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Juan Velasco

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Cuenta el catedrático Juan Miguel Moreno Calderón que cuando el maestro José Cubiles vio tocar por primera vez al pianista cordobés Rafael Orozco hizo un presagio que no tardó en cumplirse. “Este chico destronará a los rusos”, dijo entonces Cubiles. Unos años después, a la final del Concurso de Leeds (Inglaterra), uno de los más prestigiosos del mundo, llegaron dos rusos, un autriaco y un cordobés. Ganó el cordobés.

Aquel día del año 1966 comenzó a cimentarse la leyenda del pianista Rafael Orozco, del que en 2021 se cumplen 75 años de su nacimiento y, al mismo tiempo, 25 años de su fallecimiento. Entre su llegada y su salida de este escenario que es la vida, Orozco vivió una carrera meteórica hacia el estrellato del pianismo internacional, una época de recomposición y un resurgimiento que se vio truncado de forma prematura por el virus del Sida. Con el telón echado, sin embargo, su estatus cayó en un inmerecido olvido.

De ese olvido parece querer salir ahora Orozco. O más bien, parecen querer sacarlo. Y, como suele ocurrir, quiénes han puesto la aguja sobre los discos del pianista cordobés no han sido los sellos españoles, sino una discográfica francesa. Warner Francia, bajo su sello Erato, está reeditando en las plataformas digitales las grabaciones que Rafael Orozco hizo para EMI en Francia en Inglaterra en los últimos años sesenta y principios de los setenta. Lo último en salir, a finales de febrero, ha sido un doble CD con los Preludios y los Estudios de Chopin (grabados hace medio siglo) y que acaba de ganar el prestigioso premio Diapason d'Or a la mejor grabación discográfica.

Al mismo tiempo, tras años de vacío en la red (donde a menudo se confunde a Orozco con un cantante de vallenato de idéntico nombre pero mayor popularidad), cada vez más internautas del mundo están subiendo vídeos, grabaciones e interpretaciones del pianista. Entre ellos está Moreno Calderón, catedrático de piano y autor de la biografía Rafael Orozco. El piano vibrante (Almuzara, 2016), una de las figuras esenciales a la hora de dar a conocer a Orozco a las nuevas generaciones.

Parte de la historia del pianismo universal

Moreno Calderón, que también es el impulsor y del director artístico del prestigioso Festival Internacional de Piano Rafael Orozco, lleva años consagrando su tiempo a desvelar algunas de las claves que convirtieron a Orozco en “una figura que es parte de la historia del pianismo universal”. Más allá de su trayectoria, intachable, el catedrático destaca la fuerza de sus ejecuciones y su estilo, a menudo calificado de Rachmaninoviano. “Todo el mundo lo pone como un pianista volcánico, vehemente y expresivo. De estos que te levantan de la butaca”, afirma.

Con esta visión coincide el pianista Brenno Ambrosini, que no ahorra calificativos para definir a Orozco: “Además de ser uno de los más grandes pianistas a nivel mundial, sigue siendo el más grande pianista español de la historia”, afirma el concertista italiano, que conoció a su par cordobés en los últimos compases de su vida. Fue en el Concurso de Santander del año 1990, un concurso durísimo, según recuerda, y en el que vio por primera vez sobre el escenario a Orozco. “Me hundió en la silla”, recalca al rememorarlo.

Para Ambrosini, el mayor fuerte de Orozco eran las formas con las que transmitía el arte y la calidad del mensaje, así como la capacidad de transmitir “la visión arquitectónica y la monumentalidad” en conciertos grandes. “Es algo que ya no es común, porque ahora se tiende mucho al detalle y no a la construcción”, añade el concertista.

“Los pares de Orozco eran Vladimir Ashkenazi, Barenboim y Murray Perahia. Estaba en el top del piano”, asegura por su parte Moreno Calderón, quien afirma que, si en vez de morirse con 50 años, se hubiera muerto 20 o 30 años más tarde, “hoy estaríamos hablado de otra manera” de su figura.

