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ENTREVISTA N&B
Marisa Vadillo: “Es la primera vez que miro el panorama cultural cordobés con algo de esperanza”

Entrevista a Marisa Vadillo

Juan Velasco / Fotos y Vídeo: Álex Gallegos

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Marisa Vadillo (Córdoba, 1976) advierte de que lo mejor de charlar un buen rato con un periodista es poder poner el teléfono en Modo Avión. Lo dice casi con el saludo, como si la charla que sigue a continuación tuviera un poder terapéutico, aunque sea sólo porque le va a permitir hacer un paréntesis en el ajetreo diario.

Es lógico si uno atiende al multiverso en el que Vadillo (y otras muchas mujeres) viven inmersas, compaginando la vida doméstica y familiar con el desempeño profesional. En su caso, como quedará reflejado en esta conversación, gran parte de su energía va destinada a marcar la diferencia en su labor docente (es profesora Titular del Departamento de Dibujo de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla), investigadora (en estos momentos con un proyecto de rastreo de artistas a nivel andaluz) y como pintora (su última exposición Outsider, estuvo en la Fundación Gala hasta el 29 de enero).

Vadillo confiesa que sólo halla la libertad en su estudio, pintando. Y también que ha tenido que aparcar esta libertad durante años para centrarse en su papel investigador, que la ha convertido en un referente internacional por sus estudios sobre las mujeres de La Bauhaus. Ha sido un quid pro quo, viene a decir la autora de Las diseñadoras de la Bauhaus: historia de una revolución silenciosa (2016) y Otra mirada: las fotógrafas de la Bauhaus (2010): ella ha recibido tanto de aquellas mujeres como les ha dado poniendo su nombre en el lugar que les corresponde. Por el camino, cuenta, también se enamoró de una ciudad, esa Berlin que hoy da nombre a otra de las mujeres de su vida: su hija.

PREGUNTA. Hemos estado a punto de hacer esta entrevista en el tren. 

RESPUESTA. Bueno, que sepáis que yo ya había hablado para hacerla en el pabellón secreto de mi facultad, al lado de Becquer y su hermano, que están los dos ahí tan felices enterrados.

P. Sí, pero a mí lo que me ponía era hacerla en el tren, en ese viaje que haces tú a diario entre Córdoba y Sevilla.

R. Hombre, ya me voy haciendo mayor y puedo escoger un poquito los horarios. Ya puedo unificar las clases. Antes no podía elegir, cuando tenía a los niños pequeños. Eso fue un circo, pero ya voy cumpliendo años y, dentro del departamento, prima la antigüedad, así que puedo hacer las cosas un poco mejor.

No es bueno para nadie meter criterios de metadatos en el ámbito cultural

P. ¿Y eres de las que considera ese tiempo como tiempo muerto? 

R. Yo no sé lo que es el tiempo muerto. No estoy programada para ello, por desgracia. 

P. Bueno, hay quien usa los desplazamientos en transporte para trabajar pero también quien los usa para desconectar, para leer…

R. Pues yo voy trabajando siempre. Antes resultaba muy fácil usarlo para leer, porque no tenías distracciones. Pero ahora te están mandando wassaps de trabajo, llevas el ordenador y puedes trabajar… Entonces, el vínculo con el ritmo de trabajo se impone.

P. Yo me he propuesto preguntar este año en mis entrevistas cuántas veces han mirado el móvil, el correo y las redes.

R. Millones… En el día de hoy, ya lo he mirado millones. A veces me dan ataques de sensatez y me quito el WhatsApp. A veces he pasado hasta siete meses sin él, y la gente se cree que te has muerto o que tienes una enfermedad terminal o que te has divorciado y estás en crisis en La India. No es broma, las reacciones de los demás son muy singulares.

P. Hoy estamos a 15 de marzo, hace tres años de ese paréntesis de la pandemia. Ya que te tengo aquí, me puedes contar qué te viene de todo aquello que vivimos

R. Yo lo viví muy mal. Muy mal, muy mal, muy mal… Y eso que claro, yo para dar las clases lo tenía todo preparado. 

P. ¿Ah sí?

R. Sí, yo la semana de antes le dije a mis alumnos: Vamos a hacer un plan “por si acaso”. Ellos se rieron. Y yo: Vamos a imaginarnos que el mundo se acaba la semana que viene y no podemos dar clase. Vamos a conectarnos, vamos a coger los móviles, para que yo pueda daros instrucciones de cómo seguir con las clases si pasase algo. Nosotros no sabíamos ni lo que era una plataforma digital ni nada. Estábamos en pandemia y yo llevaba ya tres o cuatro días, y cuando me tocó dar mi clase la di normal, aunque sea muy desagradable hablarle a una pantalla. Claro, mis alumnos son de Bellas Artes. Mis alumnos son seres mágicos y están atravesados por la singularidad del primero al último. Entonces, claro, cambiar eso de tenerlos delante a hablarle a una pantalla, fue algo horroroso para mí. Para ellos no, que luego me pidieron que les diese clase hasta en Semana Santa y en Feria, porque decían que ese rato conectados dando clase los sacaba de todo lo que estaban viviendo. 

