Javier Gallego: “Lo rebelde ahora es ser retrógrado, volver a los valores del abuelo”
Javier Gallego se dejó engañar el pasado jueves para acabar la noche de fiesta en el Jazz Café de Córdoba, un garito que, bien mirado, es una metáfora perfecta de lo que es Carne Cruda, la república independiente de la radio que dirige este periodista, poeta y escritor: un sitio que sabes que siempre está ahí para acoger a la disidencia. Eso sí, Gallego aparece el viernes por la mañana oculto tras las gafas de sol y pidiendo perdón si sus “dos neuronas” no están ágiles.
Aunque su cerebro no tarda en acompasarse a la conversación y acaba embutiéndola de su reconocible discurso: verborréico pero reflexivo, seductor pero crudo. El periodista había llegado a Córdoba con La caída del imperio (Random House), su primera novela, sobre la que, a estas alturas, ya ha dado decenas de entrevistas.
A saber: es un libro que (no) va del 15M, escrito con su habitual torrente de ideas, mucho más conectado con su poesía que con su faceta de comunicador y periodista. Y una disección también de la juventud que se niega a dejar de ser joven. Entre otras cosas -dice-, porque ser joven es todo cuánto le ofrece la sociedad a la juventud.
Hemos sido 'piterpanes' porque no nos han dado otras posibilidades
PREGUNTA. Pablo García Casado, que debutó como novelista hace poco, también madurito, me dijo que en la novela hay más campo para equivocarse, pero también se notan menos los errores.
RESPUESTA. Se notan menos, se notan menos. Me lo dijo ayer. Es mi primera novela, fíjate, con cincuenta años casi. Siempre me queda el consuelo de que creo que Saramago, aunque había escrito algunas, publicó su primera con 44. Y yo esta más o menos calculo que fueron ocho años de escritura y uno de edición final. Desde que empiezo hasta que se publica han pasado diez años.
P. ¿Con la poesía te tomas tanto tiempo?
R. No, con la poesía soy mucho más rápido, también porque es una actividad que se puede hacer de manera más intermitente. Como no es una historia que continúa, sino que tú vas acumulando poemas, aunque sean en torno a una temática, puedes escribir de manera más discontinua. La novela requiere una atención, casi una obsesión, constante. El problema que he tenido yo es que, como me requiere mucha atención mi trabajo periodístico y me absorbe muchísimo tiempo, compaginar ambas tareas no ha sido fácil. Y, además, no me lo he puesto fácil porque escribo una novela coral, larga, compleja, polifónica, experimental en el estilo. Mi editor de poesía, me dijo: “La primera, Javier, cortita y sencilla”. Y no le hice caso.
P. Y con un tema que, además, has tratado ampliamente como periodista.
R. Quien se espere un artículo, un ensayo o una novela en torno al 15M se sentirá decepcionado. Esto es una novela en torno a un grupo de amigos en un momento de crisis personal que coincide con la crisis social, política, con la crisis de modelo, de un sistema, de unos valores. Yo quería situar el fin de fiesta de la juventud de estos personajes con el fin de fiesta de la joven democracia española porque me parecía que esa confrontación daba lugar a muchos temas interesantes.
P. Y una resaca en la que todavía seguimos.
R. Es un contexto social que sigue siendo el de hoy, o muy parecido, de precariedad, falta de horizonte, angustia, ansiedad vital para los jóvenes. Porque, en realidad, lo que yo quería hacer es una novela de juventud. Una novela generacional, pero que valga para cualquier generación. Porque, al final, todas las generaciones se definen más o menos por lo mismo: el desencanto ante el mundo recibido, que generalmente suele generar una revolución, una rebeldía, una contestación. El joven, al final, lo que acaba es matando el mundo de sus padres, y luego intenta construir un mundo nuevo. Y yo coloqué la novela, muy precisamente, antes del 15M, porque yo no quería hacer una novela del 15M. Yo quería hacer una novela sobre la juventud en crisis. Y el 15M puede ser una catarsis para esa crisis.
