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Enrique Soria: “Yo sí creo en la convivencia de las tres culturas”

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Marta Jiménez

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A Enrique Soria le dijo por primera vez un camarero “buenos días, ¿qué desea?” cuando de muy joven viajó a Málaga. Soria es exiliado granadino en Córdoba desde hace más de veinte años, así que está acostumbrado a los malos modos. Catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Córdoba, su investigación enfoca al poder local y es un gran especialista en nobleza y élites, además de en moriscos y judeoconversos.

Charlar con él es escucharlo disparar. Porque este profesor no habla, sino que tirotea palabras no solo por la velocidad con la que lo hace, sino por su capacidad de impacto. Los cascotes que iban cayendo en su despacho mientras manteníamos la entrevista que se transcribe a continuación provenían del pasado, del presente y del futuro. Porque la historia no es nada sin alguno de estos tiempos.

P. ¿Córdoba y Granada se parecen mucho?

R. En cierto sentido sí. Son ciudades abandonadas y aisladas hasta hace poco, rurales, con asco al de fuera… Mi abuela, que era una mujer culta, odiaba a los malagueños con una superioridad que me recordaba a la de la nobleza del XVII, porque cala ese sentimiento hidalgo y hay una sensación de agravio, pero no se hace nada por evitarlo. Pero Málaga y Sevilla nos dan vueltas. Granada se ha desarrollado más en cosmopolitismo que Córdoba, pero las dos vienen del mismo pasado, mundos estancados con cada vez mayor pérdida de peso específico en el concierto nacional. El reto es romper esa dinámica.

P. Es que parece que vivimos en ciudades estado más que en un territorio cohesionado.

R. Sí, son ciudades que se han quedado reducidas al recuerdo de una época pasada, gloriosa, que por supuesto a la mayoría de la población no le interesa lo más mínimo el detalle, pero no hago nada como grupo humano para intentar salir del agujero. Yo he visto un cambio muy grande en Córdoba en los veintidós años que llevo viviendo aquí y también lo he visto en Granada, pero curiosamente, en ambos casos, y es mi opinión aunque en esto no sea ningún especialista, no provocado por los poderes públicos ni por el empresariado, sino a pesar de ellos. A mí me llamó mucho la atención cuando llegué a Córdoba porque había una sociedad absolutamente cerrada, con un Cajasur que había creado un páramo cultural que era lo más rancio y casposo, sin embargo, había un grupo de gente joven interesantísima, jóvenes poetas y creadores que han hecho maravillas. Había un potencial enorme y encima de eso un paraguas que hacía todo lo posible por dificultarlo, directa o indirectamente, de forma consciente o no.

A mí me llamó mucho la atención cuando llegué el caso cordobés (...),  con un Cajasur que había creado un páramo cultural que era lo más rancio y casposo

P. ¿Te sientes muy de la tierra?

R. Si cualquier nacionalismo me repugna, imagínate el nacionalismo de charca. Aquí vivo muy bien, observo lo bueno que tenga Granada, lo bueno que tenga Córdoba y sus defectos. Estoy muy cómodo aquí porque es una ciudad habitable, bien situada geográficamente, muy agradable, la universidad tiene un tamaño medio muy adecuado para investigar y trabajar, porque las grandes son monstruos y nada operativas y las pequeñas son cortijos académicos.

P. ¿Las creencias siguen estando por encima de la razón en Andalucía?

R. Sí, aquí y cualquier lugar, pero sobre todo en Andalucía. Sin duda. La gente se mueve por símbolos, sin ningún razonamiento, por su equipo de fútbol, por la virgen de su pueblo y por las demás, no, es un culto idolátrico que viene de hace miles de años y que es simplemente superstición, la necesidad del ser humano de buscar símbolos cercanos. Puede ser una cofradía a la que se acerca gente que no cree en nada, aunque ellos no lo sepan y se quedarían horrorizados si se miraran a un espejo y lo descubrieran. No digo que sea ni bueno ni malo, simplemente no son elementos que se deban a la razón. El ser humano se mueve por pulsiones grotescas.

