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ENTREVISTA

Juanjo Fernández Palomo y Pablo Prieto: “No creemos en eso que algunos llaman alta cultura”

Pablo Prieto y Juanjo Fernández Palomo

Juan Velasco

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Con Bartleby, el escribiente, Herman Melville trazó uno de los personajes más influyentes de la literatura y la filosofía contemporánea, el del hombre que, ante la encomienda de una misión superior, respondía con total franqueza: “Preferiría no hacerlo”. Bartleby encarnaba al obrero que se negaba a seguir atornillando en la fábrica y al jornalero que no quería terminarse el bocata. Pero también al escritor que desdeñaba publicar sus escritos o al pintor que almacenaba y rechazos a peticiones para exponer su obra.

Hay mucho de aquel Bartleby tanto en el periodista y escritor (insigne colaborador de Cordópolis) Juanjo Fernández Palomo como en el pintor Pablo Prieto, dos tipos de los que se lleva años oyendo hablar a aquellos que parece que saben de lo que hablan, y dos tipos, a su vez, absolutamente desinteresados en ser un tema del que hablar. Dos chavales que nacieron con apenas unos meses de diferencia en la rancia Córdoba del año 1966 y que coincidieron en un piso de estudiantes en la fría Granada de finales de los años 80.

Se hicieron amigos, se prestaron libros y discos y fueron a bares juntos. Probablemente en uno de ellos, en El Amapola o quizá fuera en en El Limbo, Fernández Palomo y Prieto idearon Libro de visitas, una obra literaria con la que, ya cincuentones, debutan en el mundo editorial. Una serie de relatos breves, para no molestar, en los que los autores visitan a través de un agujero de gusano a sus mitos para arrancarles un resoplo o una confesión, y en los que Juanjo toma apuntes mientras Pablo garabatea un dibujo en un cuaderno.

Un libro divertido, inteligente y lúcido, con reflexiones que subrayar e ilustraciones que invitan al escaneo, y que conduce irremediablemente a otra visita: la que este periodista les hace a los autores una otoñal mañana de noviembre en el Bar Limbo, mientras Cosmopoética hace lo que puede por la poesía en Córdoba. Se abren dos cervezas porque uno de los tres interlocutores tiene resaca. Es la hora del vermú cuando se enciende la grabadora.

Antes, de cachondeo, habéis mencionado la paternidad. Una de las cosas que iba a preguntaros era si os planteáis ser padres.

JUANJO FERNÁNDEZ (JF). ¿Te refieres en común?

O por separado. 

JF. ¿Tú sabes que Carlos Pardo, en su última novela Lejos de kakania, habla de lo que él define la conyugalidad viril. (Pablo se gira y lo mira) ¿Es kakania o katania?

PABLO PRIETO (PP): ¿Has dicho kaka?

JF. He dicho kaka.

¿Y qué es eso de la conyugalidad viril?

PP. Eso no existe.

JF. Sí. Yo creo que eso no existe. Si existiera, según lo denuncian algunos, como Pardo, sería sencillamente soportarse. A las buenas, a las malas y a las regulares.

A esto los americanos le llaman Bromance. De hecho, esta entrevista la había planteado como un bromance a tres bandas. Aunque Pablo me lo va a poner difícil.

PP. No. Es que para mí eso no existe. Yo no soporto a nadie. 

Pero si me acabas de decir que todo el mundo te cae bien.

PP. Es que es lo mismo. (Los tres nos reímos)

Bueno, ¿qué tal fue el otro día en Cosmopoética? Sobre todo tú, Juanjo, que estás acostumbrado a acudir al festival aunque al otro lado del micrófono.

JF. Es cierto. Era un poco raro eso. Como esto también me parece un poco raro. Yo entrevisto y esta vez soy el entrevistado. Y soy lector y es el primer libro que escribo. Y se hace un poco raro, pero es divertido. No deja de ser, como decían los estructuralistas primigenios, desde Jakobson, lo mismo: la emisión y recepción del mensaje forman parte de la comunicación y se parecen. Son dos caras de la moneda. Si tú emites, alguien lo recibe. Y si tú recibes es porque alguien ha emitido algo. En ese canal de en medio todo me parece. 

Si hay una carga poética en el libro, son las ilustraciones de Pablo

Juanjo Fernández Palomo

¿No te falló la seguridad que siempre demuestras en el atril por estar al otro lado no?

JF. No, la verdad es que no, porque estábamos bien arropados. Creemos que el libro es gracioso, decente y se defiende sólo, gracias al trabajo de Cántico. Y estábamos rodeados de amigos y con Roberto Loya de partenaire en el escenario. Roberto Loya, un profesional del ente público, con una trayectoria estupenda. Así que muy contentos, luego nos salimos y nos echamos unas cervezas y unas risas.

