María Galiana: “Lo mejor que me ha dado 'Cuéntame' son los emolumentos económicos”
La memoria de María Galiana (Sevilla, 1935) es prodigiosa. Punto. La tentación sería escribir “para su edad”, pero la protagonista de esta charla se ha preocupado de exponer con claridad que uno de los principales problemas de la vejez está en la presunción de torpeza por parte del resto de la sociedad. Galiana no miente, una cosa es que no esté para correr un maratón o para hacer de Marilyn Monroe, y otra muy distinta que sea incapaz de valerse por sí misma.
Así que es común que esta educadora y actriz viaje sola. A Córdoba llegó el domingo por la noche, tras una función en Peñarroya-Pueblonuevo. Se iría el martes en el AVE, cargada con un cómic para uno de sus hijos, Rafael González Galiana, profesor de periodistas, y al que, en una llamada previa a la entrevista, Galiana llama Palito: “Está aquí un alumno tuyo, que me van a hacer una entrevista los pesaos estos”, le dice con sorna.
Galiana alternará caretas durante la charla. A veces será la profesora y otras la actriz. Siempre se mostrará sincera. Más de lo esperado. Es lógico verla como un perro verde en un mundo, el del cine, al que llegó de carambola, cuando unos alumnos a los que les daba Historia del Arte en el instituto le ofrecieron un papel en una película. Era el año 85. Galiana tenía 50 años. Quince años después, tras haber trabajado con García Sánchez, Gutiérrez Aragón, Fernando Trueba o Vicente Aranda, ganó el Goya por Solas. Un año después entró a hacer de Herminia en Cuéntame.
El resto es historia de la televisión y de España. Aunque no necesariamente, la historia que uno espera oír de María Galiana.
PREGUNTA. Este proyecto que te trae a Cosmopoética, ¿cómo surge?
RESPUESTA. Esta historia es de Luis Santana, que es barítono, y que hace una serie de recitales de ópera con Montserrat Martín y con Ainhoa Arteta. A veces van los tres y la mayoría van Montse y él, que tiene una voz maravillosa. Así que pensaron que era buena idea meter a una persona que haga poemas en el espectáculo. Esto inicialmente lo iban a hacer un hombre, que era Emilio Gutiérrez Caba, y una mujer, que era Charo López. La cosa es que este espectáculo se tiene que alternar con las funciones de teatro que tenga cada uno. Y bueno, alguien le dijo a Santana: “Llama a María, que esa no te va a fallar”. Porque a mí no me va a dar el punto de decir un día “no me levanto porque estoy muy cansada”. Entre otras cosas, yo me levanto porque me acuesto muy temprano. Y, desde luego, aparte de esto (enseña una botella de agua), no bebo yo ni gin tonics ni ná.
No he tenido nunca vocación de actriz
P. Por como lo dice, debe ser de las pocas…
R. Sí. Y yo lo comprendo. Porque cuando haces una función la adrenalina es tan brutal que, cuando terminas, es muy difícil conciliar el sueño. Porque te espabila. Y los actores y las actrices, aunque no tengan absolutamente ningún tipo de vicio en el sentido de beber más de la cuenta, pues lo que no pueden hacer es acostarse temprano. Digo “no pueden”, porque yo sí que me acuesto y me duermo. Yo he tenido seis hijos, he estado diez años de mi vida sin dormir bien, y yo me duermo en lo alto un palo. Entonces, eso me libra, me libra muchísimo de la pesadez que supone a veces esto de las giras.
P. La vida de taxis y hoteles.
R. Yo lo que pasa es que además soy muy turística, y digo: “Yo voy a estar en Córdoba y no voy a ir a ver… cualquier cosa, aunque sea el Palacio de La Merced”. Vaya, que yo es que la Mezquita me la se de memoria, así que voy a otras cosas. Voy a La Calahorra o me voy a otra parte. Y curiosamente, yo me levantaba a lo mejor a una hora para mí tardísimo, las diez de la mañana, desayunaba y me iba. Si estamos en Plasencia, pues me iba a ver la Catedral. Y yo decía, hay que ver esta gente, que no viene nunca conmigo a ver ná. Están pasando por las ciudades sin enterarse. ¿Qué pasa? Te levantas a las una o las una y media. Si dices: “¿Oye, vamos a ir a comer al Caballo Rojo o vamos a ir a Bodegas Campos?”, te dicen “si yo acabo de desayunar”.