P. ¿Y cómo se lucha contra eso?

R. Muy difícilmente. Yo antes era más joven e inexperto y creía más en la razón. Decía que para dejar de ser de derechas hace falta leer y para dejar de ser nacionalista hace falta viajar. Algo que ya no creo. También se ve en algo tan horroroso como la violencia de género. Pensé que conocer los casos de violencia de género era un buen síntoma, porque dejaban de estar ocultos y significaba que las mujeres tenían vida propia en la sociedad y que antes las mataban porque no se podían ir de sus casas. Pero esto no es así, han pasado muchos años y las cosas siguen igual, no sé si está en los genes o en la cultura. El mundo occidental que conocemos, que viene del XVIII si no de atrás, desde los griegos o a saber, está muriendo. Le quedan décadas o años. Espero morir lo suficientemente pronto, dentro de unos límites, para no ver lo que viene. El mundo que conocemos se está acabando y no hay que ser un genio para ver los síntomas. ¿Qué vendrá? No lo sé, pero ya no hay lectura ni reflexión ni intercambio de ideas ni conversación que te pueda abrir la mente.

El ser humano se mueve por pulsiones grotescas

P. Hablemos de Historia. Borges decía que toda historia es ficción.

R. No lo comparto. Borges es un autor sobrevalorado y un absoluto epatante que dice que el Quijote solo lo leyó en inglés (risas), después de eso está dicho todo. No voy a entrar en su calidad literaria, y he sido un gran lector de su obra desde muy joven, pero esa reflexión es de Petite bourgeoisie, sirve para escandalizar un poquito. Lo que sí es cierto es que toda historia tiene un componente muy subjetivo en su análisis, el problema es que esto nos puede llevar al posmodernismo que ya está denostado, pero que durante un tiempo ha estado imperando en Occidente, y es considerar que cualquier documento histórico es ficción, que no se puede tener confianza en los relatos del pasado porque están escritos por un ser humano y no es una novela, pero se parece. Eso es un disparate y es mucho más peligroso que eso cuando hay una reflexión teórica detrás porque le estás quitando el papel de conciencia crítica que tiene la historia. Si yo elimino la capacidad de reflexión sobre el pasado, elimino la capacidad de influencia sobre el presente y el futuro, por tanto, hago el juego perfecto a los poderes fácticos y al capitalismo. Es decir, la historia sirve únicamente para una cosa, como les insisto a mis alumnos aunque no me hagan caso: la historia no es el pasado sino el futuro. La historia sirve para entender el presente y para crear el futuro. Lo que pasa que utiliza el pasado, pero no se queda ahí, yo debo estudiar el siglo XII o el XVIII para entender la Córdoba del XXI. Quien dice Córdoba dice Siria o Rusia o Donald Trump. Eso viene de ayer o de antesdeayer o de hace miles de años. Eso hace la historia, explicar el presente. Cuando eso se consigue, que es casi nunca, puedes crear el futuro.

P. ¿Por eso mismo existe una tendencia tan pesimista ante el futuro?

R. No, yo creo que el futuro siempre es peligroso, siempre da miedo, cuando envejecemos tendemos a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor… No oiga, esta es la única sociedad que vive más de cincuenta años de media, que tiene dientes, se puede poner gafas y no ir medio a ciegas. El pasado no ha sido mejor, ni siquiera, para las clases dirigentes, porque se quedaban sin dientes o no veían aunque fueran marqueses. Lo que ocurre es que están cambiando todos los parámetros. Hemos llegado al éxtasis de una sociedad occidental hasta el 2007, aunque el principio fuera la caída del muro, pero a consecuencia del hambre y de la destrucción del mundo no occidental. El hambre de África no ha existido en el siglo XVI. Las matanzas que han sucedido en muchos lugares han podido tener una escala, pero siempre inferior, en el siglo XIX. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades a costa del resto del mundo y ese modelo se ha acabado, en Occidente y en lo más parecido, Japón o Estados Unidos. Vendrá otra cosa, pero el problema es que nos destruirán nuestro modo de vida. Nosotros egoístamente no reflexionamos, solo hablamos de los síntomas y no de la enfermedad.

El mundo que conocemos se está acabando y no hay que ser un genio para ver los síntomas

P. ¿Comenzamos a ser más conscientes de que la historia de España y de Andalucía es bastante más rica y más compleja de lo que siempre nos han contado?

