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Rosauro Varo: “Vamos tan acelerados que ni siquiera nos paramos a pensar”

El médico y escritor Rosauro Varo | TONI BLANCO

Juan Velasco

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El médico, cooperante internacional y escritor Rosauro Varo (Córdoba, 1982) ha vuelto a Córdoba por Navidad y lo ha hecho con un libro debajo del brazo. Plagio (Ediciones En Huida) es un libro que retrata los recovecos mentales de un personaje repulsivo pero que habita en todos nosotros, ese monstruo machista, racista y misógino que te sorprende cuando lees una noticia en el periódico y que navega perdido entre toneladas de (des)información en código binario.

Escrita a madrugones desde Mozambique, donde ha estado trabajando en un proyecto de cooperación sanitaria, la novela, el segundo libro que lleva su nombre, ve la luz mientras Varo termina un máster de Creación Literaria en Barcelona, y al mismo tiempo que la voz de miles de personas machistas, racistas y misóginas se ha escuchado bien alta mediante el voto en Andalucía.

No obstante, el médico y escritor rechaza cualquier parecido con la realidad política en su novela, concebida como un “alarido” escrito en lenguaje de Twitter y que cada lector deberá descomponer en soledad, si es capaz de empatizar con el fuero interno de un personaje sin nombre, sin origen y sin futuro. Sin nada más que un presente borroso.

PREGUNTA. Plagio es técnicamente tu primera novela, porque el anterior, El embudo, era un libro de relatos. Lo que no es, en ningún caso, es una novela al uso.

RESPUESTA. Creo que es una buena pregunta que es complicada de responder. Yo diría que sí es una primera novela, si bien es verdad que no es una novela que tenga una estructura habitual. No tiene una introducción, desarrollo y desenlace. De hecho, está estructurada en cien capítulos cortos. No obstante, si entra en lo que es narrativa de ficción. Yo diría que fundamentalmente este libro es la construcción de un personaje a través del lenguaje y del collage de noticias, de literatura y de música. Yo diría que todo lo que nos invade ahora mismo en nuestra vida diaria es cómo nos construimos todos.

P. Has usado para ello un lenguaje seco, directo, de frases cortas. ¿Es lo que te pedía la propia construcción, un pensamiento a brochazos?

R. Creo que había dos cosas que tenía que tener este personaje. Primero, una voz en primera persona. No habría sido posible crearlo en una tercera persona. No obstante, no quería que fuera un personaje reflexivo. Ahora estamos en un mundo en el que es complicado con tanto ruido llegar a esos momentos de reflexión. A todos nos cuesta. Y segundo, la frase corta, que va bien con esa mentalidad. Con ese ir soltando vómitos, eructos... Un grito de espanto. Un grito que a veces puede parecer de agresión al otro pero que es también de auxilio al otro.

P. De hecho, ya en las primeras páginas ya advierte al lector de que está “casi seguro” de que está viviendo. Pero ni siquiera tiene esa certeza. Es un existencialismo muy de estos tiempos en los que no hay pausa para analizar qué o cómo estamos viviendo.

R. Estoy totalmente de acuerdo contigo. De hecho en el libro eso está todo el rato en el aire, porque mezcla una hiperrealidad con un mundo onírico. Me parecía que eso era importante. Por eso el personaje no tiene nombre. Por eso no hay una descripción física. Por eso no se dice de donde es. Todo eso lo dejo en un ambiente un poco etéreo.

P. El mundo del personaje es una mezcla entre el de los personajes de Albert Camus y el del protagonista insomne de la película El Maquinista.

R. Ese existencialismo de Albert Camus está ahí. Pero como referencia a nivel de lenguaje y de sentimiento, está el Louis-Ferdinand Céline de Viaje al fin de la noche. Salvando las distancias, porque uno aspira a lo que no puede llegar.

P. Por las referencias a Camus y Céline, y a dos libros que transcurren en África, me lleva a tu labor como cooperante. No sé si lo has escrito en tus últimas estancias en Mozambique y República Centroafricana. ¿Cómo ha fluido la literatura entre tu trabajo sanitario?

R. Pues fundamentalmente, se ha cohesionado y ha tomado una parte vital en mi vida. En un momento de mucho trabajo y de mucho estrés y mucha presión, en el he estado trabajando fuerte a nivel clínico como a nivel de investigación, de repente el libro fue uno de los pilares de mi vida allí. Me lo he tomado como una diversión, como un divertimento, pero también como un reto vital.

