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Tratar a menores autistas en unos columpios o cómo humanizar la atención sanitaria

El enfermero Jorge Padilla realiza la valoración de un menor con espectro autista en unos columpios

Carmen Reina

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Jorge Padilla es enfermero gestor de casos en Fuente Palmera (Córdoba). Él se ocupa, entre otras cosas, de valorar la situación de menores con trastorno del espectro autista y, hace unos días, realizaba una de estas valoraciones con un niño en un parque con columpios. Buscaba el mejor entorno posible para que el menor se sintiera tranquilo y en la mejor disposición para poder diagnosticar con acierto la situación del paciente y las necesidades que el servicio de Salud debe atender.

Como el ejemplo de la atención en los columpios de un parque infantil, este enfermero también realiza su trabajo con otros menores autistas dando un paseo por el campo o desplazándose a un Centro de Atención Temprana donde el paciente suele acudir. Se trata de adaptar la atención sanitaria a las necesidades de cada paciente y buscar el mejor entorno para hacerlo.

Estos ejemplos -cuenta Jorge Padilla a Cordópolis-, forman parte del Plan de Humanización puesto en marcha por la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía y que se lleva a cabo con casos como estos en el distrito sanitario de Córdoba y Guadalquivir. “A los niños autistas les cuesta ir a la consulta, se trata de adaptar la atención allí, por ejemplo, en un horario preferente libre de ruidos que les alteren y, si es necesario, se busca otro entorno, en el que estén más tranquilos”.

Los padres del menor atendido en los columpios del parque fueron quienes comunicaron al enfermero que allí “se sentía más seguro, tranquilo”, en otro caso la familia señaló que los paseos por el campo, al aire libre, eran el mejor entorno. Y allí que se fue Padilla. A la cita con el enfermero acude, además de los menores, su entorno familiar -padres y hermanos-, para tratar de conocer cómo se desenvuelve con ellos y valorar su comportamiento en las mejores condiciones.

Valoración adaptada al menor

“Se hace una valoración del paciente y de su entorno, su estructura familiar. Valorar al niño fuera del domicilio permite que no se haga con las costumbres adquiridas en su casa y ver así cómo interactúa” con sus hermanos, con sus padres, explica este especialista.

Con su bata, una tablet y un cuaderno, el enfermero anota todo lo necesario mientras observa el comportamiento del menor autista, su interacción familiar... “Todos los datos necesarios para realizar la valoración de su estado con la que establecer los recursos para atenderle, ya sean desde Salud o Servicios Sociales”, indica.

Con este tipo de prácticas en entornos seguros para el paciente se consigue distintos objetivos, entre los que Padilla destaca conocer la capacidad de comunicación del menor autista con su familia y también con extraños como el propio enfermero, además de ver su capacidad motora y evaluar su interacción.

Allí no está en el centro de salud, “no hay ruidos, no realiza manías aprendidas en el domicilio... Incluso, estando tranquilo, conseguimos que el niño nos acompañe a la consulta y aprenda que no es malo, que en ese lugar se puede ir para, por ejemplo, pintar”, explica sobre su experiencia con estos pacientes.

“Intentamos establecer una estrategia de salud individual, adaptada, a los niños, a cada persona”, resume Padilla sobre su trabajo. Una tarea que no solo aborda las patologías del espectro autista, sino que también se extiende a pacientes con deterioros cognitivos. Su atención “se individualiza, para ser una ayuda para las familias que soportan esa carga, buscar los recursos necesarios y, en definitiva, también cuidar a los cuidadores”.

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