De hecho, para mi generación y para las generaciones que vivimos el 15M, que fueron varias, sí que fue catártico. Porque, después de que se desmoronasen todas las certidumbres, tener algo hacia lo que caminar fue, creo, el episodio fundacional de varias generaciones. Creo, además, que el problema que tienen las generaciones actuales de jóvenes es que ni siquiera han tenido un horizonte de posibilidades. Han nacido con el futuro clausurado. Entonces, están ante un callejón sin salida y les ofrecen un pasado que no conocen y que les idealizan. Y está habiendo ahora una reacción en los jóvenes. Lo rebelde ahora es ser retrógrado, volver a los valores del abuelo.
P. Totalmente. Porque, si no tienes futuro y el pasado no te representa, lo único que te queda es vivir el presente.
R. Evidentemente, cuando la realidad que te ofrecen ahí fuera es inhabitable, tienes que habitar tu propia realidad. Y lo que hacen estos personajes es escapar de esa realidad a través del hedonismo, a través de las drogas, la fiesta, la música, que en parte tiene, por supuesto, carácter de huida, pero también es una contestación a lo que hay. Es a través de la música como conectamos con nuestras propias sensaciones. Tiene una parte de huida, pero también tiene una parte de encuentro con uno mismo y con el colectivo. Y, de hecho, yo lo viví un poco así. Ahí me encontraba con mi gente y me encontraba conmigo mismo. Y creo que era más yo las noches de fiesta. Y también ahí se iba fraguando una conversación en torno al malestar que teníamos todos.
P. Porque es comunitario. Prácticamente una de las últimas fronteras que queda de lo comunitario en la juventud son los garitos, las salidas, los botellones. El resto de la vida transcurre en un teléfono, en una casa, en una clase, en un pupitre sin poder hablar y vigilados, pero ahí no.
R. Absolutamente. El sistema ha provocado un repliegue individualista del “sálvese quien pueda”, incluso del “pisa la cabeza al de al lado si tienes que hacerlo para sobrevivir”. Y precisamente lo que ocurrió en un momento como aquel es que hubo un repliegue hacia lo colectivo, hacia el nosotros. Y yo quería hacer una novela sobre el nosotros. Lo único que nos va a salvar es la colectividad, es juntarnos. Al final estamos siendo colonizados por un turismo salvaje, con la venta del espacio público y la iniciativa privada. No tenemos sitios donde reunirnos, no tenemos sitios donde estar. De hecho, lo que hizo el 15M fue recuperar el espacio público, es decir, tomar la plaza, antes de tomar la palabra. Y de lo que habla la novela, sin hablar del 15M, sí que es de dónde nos podemos refugiar. ¿Cuál es nuestro sitio que todavía no nos han arrebatado? Pues son esos garitos. Y es la noche. La noche es nuestro sitio. Además, la noche yo creo que también hay que reivindicarla como un lugar de transgresión, de insumisión, de creatividad. Aparte de que ocurren cosas muy divertidas, los personajes más excéntricos están muchas veces en la noche. La libertad más extrema está en la noche, no en lo que vende Ayuso.
P. Nadie podrá acusarte de nostálgico, porque estás escribiendo durante ocho años o nueve años, como me acabas de decir. La novela se escribe al mismo tiempo, aunque se publique diez años después.
R. Sí, yo no quería hacer una novela nostálgica. Sí que hay algo de melancolía en los personajes, que no es lo mismo que nostalgia, porque están perdiendo la juventud. Y yo, de hecho, mientras la iba escribiendo, ya me iba haciendo una persona mayor. O sea, yo ya no puedo llamarme joven por mucho que lo intente.
