

P. A mí toda esa gente que desconfía de los datos porque los da China me hace mucha gracia. Porque yo soy periodista y parto de la base de que todos los gobiernos ocultan datos si esos datos no les benefician.

R. Evidentemente.

P. Aquí en España hay sectores que acusan al Gobierno de haber ocultado o minimizado la importancia del coronavirus para realizar la manifestación del 8M o para permitir que la Liga siguiera adelante. Es decir, para mantener el statu quo, que es lo mismo que ha podido ocurrir en China. Y esto no es una dictadura. Es aquí y ahora.

R. Sí, sí, sí. Y otra cosa, y esto lo van a hacer todos los países. Si hay un abuelete que se ha muerto de neumonía, bueno, ya se le hará la prueba... o no. No se le va a hacer ahora, cuando hay que reservarla para los vivos. Y eso pasa en todos los países.

Si un periodista en China no tiene problemas con la policía es que no está haciendo bien su trabajo

P. ¿Tú has tenido problemas con la policía y el Gobierno Chino?

R. Sí. Yo he tenido problemas con… Con la policía no. Yo no pude ir a Wuhan. Yo ese 23 de enero iba a volar allí. El 22 de enero se lo dije a los jefes, que teníamos que ir para allá. Y pensaba volar el día 23. De hecho, mis amigos de El País y El Mundo, que fueron lo hicieron el 22 por la noche. Y cuando me levanté esa mañana a las 4:00 de la mañana, ya vi que habían decretado el cierre de la ciudad a partir de las 11:00. Mi vuelo estaba suspendido. Tenía otro vuelo en el otro aeropuerto de la ciudad, porque supuestamente ese vuelo sí que iba a llevar a Wuhan, pero me lo suspendieron también en la puerta de embarque. Así que no llegué a ir a Wuhan. Luego he estado cubriendo la epidemia desde Shanghai, que también se paralizó y se quedó todo cerrado. Y con la policía aquí no he tenido ningún problema.

P. ¿Y con el Gobierno?

R. Sí que me ha llamado el Ministerio de Asuntos Exteriores Chino un par de veces por los artículos que escribía. Sobre todo los artículos más críticos con Xi Jinping, que aquí es sagrado. No se puede criticar. Me llamaron el mes pasado. Y esta semana, antes de ayer, me volvieron a llamar. En este caso no por artículos míos, sino por unos artículos de opinión que habían salido en ABC muy críticos con la gestión de la epidemia. Me llamaron para leerme la cartilla.

P. Qué buenos lectores de prensa están hechos los funcionarios del Gobierno chino. A ver si leen CORDÓPOLIS también.

R. Sí, también. En la embajada lo leerán seguro. Pero bueno, aquí tener problemas con la policía es lo normal. Si un periodista en China no tiene problemas con la policía es que no está haciendo bien su trabajo. Es lo normal. Que te detengan, que la policía te impida llegar a algún sitio o que no te deje hacer tu trabajo. Eso es lo normal.

P. Supongo que allí habrá ayudado también a la contención el hecho de que las redes sociales estén censuradas. En Europa y occidente, las redes están jugando un papel determinante en la difusión de bulos, pánico e histeria...

R. Aquí también lo ha habido. Aquí también hay redes sociales. Están más controladas. Pero cuando estalló la epidemia... Es que esto es algo tan castastrófico que, cuando estalló la epidemia, también pilló en fuera de juego al régimen chino. Y provocó tanta ansiedad en la gente que también había muchísimos bulos y muchísima histeria en las redes sociales.  Hubo un momento en el que había mucha información en las redes sociales porque el malestar era tan grande en la gente... El miedo que tenía todo el mundo en China era que la epidemia iba a salir de la provincia de Hubei y se permitía cierta crítica, bastante crítica diría yo, en las redes sociales chinas. Hasta el extremo que durante los primeros días había un par de periodistas, ciudadanos chinos, que estaban en Wuhan y que estaban yendo a los hospitales, hablando con la gente y mostrando los hospitales totalmente desbordados, las furgonetas con los cadáveres apilados... Entonces, cuando al cabo de varios días se vio lo que estaban publicando y el impacto que eso tenía en el extranjero, porque de esas imágenes y del testimonio de esas personas nos hicimos eco todos los periodistas internacionales que estamos aquí, desaparecieron. Estas dos personas llevan desaparecidas dos o tres semanas.