Pero para mí, lo insoportable, lo auténticamente insoportable fue el tema de los colegios de los niños. Porque ese profesorado decidió que cinco horas de clase iban a significar cinco horas de tareas en casa para niños que estaban sentados y que no podían salir. Niños a los que había que obligar a estar cinco horas sentados haciendo tareas. Te convertías en profesora, madre, controladora, revisora… Para mí eso fue lo más duro. De 9 a 14 estaba con ellos, con los dos, intentando que se fuesen enterando un poco de la materia, y por las tardes daba yo mis clases.

P. ¿Qué edad tienen tus hijos?

R. Mis hijos tienen ahora 14 y 12. Entonces todavía estaban en Secundaria. Y claro, la responsabilidad era gorda todavía.

Las alumnas de Bellas Artes son el 70%, pero en ARCO exponen 20 o 30

P. ¿Y para ti era tan balsámico como para tus alumnos dar clase entonces?

R. Sí, sobre todo por tener un vínculo con algo de la normalidad. E intentábamos animarnos los unos a los otros, pero el alumnado… La gente joven ha sufrido muchísimo, nunca he tenido alumnos tan enfermos y tan medicados como ahora. Es algo dramático.

P. ¿Cómo crees que hemos salido de aquello? Para mí parece que han pasado tres décadas, en vez de tres años. Antes me reconfortaba un poco recordarlo, ahora, al revés…

R. Yo tengo la impresión de que no quiero ya recordar aquello, de que quiero fingir que no ha pasado. Pero es verdad que la pandemia ha modificado relaciones de amistad, relaciones profesionales, relaciones personales, tú contigo mismo y tu propia cabeza… Yo, fíjate, recuerdo que tenía unas ganas enormes de ver el mar, cuando a lo largo del año a mí no me ocurría nada así. Pues entonces, tenía unas ganas que me moría. Y bueno, yo tuve la suerte de que tengo terraza, que no había nadie cerca, y tenía cierto espacio y no lo viví de manera agobiante. Pero fue una bomba nuclear, y para la gente joven…

P. ¿Qué percibes? Cuéntame

R. Creo que la situación de la gente joven es dramática y debería ser una de los primeras preocupaciones del Gobierno. Desde cómo están en el sistema educativo, a cómo están vinculándose con las redes sociales y todo lo que es la virtualidad. Y me da la impresión de que están solos. Que los hemos dejado solos. No sé si porque el sistema tampoco favorece que haya algún tutor, alguna madre o padre, alguna persona, que esté por las tardes con ellos… Nunca he tenido una generación de alumnos tan tristes y tan vacíos. Y con tantas crisis, crisis de identidad y de todo, unos problemas que creen que tienen y que es muy triste verlos así. Porque yo llevo 20 años dando clase al mismo perfil de persona, que es estudiante de Bellas Artes, con la misma edad y en el mismo curso. Entonces, ¿qué ha pasado en los últimos años? Vale, la pandemia ha empeorado todo, pero hay cosas muy profundas, de la propia estructura y que yo creo que hay que mirar. Porque tenemos un grupo de población que no está acostumbrado al fracaso, no está acostumbrado a tener paciencia, a tener respeto por el que piensa distinto… O sea, son muy radicales, toda la información que les llega, le llega como refuerzo de lo que ya piensan. Eso anula la capacidad de autocrítica. O sea, me da pena.

P. ¿Y los adultos?

R. Bueno, nosotros hemos tenido una vida pasada analógica. Yo ahora cuando les digo que en el 97 se inventa internet, en 2007 comienzan las redes sociales… Y claro, pienso: ¿Cómo es posible que esto haya sido tan reciente? Eso no hay cabeza que lo soporte. Para nosotros, el nivel de explotación del trabajo, eso de estar disponible las 24 horas para todo el mundo… Eso no hay cabeza que lo aguante. Pero a mí me preocupan mucho ellos.