P. Ha llevado usted un ritmo distinto desde siempre, eso está claro.
R. Claro. A la hora de merendar. Se toman un café para hacer la función y luego, eso sí, la cena no la perdonan. Pero esa cena, que termina a las doce o la una, significa que después te tomas la copa, aunque sea un gin tonic na má. Y cuando te das cuenta te has acostado a las tres o las cuatro. Entonces, es muy diferente ese tipo de vida.
P. ¿Pero esto le ha ocurrido a usted siempre?
R. Mira, cuando yo estaba aquí en Córdoba haciendo Pasodoble. Fíjate cómo estaba entonces Córdoba que en La Corredera hicimos nosotros la guarida de los gitanos. Porque era una guarida de gitanos. Aquello era una cochambre a finales de los 80. Bueno, pues rodando aquella película, había aquí en la Universidad de Córdoba, un profesor que murió ya y que era jesuita, se llamaba Feliciano. Había sido compañero mío en Sevilla y me lo encontré. “¡Ay!, que alegría tan grande. Estoy aquí con esta gente, José Luis García Sánchez, Juan Diego, Fernando Rey, Kiti Manver, Antoñita Colomé…”. Y entonces me dice Feliciano: “Voy a preparar una visita a la Mezquita”… Yo nunca digo la Catedral, lo siento…
La mayoría de los guiones están escritos para hombres
P. No se preocupe, yo también digo siempre la Mezquita.
R. Y eso que tienen un crucero que es una maravilla y lo podían haber hecho en otro lado… Pero vaya, que en Sevilla igual, porque dígame usted a mí, San Fernando, dónde vas a tirar la Mezquita, que era mucho más grande que esta, y dejas el alminar, la Giralda. ¡Hijo, haz la catedral en otro lado, ¿no?! ¡Yo odio a San Fernando a muerte! ¡No podía haber hecho otra catedral y habernos dejado semejante mezquita, que ers la catedral más grande del mundo después del Vaticano la nuestra, y aquello era Mezquita…! Bueno, volvemos…
P. Sí, que veo que se arranca la maestra de historia del arte y no veas…
R. A lo que voy, que entonces, Feliciano nos preparó a la gente del cine una visita a la Mezquita a las 9:00. Era especial nada más que para nosotros. Y yo fui metiendo por debajo de las puertas de cada una de las habitaciones un papelito: “Mañana a las 9:00 visita especial guiada por un especialista a la Mezquita”. ¿Sabes cuántos vinieron? Dos, José Luis García Sánchez, el director, y Antonio Resines, que es periodista y por lo menos tenía un interés enorme. (Enseña sus dos dedos) ¡Dos! Me dio una vergüenza, que dije: ¡Nunca más! Por eso te digo que es un mundo muy diferente. No tienen nada que ver, ni les importa. ¿Qué le vas tú a contar? Le vas a contar que Abderramán I la hizo hasta aquí, que todos los mihrabs de las mezquitas españolas miran a Córdoba y no miran a La Meca. Eso es que ellos lo oyen como diciendo: “A mí que me importa!
P. Claro, es que usted entonces era maestra. Bueno, y lo sigue siendo.
R. Por eso te digo que mis circunstancias son muy especiales.
P. Volviendo a la obra que trae a Córdoba, el título está cogido de un poema de Machado…
R. Sí, el primero, Yo voy soñando caminos.
P. ¿Usted soñó los caminos que ha tomado en esta vida?
R. No no. No he podido soñarlos de ninguna manera. A mí no me empacha nada decirlo: Mi verdadera vocación es la enseñanza. Cuando a mí me han dicho: “Claro, porque tú no seguiste tu vocación de actriz”, yo le digo que yo no he tenido nunca vocación de actriz, qué quieres que te diga. Esa es la verdad. Vamos a ver, yo nunca he sido una actriz frustrada, que podría serlo, no en el sentido dramático de la palabra, pero sí en el sentido de muchas que quieren y no pueden. A mí me lo preguntan: “¿Y tú, cómo dando clase te metiste a hacer casting?”. Qué va, a mí eso no me pasaba por la cabeza. Lo que pasa es que cuando terminé la carrera, yo era del Teatro Universitario Español, del TEU, donde estuvimos Agustín González, Nuria Espert, Juanjo Menéndez… Muchos. Claro, era lo que se podía y además a mí me gustaba.