P. ¿Hemos sido jóvenes por encima de nuestras posibilidades?
R. Hemos sido jóvenes por encima de nuestras posibilidades. También hemos sido jóvenes porque no nos han dado otras posibilidades. Ahí yo creo que uno de los temas centrales de la novela es que es una generación Peter Pan por obligación. Los personajes de esta novela, que son transgresores, que intentan vivir en los márgenes, a contracorriente, creo que, aparte de ser Peter Panes por obligación, son Peter Punkis, digo yo, por devoción, o sea, por vocación. Por decir: Si no nos dejáis salir hacernos mayores, y además lo que nos ofrecéis para hacernos mayores no nos interesa, vamos a habitar esta eterna juventud de una manera mucho más militante. ¿Para qué? ¿Hacernos mayores en un mundo en el que no vamos a tener más que precariedad, no tenemos acceso a la vivienda, no tenemos un futuro claro, vamos a estar viviendo siempre en el alero, siempre en un equilibrio precario?
Porque lo que le pasa a esta generación y les está pasando a las generaciones anteriores, y ha pasado a cualquier generación de jóvenes en crisis, es que se reducen tanto las posibilidades que ya no tienes elección. O sea que te limitas a sobrevivir, y estos personajes luchan denodadamente en un mundo en ruinas por atravesar ese mundo manteniéndose todavía fieles a sí mismos. Y lo hacen a través del grupo. Y yo creo que esa es una lucha que tenemos todos, individual y colectivamente, de mantenernos fieles a lo que pensamos. Por supuesto, con una mente abierta que tiene que moldearse, porque yo creo en la evolución del pensamiento. Lo que no creo es en la involución del pensamiento. Que hay mucha gente que, cuando se hace mayor, de repente pasan de ser progresistas a ser reaccionarios.
El icono de esta época es el Joker, un ‘incel’ que quiere matar a todo el mundo
P. Y además te lo venden como si fuera un paso normal, es parte del sistema, inoculado de la idea de que a medida que te haces mayor, si tú quieres conservar, te vuelves conservador, solamente por tus posesiones, ¿no?
R. Claro, y en realidad te vuelves es un privilegiado. Y encima tienes la prepotencia de decir que los que se mantienen en sus ideas originales son unos ingenuos...
P. Eso es muy interesante también, porque es la gran paradoja, ¿no? Intentamos no envejecer, pero al mismo tiempo, a nivel mental, nos volvemos viejos antes. O sea, ya hay chavales con 22 o 23 años que tienen ideas ultraconservadoras... Y son totalmente escépticos, o sea, ni siquiera han tenido esa luz del idealismo que tuvo nuestra generación.
R. Absolutamente de acuerdo con el diagnóstico, pero la culpa no es de ellos. La culpa es de un sistema que no les ha dado ideales y no les ha dado capacidad para imaginar. O sea, estamos perdiendo, creo que por muchas razones. Una de ellas es porque no tienen un futuro que imaginar, o sea, no ven las posibilidades. Otro, como tú bien decías, la pantalla, creo que la imagen está matando la imaginación. Yo siempre pongo la imagen de que esta juventud ha pasado los mejores años encerrada entre cuatro paredes por una pandemia. Pandemia provocada por un sistema, no ha sido un fenómeno natural, no ha sido lluvia. Y esta gente lo que ha visto es la pared enfrente. Y eso es una imagen que representa muy bien cómo está encerrada esta juventud. O sea, primero está encerrada en las cuatro paredes de la pantalla y en las cuatro paredes de la pantalla. Y ahí es muy difícil tener imaginación. Sobre todo si no has tenido una referencia previa. Porque nuestras generaciones sí tuvieron imaginarios. Y creo que ellos no han tenido imaginarios. Y de hecho, eso está llevando a o la indiferencia o la apatía. Y es una apatía muy nihilista, muy destructiva, muy autodestructiva, te diría. O sea, el icono de esta época es el Joker. Y el Joker solo quiere romperlo todo, matar a todos. Y que ha sido un tipo al que han acosado, o sea, es un tipo herido, es una víctima, es un incel. Y fíjate, lo vemos en todos estos seguidores de Llados, etc. El icono de esta generación, de estas generaciones, es un incel que se dedica a matar a todo el mundo.