P. Sí, yo lo que te preguntaba es cómo estamos reaccionando los adultos ante ellos.

R. Es que hay una ruptura radical de ellos con el pasado. Es decir, yo conozco a Joaquín Sabina, porque mi padre lo ponía. Esta gente no tiene referentes en cine, ni en música ni en nada, compartidos con la generación anterior. Ha habido una especie de borrón y cuenta nueva. Tú les dices: ¿Habéis visto Matrix? No. ¿Habéis visto Blade Runner? No. Es una ruptura muy radical. Y no tienen referentes anteriores y los que tienen propios son como ellos, gente joven. Bueno, los youtubers, que les mandan la falsa información de que es posible comprarse un Tesla o un no sé qué. Es que ellos ven que hay un colega que haciendo vídeos chorras se compra un Tesla. Con lo cual tienen esa falsa imagen del mundo de que las cosas van por ahí, cuando la realidad es que la mayoría no va a tener un Tesla en su vida. Ni yo tampoco, ni trabajando.

P. Es que la conciencia de clase está totalmente perdida.

R. No tienen conciencia de clase para nada.

Cuando un hombre decide formar una familia, él no se disuelve y nosotras sí

P. Eso también se nos puede aplicar a los de nuestra generación. Nosotros también crecimos desclasados, bajo la falsa idea del ascensor social.

R. Sí, pero yo sabía que tenía que estudiar si quería avanzar. Y que tenía que esforzarme muchísimo si quería hacer algo, porque nadie me podía ayudar. Entonces, ellos no tienen esa sensación, no son conscientes de que la situación que viven en sus casas les va a impedir lograr esas metas. Que nadie les va a ayudar.

P. Entre otras cosas, creo yo, porque la propia educación ya hoy no es un ascensor social.

R. No lo es pero sí lo es. Desde luego no tanto como para nosotros, que disfrutamos un marco muy accesible. Hablo de mi caso, pero yo es que no he echado un currículum en mi vida y a los tres meses estaba trabajando como diseñadora. Eso no les va a pasar a ellos. Pero sí es verdad que la gente con estudios superiores tiene más calidad de vida y mejores sueldos.

P. ¿Y cómo es el arte que practican tus alumnos?

R. Bueno, mi facultad es la más marciana de España. Antiguamente era muy clásica, pero hoy en día, desde 2010, cuando entra el grado de Bolonia, entran materias más modernas, se mete vídeo, performance, asignaturas más modernas… Entonces, nuestros alumnos salen muy bien formados. Pero lo curioso es que yo puedo tener en una misma clase a gente que se quiere dedicar a la imaginería, gente que hace arte conceptual, pintores clásicos o gente que le tira la instalación. Y estamos viendo que les va muy bien, por los premios que ganan y los circuitos en los que entran. 

P. ¿Y esa rabia o indignación se ha empezado a manifestar en la obra que hacen? Yo eso en la música sí lo noto. 

R. Es que en la fase en la que yo les doy clase están aún inmaduros. Toda esa rabia la ejercen contra ellos mismos o contra su entorno. Culpan a sus profesores, a sus padres, a sus amigos o a ellos mismos. Pero no saben canalizarlo todavía. 

P. Eso es un fallo de sistema. No hemos sabido enseñarles a canalizar la rabia.

R. Exacto. Hemos fallado a la hora de darles herramientas para protegerse de sí mismos. Para protegerse hasta de sus dudas, que todos hemos crecido con dudas y millones de problemas. Todos, cuando tenemos 20 años, no tenemos un duro, tenemos los sentimientos de punta, te crees que el mundo se va acabar porque has conocido a no sé quién y no te hace caso. O sea, los sentimientos son muy rotundos a esa edad, en la que todo te parece importantísimo. Pero no tienen herramientas para protegerse de la crueldad. De la crueldad hacia ellos mismos. Hacia su físico, hacia su identidad, hacia lo que son, hacia lo que quieren ser… Tienen mucha presión de los demás, porque claro, nunca habían estado tan expuestos. Y además se exponen voluntariamente, que uno dice: Pero vamos a ver, si tú subes una foto que en vez de tener 300 likes tiene 120 y te pone triste, pues no subas fotos. Es así de simple. Esa madurez no la tienen, están perdidos.

P. Se está construyendo una sociedad a partir de los miedos y las dudas, y eso tiene consecuencias.

R. Totalmente. Y luego hay mucho aprovechamiento político, porque a los políticos les viene muy bien para manipular. Son votos. Entonces, a los políticos no les interesan la gente crítica. Y claro, si sólo trabajas las emociones -y ellos por la edad se mueven en ese plano-, es muy fácil manipularlos. En la emoción no hay razón. Mira, yo les digo: Yo me tomaría un café con alguien de Vox, aunque no pueda ser más contraria, porque me interesa su opinión. Y ellos saltan indignados. Ellos dicen: “Si tengo a alguien que vota al PP o a Vox, lo borro de las redes”. Y a mí eso me parece un problema. 