R. Deberíamos serlo. Llevo veinticinco años trabajando sobre eso, primero de manera inconsciente y sin preverlo, pero a lo largo de mi vida, y ya son diez libros y muchas publicaciones, yo ya me he dado cuenta de que hay un diseño en mi investigación de forma inconsciente, porque yo siempre me he ido al documento sin dejarme llevar por lo que se creía, o lo que parece que dice la realidad, entonces hay un diseño que habla de una sociedad infinitamente más compleja, infinitamente más rica, donde la diversidad es absoluta, muy superior a la imagen que teníamos. Cuando yo comienzo a estudiar , la sociedad histórica granadina se compone de nobles, clérigos y lo demás, las mujeres no pintan nada, las minorías no pintan nada o los echan o los exterminan, no hay extranjeros… y hoy yo creo, está mal que lo diga pero se me debe mucho, en el tema de las élites rurales, que yo las saco a relucir por primera vez en el ámbito de la modernidad en relación al señorío, se ha puesto en valor a los judeoconversos, que es lo que estamos haciendo más, como parte esencial de la nobleza, de las élites, del clero, de la burocracia, pero siendo la espina dorsal de la monarquía, no pudiendo haber uno solo en la península, en teoría; o la pervivencia de los moriscos en el reino de Granada hasta el siglo XVIII, moriscos que son poderosísimos y riquísimos y que siguen manteniendo su religión oculta hasta finales del siglo XVII, o sea, que no se van en 1614. Hay que cambiar los manuales de Historia de España.

P. ¿En Córdoba también perviven los moriscos hasta entonces?

R. En Córdoba sabemos que se quedan pero menos, lo que pasa que lo de Córdoba está por seguir investigando. Dirigí una tesis doctoral al respecto y en el último capítulo planteó magníficamente el doctor Santiago Otero que había que hacer una segunda investigación. Algún día habrá que hacerla. Se debieron de quedar pero no tanto como pasó en Granada, en Valencia, en Murcia o en La Mancha, parece ser, pero hay que investigarlo. Sin embargo, la historia de Córdoba es la historia de los judeoconversos.

P. Luis de Góngora lo era, ni más y menos, como demuestras en una investigación reciente.

R. Efectivamente. A quien se le atacó siendo rico y miembro de la nobleza, que acabaría siendo alto dignatario de la iglesia, le decían por la calle “puto judío”, “perro judío”, “judío de mierda”, día tras día, y tiene que batirse a duelo para defender su honor, ya no por sus creencias sino por una cuestión de sangre, la famosa limpieza de sangre, por racismo puro y duro. Da igual lo que seas, arzobispo, cardenal, escribano… tienes que demostrar que no tienes sangre “infecta”, que no tienes mancha, mácula, de origen judío o musulmán. El ciudadano de a pie intentaba la muerte civil de los judeoconversos. Ni los nazis fueron capaces de hacer algo parecido, y eso que realizaron la mayor monstruosidad que ha habido nunca porque diseñaron un genocidio, pero no estuvieron tan locos en este sentido, porque sabían que había muchos alemanes mezclados y hacían unas leyes de pureza racial, de locos y horribles, pero más sensatas que la Inquisición. Si tenías una abuela judía, te obligaban a casarte con una aria pura para que en un tiempo se eliminase esa mancha para ellos. La Inquisición española permite cosas tan increíbles como que una persona que tenga la tatarabuela de un tatarabuelo, un antepasado de muchas generaciones anteriores, sea considerada conversa y eso llega hasta 1833. La ley, en 1832, si quieres ser canónigo de Córdoba te obliga a demostrar tu limpieza de sangre. La gente se estaba integrando y muchos no tenían ni idea de su origen y eso marca una sociedad tan interesante como la moderna.

Si yo elimino la capacidad de reflexión sobre el pasado, elimino la capacidad de influencia sobre el presente y el futuro

Hay más judeoconversos, como Miguel de Cervantes, que no era cordobés pero pasó por aquí, Juan Rufo, el jesuita Roa, o muchos que están presentes en el Cabildo Catedralicio de manera clarísima, en el Cabildo Municipal, hay párrocos, nobleza de sangre mezclada, toda la clase media, exagerando, es de sangre conversa por un lado u otro, los escribanos, los médicos, los boticarios, los procuradores, los abogados, los jurados… todo eso es un bloque enormemente judeoconverso y tiene su lógica que haya pasado desapercibido porque se tuvo que ocultar para desaparecer como grupo social. Pero se puede decir claramente que todo el que en su árbol genealógico tenga a alguien que no sea un jornalero, un escribano, por ejemplo, esto puede indicar su origen converso.

P. Y que un personaje con tanto peso histórico como Góngora lo fuese ¿puede ayudar a cambiar esa mentalidad de historia monolítica que casi todo el mundo posee?