P. Claro, es interesante también que la novela se sitúa justo antes de lo que yo llamo el monopolio mental de Instagram. Yo no sé si el 15M hoy sería posible. Es muy fácil ahora para cierta juventud pensar que compartir un story hecho por inteligencia artificial es reivindicativo.
R. Ya tuvimos el debate sobre la revolución del click, sobre el activismo de sofá. Que ya existió con las generaciones anteriores. Bueno, firma una petición en Change.org, yo ya he cumplido, o le da un like a este tweet sobre la manifestación.
P. Yo hablo más de Instagram porque Instagram y TikTok tienen otra cosa que está ya más o menos demostrada, aunque todavía hay voces que discrepan, que es el tema de la dopamina, que es mucho más adictivo. Facebook y en Twitter considero yo eran redes sociales, en la época en la que está ambientada la novela, en las que, en el fondo, tú exponías tu intelecto. Ahora no, en los últimos 10 años el intelecto en Instagram y en TikTok no existe. Lo que existe es otra cosa.
R. Yo quiero creer que siempre es posible la revolución, aunque por supuesto hay momentos de reacción y de involución. Sí es cierto lo que estás diciendo y tengo la sensación de que ahora tenemos tanto la distopía como la revolución, es decir, la contestación a esa distopía en Netflix. La distopía ya es un contenido. Y entonces tengo la sensación de que ya nos quedamos como que ya hemos cumplido, ya sabemos que el mundo es un desastre, porque lo estamos viendo en la plataforma de televisión y tenemos la película revolucionaria de gente que intenta sobrevivir, de The last of us hasta lo que quieras. Eso puede ser un poco, sí, una forma de desactivar la bomba. O sea, creo que las pantallas están desactivando mucha movilización, aunque las pantallas han servido en algún momento para movilizar. Acordémonos que Facebook fue la que permitió las Primaveras Árabes y también aquí se organizó mucho a través de Twitter y Facebook, y en los Occupy, etcétera.
P. Sí, aunque yo lo que creo es que, ese modelo ha cambiado y los gerifaltes de Silicon Valley entendieron que lo interesante es cargarte la movilización a base de dopamina.
R. Absolutamente, o sea, es generar una adicción. O sea, que no puedas sacar la vista del teléfono. Y, de hecho, todos los mecanismos están estratégicamente creados para eso, desde el escribiendo en el WhatsApp, que se hace para que te quedes esperando esa respuesta. Pero también creo, como le pasó a los gerifaltes de Silicon Valley, que sacaron a sus hijos de las redes, que puede que haya un movimiento y habrá movimientos de salirse de las redes.
P. Attention Rebellion. No sé si a España ha llegado, pero ya existe ese movimiento.
R. Yo creo que la humanidad es muy compleja, es muy grande. Yo también veo que, a través de las redes sociales, los jóvenes de ahora están muy informados y también algunos tienen la mente muy abierta, igual que algunos tienen muy cerrada, porque han recibido mucha intoxicación. No es mi intención, ya te digo, decir que los jóvenes están todos alienados.
P. Claro, es que no son sólo los jóvenes. Nosotros estamos igual, que cogemos el móvil y decimos: ¿qué estoy haciendo? ¿Que llevo aquí un rato y no sé ni qué buscaba?