¿La primera recepción del libro, por tanto, positiva?

JF. O la gente es muy incauta o muy generosa. De momento la cosa va bien. No sé si es por insensatez, por cariño y por alegría compartida. 

¿Cómo veis a Cosmpoética este año? Ha cumplido 18 años, que se dice pronto. ¿Cómo veis el festival ahora que cumple la mayoría de edad? ¿Pablo?

PP. ¿El festival? No sé, al principio me gustaba. Ahora es que no voy. 

¿Por algo en concreto?

PP. No, que va. Es que han dejado de interesarme muchas cosas. Ahora ya casi no me gusta el cocido.

JF. No me digas eso.

Eso sí que es un drama.

JF. Pues tú eres bueno haciendo cocido… O eras.

PP. Sí, pero como soy anósmico, lo hago para los demás. 

Cuidado con el gas, que no te pase como a una de las protagonistas del libro.

JF. Efectivamente. Para meter la cabeza en un horno de manera pretendida, hace falta un esfuerzo. Pero que se escape el gas y que no lo huelas...

Cada uno hace el cocido como quiere.

JF. Sí, Pablo es lebaniego para el cocido (Los tres reímos)

Tú Juanjo que has colaborado mucho más en el festival en estos años, ¿cómo lo ves?

JF. Yo lo pasé regular cuando le cambiaron la fecha. Luego me he ido acostumbrando. Es verdad que la primavera en Córdoba se llenaba de mochadas, y llevarlo al otoño, a mí al principio me rayó un poco. Luego, he visto que tiene cierto sentido. Pero es verdad que Cosmopoética fue un argumento estupendo para ese gatillazo de la capitalidad cultural y en esos momento previos, pues había intención, pasta y comunión con la ciudad.

Era muy bonito lo que hacía Cosmopoética en la prisión, o lo que hacía en los coles, y eso se ha ido desvirtuando un poco. Pero bueno, no está mal que venga Nuno Judice, que es de nuestra vecina de al lado, como decía Víctor Coyote, mi querida Portugal. Y está muy bien que eso ocurra. Pero yo creo que Cosmopoética ha perdido un poco de rocanrol, de ese rocanrol que tenía muy al principio, en primavera, e implicando muchísimo más a la ciudadanía. Pero peor está el Festival de la Guitarra, que es un dinosaurio muerto.

Hacer un dibujo no tiene nada que ver con la intención, tiene que ver con la pulsión

Pablo Prieto

No hablemos de cosas tristes tan pronto. ¿Os acordáis de qué andabais haciendo allá por 2004, cuando arrancó Cosmopoética?

JF. Lo mismo que ahora: nada. 

PP. ¿En 2004? Yo vivía con la puerta abierta de mi casa. 

¿Amapola ya funcionaba en 2004, Pablo?

PP. Sí. Ya estaba abierto.

JF. Al venir yo de Chauen estaba recién abierto. Yo vivía al lado, en la plaza de Badanas. 

¿Cómo os conocéis vosotros? Contadnos la intrahistoria detrás de este libro. 

PP. No tengo ni idea.

JF. En Granada, aquí no nos conocíamos.

PP. ¿Fue en Granada? El momento no me acuerdo.

JF. Sí, hombre. Del momento como tal no me acuerdo. Pero este tipo había terminado Magisterio y quería hacer Bellas Artes.

¿Magisterio? Primer misterio del pasado resuelto

PP. ¡Primer misterio, magisterio! (Los tres no reímos)

JF. Es maestro. Hizo las prácticas en el tutelar de menores.

Pero como maestro, no como tutelado. Eso sí me paga más

JF. Sí sí, como maestro (risas). Y como le gustaba hacer cosas con las manos, o yo qué sé, hizo el curso puente para hacer una licenciatura en Bellas Artes. Entonces, apareció por Granada para hacer Bellas Artes. Y mi compañero de piso en ese momento, me dijo, “oye, viene un tío aquí a compartir piso”. Y apareció Pablo y nuestro piso, que estaba lleno de apuntes fotocopiados de filología, comenzó a llenarse de olor a trementina, bastidores, pinceles… Y cambiaron nuestras conversaciones, Y empezamos a hablar de Jackson Pollock y de Shakespeare. 

¿Y tú qué hacías?

JF. Filología inglesa. De Inglaterra y de Estados Unidos. Teníamos asignaturas muy chulas como literatura de los Estados Unidos o literatura criolla. Eran cuatrimestrales.

Eso explica tu fijación con todo lo norteamericano

JF. ¿Quién no tiene una fijación con lo norteamericano si hemos sido decentemente invadidos por esa cultura? Y creo que es positivo, nos forma.