P. No obstante, el libro da una visión muy occidental del mundo.

R. Sí, forma parte de este género que ahora se llama autoficción. No es la base, pero hay algunas pinceladas de lo que he vivido. Creo que eso es inevitable. Respecto a lo la visión occidental, cuando hablo de plagio hablo de un personaje arquetípico de nuestra generación, lo que hoy se llama un milenial. Además, habla un hombre blanco y occidental, como si de eso no se hubiera hablado ya, ¿no? (se ríe). Y es verdad que se ha hablado mucho, pero también que me interesaba ver el agotamiento de ese tipo de persona.

P. Ese tipo de persona se ha reivindicado justo ahora en Andalucía a través del voto. Está pidiendo su voz por todos los medios posibles.

R. Claro. Estamos en un momento en un cambio de sistema en el que el género, la raza, incluso la edad, está un poco modificando el sistema de valores. Y un tipo de persona, como podríamos ser tú y yo, está todavía aturdido porque no sabe lo que le está pasando. Sobre este libro se habla sobre si podría ser un libro de política de izquierdas o que el personaje podría ser lo que se llama hoy un hater de derechas, pero yo creo que tiene todo eso. Sería difícil verle la ideología al personaje. Lo que sí hay es un alarido de espanto.

P. ¿Cómo han encajado tus familiares y amigos este alarido de espanto por parte de alguien que puede causar tanta repulsa?

R. El problema que tengo es que, cuando me enfrento a la literatura o los libros, no me interesan las buenas personas (se ríe). Cuando veo una película, cuando leo un libro, no me interesa precisamente esto. Estos días me ha llamado dos o tres veces mi hermana y me ha dicho “cielo santo, pero ¿eso dónde se te ha ocurrido?”. Es curioso, porque al principio yo creía que eso le iba a costar leerlo más a gente que me conociera. Pero ahora que dejas el libro, hay gente que no me conoce y que puede pensar que yo soy esa persona. Es un riesgo que estoy dispuesto a correr. Porque el tío es misógino, racista y xenófobo.

P. Recuerda al personaje de Travis en Taxi Driver, una película que resulta difícil de ubicar ideológicamente a izquierdas o a derechas, y que también es un estudio de personaje sobre un arquetipo repulsivo.

R. En realidad, no me interesaba hacer una denuncia social. No quiero hacer una crítica al sistema. Quiero que este hombre, ante las cosas que le vayan afectando vaya reaccionando de manera humana, a veces incluso grotesca. Ideológicamente va a ser difícil posicionarlo. Y eso también me interesaba. Yo cuando me enfrento a la literatura, no me interesa que la manifestación artística sea una denuncia política. Creo que hay otros cauces, que ya he usado otras veces. Esto me interesa más como creación artística que como reflexión política.

P. Hoy, precisamente, la reflexión política está acotada casi a las redes sociales. Tú has huido de eso y has decidido volcar las reflexiones en un libro. ¿Ha sido una forma de huir del plagio?

R. Salgo pero entro. Una de las cosas que más me interesa es la dificultad de comunicación que tenemos entre nosotros. Y como, delante de un ordenador, delante de alguien que no sabe quién es, se permite unas licencias que no te permites en el contacto diario y que no te permites en la comunicación con los demás. Y el libro tiene de alguna manera un tono de Twitter, trasladado aquí, concentrado en doscientas páginas. Es un riesgo que he corrido porque puede resultar insoportable. Si sigues, el tipo te va a meter en este vocabulario todo el rato.

P. Y ello a pesar de que la comunicación en redes permite la pausa para la reflexión. Hemos perdido capacidad comunicativa en el tú a tú, pero hemos ganado capacidad comunicativa en la comunicación 2.0.

R. Sí, pero no sé como lo ves tú, pero la gente incluso cuando comenta una noticia de un periódico, lo hace como ¡pum! rapidísimo. No se toma ni ese momento. Vamos tan acelerados que ni siquiera nos paramos a pensar. Este personaje está muy nervioso. Pero es que yo creo que nosotros también estamos así.

P. Precisamente, ahora estás viviendo en Barcelona, que puede ser uno de los puntos más calientes en lo que a intoxicación informativa se refiere.

R. Pues esto viene a ratificar un poco lo que yo veo. En el día a día no influye tanto. La gente no tiene ganas de ese tipo de cosas. Tiene ganas de vivir con cierta normalidad. Pero después, pones la televisión, la radio y la prensa, la gente se inunda y es ahí donde lo transmite. Pero en el día a día no lo notas mucho. Afortunadamente.

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