R. Eso espero, entre otras cosas, porque lo único que me importa es la verdad de lo que fue. Si hacemos más lecturas, tenemos dos posibles. Una, para lo que trabaja el historiador, que es para mostrar un pasado que no es el que se ve. Por ejemplo, que había mercaderas, según los documentos de protocolos, y se las llamaba así ¿Por qué tanta polémica hoy en utilizar términos femeninos si se utilizaban en una época mucho más machista que la nuestra? ya sé que miembra suena horroroso, pero lo correcto es decir una médica o una poeta. Y el otro, que es el que me interesa a mí y a mi grupo, es que nos permitan los poderes públicos y empresariales investigaciones abstractas o teóricas. Si somos capaces de poner en valor esto que estamos investigando nosotros concretamente, podemos, y lo digo en serio, transformar turísticamente Córdoba. Tenemos una potencialidad brutal para atraer turismo masivo y de calidad, del que duerme una o dos noches.

P. Ponme un ejemplo realista

R. El ejemplo perfecto es el de la comunidad judía internacional. Gente de Boston, Nueva York, son dos millones y medio de personas de nivel alto, también de Francia y, por supuesto, de Israel. Personas que les puede interesar venir a Córdoba o no, ver la Mezquita o Medina Azahara o no, pero que sin embargo es un grupo enormemente interesado por su herencia cultural. Hay gente que va de viaje de novios a Auschwitz, con eso ya te lo he dicho todo. Si yo pongo en valor el turismo judeoconverso, no el judío, sino el de los que tuvieron que ocultar sus orígenes y su identidad tras la expulsión, por el control social de la Inquisición, que recordemos que aquí tuvo el maravilloso ítem de celebrar el mayor auto de fe que nunca hubo, donde más gente murió quemada viva, ciento siete, hombres y mujeres, en el año 1504. A partir de ahí, la conversión de los herejes es masiva o los que mantenían prácticas o rasgos de su identidad judía la borran de un plumazo y se hacen cristianos del todo excepto algunos grupos minoritarios. Y aunque no se conoce nada, recuperando sus lugares te pongo en valor la ciudad entera. Está la Sinagoga, que no es nada si la comparamos con las toledanas, pero te puedo poner en valor un supermercado porque hay hubo una casa de una señora que la quemaron, te pongo en valor la Corredera porque ahí se hacían los autos de fe, te pongo en valor el Marrubial, porque ahí se quemaba viva a la gente, te pongo en valor la calle tal o cual, de forma bien hecha, sin leyendas ni chorradas, sino con mapas, rutas y aplicaciones y atraes a millones de personas de un nivel altísimo que van a comprar libros, candelabros, cerámica y van a comer en los mejores restaurantes y que se van a quedar dos o tres días. Y ahora te pongo en valor la provincia, Baena, Lucena, Aguilar, Montilla, Priego…

El pasado no ha sido mejor, ni siquiera, para las clases dirigentes, porque se quedaban sin dientes o no veían aunque fueran marqueses

P. Para eso habría que cambiar el concepto turístico de la ciudad que, no nos olvidemos, carece de un modelo

R. En vez de pensar de aquí a mañana, pensar en años, en abrir la mano, en tener abiertos los monumentos, en cambiar la ciudad… Pero esto no es turismo mochilero ¿por qué? ¿y por qué solo lo podemos hacer nosotros? Llevo veinticinco años trabajando en esto, echo todos los días muchas horas y he de decir que todo este patrimonio converso está junto. Si tu enseñas la Capilla de San Bartolomé (en la Facultad de Filosofía y Letras) y coges una guía, te dice que es una capilla mudéjar y se queda ahí. Pero si cuentas que la fundaron unos conversos que se llamaron Fernández de Córdoba, que usurparon el apellido de los nobles… o que hay un enterramiento, por decir algo, de alguien cuyos abuelos fueron judíos, le das un nuevo relato al monumento o a la casa o a lo que sea. Eso puesto en internet, en veinte idiomas y con aplicaciones, la gente ya sabe lo que viene a ver, sus orígenes como judíos, no directos, pero eso les da igual, se sienten descendientes de ellos. Y encima vienes a la ciudad de un escritor mítico (Góngora) que también era judeoconverso, por donde pasó Cervantes… Y después puedes hacer espectáculos de todo tipo magnificamente documentados y de gran nivel. En eso estamos, en negociaciones con el Ayuntamiento.

P. Pero judíos aparte, ¿Córdoba no debería profundizar en el paradigma que supone la convivencia de tres religiones en una sola cultura, un concepto identitario de la ciudad?