Todavía se sigue pensando que los andaluces somos incultos
P. ¿En el TEU descubre usted el teatro?
R. No, yo he sido cómica desde chica. Yo en el colegio era la niña que salía en todas las funciones. Yo era una chica joven y a mí me escogían para todas las funciones y además yo lo hacía muy bien. Sí, yo he tenido ese don.
P. Hábleme un poco de la niña, ¿cómo era la Sevilla de esa niña?
R. Yo es que he vivido siempre en el centro centro, vamos, al lado de la Catedral. Mis padres vivían en una calle que se llamaba Don Remondo, que era el primer arzobispo que entró con San Fernando (Se ríe) en 1248, dos años después de conquistar Córdoba. Y he vivido siempre en el centro, un sitio bonito, típico, todo rodeado de monumentos. Aunque nací en Triana, que no es que yo tenga a gala eso aunque la gente piensa que soy muy trianera. Y yo ni me acuerdo.
P. Sería además la Triana antigua, que sólo la recuerdan los flamencos.
R. La Triana antigua, la más castiza. Con más solera, la Triana más flamenca, y de la que, por supuesto, han emigrado todos a las terribles Tres mil viviendas, ese barrio espantoso…
P. Más bien los echaron…
R. Claro, pero Triana era un emporio de flamenqueo y de cosa buena. Pero yo salí muy chica de allí. Y he sido siempre muy chovinista de Sevilla, como es natural. El otro día cuando estuve en Tarifa, me dicen: ¿Le gusta a usted Cádiz? No me va a gustar, si, como Fernando Villalón decía, el mundo se divide en dos partes, Sevilla y Cádiz.
P. Vaya por dios.
R. ¿Tú sabes, no? Aquí hay que dar coba. Vamos, la verdad que en Cádiz hay una gracia que no es normal.
P. En Córdoba siempre ha faltado chovinismo.
R. Es que no hay más remedio. Pero, sobre todo, no hay más remedio a efectos incluso de región, incluso de andaluz. Es que tú vas por ahí y no veas la gente como presume. Con lo feísimas que son la mayoría de las cosas. Porque, vamos, para presumir de Ciudad Real o de Albacete, hay que tener valor. Y, sin embargo, mira. El otro día se lo estaba comentando a un italiano, que es de Piamonte, y debe ser de familia de alto standing. Me preguntaba: “¿Aquí se cultiva algodón?”. Y yo: “Aquí se cultivan mantas… aquí hay dos cosas fundamentales, el algodón y la aceituna”. Y le dije, además, que los andaluces somos una colonia. Me dice: ¿Cómo? Le dije que somos una colonia de Cataluña. Nosotros nos hartamos de cultivar algodón, lo recogemos, se lo llevan a Sabadell, nos hacen las camisetas, y nosotros se las compramos.
¿Somos o no somos colonia? Hombre, por favor. Además, ahora que resido en Madrid (yo no voy a vivir nunca en Madrid, que no me gusta nada), todavía se sigue pensando que los andaluces somos incultos. De fronteras pa fuera, no sólo en Madrid. En general, les parece que como hablamos como hablamos... Gracias a dios, que yo no he dejado de hablar andaluz en mi vida, haya hecho lo que haya hecho. Yo fisna no he hablado nunca. Verás, yo procuro que sea un andaluz culto.
El cine es pura concentración y pura verdad
P. Es que yo creo que el andaluz es culto.
R. Los participios... tú sabes, que en Córdoba es muy normal eso de “he venío”. Hasta ahí no llego yo. El ao sí, pero el ío no, porque es muy feo de oír. Pero aparte de eso… (imita el acento cordobés) Los cordobeses como tú sabes, abren las vocales… Pues hay que cerrar la boquita. Yo le digo a los chiquillos que quieren ser actores que no hay que dejar de hablar andaluz pero que, por favor, cierren un poquito las vocales. No me digas Rafaé, porque eso no te lo van a admitir (Se ríe). Pero peor es cuando los andaluces intentan hablar finos. Pero es que cuando escuchas a los castellanos decir: No os entendemos, es que hay que ver cómo habláis…
P. Hombre, yo he vivido en Castilla y no le he dicho nunca lo mal que habla a nadie cuando soltaba el “la dije”.
R. Hombre, verás, hay sitios… jervejita no, mi vida, cervecita, di la C por favor. Ese tipo de cosas sí hay que corregirlas. Es que nos consideran incultísimos. ¡Es que es fuerte, eh!