Nos construimos culturalmente con los inputs que nos dan las películas, la música y los libros

Los que hablan del fin del imperio norteamericano no tienen ni idea. Culturalmente están arraigados hasta el tuétano

JF. ¿Sabéis que en Estados Unidos, donde aman las barras y las estrellas, puedes quemar una bandera y no te pasa nada? De hecho, en el 4 de julio hay tradición de quemar las banderas que están viejas en el porche de tu casa del Medio Oeste. Las quemas porque están viejas y lo haces con honores. Aquí quemas la bandera de España y se forma un pitote bueno. Con esto no estoy salvando a los Estados Unidos ni mucho menos. Están como una cabra, como todos.

No, no. Es que no les hace falta, es que la guerra cultural la tienen ganada.

JF. Hombre, yo he estado en Nueva York un par de veces. Como sabes, Nueva York no es Estados Unidos, para estar en Estados Unidos tienes que estar en Iowa. Pues tú llegas al Aeropuerto de Nueva York, coges un taxi para irte al alojamiento que hayas pillado, y sabes que has estado allí. Tú ves el skyline y es como Cádiz pero un poco más ganso. Tiene un río a un lado, otro a otro lado, la sexta, la séptima, la cuarta avenida…

PP. Igualito que Cádiz (Risas)

JF. Igual que Cádiz, solo que Nueva York no necesita a Isabel Albás, ni una concejalía de Turismo porque todo el mundo sabe qué es Manhattan.

Deduzco que igual Córdoba no necesita tampoco una concejalía de Turismo.

JF. Yo creo que Córdoba no necesita concejalías de nada. 

¿Sois los dos primera generación de universitarios en la familia, por cierto?

PP. Sí.

JF. Sí, sí. En la mía también. Somos mi hermano y yo, y sólo yo fui universitario. Mi hermano es hostelero.

Coincidís en Granada entonces como primeros y orgullosos universitarios

JF. Y lo más gracioso es eso: que estudiamos en una universidad que no era la de Córdoba. Eso es crecimiento; para lo bueno, para lo malo y para lo regular, sales de casa. Y te conviertes en el que compra el pollo y lo cocina. Y el arroz. Y vas a tu bola. Eso tiene un montón de cosas buenas.

Ya sabemos qué hay después de la muerte: la notaría

Juanjo Fernández Palomo

¿Quién cocinaba?

PP. Juan José. Yo me dedicaba a pintar.

JF. Y fregaba platos. 

PP. ¿Tú estabas todo el día yendo a clase no?

JF. Bueno, a la cafetería (Se ríen)

¿Había diferencia entre la Córdoba y la Granada de aquella época?

JF. Yo salí con Granada con felicidad por haber acabado esa etapa. Sin embargo, en aquella época había gente que se quedaba un poco pillada y acababa en Granada en el Paseo de los Tristes, sentado con un botellín de cerveza y que, al segundo trago podía desnucarse cayendo al barro. Yo, cuando acabé en Granada, acabé feliz. Uno no puede amorcillarse. Has terminado esta cosa, pues a otro lado, que en mi caso fue un billete de vuelta aquí.

PP. Para mí la época de Granada estuvo muy bien. Yo ya la conocía de adolescente y me encantó. Granada es una ciudad que está enfocada a la gente joven, por lo que, si eres joven, es perfecta para estar allí cinco años. Es lo que dice Juanjo. Pero a los cinco años ya no puedes más, a no ser que vivas en el Albaicín y aguantes dos años más, que es lo que yo hice. Pero antes tuve que venir aquí a hacer el Limbo. Claro, que al año me harté y se lo dejé a este tío. Pero esa es otra historia.

¿Cómo fue esa vuelta a Córdoba, recién licenciados?

PP. Yo volví porque me ofrecieron un trabajo aquí, que luego eso nunca se hizo. Y entonces me quedé un poco colgado y seguí con lo que había, que era esto (señala al patio del Limbo). Y Juan José se fue a trabajar a la radio.

JF. Exacto.

¿Y qué recuerdos tenéis de la Córdoba de entonces?

JF. Pues recuerdo escuchar el atentado de Carlos III aquí en el Limbo. No escucharlo cuando sucedió, que era temprano. Pero sí la explosión controlada que hubo a media tarde. Teníamos el bar recién abierto y escuché un petardazo. De esas cosas también me acuerdo. Y luego, Córdoba tenía su rollo en ese momento.

PP. Aquí había mucho meneo. Muchísimo

JF. Sí. Había meneo. Un poco tardío. Si alguien mitifica aquello de los ochenta, pues aquí fue en los noventa y poco. Vino un poquito retrasado.

¿Vosotros sois mitificadores de los ochenta?

JF. Yo especialmente no.

PP. A mí me da igual.

JF. Yo estaba leyendo a Shakespeare y haciendo pollo.

PP. A mí siempre me gusta la década que viene.

Me cuesta creerte, pero también me vale como titular.