R. Absolutamente, la pregunta es muy pertinente. Además, yo sí creo en la convivencia de las tres culturas. Y ese es el paradigma, esa es la marca. Convivencia no significa que no haya conflicto, pero esa Córdoba y esa España de judíos, moros y cristianos, es real, pero no se trata que yo tenga documentos que no tenga el otro, es la interpretación que se haga. Estoy muy en contra, y algún día escribiré algo tipo ensayo, de la visión que la niega ¿Qué significa negarlo? Muchos historiadores lo hacen porque no se dan cuenta. Nadie está hablando en su sano juicio de que la Córdoba del siglo X, IX, VIII o XVI fuera un paraíso ¿o es que esta sociedad nuestra de hoy es un paraíso? Sobre todo si eres sirio o eres una vieja a la que le cortan la luz y te quemas viva mientras el de Endesa gana cada hora miles de euros. Solo que en comparación con el resto de su época era un paraíso y allí coexistían con distintas dificultades los judíos cuando en Francia se habían echado y de eso no se habla, cuando de Inglaterra se habían expulsado, siglos atrás o en Alemania, en Polonia o en Hungría se encierran en guetos en el siglo XX y hasta que los nazis los exterminan.

A Góngora le decían por la calle "puto judío", "perro judío", "judío de mierda", día tras día

Aquí la convivencia no es idílica, pero hay momentos muy buenos, con judíos que son primeros ministros de emires musulmanes, hay momentos que los reyes de Castilla se han casado con una musulmana, cosa que se ha ocultado. Hay una parte negacionista que no me gusta y es la que dice que España siempre ha sido monolítica, y te quedas con esa imagen de una, grande y libre. Cristiana, católica, en donde los musulmanes han sido un residuo y llegamos a la catedral gloriosa con los mozárabes reinventando la ciudad o el país. Hay un posicionamiento que ya no es histórico, sino que está usando la historia para sus fines, consciente o inconscientemente. El que niegue, sin entrar en más historias, las tres culturas, pues podemos debatir, pero esa negación de bloque, sistemática, lo que busca es no admitir un futuro que es el que viene, multicultural o pluricultural o como se llame, no entro en nominalismos. Son gentes que no quieren admitir que Europa es un continente que está cambiando, que esta mutando, y que nos quieren obligar a admitir que la única alternativa al Isis es ir bajo palio, como iba Franco con la caspa religiosa; pues no, mire usted, hay una tercera vía. Por eso nos agreden ambos al mundo laico, al mundo no religioso, al mundo de la religión te la dejas en casa pero el estado es laico y las mujeres abortan si quieren y la gente se divorcia y ningún señor con sotana me dice lo que tengo que hacer. Hay quien para evitar esa visión mixta de una sociedad muy compleja, la elimina del pasado, diciendo no seáis inocentes, eso es lo que os gustaría que pasara. Pues sí, lo hubo si lo comparas con lo que estaba pasando en otros lugares. Los cruzados, cuando en 1096 iban a Tierra Santa y pasaron por Colonia, pues ya que pasaos por allí, tomaron la ciudad, mataron a todos los judíos y le prendieron fuego. Ese era el contexto y eso no pasaba en la península ibérica. Tuvo que pasar en el siglo XIV con una crisis brutal, que recuerda a la de ahora, para que empezaran los problemas de xenofobia a grandes niveles. ¿Que había discriminación? Claro ¿Que había unos dominantes? Claro, en Al Andalus eran los musulmanes, los otros estaban sometidos y pagaban impuestos, vale, pero no se los mataba, excepto cuando llegan unos talibanes. En el mundo cristiano, igual durante siglos no hubo problemas y los hubo en esos momentos posteriores, pero no se puede generalizar. Porque si se generaliza, ahora todos matariamos a mujeres, por desgracia sucede pero por suerte es un núcleo pequeño el que lo hace.

Me he enrollado mucho, pero volviendo al posicionamiento político, Córdoba no es que puede, es que debe moralmente y está obligada a liderar ese movimiento porque si no lo hará Toledo, Granada o Sevilla. Es la que debe no dejar pasar la posibilidad de liderar ese mundo de las tres culturas como pasado artístico, literario, culinario, de vestimenta y, por supuesto, histórico, y presentarse al futuro con esa marca. Eso es lo que queremos y es lo que hay que hacer.

La Iglesia ha inventado el pasado y ha creado una mítica idea de Córdoba que no ha existido jamás

P. Hablemos del modelo económico histórico andaluz. De su base, el latifundio ¿Defiendes, como hacen algunos historiadores, que ese modelo pudo venir de una especie de colonización?