P. Pero llamar inculto al pueblo de Lorca, Picasso, Morente…
R. No me cuentes, no me cuentes... Más pa trás, más pa tras, como yo digo, y Averroes. De eso no se acuerdan. Pero también creo que desgraciadamente, los andaluces que intentan dárselas de graciosos... Eso se las trae, lo de Canal Sur se las trae. Eso es terrible. Porque es que eso no tiene altura ninguna, y a la gente le gusta. Bueno, también les gusta el Sálvame. Venga folclore, venga folclore, venga la copla…
P. Bueno, de nuevo, yo he estado viendo Castilla La Mancha televisión y ya le digo que no es mejor.
R. No, horrible, si yo he estado. Las televisiones regionales en general. Pero Andalucía son ocho provincias, son ocho millones de habitantes, y podíamos tener otro poquito de nivel, ¿no?
P. ¿Qué significó para usted estudiar una carrera en aquella época? Me imagino que no habría muchas mujeres en las universidades.
R. No, no era tanto como la gente se imagina. La gente joven piensa que éramos como antidiluvianos, pero fíjate, yo pongo siempre el siguiente ejemplo. Mi padre eran diez hermanos, de los que dos hermanas eran maestras. Y habían estudiado antes de la República. O sea, que en los años 20 ya eran maestras. Mi madre eran ocho hermanos, y dos eran maestras también. Luego, la que quería estudiaba, y sin muchísima dificultad.
Mientras pueda y tenga fuerzas, obras de teatro siempre voy a hacer
P. Lo que ocurre es que tras la guerra hubo una involución.
R. Pero es que hay, claro… Hay un momento que cuentan siempre, que a la mujer de Menéndez Pinal, doña María Goyri, la acompañaba el bedel a la clase porque era la chica y era una cosa muy excepcional. Bueno, pero eso era en 1890 o en 1905. Pero eso cambió muchísimo. A partir de la I Guerra Mundial, con los famosos felices 20 llegó la liberación de la mujer. Lo que pasa es que había tal atraso y tal analfabetismo que, claro, en la cantidad de pueblos que había en España, las mujeres no sabía ni leer ni escribir. Pero la que quería estudiaba.
Si a eso le añades que después de la Guerra Civil, en los años 40, empezaron ya algunas a estudiar carreras que se supone que eran femeninas, como por ejemplo Filosofía y Letras y Ciencias Químicas, pues ocurre que, cuando yo estudiaba Filosofía y Letras, sección de Historia, había como cuatro o cinco que estudiaban Derecho, y había cuatro o cinco locas que estudiaban Medicina. Pero era porque las mujeres no querían estudiar más. No estaban preparadas para eso, no les gustaba, les parecía algo que no venía a cuento, todo el mundo intentaba casarse y casarse bien.
P. Sí, a eso me refiero, pero no es que no les gustara, es que no había tradición porque había habido una involución.
R. Claro, pero como impedimento no. En mi curso eran tres o cuatro hombres y cuarenta o cincuenta mujeres. Era el año 67, con lo cual, todas las clases nos las dieron catedráticos.
P. Luego pasas tú a dar clases.
R. Sí (se ríe)
P. ¿Qué te ha dado el magisterio y compartir tu vida con los jóvenes?
R. Yo me he llevado muy bien con la gente joven. No he tenido nunca pegas, ha habido épocas mejores, épocas peores. Como en todos los trabajos, ha habido alguna racha en la que me he relajado más y he dado las clases más flojitas. Eso le pasa a todo el mundo. Y no he sido una profesora dura, pero tampoco he sido un coladero. Es decir, conmigo aprobaba un tanto por ciento elevadísimo, pero a base de darle facilidades, de hacer evaluaciones, de hacer recuperaciones, eso… mi asignatura no era una asignatura difícil. Y he tenido mucha relación con mis alumnos. Yo he sido amiga de mis alumnos.
En 22 años desde 'Solas' no me han vuelto a llamar para una película con responsabilidad
P. ¿A ti te cambia la vida con Solas? ¿Es esa la película del antes y el después?
R. Pues mira, ahora estoy en el momento en el que la gente se sigue acordando de Solas. Pero no solo la gente, sino incluso el productor o gente que colaboraron, y hacen una película y dicen: “Tenemos que hacer como Solas”. Y yo digo: “A mí Solas me resulta arqueología”. Las cosas pasadas son pasadas, no se puede estar arrastrando una cosa 20 años. Que aquello fue en el 2000, cuando nos dieron los Goya. Eso ya pasó. Desgraciadamente, la estela de Solas no se ha manifestado en cosas nuevas.