La sociedad hoy es ultraexigente con todo el mundo, vivimos en la dictadura de la felicidad

P. Es jodido, sobre todo porque el apetito por aprender, por lo desconocido, yo lo tengo muy vinculado al arte. El artista debe ser alguien que esté siempre dispuesto a aprender.

R. Sí, los artistas son gente curiosa por defecto. Gente con ganas de aprender y experimentar, con muchísimas inquietudes. Normalmente. Yo creo que son como gatos. Yo no tengo gatos, pero cuando los veo pienso: si los gatos fuesen personas, serían artistas. Son imprevisibles y miran el mundo de manera distinta.

P. ¿Así es como acabas tú investigando la Bauhaus, por una mirada distinta al mundo?

R. Eso es una historia. Yo hago Bellas Artes, me especializo en diseño y grabado, porque no me gustaba mucho cómo se enseñaba pintura en mi facultad en esa época y no quería que me modificasen lo que yo quería hacer. ¿Qué ocurre? Que yo desde antes de acabar la carrera ya estaba trabajando. Mi situación no era la ideal para estar estudiando porque tenía que sacar dinero para estudiar y estaba trabajando. De manera que, para dedicarte al arte necesitas cierto apoyo económico y social. Sobre todo en los primeros años, para que puedas centrarte y luego desarrollar tu obra y todo eso. Yo quería hacer el doctorado y para eso tuve que empezar a trabajar en diseño. La cosa es que me dieron una beca de investigación, la FPU, la más importante que hay en España y que te daba un sueldo -no sé si son como 1.300 euros de ahora-, durante cuatro años, para que tú investigues. Y además te da más dinero extra para esas estancias fuera.

La idea es que te formes como investigadora. Y como yo había hecho diseño y siempre había dedicado mi tiempo a reivindicar la figura de la mujer, que me parece de justicia histórica -no por odio al hombre ni nada eso, yo no tengo rencores ni personales ni históricos-, pues me fui a investigar a la escuela más importante de la historia del diseño. Y me fui a investigarlas a ellas. Y evidentemente era una insensata, que yo no sabía ni alemán, ni sabía nada. Pero me planté allí en Berlín pensando que iba a investigar a dos o tres mujeres, que era lo que en ese momento se conocía, pero resulta que eran la mitad de la escuela. Además ellas, al ser alemanas, conforme iban falleciendo, toda su documentación -que lo tenían todo guardado-, lo entregaron al archivo de la Bauhaus. Y yo me lo miré todo. Yo tengo 14.000 archivos fotografiados. Tengo archivos de la Bauhaus para siete vidas. 

P. Vamos a tener que montar un archivo aquí. 

R. O sea, si arde el archivo de Berlín, está casi todo a salvo (Se ríe).

P. Qué bueno.

R. Aprendí alemán, al menos en la parte vinculada al arte y tal. Pero aquello tuvo mucho de circo. Es que yo me había formado como estudiante de Bellas Artes, no había hecho un trabajo escrito en toda la carrera. Y pasar de eso a sacar una tesis doctoral de la nada, en un momento en el que no había estructura clara, no había nada… Bueno, fueron cuatro años de mi vida absolutamente dedicados sólo a ellas, a aquellas mujeres. Cuatro años en los que yo dormía entre semana cinco horas y los fines de semana siete. Porque traducir entonces del alemán no es como ahora, a mí me costaba muchísimo, lo hacía con diccionarios. En fin, fue una labor muy ardua, pero la verdad es que ellas me han cambiado la vida también. Hay una especie de sororidad histórica en mi trabajo con las mujeres de La Bauhaus: yo he ayudado a visibilizarlas a ellas y ellas me han cambiado la vida. A mí ahora me fascina que cuando voy a dar una conferencia me llegan las niñas con los libros para que se los firme. Y que ellas ahora las conocen. Entonces, mi trabajo con las mujeres de La Bauhaus es como si me hubieran dado un Oscar para toda mi vida. O sea, yo ya he cumplido.

P. ¿No había estudios previos? 

R. Nada. Muy poco. Algo en inglés, no sobre ellas como artistas, sino sobre la política de género, algunos catálogos de los textiles… Yo me saqué 600 páginas de las que han salido tres libros. 