JF. En esos tardoochentas, cuando estábamos recién llegados a Granada, tengo que decir que escuchaba a Génesis y a los Yes.

PP. Madre mía.

Hosta, el puto Phil Collins…

JF. Yo era más de Peter Gabriel que de Phil Collins. Yo, de Peter Gabriel, que además tiene una hija preciosa con la que yo quise casarme, Melanie Gabriel. Pero Pablo me enchufaba los discos de The Smiths, y yo decía que eso era una mierda. Luego me he dado cuenta de que estaba en un error absoluto. Ahora, mi doble disco recopilatorio de los Smiths está sagrado en mi equipo de música y es el que me pongo los sábados para limpiar la casa. Porque son la leche.

Lo primero que tienes que hacer en Córdoba es inventarte tu propio mundo

Pablo Prieto

Yo escribí una columna en la que decía que uno es la música con la que limpia la casa

JF. Pues yo limpio la casa con el recopilatorio de los Smiths y, a veces, cuando llega primavera y entra más el sol en casa, con Stevie Wonder. A cascoporro.

Bueno, estamos recorriendo la senda de la nostalgia a pesar de que en Libro de visitas dices que la historia es una milonga.

JF. Sí, porque la historia, como la geografía, es una construcción humana. La historia no existe.

PP. ¿Cómo, cómo?

JF. No existe, Pablo. Ni los mapas tampoco. Los mapas están inventados por una gente que se llamaba a sí mismos cartógrafos. Pues la historia es una milonga porque la historia es un presente continuo. No es nunca como te la cuentan. Lo que pasa es que hay una disciplina que se llama historiografía y hay gente que se dedica a eso. Pero yo creo que es una milonga, igual que ya tenemos una edad y empezamos a tener ciertas certezas. Por ejemplo, qué hay después de la muerte. Ya sabemos qué hay después de la muerte: la notaría. Lo demás es todo una milonga. 

Mejor aún, una notaría a la que el muerto no está invitado

JF. Faltaría más. Espero no tener que ir más.

Me da la impresión de que prefieres la leyenda y la mitomanía a la realidad

JF. No es mitomanía. Es construcción. No es mitomanía; nos construyen cosas físicamente -es decir, la herencia, la genética-, y nos construimos culturalmente con los inputs que nos dan las películas, la música y los libros. Todo eso nos conforma y así somos un poco diferentes, porque no hemos leído lo mismo, ni nos gustan los mismos directores, ni nos gustan los mismos cuadros ni disfrutamos igual en un museo o paseando por el casco histórico colonial de una ciudad de Honduras. Cada uno lo ve como lo ve y se construye a sí mismo. 

PP. Por eso sales poco, ¿no? Porque te gusta más la historia que el presente, ¿no?

JF. ¿Que salgo poco? 

PP.

JF. Ahora me voy a San José. Me voy a ver la playa otoñal que me gusta mucho. 

¿Cómo ha sido el proceso de selección de estas historias? ¿Ha sido un trabajo conjunto?

PP. Sí, sí. 

JF. Hemos colaborado. Llegaba un momento en que había algunas visitas esbozadas y le decía a Pablo, ¿a quién podemos seguir visitando? Y él me decía: Vamos a Túnez a ver a George Perec.

PP. Yo percibí que faltaban mujeres. De eso me encargué yo. 

JF. Sí, es verdad. ¿Por qué no vamos a ver a Sylvia Plath? Sí, colaboramos. Yo le dije a Pablo que teníamos estas visitas por hacer y él dijo: “Vale, vale, yo haré las postales”. Pero claro, tardó un tiempo en hacer las postales y yo llegué a pensar que no se había creído de verdad que nos íbamos de excursión hasta que un día, de pronto el Whatsapp empieza plop, plop, plop, plop… Me mandó cuatro o cinco postales. Y ahí dije: “Hostia, se ha creído el rollo”. Y así fue, más o menos. 

¿El libro tenía editor antes de publicarse?

JF. No. 

PP. ¿No? ¿Que fue, que te encontraste un día a Raúl o algo?

JF. Sí. Al principio se lo contamos a Bandaàparte, que les gustaba la idea -en aquel momento era un esbozo, un work in progress-, pero no supimos mucho más porque empezaron con otras líneas editoriales. Y efectivamente, Raúl Alonso, de Cántico, un día tomándonos una cerveza, dijo: “Esta idea es fantástica. ¿Sabes que tengo una editorial? Y yo: ”Sí, Raúl, sé que tienes una editorial, que además tiene un nombre mítico cordobita“. Y se lo creyó y apostó y eso sí queremos ponderarlo mucho.

PP. La verdad es que Raúl estaba entusiasmado.

JF. El cariño que él le ha puesto y cómo dijo palante… Le debemos mucho. Sobre todo por el cariño que le ha puesto.