R. Sí y no. Ese es uno de los grandes debates y ya está más o menos solventado, no porque se haya solucionado el tema, sino porque ya no interesan los temas de esencialismo histórico, como ocurrió en la Transición. Al principio se pensó que ésta era una herencia de la conquista, lo que pasa que aquí se mezclan muchos temas, porque, claro, hablar de colonización fue una corriente que lideró el Partido Andalucista que fue una locura, porque hablaba de que nosotros somos de origen musulmán y fuimos conquistados por una aristocracia militar, eso es una falsedad monstruosa que es mucho peor que una estupidez, porque es una estupidez orquestada. Los documentos no dejan ninguna duda. Todo el que viene, sea jornalero o noble es de origen castellano, o eso creen, vete a saber cuál es el origen. Lo que quiero decir es que hay una repoblación en la que hay una mezcla de gente. Entonces, hay una base inicial del latifundio en ese momento, pero, en realidad, yo lo tengo claro porque lo he trabajado, el latifundio se va gestando a lo largo de la Edad Moderna, por eso es tan importante, porque no es solo lo que dan esos nobles que vienen, muchos son por compras y muchísimos se dan en la época moderna por usurpación. Pensemos que aparte de que las nuevas élites están surgiendo en el siglo XVI, XVII, y empiezan a comprar tierra masivamente, muchos conseguirán esos grandes cortijos a imitación de esos grandes duques y esos grandes nobles, aunque los pequeños son menos. El último gran atentado se produce en el siglo XIX, cuando se acaba con las prácticas comunales y el modo de vida campesino que se basa en el uso comunitario, eso se elimina y se privatiza con lo que el latifundio llega a su máxima expresión. La pervivencia del latifundio viene dada de que es un proceso de muchos siglos con demasiados grupos interesados. Por eso ha durado tanto.

Tenemos una potencialidad brutal para atraer turismo masivo y de calidad, del que duerme una o dos noches

P. ¿Y es el origen de nuestros males?

R. Bueno, en buena medida sí, hay otros elementos, como una desconexión económica de los centros principales, la falta de peso en los centros de poder, pero evidentemente sí. Si tú te vas a pueblos, como por ejemplo Baena, o muchos pueblos sevillanos, donde en 1752 el 70% de la población es jornalera, está dicho todo. Tan terrible es esto que en el siglo XIX, compañeros de la Universidad de Granada en su día descubrieron que hay un proceso que llaman de campesinización, en el que los grandes propietarios se dan cuenta de una obviedad tan grande como que si el jornalero no come, se muere y si se muere no trabaja, entonces hay que cuidarlo un poquito y se le concede una pequeña tierra para que en las épocas en las que no trabaje, subsista y el “ganado humano” llegue vivo a la siguiente etapa. Estamos hablando de siglos de jornaleros viviendo en condiciones infrahumanas, solo con ver Los santos inocentes nos hacemos una idea, que es un reflejo perfecto y no es ninguna distorsión de la realidad, sin estudios, con las creencias, eso es un caldo de cultivo que ahora intenta tú salir de ahí. A mí me hace mucha gracia y eso que soy menos nacionalista, cualquier cosa, ni andaluz ni español ni cordobés ni nada, al ser humano le caen unas fronteras y le desgracian la vida, pero es muy injusto que se hable de una región atrasada porque tú no le puedes pedir a Andalucía que esté como Navarra, Cataluña o el País Vasco viniendo de donde venimos. Lo sorprendente es el salto educativo, cultural, social, de tolerancia de todo tipo que ha tenido la región, donde el analfabetismo hace cincuenta años era monstruoso y donde no hubo un estallido social porque dos o tres millones emigran para poder comer. Hablamos de una región abandonada por el siglo XIX, abandonada por el franquismo y las inversiones eran para el norte. No se trata de hablar de agravio, sino que aquí el salto ha sido de cero, lo que significa que hay que seguir trabajando. Y esta es una sociedad que ahora empezará a dar sus frutos.

