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'La guitarra. Alegoría sonora': Romero de Torres, atrapado entre dos siglos

Presentación de la exposición 'La guitarra. Alegoría sonora'

Juan Velasco

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Cuenta el comisario artístico Óscar Fernández que Julio Romero de Torres “siempre fue un raro y que por eso es tan fascinante”. Lo que muchos interpretan como anacrónico no es otra cosa que una decisión consciente por romper con la pintura predominante de su tiempo y, al mismo tiempo, llevar un paso más allá el arte costumbrista que le precedía.

De este diálogo entre siglos y de Romero de Torres como puente habla La guitarra. Alegoría sonora, una muestra que el Museo Julio Romero de Torres acoge hasta el 12 de octubre y que confronta la obra del pintor cordobés con cuadros, fotografías y litografías del siglo XIX, de las que recogió temáticas y espíritus, pero con un enfoque netamente distinto.

En todas estas obras, las suyas y las de otros artistas, la guitarra y la mujer ocupan un lugar especial. Y también en el espacio que ocupan hay sutiles o enormes diferencias, explicaba Fernández, que ha detallado que con esta muestra se ha buscado ahondar un poco en la iconografía de dos de los temas predilectos del pintor, y que ya estaban recogidos en el costumbrismo español del siglo XIX.

De esta época es el cuadro Escena de una venta, de Manuel Cabral (1855), cedido al Romero de Torres por el Thyssen de Málaga, y que muestra los clichés que luego popularizó el pintor cordobés, aunque desde una óptica totalmente distinta. En él se aprecia a una mujer guitarrista en el centro de una taberna, lejos de la iconografía de mujer fatal que posteriormente se extendió a partir de Carmen.

Este cuadro, al igual que Alegría de Córdoba, de Rafael Hidalgo (1892) y Día de Campo, de Rafael Romero Barros (1879) muestran los temas que tan bien realzó Romero de Torres, y dialogan con sus cuadros más famosos en la sala principal del museo que lleva su nombre.

También hay en la muestra una serie de fotografías de mediados del siglo XIX que muestran a mujeres tocando la guitarra (de J. Laurent, Ayola o Fernández) y una litografía de C. Leautier titulada Gitanos bailando en la corte. Junto a ellos, la guitarra del propio Julio Romero de Torres, un pintor que se encontró cómodo buscando su propia mirada en lo que muchos otros consideraron una anacronía.

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