Entonces yo digo, ¿qué me vas a contar de Solas?, si desde Solas hasta aquí, en 22 años, no me han vuelto a llamar para una película con responsabilidad. Hice una película muy simpática, Tapas, con José Corbacho y Juan Cruz. Fue simpática e hice un papel corto, dentro de una película coral. Pero ya está. ¿Por qué vamos a hablar de Solas si a mí no me ha servido pa ná? Hablo desde el punto de vista cinematográfico. Pero no me ha servido a mí ni a la mayoría de las personas. Porque ¿tú me vas a decir a mí o Ana Fernández, que es una actriz maravillosa? Es que películas ha hecho nada y menos.
P. ¿A qué cree que se debe?
R. Pues a que los guionistas evolucionan, en el sentido de que son nuevos, gente joven, que ya no tiene en mente en absoluto hacer guiones en los que la gente mayor tenga importancia. Casi siempre, o son cosas muy originales, o son papeles masculinos. Como yo digo, todo ese grupo maravilloso de actores que se repite, llámese José Coronado, Luis Tosar, Javier Gutiérrez, Antonio de la Torre (Se ríe), hacen todas las películas. ¿Por qué? Porque la mayoría de los guiones están escritos para hombres. Que están en una cárcel, que son mafiosos, que son terroristas… Entonces, claro… Mira, lo último de Antonio Rodríguez, Modelo 77, de la cárcel de Barcelona, pues Javier Gutiérrez. Entonces, dices: No hay nada que hacer.
P. ¿En el teatro sí?
R. En el teatro sí. Yo mientras pueda y tenga fuerzas, obras de teatro siempre voy a hacer. Porque, además, en el teatro puedes disimular. La última cosa que he hecho, El abrazo, trata de dos amantes viejos que se reencuentran. Mi compañero es Juan Meseguer, que es como diez años más joven que yo, pero en el teatro podemos funcionar como pareja. Como dos amantes que se vuelven a encontrar. Y yo estaba encantada, porque, con la edad que tengo, poder hablar de un amor que yo había tenido y de ese hijo que no habíamos tenido… Es muy bonita la función, y ha ido muy bien, y a mí me encanta porque yo hacía de una mujer que había tenido un amante, y no era una abuela, al fin y al cabo (se lleva las manos a la cabeza), ¡Ay, madre mía! En el teatro siempre hay posibilidades.
P. Podría ser una película excelente también. Aunque entiendo lo que dices, encontrar papeles así para una mujer de su edad es una quimera
R. Ahora estamos viendo -no sabemos si eso llega a término y espero que sí- la posibilidad de hacer una obra que se llama La yaya, que ha sido un éxito en Barcelona, y que es de la típica abuela que tiene a su nieto viviendo con ella, pero porque lo mantiene. Tuvieron un éxito extraordinario y pensaron que había que hacerlo en castellano. Así que me lo han propuesto y es una posibilidad. Pero yo haría de abuela, claro. Muy bien, estupendo, pero hay posibilidades de trabajo. Pero en el cine no. (Se queda pensativa) Es que fíjate, una cosa como La peste, por ejemplo. La serie de Alberto Rodríguez, que la rodó en Sevilla. Pues no salían viejas tampoco. O sea, si te fijas… Es que no había ni una vieja, una celestina o alguna señora que tuviera jugo. No hay, no hay...