P. El cambio inmóvil es el título de uno de tus libros. ¿Es una buena definición para Córdoba?

R. Sí y espero que pronto se quede obsoleto, pero, por desgracia, ese título, que tuvo bastante fortuna, ha estado hasta hace poco vigente. Yo he visto una sociedad, y son ya veintidós años y aunque no sea sociólogo me muevo bastante en esta ciudad y fuera de ella, es una sociedad que cambia para no cambiar, es el principio del príncipe de Lampedusa llevado al extremo. No es que no se quiera, sino que las resistencias son muy fuertes. Aquí el concepto de crear industria es poner más veladores y más camareros cobrando 300 euros. Si tú no apuestas estratégicamente, y me consta que se hace lo que se puede, piensas en medio largo plazo y no en los mandatos o en los objetivos concretos, no se consigue nada. Te voy a poner un ejemplo particular, lo que pasaba en Granada se solucionó por sí mismo y convirtió la marca Granada en un lugar donde la gente quería vivir y también morir, esto es importantísimo. Hay mucha gente que se prejubila con cincuenta y cinco años y se va a vivir a Granada. Una pareja de lesbianas inglesas, un japonés que se ha hecho rico siendo ejecutivo, lo deja todo y se va allí a aprender a construir guitarras, y esto no es hablar por hablar, y se compra una casa… esto no es porque el político granadino lo haya hecho mejor, sino porque Granada se ha creado una imagen mítica, y hay que ir a esa ciudad como hay que ir a París o a otros lugares icónicos. Córdoba no lo ha conseguido, este es el diagnóstico. La gente no duerme aquí y ahí está el dinero. Hay que solucionar eso y la pregunta que hay que hacerse es ¿para qué coño se van a quedar? ¿Qué ofrece al día siguiente? En bruto tiene para ofrecer lo que quiera, pero en realidad nada, museos rancio-casposos, museos cerrados, iglesias cerradas, no hay rutas turísticas, cuando se puede poner en valor la ciudad íntegra. Si eres capaz de explotar la historia, la arqueología, la literatura y el arte, hay un sector que dirá mañana me quedo porque ya he visto la Mezquita y Medina Azahara y mañana voy a ver la Córdoba judía y pasado, me voy a Lucena y a Baena. Y como, ceno, compro… la plusvalía sería muy superior. Porque tú puedes subir el precio de un aceite contando la historia de que en la almazara donde se realiza se exportó aceite a Roma, o que allí hubo una batalla o cualquier cosa, cosas que le interesan al turista más pudiente. Y si no lo hace Córdoba, otros lo harán por ella.

Hay quien para evitar esa visión mixta de una sociedad muy compleja la elimina del pasado

P. Me fascina tu tesis sobre la perpetuación de los mismos apellidos de los poderosos en los últimos cincuenta años.

R. Es un mal general. Un síntoma. El señor presidente del Senado es conde. Las hermanas De Palacio eran hijas de marqués, el antiguo ministro de defensa también marqués, primo segundo del esposo de Ana Patricia Botín, las Koplowitz con su exótico apellido polaco son seis o siete veces marquesas, nuestro ministro de Educación y Cultura es barón y Borbón, primo lejano del rey emérito... Hablamos de esa gente no se ha ido. Esperanza Aguirre se presenta como del pueblo para las pescaderas, pero su abuelo era marqués y su marido es grande España y según en el ámbito en el que se muevan se presentan como una cosa o como otra. En el ámbito cordobés, donde no queda una aristocracia de sangre como sí sucede en Sevilla, quedan buenas familias. Eso son síntomas de sociedades estáticas y no cambiantes. Es un mal más general, por ejemplo, hay un trabajo que ahonda en la pervivencia durante más de quinientos o setecientos años, no recuerdo, de los mismos apellidos en las familias más ricas de Florencia. Da una idea de lo que ha podido cambiar una república florentina de 1400 con una ciudad actual llena de tiendas de Ferragamo, apellido que aparece hace más de quinientos años ¿Qué quiere decir esto? Que han cambiado las formas, pero el fondo en muchos casos sigue siendo el mismo. Las cosas han cambiado pero para acceder a los centros de poder, en muchos casos, hay que tener un apellido. Hay que investigar mucho porque se ocultan mucho de la opinión pública y dejan que sean otros quienes hagan el ridículo frente a las cámaras.

P. Hablando de instituciones inmóviles, ¿la universidad lo sigue siendo?

R. Lo ha sido y en parte, por desgracia, lo es. Suele ser una institución muy lenta y tiende a ser muy estática y eterna. El sistema de reclutamiento, en muchos casos es endogámico y en otros muchos no, pero necesita unos tiempos muy largos que imprime un carácter muy esencialista. También hay demasiados que no quieren cambiar nada nunca. Es muy inercial y yo peco de esto como cualquier otro, y eso no se ha sabido arreglar. Hay una burocracia monstruosa, que nos quitan tiempo libre, de docencia y de investigación. Pero han cambiado mucho las cosas, el nivel de exigencia, por ejemplo, que se aplica a los jóvenes que aspiran a ser ayudante doctor, si se le aplicase hoy a muchos profesores, no pasarían el corte. En ese sentido hemos avanzado mucho. Aunque hay algo que sigue ocurriendo en la docencia, y es que yo hablo y casi nadie pregunta o responde.