P. Escribir una obra de referencia internacional no sé si entraba en tus planes como estudiante.

R. Nunca, nunca, nunca jamás. Yo no sabía que yo podía pasar doce horas sentada viendo papeles. Porque claro, luego me fui a Weimar, y en Weimar encontré toda la documentación de la secretaría escaneada por fichas, que esto lo hicieron por la Segunda Guerra Mundial, y yo me vi hasta las matrículas de ellas. En fin, es que aquello fue… Pero es lo que te digo: yo les he dado visibilidad a ellas y ellas, sin yo buscarlo, me han dado visibilidad a mí. Yo acabé de ellas tan harta, aquel fue un esfuerzo tan inhumano, que yo termino la tesis en 2006 y no saco un libro hasta 2010, porque no fui capaz de releerla. Y para mí fue duro, porque yo soy artista también. Entonces, yo tuve que hacer mi propio sacrificio, porque yo estaba exponiendo y más o menos iba la cosa encaminada. O sea, renunciar a mí, a mi pintura, a lo que quería hacer, ver que todos mis amigos estaban pintando y exponiendo mientras yo estaba encerrada con papeles, fue duro. Pero con el tiempo me he alegrado. Creo que cada cosa tiene su sitio y su momento y que la vida es larga y casi que a lo mejor te da otra oportunidad.

No me interesa que ninguna mujer me diga como tienen que ser mis orgasmos

P. Claro, a eso súmale tu vida personal.

R. Mi vida está dedicada a ellas. Habrá más libros. O sea, mi investigación es para ellas. Son la primera generación de diseñadoras de la historia, son brutales, y no se las había puesto en su lugar. O sea, si a las mujeres de La Bauhaus no se las pone en su lugar, imagínate al resto. 

P. ¿Esa línea la vas a seguir?

R. Ahora tengo un proyecto de investigación que nos ha subvencionado la Junta para localizar diseñadoras y artesanas andaluzas. Lo estamos terminando ahora para junio y hemos encontrado 400. Y pasa lo mismo, son artistas impresionantes y no están recogidas en ningún sitio. Tiene una parte documental y otra de una plataforma donde volcar los datos. Y bueno, seguiremos, porque la labor de investigación ha sido compleja, muchas han sido muy difíciles de encontrar porque ellas son las primeras que no dan valor a su trabajo. O sea, conozco pocas personas que valoren tanto su trabajo como para que no les importe el valor de los demás que los artesanos. 

P. Es casi una constante, ¿no? Puedes preguntarle a cualquiera que te diga tres nombres de músicas o tres escritoras, y te las dicen. ¿Pero y si les preguntas por tres pintoras? 

R. Es verdad, es verdad, muy poca gente podría contestar. Yo creo que ahora se está normalizando todo y que es muy importante trabajar en eso. El rol que tiene el sistema educativo es muy importante para formar a los ciudadanos. Yo me encuentro a gente de Bellas Artes que en tercer año no saben todavía quién es Maruja Mallo. Hablamos de una de las pintoras más importantes del siglo XX, si no es la más importante con mucha diferencia. Y nadie les ha hablado de ellas. O sea, hasta que no tienen 21 años no saben de su existencia, cuando se les pone un documental o algo así. Pero es que a mí tampoco me hablaron jamás. Yo la única pintora que conocía era Rita Rutkowski, que yo la veía y me temblaban las piernas por la impresión que me producía verla. 

P. Pero es que hoy la mayoría sólo te dice Frida Kahlo. 

R. Bueno, es que yo terminé en 2001 y conocí a Frida Kahlo después. Que dices: ¿Pero cómo nadie me ha dicho nada de esta tía? Es que hay cientos de mujeres artistas que han tenido una producción importante y luego se pierden como lágrimas en la lluvia.

P. Parece como si muchas de ellas hubieran asumido que son una fuerza primordial en lo creativo pero secundaria a nivel de reconocimiento.

R. Es posible que no supieran venderse o no encontraran la forma de hacerse su lugar, o que no tuvieran una red suficientemente fuerte para que se vieran reconocidas.

P. Yo siempre me planteo si es un instrumento, voluntario o involuntario, de opresión. Porque te hablo históricamente: las bellas artes, la música, la pintura, todo eso eran actividades que se han considerado de mujeres durante la etapa educativa. Pero luego, cuando llegaba la hora de rentabilizarlo, ¿cuántas familias se han opuesto a que la niña haga carrera como pintora?

R. Sí, en plan: No expongas, que ese mundo es masculino y muy difícil. Y ese mundo no es que sea masculino, es que es un mundo de poder. Es decir, el mercado del arte es un mundo que mueve muchísimo poder y en el que, para medrar, hay que saber trazar una estrategia. Entonces, si no se te da bien moverte en ese entorno, que tiene además muchos lados oscuros, pues es difícil. Porque en el mundo del arte hay gente con mucha sensibilidad y también otras líneas que son realmente repugnantes que no pueden ser más contrarias a la creación. En general es un mundo complejo. 