P. No sé si crees que es un reflejo de la propia sociedad, si percibes que a la ancianidad se le prefiere ignorar.
R. Sí, claro. Totalmente. Pero mis propios hijos... Mis propios hijos me dicen: ¿Mamá, otra vez vas a renovar el carnet? Porque yo conduzco, y voy con mi coche a todos lados. Vivo sola, y tengo una casa en Isla Cristina, y cuando llego de Madrid digo: ¡Ahí os quedáis! Y ellos: ¿Te vas a ir sola en el coche? Sí, me voy a ir sola en el coche, ¿qué pasa? Pero vamos, yo debo ser un perro verde. Yo llego al centro médico y me ven y me dicen: ¿María, otra vez? Si yo veo bien, no tengo audífono y los reflejos me duran. Así que me hacen el reconocimiento y ya empiezan: “Este ojo tiene una catarata”. Y yo: Pues ya me operaré. A lo que voy, mis propios hijos, eso no se puede remediar. Quiero decir que me puedo caer, que el equilibrio se pierde, la movilidad… Uff, eso es terrible, te duele todo. La espalda la tengo hecha polvo… Cada vez que voy al traumatólogo me dice: “María, ¿tú ya sabes que te ha expirado el código de barras?” (Se ríe)
Lo más importante es conservar la cabeza y la memoria
P. Pero aún así no te bajas del escenario.
R. No. Si puedo no. Haré lo posible. Hombre, es que lo más importante es conservar la cabeza y conservar la memoria. Que te puedas aprender el papel. A lo mejor un día me levanto y tengo lagunas, como le pasó a Berta Riaza. Berta Riaza se ha muerto este año con 95. Y no tenía Alzheimer, como decían, tenía vejez. Hay un momento en la vejez en el que puedes tener demencia senil, y eso no es Alzheimer. Pero ahí estamos, mientras pueda aguantar...
P. Desde luego, actriz de método no es usted.
R. No, no, para nada. Hay dos procedimientos: de dentro afuera o de fuera adentro. Yo soy de las de fuera-dentro. El método significa ponerte en la situación en la que se supone que está el personaje para, a través de esa situación, sacar. Y yo lo hago al revés. Yo veo el texto y me preguntó por qué dice esto, qué querrá decir, por qué esa frase y no otra, qué hay en ella para que se comporte de esa manera. Yo hago un análisis y, a través de ese análisis, es cómo entro en el personaje. Porque, si me pongo a llorar antes de salir… Yo he hecho La casa de Bernarda Alba dos veces, La Poncia, porque, por mi aspecto físico no puedo ser nunca una señora como La Bernarda. Pero La Poncia me iba muy bien. Y, sin embargo, yo veía que íbamos a empezar la función, y estaban todas concentradas, vestidas de negro, llorando como magdalenas, y decía: ¡ay las pobres, por dios, qué sofocón! Yo, sin embargo hago así, piso el escenario, y entro totalmente en el papel. Y para mí desde luego la cuarta pared sí existe totalmente. Yo no veo al público ni sé si hay más o menos.
Mi concentración es muy buena. Y eso sobre todo me sirve en el cine. Porque el cine es pura concentración y pura verdad. La cámara, como no te lo creas, lo ve. Y no pasa nada, sales en esa película, pero no te vuelven a elegir. Eso es lo que le pasa a los chicos y las chicas que trabajan en cine. Es muy diferente de la televisión. Y hay otras personas, que yo no entiendo, que parece que lo hacen muy bien en cine, que dan absolutamente, tienen ese fogonazo y consiguen hasta el Goya. Y luego son mentira muchas veces. Lo de Los Goya es un arma de doble filo muchas veces. En Cuéntame estuvo trabajando un actor horrible. No había manera. Y me dijeron que había hecho una película y estaba nominado al Goya. No me lo podía creer. “Como le den el Goya me borro de la Academia”. Pues sí, se lo dieron. Y no me he borrado. No me he borrado de la Academia de pura flojera.
P. Para terminar, ¿qué es lo mejor y lo peor que te ha dado Cuéntame?
R. Pues mira, te soy sincera…
P. Hasta ahora has sido muy sincera, no espero menos.
R. Sí, pero te voy a ser sincera respecto a esto. Lo mejor que me ha dado Cuéntame son los emolumentos económicos. Punto número uno. Punto número dos: No me gustan las series. Punto número tres: No he visto Cuéntame. (Carcajada general)
P. Ese es un titular demoledor.
R. Es que llevamos mucho rato.
P. Ya me has dicho que te levantas muy temprano.
R. Pero vamos a ver, si te ponen una película cualquiera, cualquiera, la última que vi fue Vacaciones en Roma, en La 2, porque yo los lunes estoy abonada como te puedes imaginar, ¿cómo voy a ver Cuéntame? Eso no se puede decir, porque la gente dice que es maravillosa. Ahora, ¿qué es lo mejor que me ha dado? La popularidad. Que crean que soy la virgen de Fátima.
Yo no he dejado de hablar andaluz, 'fisna' no he hablado nunca
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