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La sangre noble que se 'heredaba' tras sobornar a un escribano

Una joven mirando archivos históricos en el Archivo Provincial | MADERO CUBERO

Carmen Reina

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El Archivo Histórico Provincial guarda documentos que muestran el fraude que se extendía entre quienes los falsificaban para inventarse un pasado y ascender socialmente

Sus abuelos eran unos campesinos pero, con el dinero suficiente y un escribano dispuesto a recibir un soborno, el nieto rehacía su pasado familiar en documentos oficiales y ya tenía lista una nueva genealogía para descender de la nobleza y ascender en la escala social. Era la época de los siglos XVI, XVII y XVIII, en la que el sistema miraba para otro lado y consentía este fraude muy extendido en documentos públicos que adaptaban la realidad a la apariencia que se quería dar socialmente.

El catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Córdoba, Enrique Soria, ha investigado y conoce bien estas prácticas que eran “un fenómeno global” en aquella época en la que, por un lado, “hay un enorme ascenso social a través del dinero o por servicios a la Corona” pero, por otro lado, “dado el sistema imperante, hay gente apestada, discriminada legal y oficialmente como los de origen judío, los judíoconversos” que no podían aspirar nunca a ese ascenso social.

Era sobre todo en esos casos cuando esa práctica habitual -sobre la que Soria ha pronunciado este jueves la conferencia Fraude en el archivo. Falsificación de documentos y ascenso social en la España Moderna en el Archivo Histórico Provincial- se llevaba a cabo. Y para ello, hacía falta tanto el dinero de quien quería inventarse un pasado falsificando documentos de su familia como también la disposición del escribano -el notario de entonces- que se dejaba sobornar por hacer documentos falsos. “Tan corrupto era el escribano como el que lo corrompía. Y había cantidad de escribanos que se dedicaban a esto”, cuenta Soria.

“Era el mecanismo que tenía el sistema para ocultar el pasado”, eso sí, “siempre que no se alardeara luego de ello sino que se mantuviera oculto”. Y así, este investigador pone saca a la luz legajos de Lucena o Baena -en el caso de la provincia cordobesa- pero también de Jaén y Granada, para explicar la extensión de esta práctica fraudulenta que trataba de inventar pasados nobiliarios, una auténtica limpieza de sangre de cara a la escala social.

En su investigación se ha topado con algunos casos de documentos falsos “muy burdos, mal hechos” pero otros que estaban realizados con tal perfección que es muy complicado saber que no son verdaderos, auténticos maestros de la simulación: “Algunos escribanos metían el papel en estiércol para que adquiriera un color más oscuro, pareciendo así que era mucho más antiguo”. Ejemplos de las prácticas de quienes hacían en el presente un documento que quería aparentar ser de uno o dos siglos atrás.

Sin embargo, en la mayoría de los casos, la investigación sobre estos documentos ha detectado su falsedad en detalles que escapaban a la 'profesionalidad' de los falsificadores, como el dibujo de la letra de la época que querían simular o en la incongruencia de los datos que contenían los propios legajos, detalles que ahora sirven para explicar esa parte oculta de la historia.

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