¿No hay precedentes en Córdoba de este tipo de libro híbrido? No sé si llamarlo periodismo ficticio.

JF. Ya estamos…

Fíjate que en el último de Jabois hay un personaje que se hace famoso por un libro de entrevistas ficticias. Es lo más parecido que he encontrado.

JF. Hay precedentes en la literatura general, sobre todo a principios del siglo XX y finales del XIX. Se llamaban estampas impresionistas. Aquí en España las practicó un casposo como Azorín. Se trataba de hacer pequeñas pinceladas -de ahí lo de impresionistas- de viajes, de paisajes y de algún paisanaje que hubiese. Eso sí existía y lo tenía en la cabeza. Luego, yo no sé si Antonio Gala, de las diez mil millones de cosas que ha escrito, tiene una, no sé qué de gente en mi jardín, algo como encuentros en el jardín (Se refiere a Los invitados al jardín, publicado en Planeta en 2002) con sus mitos literarios que se encontró en su jardín. No estoy seguro. 

PP. ¿Que pasaban por el jardín?

JF. Algo de eso hay. Que pasaban por allí y estuvo hablando con yo que sé. 

PP. ¿Por dónde van a pasar los famosos? Pues por el jardín de Antonio (Risas)

JF. Algo anterior habrá. Nosotros no hemos inventado nada. 

Cosmopoética ha perdido un poco de rocanrol, pero peor está el Festival de la Guitarra

Inventar ya no se lleva. Lo bonito es copiar.

JF. Hombre, es lo suyo.

Me da la impresión de que Juanjo aporta un peso más anglosajón y Pablo un peso más europeo al libro. ¿Puede ser?

PP. Qué va, tío. Si a mí lo que me gusta son los indios.

En Europa también hay unos pocos indios. 

PP. Ya te digo. Yo voy con muchos indios por la calle a veces.

JF. ¿Por qué no se aparecen los ovnis en África?

PP. ¿En África? No lo sé. ¿Por qué?

JF. Yo que sé. Eso lo decía Herzog. ¿Por qué no se aparecen los Ovnis en África?

Aparecen donde tienen que aparecer, donde hay cámaras.

JF. Donde hay cámaras claro.

PP. En Washington.

JF. En el Área51.

PP. Juan José y yo compartimos un poco esto. El mundo literario nuestro ha sido siempre muy de Estados Unidos, pero no descartamos Europa ni ningún otro sitio.

JF. Y no solo literario, sino cinematográfico. Nosotros, por ejemplo, era barato y no teníamos apenas un chavo, teníamos menos dinero que ahora…

PP. ¿Seguro?

JF. Bueno, el dinero era otra cosa.

El bar es una especie de religión laica

Juanjo Fernández Palomo

Esto no es La Resistencia, no hace falta que me digáis el dinero que tenéis en la cuenta ni cuanto habéis follado en el último mes

PP. Ah, ¿que no es lo mismo? (Risas)

JF. Ser, estar o parecer son verbos atributivos.

Me ha llamado la atención la falta de invitados cordobeses.

PP. ¿En el libro no? Sí, es verdad.

¿No os planteasteis visitar el jardín de Antonio Gala, ahora que lo habéis mencionado?

JF. Pero es que ya está Ramírez de Arellano y esos paseos por Córdoba…

PP. ¡Manolo el de El Correo! Tendríamos que haberlo metido ahí. (Risas)

JF. Bueno, hemos metido a Santiago Auserón. 

¿No pasó por la cabeza ningún paisano?

JF. No. En absoluto. Y además, en la redacción final de poner un poco en orden todas estas excursiones ya era también episodio pandémico y de confinamiento. No salíamos ni al Correo, evidentemente. Bueno, yo vi en El Correo un cartel maravilloso en la esquina de la barra donde ponía Aforo 3 Personas. Bar Correo. Tuve que hacerle una foto a ese cartel. 

Entonces ha sido deliberado, pero sin querer faltar el respeto a los mitos cordobeses.

JF. No, falta de respeto ninguna. Tú antes hablabas de mitomanía, no es mitomanía…

Hombre, el libro está lleno de mitomanía.

JF. Bueno, pero no lo hemos entendido así. Son visitas de cortesía a gente que nos ha construido como personas y como lo que somos. Y, lo que te iba a decir antes: en Granada, Pablo y yo éramos muy de cineclubs baratos. O sea, yo me acuerdo de ver con él, pues yo que sé, La noche del cazador. La vimos juntos, una tarde, en el cine club de la plaza del príncipe, y nos quedamos pillis.

PP. Charles Laughton.

JF. Charles Laughton, la única película que dirigió. Ya te digo, éramos gente que escuchaba la radio, gente que compraba fanzines, gente que iba al cine y gente que se iba con su litrona a casa después de haber tenido esos estímulos culturales.

