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Así se pondrá en pie el coloso de Amenhotep III miles de años después

Marina Esteve, con parte del equipo egipcio, ante una pieza del coloso de Amenhotep III

Aristóteles Moreno

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La reconstrucción del coloso de Amenhotep III es un desafío sin precedentes. Primero, por el tamaño descomunal de la estatua del faraón. Luego, por el peso desorbitado de algunos fragmentos. Y, finalmente, por la extrema dificultad que representa volver a poner en pie un puzzle que lleva esparcido en el suelo cientos de años. Quizás miles. Hoy por hoy solo está en su ubicación originaria la base y los pies del coloso. Solo ese bloque de piedra pesa 120 toneladas. Quiere decirse que para moverlo y restaurarlo se van a necesitar dos grúas gigantes.

Todas las demás piezas se encuentran diseminadas en los alrededores. Todas no. Muchas se habrán perdido para siempre y no será posible recuperarlas. Esa es la labor que el equipo científico de la Universidad de Córdoba lleva haciendo desde septiembre pasado. Ya han localizado, numerado y clasificado varios cientos. Casi el triple de las inicialmente previstas. Las piezas que falten serán fabricadas con morteros naturales como los usados por los faraones hace 3.300 años.

Todo ese material de piedra se va organizando por grupos. Cuando comenzaron los trabajos en Karnak, había localizados tres fragmentos del cinturón del faraón. Ahora ya disponen de siete. Entonces, no había ninguna pieza de las piernas. Y han aparecido varios bloques, que ya se están agrupando. Han identificado trozos de la barriga, la cabeza y los brazos. Uno de ellos, el izquierdo, está entero. Unos siete metros y medio de largo. Del derecho, tienen la mano, parte de la muñeca y del hombro. Un fragmento de la mano alcanza los dos metros. Poco a poco, el puzzle se va recomponiendo, gracias al trabajo tenaz y disciplinado que coordina el grupo de investigación Oriens.

Mover cada trozo del coloso no es una broma. Hablamos de bloques enormemente pesados, que exigen el concurso de una grúa industrial de nada menos que 45 toneladas. Una maquinaria de precisión que permite pesar simultáneamente cada piedra que levanta. Toda esta gigantesca operación cuenta con un batallón de 150 obreros, más un equipo de 15 técnicos egipcios con larga experiencia en restaurar yacimientos faraónicos. El grupo científico español está compuesto por 18 profesionales, entre los que están incluidos tres egiptólogas, un ingeniero, un arquitecto, dos epigrafistas, una fotógrafa, tres documentalistas, un geólogo y un equipo de restauración.

Al frente del proyecto se encuentra la doctora y egiptóloga Marina Esteve, asistida en labores de codirección por Isabel Plumed. Con apenas 31 años de edad, ya acumula un solvente expediente profesional. Esta será su décima campaña en Luxor, en cuyo fabuloso tesoro faraónico lleva trabajando desde 2014 en misiones arqueológicas estadounidenses y españolas. Ha sido esa acreditada experiencia la que ha valorado el Ministerio de Antigüedades egipcio para encargarle este, y nunca mejor dicho, faraónico proyecto. Esteve es la española más joven en dirigir una concesión arqueológica en Egipto. La mayor parte de los responsables de misiones extranjeras son profesionales de largo recorrido y unas cuantas décadas en el carné de identidad.

“Pedro [Marfil], Isabel [Plumed] y yo llevábamos mucho tiempo buscando un proyecto en Egipto para la Universidad de Córdoba”, asegura Marina Esteve en conversación telefónica con Cordópolis desde Luxor. “En un principio, pensamos en una tumba. Pero nos ofrecieron la reconstrucción de Amenhotep III. El secretario de Antigüedades de Egipto buscaba a alguien que estuviera lo suficientemente loco como para coger algo así. Entonces formamos un comité entre la codirectora, Pedro y yo. Lo estudiamos en 2022 y vimos claro que era un reto posible”, explica.