Vitalismo hasta el final y una vida muy privada

Rafael Orozco murió de madrugada hace 25 años en Roma. Su muerte, aunque esperada por familiares y amigos, sorprendió por la crueldad con la que cercenó una carrera modélica en el mundo del piano. El Sida, aquella otra pandemia, puso fin a la vida del maestro, que siempre había llevado su homosexualidad de forma privada y que había confiado en vencer a la enfermedad hasta el último minuto.

Tanto es así que en enero de aquel año tenía previsto actuar en un concierto por su 50 cumpleaños. No pudo hacerlo y tuvo que reconocer que se estaba muriendo. Orozco llevaba convaleciente desde el año 1994, aunque había seguido tocando en los escenarios hasta el punto de ir en silla de ruedas hasta el piano. La última vez que tocó en Córdoba fue el 26 de octubre del año 1995 y ya se percibían claramente los estragos de la enfermedad en su cuerpo.

A pesar de la fuerza con la que el virus atacaba a su sistema, Moreno Calderón recuerda el vitalismo con el que encajaba la batalla. “Incluso en los momentos malos, asumió con naturalidad su destino. Su naturaleza era disfrutar de la vida y cuidar de sus amigos. Era una persona encantadora, totalmente modesta. Era el antidivo”, resume su biógrafo y amigo.

Ambrosini coincide con esta visión. “Cuando tuve la oportunidad de estar con él, no me enteré hasta después de que estaba enfermó. No me transmitió su enfermedad. Él lo que demostraba era una vitalidad absurda”, señala el intérprete italiano, que afirma que, aunque lo conoció en los últimos compases de su vida, Orozco siempre ha estado en su recuerdo. “Muchas veces le dedico una obra en su memoria en los conciertos”, relata el intérprete, que insiste en que escuchemos sus conciertos de Rachmáninov, pues constituyen “un hito en la historia del piano”.

Una deuda que el Ministerio de Cultura tiene que saldar

El nombre de Orozco tiene peso enorme en Córdoba. Está en el Conservatorio Superior de Música y en el Festival Internacional de Piano, uno de los más prestigiosos de España, creado en 2002, y por donde han pasado los nombres más importantes del pianismo internacional. Para Moreno Calderón, mantener viva esta cita y dimensionarla es “el mejor homenaje que podíamos brindar a Rafael y la mejor manera que tenemos de difundir desde Córdoba la memoria y el legado de este cordobés universal”.

El catedrático de piano recuerda, además, que Orozco sí gozó en vida del cariño de Córdoba. De hecho, desde que en 1986 le fue concedida la Medalla de Oro de la ciudad, sus actuaciones aquí se sucedieron con periodicidad anual. Además, en 1990 recibió un gran homenaje de la ciudad, en el que manifestó públicamente “que se sentía profeta en su tierra”. Sin embargo, este año, el Ayuntamiento de Córdoba ha olvidado celebrar un aniversario tan redondo y no ha programado ningún tipo de homenaje al pianista. No lo hizo en enero, en el 75 aniversario de su nacimiento, ni lo ha hecho ahora, cuando se han cumplido 25 años de su muerte.

En esta línea, tanto Moreno Calderón como Ambrosini también lamentan que el Ministerio de Cultura nunca llegara a concederle el Premio Nacional de Música. Ambrosini, de hecho, lamenta que a Orozco “no se le ha reconocido en vida, ni en su primera etapa, ni se le está dando hoy el justo peso ahora”. Ello a pesar de que, a su juicio, se dedica más tiempo a reivindicar “pianistas que valen una décima parte de lo que valía él”.

Moreno Calderón, por su parte, se limita a desear que España aproveche los últimos movimientos discográficos y comience a reivindicar su figura. “Es un hecho objetivo que Rafael Orozco, junto a Alicia de la Rocha, son los pianistas más sobresalientes que ha dado España a la historia del piano”, concluye.

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