No quiero ser una superwoman. Estoy hasta las narices de la gente que te felicita por hacer muchas cosas

P. A pesar de que el porcentaje de artistas es muy femenino.

R. Te pongo un ejemplo: las alumnas de Bellas Artes son el 70%, pero en ARCO exponen 20 o 30. ¿Qué pasa ahí? ¿Son idiotas? No, no lo son. Tienen además las mejores notas. ¿Qué pasa entonces? Es que a lo mejor nos estamos distrayendo en debates que no digo que no sean importantes, pero que nos separan de la base, que es cómo ayudar realmente a las mujeres. ¿Cómo ayudar a una mujer a compatibilizar su deseo de crear una familia y su vida profesional? Es que algo ocurre entre los 25 y los 40: muchas mujeres desaparecen del mapa profesional. 

P. El otro día salió un informe sobre el 8M, y el dato que más me voló la cabeza era que el 75% de los parados con estudios superiores eran mujeres. 

R. ¿Qué pasa ahí? Es que es algo alarmante. Pero yo intuyo de donde viene, porque yo he pasado por la maternidad y la he compatibilizado con un trabajo muy exigente -la Universidad tiene unos criterios de evaluación periódicos que son muy altos-. Es que es inhumano. Entras en la década de los 30 y, si decides formar una familia, se convierte en una tarea inhumana. Ojo, también para los hombres, pero cuando un hombre decide formar una familia, él no se disuelve y nosotras sí. Y algunos padres hoy en día se ocupan tanto como una madre. Normalmente, digo, se implican ahora más.

P. Con la diferencia de que ellos son padrazos y vosotras simplemente sois madres.

R. (Se ríe) Sí, somos lo normal.

P. Es que yo como hombre tengo asumido desde la cuna que no tendré que renunciar a ser el centro de mi vida. No nos educan para renunciar. Y a vosotras os educan para asumir estar en la sombra.

R. Fíjate, a mí me encanta la condición masculina. Yo me he criado con hombres. Yo casi crecí pensando que era un chico más y que podía hacer lo mismo que ellos. La verdad es que a mí me han educado con una cabeza muy masculina y es una de las cosas que más agradezco. Ese no tener miedo a las cosas, el atreverme, el pensar que lo podía hacer igual que otra persona. Ni más ni menos. Pero muchas mujeres seguramente no han tenido ese apoyo. 

P. En 2014, en una entrevista con nosotros, nos dijiste: “Nunca se ha exigido tanto a la mujer como hoy en día”. Ocho años después, ¿cómo estamos? ¿Mejor? ¿Peor?

R. Yo creo que hoy se exige todavía más, porque la sociedad hoy es ultraexigente con todo el mundo. Vivimos una dictadura de la felicidad que se ha impuesto a través de las redes sociales. Todos tenemos que ser felices, todos tenemos que ser bellos, todos tenemos que ser jóvenes y perfectos. Y uno dice: es que no soy perfecta, es que hago lo que puedo. De hecho, lo que más soy en realidad es taxista, porque tenemos la suerte de poder pasar las tardes con mis hijos y lo que más hago es llevarlos de un lado a otro. Y de broma, cuando no tengo tiempo de estar con ellos, les digo: “Bueno, ya te pagaré el psicólogo” (Se ríe). Pero es todo muy complicado. 

P. Hoy está en Córdoba Rosario Villajos que me dio uno de los mejores titulares que he escrito: “La mediocridad nos hará libres”. Sobre todo a las mujeres.

R. Claro, yo no quiero ser una superwoman. Estoy hasta las narices de la gente que te felicita por hacer muchas cosas, cuando lo cierto es que eso se hace a costa de mi salud física y mental. Y porque tengo suerte de que mi pareja es un tío extraordinario y mi trabajo me da algo de margen, un mínimo, para poder estar con mis hijos un rato y poder ver por dónde van esas cabezas. Porque, si no, te los acaba educando el Ibai ese.

P. Y ese es el mejor de todos los posibles

R. De todos los que hay, sí, lo sé. Pero me sigue pareciendo un poco peligroso. Hubo una generación a la que la educó Belén Esteban en la tele diciendo barbaridades. Y hoy están a diario escuchando mensajes que hablan de un falso éxito, de una frivolidad muy grande… Las niñas están hoy operándose con 20 años y se van al cirujano con una foto del filtro de Instagram. Yo que sé, es todo muy complejo, la presión es tremenda. Creo que vivimos en una sociedad desquiciada en la que la gente joven es la que está más expuesta por falta de herramientas.

Hay una especie de sororidad histórica en mi trabajo con las mujeres de La Bauhaus

P. Por cierto, ¿tú consideras que tu arte es femenino? 

R. Yo es que soy mujer, no sé pintar como un hombre. Pero me gusta mucho la gente que no falsea lo que es cuando se expresa. Por ejemplo, en poesía me gusta mucho Bukowski, que es un bestia absoluto, y escribe tal y como es. Eso me parece honesto. O musicalmente me gusta Nick Cave, que a veces también habla de violencia hacia la mujer. Entonces, aunque yo puedo entender los problemas de la condición masculina, me conmueve mi condición personal femenina. Lo que yo vivo en mi día a día de una forma múltiple: como cuerpo, como sujeto, como profesional… Entonces, no podría hacerlo de otra manera. Y, si hablar de la condición femenina convierte a mi obra en feminista, pues se podría decir que lo es. En ese sentido, si entendemos por feminismo alguien que defiende la igualdad fundamental entre ciudadanos. Una igualdad democrática, de justicia. 