P. ¿En serio?

R. Sí. Parece que los metieron en un centro de cuarentena. Había centros de cuarentena y la policía iba a buscar a la gente, si había estado en contacto con enfermos u hospitales, y la metían en los centros de cuarentena. Y parece que se llevaron a estos dos. Pero ya han pasado más de dos semanas. Seguramente la cuarentena la van a hacer completa. Y a ver qué les pasa. Todavía no sabemos si los van a acusar o no los van a acusar. Por lo tanto, las redes sociales sí que funcionaron mucho. Había muchas imágenes de las auténticas barbaridades que se habían cometido en China para cumplir esa cuarentena y ese cierre. Entre ellas, por ejemplo, recuerdo muchos vídeos de la gente que no se tomaba en serio la cuarentena.

La del coronavirus es la cobertura más importante de mi carrera

P. De esos empiezan a aparecer aquí muchísimos. Bueno, desde el principio.

R. Pues allí, gente que estaba en Hubei, en un pueblecito, en su casa, con la puerta abierta o en la calle jugando al Mahjong, que es el dominó chino, y llegaba la policía y no le decía: “Por favor, tienes que guardar esto e irse a su casa”. No. Llegaban con martillos destrozando los tableros y gritando a la gente para que se metiera. Eso, y auténticas barbaridades como encerrar a todo un bloque porque había habido algún caso de coronavirus o una sospecha. Hablo de cerrar. Sellar las puertas para que nadie saliera. Aunque después los comités populares del Partido Comunista sí que iban a llevarle comida. Hablamos de abusos que, por supuesto, en Occidente no podrían ocurrir.

P. Aquí eso sólo se ha visto en alguna película, de momento.

R. Aquí la gente creo que se ha comportado de forma más sumisa y ha sido más paciente a la hora de afrontar la cuarentena. Eso forma parte del carácter asiático. Pero también, por supuesto, forma parte de este sistema político que hay aquí. A ver, no ha sido fácil hacer una cuarentena para tanta gente, aunque los asiáticos sean más tranquilos, pero hay mucha gente que no aguanta meterse en su casa dos meses y no poder salir.

P. ¿Y en tu caso? ¿Te ha escocido no haber podido ir a la zona cero?

R. Por una parte, sí. Porque claro, como te decía antes, el periodista tiene que estar donde está la noticia. Los primeros días me fastidió mucho. Pero, por otra parte no, porque si me hubiera ido allí me habrían repatriado también en el avión que se llevó a los españoles, a menos que hubiera decidido quedarme allí todo este tiempo, hasta ahora, que tampoco sé si podía quedarme o no, ni si hasta qué punto era seguro. Entonces, si me hubiera ido a España, habría estado dos semanas allí, cuando llegó la epidemia a España. No sé si me habría vuelto o me habría quedado en mi casa con mi familia, pero lo que está claro es que no habría hecho el seguimiento de la epidemia como he hecho todo este tiempo aquí en China. Y te digo que, para mí, ésta es la noticia que menos me ha gustado cubrir. La que más odio. Pero también creo que la del coronavirus es la cobertura más importante de mi carrera.

P. ¿Por qué lo ves así?

R. Porque, con esta cobertura, no es ya solamente informar o hacer un viaje, que puede ser más o menos bonito, o más impactante o estar mejor escrito. Es que con esta información, con la que yo puedo dar, puedo ayudar a la gente. Los periodistas podemos ayudar a los demás, podemos ayudar a protegerse y a evitar el contagio. Creo que es una de las pocas veces en la que sientes que tu trabajo como periodista realmente va a ayudar a la gente.

P. Es curiosísim, porque estuviste a punto de llegar a Wuhan.

R. Por una parte me fastidió no ir, por mi orgullo profesional. Pero desde el punto de vista práctico creo que ha sido mejor que no fuera, que me quedara aquí, por el papel que he hecho dando la cobertura desde aquí, sobre todo alertando de lo que podía ocurrir. Porque en Twitter me escriben muchas personas dándome las gracias por haberlos alertado y me dicen que han tomado precauciones, que se han protegido ellos y sus familias por lo que yo estaba contando. Porque desde finales de febrero, desde que llegó la epidemia a Italia, yo he sido muy activo alertando a la gente para que tomara precauciones y advirtiéndoles de que se quedara en su casa y de que limitara la vida social a lo indispensable, que guardara uno o dos metros de distancia. He sido muy crítico con la laxitud y la falta de conciencia que había en España. Así que, bueno, no es una respuesta de sí o no.

P. No sé si hubieras sido un buen guionista de cine, pero la película que has vivido yo iría a verla.

R. La película la estamos viviendo todos.

Realmente lo que yo siempre quise ser era guionista de cine

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