Hay una frase en el libro que es la que más me gusta, que es la de Orson Welles, cuando dice: “A lo mejor toda mi filmografía es una mierda”. 

JF. Y no pasa nada.

Me gusta precisamente precisamente porque hablando de estos mitos o de la mitomanía que tú me matizas…

JF. Sí, mira, te la voy a matizar más. Si existe una mitificación es porque existe una desmitificación. Entonces, ahí desmitificamos la obra del sacrosanto Orson Welles, porque él mismo nos lo cuenta: “a lo mejor es una puta mierda”. 

Y “no pasa nada”. Esa es la clave. No te tienen que gustar todas las películas de Orson Welles.

JF. Efectivamente. Lo has visto bien. Me alegro de que nos hagas esta pregunta porque uno de los, entrecomillas, valores que hemos querido reflejar en este libro es que nosotros no creemos en eso que llaman alta cultura. Es alucinante ver cómo en San Siro, en un partido de Italia, 60.000 personas cantan un coro de Verdi. En una cosa tan absolutamente gansa como es un partido de fútbol. O sea, la ópera ya no es alta cultura. Aquí pasa lo mismo: ¿por qué no te va a gustar Georgie Dann, que en paz descanse, y Kraftwerk? Yo que sé, estas cosas pasan. Hay mucha gente que divide entre alta cultura y baja cultura, y el capitalismo de eventos, y los festivales por ser festivales… Estamos construidos de un montón de cosas.

Llevo bastante tiempo sin pintar y sin intención de retomarlo

Pablo Prieto

PP. Un dibujo de mi sobrina es alta cultura pero no la conoce nadie.

JF. Por supuesto. 

Una vez escribí también que uno es la música que no quiere que los demás sepan que escucha.

JF. Exacto. Cada uno tiene su construcción cultural.

Reconozco que Campanadas de medianoche me parece un pestiño. Y vosotros tendréis alguna película, libro o disco que os cueste reconocer que no os llega.

JF. Sí hombre, hay muchos. Pues no sé, pensando en libros, creo que el Ulises de Joyce está sobrevalorado, porque no está bien hecho. ¿Que se ha mitificado y significa algo para la literatura que se ha hecho después? Vale, se acepta y se estudia como se estudia esa invención que es la historia. Pero es un libro bastante farragosito y que cualquier persona normal lee tres páginas y dice: ¡A tomar por culo!

PP. A mí me gusta (Risas)

¿Cuál es el que no te gusta, Pablo? Dime un libro, disco, película mítico que no te guste.

JF. Mira, El gran dictador.

Espera, que conteste Pablo, que habla poco.

PP. El gran dictador a mí me gusta (Risas)

Venga, cuál no.

PP. Tendría qué pensármelo. Porque la pregunta es ¿qué le gusta a todo el mundo y a mí no?

Sí. Película, disco o libro.

PP. Es posible que me pase eso con El Quijote. Que no me gusta. 

JF. Yo querría apunta una cosa sobre El Quijote, que tampoco tiene que ver demasiado con esto. Es un poco sobre la frontera borrosa y diluida que hay entre la verdad y la ficción. El Quijote es un ejemplo clarísimo. La vida de Cervantes es tan gamberra, le pasaron tantas cosas: se queda manco en una batalla naval, acaba en la cárcel en Árgel, viene a Córdoba porque era recaudador de impuestos o lo que sea, no está muy claro… La vida de Cervantes es más atribulada que su creación máxima, que es El Quijote, que es una novela muy desordenada de un pobre loco que se enamora y se va con su colega a desfacer entuertos. Pero la vida de Cervantes es más que Papillon o El conde de Montecristo. O sea, ¿dónde está la verdad y dónde está la ficción? Es borroso.

Es tan borroso que os estoy mirando ahora mismo y me parecéis Don Quijote y Sancho Panza 

JF. (Los dos comienzan a partirse) He aquí la portada que intentó el hijo de puta de Pablo en el libro.

PP. ¿Vosotros que sois el burro y el caballo?

Yo me veo hoy más como Dulcinea

JF. ¿Has visto la portada que ha hecho este cabrón? (Juanjo enseña la portada del libro, en la que se aprecia un trazo largo y una vigorosa pluma). La portada es maravillosa.

Sí que lo es. Por cierto, tenemos que hablar de la edad. Sois dos autores tardíos, además.

JF. Depende a lo que se le llame tarde. Eso es otra construcción.

Debutas con una edad no confesable en el mundo de la publicación

JF. Sí. Publicación con mi nombre. Yo antes había publicado con otro nombre. No es que sea Carmen Mola, pero dentro de mis cosas que tenía que hacer por trabajo estaba escribir cosas que iban a ser firmadas por otras personas. Me gusta mucho lo de Ghost writer, la expresión de escritor fantasma me gusta más que la de negro. Entre otras cosas, porque negro es políticamente incorrecta y porque The ghost writer es una película de Polansky cojonuda.