P. ¿Estás cómoda con el feminismo actual?

R. Hay una versión perversa del feminismo dentro del feminismo y que trata cuestiones que no me interesan mucho. Yo lo respeto, pero no lo comparto. En el sentido de que no me interesa que ninguna mujer me diga como tienen que ser mis orgasmos. Eso me parece desquiciante, que haya políticas diciendo cómo tiene que explorar la mujer su sexualidad. Yo desde luego no se lo diría a otra mujer y no me puedo identificar con ellas ni con ese discurso.

P. Lo que sí se ha visto es que muchas de las grandes cuestiones que enfrentan a los sectores del feminismo, luego afortunadamente apenas tienen reflejo en la calle.

R. Claro. Hay cuestiones que son de sensatez. Aquí se ha creado un problema de la cuestión trans donde no lo había. Supongo que ha interesado políticamente a alguien hacerlo para desmarcarse. Pero es una cuestión que se puede resolver de forma simple, con un entendimiento de todas las partes. Creo que las peleas en esta cuestión han sido más por tratar de ganar visibilidad. Pero, en general, es un problema ficticio y que luego en la calle no se percibe. 

P. Me gustaría preguntarte por Córdoba y su lugar como espacio de creación.

R. Venga.

P. Antes un inciso, ¿sigues siendo presidenta de la UAVA (Unión de Artistas Visuales de Andalucía)?

R. No, ya no soy presidenta. 

P. Vale, mejor. Te pregunto entonces como artista, como Marisa Vadillo a secas, que además tu última exposición iba de flores, muy cordobesa.

R. ¡Desde luego!

P. ¿Podrán los artistas de Córdoba salir alguna vez de entre las flores y las piedras?

R. (Se ríe) Yo me encuentro muy a gusto entre las flores, pero entiendo que alguna vez habrá que salir. (Se para a pensar) A ver, creo que es la primera vez que miro el panorama cultural cordobés con algo de esperanza. Porque, desde hace muchos años, sobre todo con el fracaso de la Capitalidad Cultural, hemos estado enterrados en vida. Al menos, es lo que yo he percibido. Cayeron las galerías, cayó el apoyo institucional, no había nada… Yo hoy quiero pensar que estamos un poco menos mal. Y también que la apuesta del C3A a la larga va a ser una de las grandes señas de identidad de Córdoba, siempre que les dejen mantener una dinámica profesional y contemporánea. Y también creo que hay un poco de más ánimo. El colectivo de artistas que hay en Córdoba, tanto en letras como en plástica, siempre ha sido brutal. Y eso que el peso de las piedras es importante, porque en ningún otro sitio sus artistas conviven con cuatro patrimonios históricos. Eso sólo ocurre en Córdoba.

Entonces, es normal que los recursos y el apoyo institucional no se desvíe al arte contemporáneo, que es un arte complejo, para el que hay que estar formado y que nunca va a ser un arte popular que produzca millones de visitas. Pero es que el mundo no se debería medir en números. Es a lo que vamos: a uno lo miden por el número de seguidores, a otro por visitas… Y el universo cultural nunca ha funcionado así. A Van Gogh no le compraron un cuadro en vida. Los criterios son distintos y no creo que sea bueno para nadie meter criterios de metadatos en el ámbito cultural. Al final, los que más salen perdiendo son los artistas. Pero bueno, en Córdoba hay gente maravillosa. En Córdoba sobran artistas de calidad. En el mejor sentido, en el de que hay materia prima de sobra para programar y organizar 20.000 historias.

Nunca he tenido alumnos tan enfermos y tan medicados como ahora

P. La duda, ya que has mencionado el C3A, es si de verdad crees que este espacio va a acabar siendo de los artistas cordobeses. A ver, yo me mojo, estoy convencido de que turísticamente va a ser bueno, pero temo que pueda ocurrir como con el Guggenheim en Bilbao, donde no faltan voces críticas que explican que ha acabado convertido en un banquete pagado por todos al que los artistas locales no se ha invitado o se ha invitado muy poco.

R. Hombre, lo ideal sería que la TBA21 tuviese esa sensibilidad y el respeto. A ver, a mí la idea de creador local me suena a catetada.