R. Exacto. Que no he abierto un libro desde hace dos meses. Eso te puede pasar, amigo. Pero yo veo en gran parte de la juventud una apertura mental que no teníamos nosotros: respecto a la identidad sexual, respecto a las personas racializadas, a la migración, la sororidad, el feminismo… Es decir, están muchísimo más avanzados que nosotros. O sea, algunos tienen una conciencia política en determinados temas que nosotros tuvimos que aprender sobre la marcha. También ha habido muchos avances, que siempre nos ponemos en lo peor, pero también hay que mirar a veces a lo mejor. Y esta generación y las que han venido después han vivido materialmente peor que sus padres, pero ideológicamente son mejores que sus padres. Quiero decir, hay unas conquistas de derechos y libertades que precisamente están generando esa reacción en contra. O sea, como la gente sigue avanzando y siguen progresando en derechos, el sistema, que es conservador y que quiere conservar el privilegio y no quiere que los derechos se colectivicen, pues lo que hace es reaccionar. Lo que hemos visto precisamente es una reacción a todo lo que hubo en el ciclo de hace 10 años. Y todo, esto ya lo vimos en el siglo pasado: un capitalismo extremo lleva al fascismo. Y ahora, ese fascismo tiene armas de difusión masiva. Hoy, la propaganda la tiene unos sistemas de inoculación que no ha tenido la humanidad jamás.
P. De hecho, una de las cosas más llamativas es que en el 15M existía escepticismo, había desconfianza. Pero ahora eso ha mutado en conspiranoia directamente.
R. Sí, eso es muy interesante lo que acabas de decir. Porque yo creo que esa desconfianza sí puso en marcha el cerebro para pensar, para tener un pensamiento propio, un pensamiento crítico. Y ahora el pensamiento crítico es otro. Porque el conspiranoico es un pensador crítico, ¿eh? O sea, de hecho, cree que está opuesto al sistema. Lo que pasa es que le da la vuelta y acaba pensando que todo es una conspiración, que todo es una mentira. Si en el poder no se puede confiar, pues todo es mentira. Y es verdad lo que me cuenta no sé quién a través de no sé dónde. Y con las plataformas y las redes sociales, la conspiración tiene muchas más herramientas para armar ese relato conspiranoico.
Frente a todo eso, la única vacuna que tenemos es la información veraz, el buen periodismo. Y es tan difícil hacerlo. Primero, porque el periodismo lo tiene muy difícil a veces para hacerlo bien. Porque hay muchos intereses dentro del periodismo. O sea, los dueños del periodismo muchas veces no quieren que se haga periodismo. Y, al mismo tiempo, la mentira tiene las patas mucho más largas que la verdad, al contrario de lo que dice el refrán. Entonces, claro, vamos nosotros corriendo a pasitos mientras el otro va a zancadas. Una vez que se ha difundido un bulo, la posibilidad que tú tienes de desmentir eso y de que las personas que han recibido esa información falsa tengan la contrainformación es muy difícil. Es prácticamente imposible.
P. Siempre está el debate de si merece incluso la pena dedicar el esfuerzo a ello.
R. Hay un debate en torno a ello, que es que las propias plataformas tendrían que tener sistemas de verificación. Algunas los están teniendo, que cuando tú recibes una información sepas de dónde viene y te digan si esa información ha sido o no verificada. Porque lo que se está cargando las democracias es la desinformación. Y no podemos dejar que los bulos corran como corren ahora mismo con la excusa de que, si nos metemos a regular eso, atentaríamos contra la libertad de prensa y de expresión. Bueno, pero es que lo que va a ocurrir es que se va a acabar con la libertad de prensa y de expresión porque vamos a ir a sistemas autoritarios y totalitarios. Nadie dejaría que un médico que no tenga la formación te abra en canal y te toquetee el corazón. Pues aquí estás abriendo un canal y toqueteando el corazón de la democracia. Y si no haces algo para que la información sea veraz, para proteger esa información veraz, el buen periodismo, y perseguir el mal periodismo, la desinformación, acabará siendo la que penetre en el corazón de la democracia.
Lo que se está cargando las democracias es la desinformación
P. Yo siempre he dicho que todo el mundo es periodista y todo el mundo es entrenador de fútbol. Es una cosa que hemos vivido siempre. Pero ahora ya estamos en unos niveles que son insoportables.