PP. En este caso, a mí me gusta mucho también la expresión inglesa para decir lo que yo hago o lo que he hecho siempre.

JF. ¿Pinta monas? ¿Monkey painter?

PP. No. Taver Nero (Risas)

JF. Pero nero es italiano, es negro (Más risas)

“Creemos que el libro es gracioso, decente y se defiende sólo”

Os lo decía porque éste es tu debut editorial a una edad madura y a Pablo le ocurre algo parecido con su retrospectiva en la Casa Góngora de hace cuatro o cinco años, que se celebra después de tres décadas pintando.

JF. Una exposición maravillosa aquella.

Sí, y recuerdo que entonces pensé que Pablo debía ser el pintor de Córdoba que más ha tardado en exponer en una ciudad en la que expone cualquier pintamonas, usando la expresión de Juanjo

JF. Es que a Pablo no le gusta molestar (Juanjo se levanta a por una cerveza)

PP. Una y no más. 

Eres un Bartleby de la pintura, Pablo. Preferirías no hacerlo.

PP. Más quisiera. Me gusta mucho ese personaje y su final (Se ríe)

¿Estás pintando ahora, Pablo?

PP. No. Ahora llevo bastante tiempo sin pintar y sin intención de retomarlo.

¿Por qué?

PP. No sé. No me da el punto. No hay pulsión o cómo se llame eso. De hecho, donde pintaba antes, ahora es un trastero. 

¿Es una cuestión de ahora o llevas así un tiempo?

PP. Un tiempo. Cinco años, por lo menos. 

¿Habías estado tanto tiempo sin coger los pinceles?

PP. ¿Antes? No. Es que no me lo planteaba si quiera. No sé si a ti te pasa lo mismo cuando escribes, pero hacer un dibujo no tiene nada que ver con la intención, tiene que ver con la pulsión. Dibujar o pintar, lo que sea.

¿Le das vueltas a por qué falta la pulsión?

PP. Sí. Lo sé perfectamente, pero me lo voy a reservar.

¿Quién no tiene una fijación con lo norteamericano si hemos sido decentemente invadidos por esa cultura?

Juanjo Fernández Palomo

Ahora se cumplen diez años de la novela de Vida de Pablo, de Carlos Pardo. 

PP. “Vida de pueblo”, como decía Abraham.

Y otros tantos años del documental que hizo Richard. Son dos bueno ejemplos de que lo que le de calidad a una película son los buenos secundarios.

PP. (Sonríe) Bueno, bien. Ahí está Harry Dean Stanton, que es uno de mis favoritos. Hay que hacer una película solo con secundarios.

En eso se especializó Robert Altman. 

JF. Es que, el que no es secundario, es primario, que ya suena mal.

¿Llegaste a leer la novela?

PP. ¿La de Carlos? Claro que sí, la he leído. Y tengo que decir que todo es mentira (Risas)

Yo la recuerdo como un ejemplo, salvando todas las distancias posibles, de una especie de kronen cordobesa.

JF. (Se ríe sonoramente) Hostia.

Un dibujo de mi sobrina es alta cultura pero no la conoce nadie

Pablo Prieto

Y también recuerdo la sensación de fracaso de una generación, la vuestra, en la España postolímpica. Por eso antes os preguntaba ante por lo del título universitario. Fuisteis pioneros en un cierto desencanto.

JF. La culpa de todo es de Felipe González. Eso está clarísimo

PP. Carlitos vivía conmigo encima del Soul y aquella fue una época estupenda. Y creo que él se quedó, no impactado, pero sí le gustó aquel momento, y no le gustó al mismo tiempo. Hablamos mucho de todo y nada al mismo tiempo. Y aquella época le sirvió como excusa para hacer su primera novela. Y a mí Vida de Pablo me gusta más que todo por el estilito que tiene. Más que lo que cuenta o dice, que a nosotros nos afecta -y me gustaría leer esa novela objetivamente-, lo que mola de Vida de Pablo es el estilo. Que a veces parece que no se puede hablar del estilo cuando hablas de literatura porque es como que está pasado de moda.

JF. Sí, en esa novela importa el cómo. El estilo es fundamental. Lo que hizo con esa novela Pardo, nuestro amigo Charli Parder, es que le puso un espejo a cierta generación o ciertos habitantes de ese biotopo en el que se centra la novela. Puso un espejo que hubo, incluso, gente tan panoli que dijo: “Pues tú no sales en el libro de Carlos”. Había gente tan panoli hasta para eso.

PP. De todas maneras, las opiniones buenas sobre ese libro son las objetivas, las de la gente que no nos conoce. 