Es muy injusto que se hable de una región atrasada porque tú no le puedes pedir a Andalucía que esté como Cataluña viniendo de donde venimos

P. Echo en falta a la UCO en debates de ciudad en los que sería importante conocer puntos de vista científicos, por ejemplo en el de la Mezquita-Catedral, en el que sí se han posicionado investigadores de otras muchas universidades nacionales y extranjeras.

R. Porque hay un prurito de que el universitario no debe mojarse. Y en muchas cosas tenemos mucho que decir porque somos estudiosos de una materia y hemos reflexionado o tenemos una mejor visión de conjunto. Pero por comodidad, por miedo o por una objetividad mal entendida, la universidad queda al margen en cuestiones que debe liderar. Hay otro miedo que ya no es tanto desde que se hundió la Cajasur de los curas, el gran hermano en el que vivíamos, y el que lo niegue a lo mejor le gustaba donde vivía o sigue teniendo miedo, pero el control de la opinión que ha habido en esta ciudad tantos años sigue dejando huella en forma de miedo. Y la gente vive más cómoda sin mojarse. Un profesor de la Universidad debe ser un opinador profesional porque está más cualificado que un tertuliano, demencie o no. Nosotros como colectivo no hemos dado nunca ese paso, como sí han hecho los economistas, por ejemplo, porque hemos creído que vivimos en un mundo aparte y si ese mundo ha existido, ya se ha acabado.

En cuanto al debate de la Mezquita-Catedral, lo tengo clarísimo. En cuanto a la titularidad, ese es un debate nuevo porque hasta hace poco no había existido la inmatriculación. Yo no soy jurista y de eso no puedo hablar, pero sí de historia. Y la Iglesia ha hecho una invención porque, en mi opinión, la Mezquita supera infinitamente a la Catedral. La mezquita es el icono y nadie viene a Córdoba a ver la Catedral. Aquí no ha habido problemas de uso religioso musulmán, que tiene sus problemas muy grandes, en los años 60 y 70 con Franco porque era muy amigo de los países musulmanes. Habrá que preguntarle a esos escritores que ahora solo hablan de Catedral, cómo titulaban sus libros hace unos años porque vendían más o quizás fue antes de que los llamaran al orden. La Iglesia ha inventado el pasado y ha creado una mítica idea de Córdoba que no ha existido jamás, con unos mozárabes a los que salvaba Fernando III el santo, pues mire usted, Córdoba fue romana, después visigoda con una pequeña basílica que vendieron a los musulmanes, que se convirtió en Mezquita, que se fue ampliando, que luego fue cristiana, se construyó una catedral y hoy es un templo a la religión turística por el que la Iglesia saca muchos beneficios, que sería muy interesante que supiéramos cuáles son y cuánto son, y además de qué subvenciones públicas disfrutan. La Mezquita es de los cordobeses y la Catedral será de los creyentes de esa institución.

Hay que ir a Granada como hay que ir a París o a otros lugares. Córdoba no lo ha conseguido

P. La demanda de la historia es fundamental para la sociedad ¿Cuánto de llenas están las aulas de esta facultad?

R. Curiosamente mucho más llenas que hace varios años. Otra cosa es el diagnóstico de por qué. La sociedad demanda Historia como nunca, no tienes nada más que ver cómo se venden novelas históricas, la mayoría de ellas no sirven ni como serrín, cómo hay audiencias masivas ante las series históricas aunque sean bodrios infectos, como se demandan películas o el canal Historia, que se ha convertido en un reducto de la ultraderecha o de las explicaciones con extraterrestres y locuras. La gente flipa con el pasado pero no sabe cómo vehicularlo. En las aulas hemos subido en número de alumnos debido a la crisis. Cuando no hay empleo, la gente se pone a estudiar. Y te encuentras a alumnos muy interesados y que pueden hacer maravillas y otros que está aquí como podría estar en otra carrera, eso pasa en todos lados. No tenemos crisis numérica, ahora mismo tenemos cerca de cien alumnos en primero de Historia y hace diez o quince años estábamos en 40-50. No es demanda real apasionada, pero la mayoría es vocacional. El historiador, si lo sabe hacer bien, tiene mucha virtualidad en cualquier profesión. En Comercio Exterior, por ejemplo, debes conocer la cultura de la persona con la que estás hablando, más allá de saber idiomas o hacer balances. La Historia es esencial aunque no te dediques a eso, te da unos recursos impresionantes de cultura general y pensamiento crítico. De hecho, culmino o hundo del todo esta entrevista diciendo que un historiador es aquel o aquella que sabe leer un periódico. Eso es lo más que se puede pedir porque significa contextualizar las cosas. Ver el presente y entenderlo.

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