P. Bueno, a ver, las obras del C3A en un 90% no tienen más vinculación con Córdoba que el rato que se exponen aquí y los números de quienes las miran. Si aplicamos el criterio local, convertimos ese mismo espacio en un muestrario de lo que somos y de lo que nos diferencia del resto.

R. Claro. A ver, ni una cosa ni otra. Hay que encontrar un equilibrio. ¿Tan difícil es destinar el 20% de los recursos de lo que se programe para artistas andaluces? No es tan difícil ni debería serlo. Lo ideal es que haya instituciones que combinen esta política con una mirada global, porque ni puedes ni debes cerrarte a lo que se hace en otros sitios. 

P. Además, sabemos que es posible…

R. Ya se ha hecho (Se ríe)

P. Sabes ya por donde voy.

R. Claro, si se ha podido montar una exposición de arte cristiano en el C3A…

P. ¿La has visto, por cierto? 

R. La del C3A no. 

P.

R. He visto la de Vimcorsa pero no la del C3A (Se ríe). Tengo que confesar que por principios no he entrado a la exposición cristiana del C3A. En Vimcorsa sí, y me encantó. Que como te he dicho que no tengo ningún tipo de rencor histórico. Es más, el proyecto de investigación del que te he hablado va sobre el bordado y he estado yendo a un taller de bordado sacro y es algo único, algo increíble, ver a todas esas mujeres trabajando juntas como se hacía en el siglo XVI. Pero sí, reconozco que no quería que contasen con mi visita. En el C3A me dolió esa inclusión. Yo no soy nada sectaria, pero ha sido una pequeña rebelión anónima.

P. Somos también las cosas a las que nos negamos

R. Claro, es como esa fruta que te encanta y que te venden en plástico y dices: No pienso comprarla en plástico. Algo así. Esas pequeñas rebeldías diarias que te hacen sentirte como feliz.

A los políticos no les interesa la gente crítica

P. Muy bien, muy bien. Para terminar, hace diez años justo fuiste candidata de Equo. 

R. Vaya. Tres meses tenía mi hija.

P. ¿Te plantearías volver a la… ?

R. Jamás.

P. No me has dejado ni terminar.

R. (Se ríe) Hay pocas cosas que a mí me conmuevan de la política. A mí ahora mismo me conmueve la igualdad, llámalo feminismo o como te de la gana, y la ecología. Creo que el ecologismo es transversal y debería ser prioritario en todos los partidos políticos y no propias de un partido verde. Me parece torpe pensar que las políticas ecologistas pertenecen a la izquierda, deben ser de todos. Equo fue un proyecto ciudadano fascinante, en el sentido de que, cuando nos presentamos nosotros, aquel año también se presentaba Rafael Gómez. Entonces, fue importante dar un paso y decir que había una alternativa. Y Córdoba era, y es todavía, una ciudad que necesita políticas ecológicas urgentísimas. No tienes nada más que ver el entorno en el que estamos (señala el adoquín de granito bajo nuestros pies). Aquí no se va a poder vivir en 20 años. 

P. ¿Ves el ecologismo con la misma esperanza que ves la cultura?

R. Sí, pero porque no va a haber más remedio. La inercia es terrible todavía, pero llegará un momento en que, como se les derretirán los despachos, tendrán que entender la urgencia del ecologismo.

P. Para terminar: ¿Tú eres libre cuando pintas? 

R. Yo sí. Tengo esa suerte, aunque he tenido que pagar un precio, que ha sido tener que dedicarme a otras cosas. Porque me hubiese sido muy difícil vivir del arte. Hay quien lo consigue, lo cual me parece admirable, y alucino con quienes no se han rendido. Pero yo no podía; sólo si hubiera vivido del sueldo de mi marido y eso nunca fue el plan. ¿Qué ocurre? Que también tengo la ventaja de que cuando pinto lo hago desde las tripas.

P. ¿Eres más libre ante el lienzo que en el tren a Sevilla?

R. Claro. Quiero pensar que estoy llegando a esa edad en la que, a lo mejor, puedo empezar a tener un poco de vida para mí, en la que, cuando estoy pintando no tengo que estar pensando en ninguna otra cosa. Creo que es muy dictatorial las carreras que les vendemos a los jóvenes de Bellas Artes. Eso de que con veintipico tienen que estar en Iniciarte, luego en no sé donde, luego en tal sitio y que si no cumplen con eso pierden el tren. Yo ahora veo que no, que ahora estoy encontrando mi sitio y que ha sido con lo más inesperado del mundo, con ese momento flores. 

P. Ea, la flor vuelve a ganar

R. Sí, sí, fue totalmente inesperado. A mí nunca me han gustado las flores. Me resulta muy irónico y muy divertido ser feminista y pintar flores.

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