R. Bueno, porque todo el mundo cree que tiene información. Porque tiene las redes sociales en su bolsillo, ¿no? Pues hay que decirlo: tú no tienes información, tú tienes un montón de datos que ni siquiera estás formado para colocarlos, claro. Un periodista dedica todas las horas de su trabajo a seleccionar, verificar, perseguir una información. Tú estás recibiendo datos inconexos, que también es como juega el sistema ahora a despistar. La teoría del shock hoy se está aplicando a través de los teléfonos móviles. O sea, te está llegando un bombardeo que te pone la cabeza loca, que no te deja pensar. Y, cuando te hace pensar, te da la vuelta y acabas en la conspiranoia, o acabas en la soberbia de pensar que estás informadísimo, que tú podrías ser un periodista porque tú tienes toda la información. Y mira, tú no tienes nada, o sea, tú estás en una vorágine en la que no sabes por dónde te están cayendo los golpes.
P. Ahora que hablamos de estar grogui, vamos a hablar de las drogas, ya que la novela las aborda de manera totalmente valiente.
R. Sí, yo quería retratar la noche y hacerlo con un estilo muy percusivo, muy acelerado. Reflejar la noche y reflejarla en toda su complejidad y con toda su sinceridad. Esta es una novela cruda y descarnada. Y eso ha sido para mí el gran reto, aparte de hablar de forma muy abierta de temas como el sexo, las drogas y algunos tabúes sociales, mi objetivo es que la novela fuera tan libre en espíritu como es la noche. Que la novela se contagiase de noche.
P. Y otro gran paradoja, es que, aunque algunos no quieran hablarlo abiertamente, las drogas también son un elemento comunitario. Aunque provoquen alienación o que mucha gente se aísle, lo cierto es que también tienen un componente comunitario que no se puede eludir.
R. Las drogas y no solo las drogas. Tenemos muchas drogas legalizadas que estamos tomando que son las que más alienación producen. Lo llamamos alcohol, que el alcohol es una droga. Y de hecho provoca una adicción que ha destruido muchísimas vidas. Hacemos una diferenciación entre lo que está bien y lo que está mal en función de lo que diga el código penal.
P. Ese es un ejemplo de la paradoja: La gente que en su casa se droga a solas con valium versus la gente que en la noche se droga en comunión.
R. Las drogas tienen sus peligros y tienen sus ventajas. Yo estaría muy a favor de la legalización de todo tipo de drogas y que seamos personas adultas. Y que además eso creo que acabaría con parte del narcotráfico y lo dicen muchos de los que llevan años investigándolo. La práctica nos demuestra que la persecución policial no acaba con las drogas. Pero, más allá de ese debate, las drogas no solo sirven para alienarnos. Al contrario, también creo que sirven para conectarnos, como bien decías. Y las drogas tienen un evidente peligro. Yo ni estoy a favor ni en contra. Cada uno tendrá que decidir. Esto no es una apología de las drogas. Esto simplemente cuenta que las drogas están ahí. Y que están normalizadísimas en el ambiente nocturno. Y que, de hecho, se han utilizado también para la creatividad, para la conexión grupal.
O sea, yo en ese sentido soy puramente liberal en cuanto a las drogas. Creo que eso es una decisión personal de cada uno. Porque además me parece muy hipócrita que el alcohol nos parezca una droga perfectamente social y no se entienda una reunión sin que alguien beba. Es que, de hecho, hay una cierta censura social a que no se beba. Yo recomiendo leer a Escotado y a todos los que han escrito sobre drogas.
P. Para terminar. ¿Te has vuelto más escéptico desde que empezaste a escribir la novela hasta ahora?
R. No. Yo creo que hay que ser crítico. ¿Escéptico? Estar de vuelta de todo es una actitud que no va conmigo. Yo siempre digo que soy un realista esperanzado. Yo veo las muchas fallas de la realidad, del sistema en el que vivimos, que me parece que va contra la vida y contra las personas, y me gustaría seguir haciendo todo lo posible por cambiarlo en las medida de mis posibilidades. Como diría Valmont, no puedo evitarlo.
La imagen está matando la imaginación
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