Es una novela intimista pero que retrata muy bien a la propia ciudad. 

PP. Es todo muy triste en esa novela (Se ríe). 

JF. Claro, retrata el ecosistema de ese momento. 

Es que probablemente la Córdoba de aquella época, igual que la de ahora, tenga un punto de tristeza

PP. Sí. Aquí siempre hay eso.

JF. No lo sé, lo que está claro es que lo chulo es la perspectiva. La perspectiva es fundamental en la creación artística. David Mamet, por ejemplo, tiene un ensayo que se llama On making films, y la primera frase que pone es: “Lo primero que hay que saber es dónde poner la cámara”. O sea, ya está el ensayo escrito. En esa frase está todo el ensayo sobre cómo hacer películas. Pasa con los cuadros, pasa con las novelas, con la literatura y los relatos. Entonces, mucha sveces, es bueno que venga gente de fuera al ecosistema para que lo vea con una perspectiva que los propios habitantes de ese ecosistema no pueden. Eso lo hizo Pardo.

Córdoba es lo que ocurre mientras los cordobeses miran hacia otro lado.

PP. Hombre, en Córdoba siempre nos lo hemos inventado. Si llegas aquí, lo primero que tienes que hacer en Córdoba es inventarte tu propio mundo. Porque sino, vas listo.

¿Faltaban estímulos entonces y siguen faltando ahora?

PP. Para mí sí. Que me estimulen a mí, sí.

JF. ¿Y qué haces aquí? 

PP. Vivir. Que no está mal. 

JF. “A veces me siento como una gata sobre el tejado de zinc caliente. Pues salta Maggie, salta”.

PP. Vivir no está mal para un pueblo.

¿En Córdoba se vive tan bien que quizá los estímulos pueden llegar a sobrar?

JF. Yo no creo que se viva en Córdoba mejor que en ningún otro sitio.,

PP. Bueno…

JF. Me hace gracia una frase que se atribuye a Rafael Azcona, al que tenemos grandísima admiración y echamos tantísimo de menos…

Nuestro mundo literario ha sido siempre muy de Estados Unidos

Hubiera sido una buena visita.

JF. No descartamos que Libro de visitas se convierta en una franquicia. 

PP. Yo sí. Yo he hecho mucho ya. 

JF. Bartleby, el dibujante.

PP. Estos dibujos me gustó hacerlos. La verdad. Normalmente, se hace un boceto, una idea que va al papel y luego eso ya se pasa a limpio y se publica. Pero, en mi caso, decidí de pronto que me gustaban más los bocetos. Y luego me gustaron más todavía, porque Juan José me iba mandando relatos y decidí que saliera lo que saliera era lo que se iba a publicar. Y eso me ha encantado. 

JF. Yo creo que este no es un libro narrativo, al cien por cien. Tiene pulsión poética, se parece a un libro de viaje y hay escenarios y personas que se mueven. Pero, si hay una carga poética en el libro, son las ilustraciones de Pablo. Porque son poesía. Algunos están casi emparentados con los caligramas de Apollinaire. Porque no hizo lo obvio según el texto, sino que se fijó en un detalle. Y la poesía es esa mirada y esa decisión. Decidir es muy importante en la vida y da vértigo a veces. Pablo le ha puesto muchísima poesía, muchísimo detalle al fijarse en cómo ilustrar la postal de cada desplazamiento y cada visita. 

¿Os interesa el presente?

JF. Como circunstancia, simplemente. El presente es una circunstancia.

PP. A mí no me interesa. 

¿Y el futuro?

PP. Es que no me has dejado terminar. El presente no me interesa y de los otros dos no quiero hablar (Risas)

Para despedirnos, ya que estamos en el Limbo, ¿qué sería de vosotros sin los bares?

PP. Yo no tendría cuenta corriente. Porque es mi trabajo.

JF. Para mí sería lo mismo.

PP. ¿Cómo?

No empieces a mentir Juanjo cuando llevamos 48 minutos de entrevista.

JF. Yo creo que el bar es una especie de religión laica. Hay una comunión en los bares, donde se junta la gente y se escuchan sus plegarias

PP. Y los chupitos son la hostia, ¿no?

JF. Sí. Yo creo que los bares son iglesias desacralizadas para que la gente viva como dice la religión. Nosotros somos judeocristianos, aunque seamos más ateos.

En mi caso, católico agnóstico. Católico de formación, agnóstico por elección.

JF. Claro. Mira Buñuel lo que nos cuenta en el libro: “Yo creo que al final voy a besar un crucifijo”. Todo puede pasar. 

Pablo lo verá de otra manera.

JF. Es que Pablo es la Iglesia. Pablo es más grande que Don Demetrio. Pablo es el obispo de las Iglesias desacralizadas. 

No descartamos que 'Libro de visitas' se convierta en una franquicia

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