El equipo científico cordobés tiene oficialmente la concesión desde el pasado mes de marzo. “Y lo que hemos hecho en septiembre ha sido documentar todos los bloques. Numerarlos, estudiar de qué parte del coloso pueden ser, fotografiarlos, producir un 3D, dibujarlos y tomarles medidas, mientras el equipo de restauración iba ensamblando piezas”. En los próximos meses excavarán frente al pilono y buscarán nuevos bloques de Amenhotep III. Algunos fueron reutilizados por familias para la edificación de viviendas que se construyeron tiempo atrás en el interior de Karnak. De hecho, junto a las letrinas, se pueden observar en la pared algunos jeroglíficos. El proyecto que dirige Esteve incluye la recuperación de todo ese material originario.

Para ensamblar en el aire todos los bloques, se levantará una armadura de hierro con vigas que atravesarán el coloso y se anclará a la fundación de la base. Detrás de la estatua se encuentra el pilono, que es la fachada que flanquea la entrada al templo. La operación, por lo tanto, exige la máxima precaución. “Hay que eliminar la posibilidad de que el coloso pudiera vencerse hacia atrás”, explica la codirectora del proyecto. La estatua tendrá 25 metros de altura, equivalente a un edificio de siete plantas. Y su aspecto final será homogéneo, aunque las piezas originales se podrán distinguir de las réplicas.

Aún hoy se desconocen las razones por las que el coloso de Amenhotep III se vino abajo y sus bloques quedaron esparcidos por el suelo. Algunas hipótesis atribuyen a un terremoto la causa de su destrucción. Otras indican que fue desmontado para enterrarlo en las arenas del templo, que es una práctica habitual. “Hay investigadores que dicen que con el terremoto el coloso osciló hacia adelante y se cayó. Y eso no puede ser porque las esfinges están intactas. Otros dicen que se inclinó hacia atrás, pero hubiera echado abajo el pilono”, argumenta Esteve.

Esa es una de las incógnitas que también se despejarán en el proyecto que dirige Marina Esteve. Un estudio detallado descifrará si los bloques fueron desmontados por la mano del hombre o sencillamente se desvanecieron por causas externas. “Eso será parte de una publicación futura, porque ahora, sinceramente, no tenemos una idea muy clara”. Tampoco se sabe todavía si el coloso fue levantado a principios del reinado de Amenhotep III o al final. “En mi apreciación, pertenece a finales porque ni siquiera llegó a terminar de construir el pilono y levantó un solo coloso, cuando lo normal de los faraones es edificar dos”. Es decir, el año 1.370 antes de nuestra era.

La reconstrucción de Amenhotep III es la mayor realizada nunca en Egipto. Con anterioridad, se habían ejecutado reparaciones de estatuas de 12 metros de altura. Y, en el mundo, únicamente en China se han practicado reconstrucciones similares a las que protagoniza el grupo de investigación Oriens de la Universidad de Córdoba. El equipo egipcio que colabora con Marina Esteve ya ha trabajado con anterioridad en otras reedificaciones de colosos. Por ejemplo, los de la entrada del templo de Luxor. Y el arqueólogo y restaurador Miguel Ángel López ya ha participado en labores de recuperación de los famosos colosos de Memnon y acumula una larga trayectoria en este tipo de intervenciones faraónicas.

La ambiciosa operación arqueológica es un proyecto hispanoegipcio firmado entre el Ministerio de Antigüedades y el grupo de investigación de la Universidad de Córdoba. En un principio, el Gobierno español no participa directamente. Desde hace cinco años, Egipto no concede misiones arqueológicas exclusivamente extranjeras y deben de tener un supervisor local encargado de inspeccionar el desarrollo de las intervenciones.

El coste de la resurrección del coloso de Amenhotep III es sumamente elevado. “Carísimo”, subraya la directora, aunque prefiere no facilitar la cuantía exacta. Todo indica que un patrocinador privado hará frente a la financiación de este hito de la arqueología universal. “Encontrar dinero para proyectos culturales es muy complicado”, admite Esteve.

Si todo marcha según lo previsto, Amenhotep III volverá a ponerse en pie en mayo próximo. Esa es la fecha que maneja el Ministerio de Antigüedades de Egipto. Para cumplir los plazos, técnicos y obreros trabajarán en doble turno diario. En siete meses, se inaugurará en Karnak una obra verdaderamente faraónica. Y la Universidad de Córdoba jugará un papel decisivo y sin precedentes en este tipo de intervenciones. “Que hayan confiado en nosotros es maravilloso”, declara feliz Marina Esteve.

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