La olimpiada filosófico-científica del aprendizaje real de los estudiantes que orilla a la inteligencia artificial
Cuenta Manuel Bermúdez, investigador de la Universidad de Córdoba, que mientras corregía unas decenas de ensayos relacionados con la Filosofía de alumnos de institutos, se percató de que un buen puñado de ellos había sido escrito utilizando la inteligencia artificial (IA) y, por tanto, no eran obra del puño y letra -ni de los conocimientos- de los estudiantes.
Echó mano entonces del método de las exposiciones orales, capaz de evaluar y comprobar lo que los alumnos han aprendido “sin que fuera a través de la escritura, porque podían incorporar este tipo de mecanismos espúreos”. Y nació así el germen de la I Olimpiada Filosófico-Científica de la Universidad de Córdoba, que ha servido para contrastar, mediante una competición oral, la adquisición de conocimientos y el desarrollo intelectual aprendido por los alumnos.
Organizada por el grupo de investigación de la Universidad de Córdoba de Historia de la Filosofía y la Agencia Contraste, y enmarcada dentro del programa de actividades de la Semana de la Ciencia, la I Olimpiada Filosófico-Científica ha puesto de manifiesto cómo los estudiantes “han entendido un tema y comprendido sus entresijos. En ello hay un desarrollo intelectual y argumentativo muy importante y necesario, tanto para la vida académica como para la vida profesional”, expone Bermúdez.
Alumnos de cualquier nivel de la Universidad de Córdoba y también de institutos de toda la provincia han podido participar en esta olimpiada del conocimiento. Y, ante ellos, un jurado compuesto por profesores de la UCO y de institutos ha juzgado el fondo del contenido de las exposiciones, la forma, la capacidad argumentativa, el razonamiento y las fuentes de las que parten.
A la final de esta I Olimpiada Filosófico-Científica han llegado una decena de estudiantes, que se han tenido que enfrentar este sábado, por sorteo, a temas de lo más variopinto para expresar sus argumentaciones, sus conocimientos y su aprendizaje de este método expositivo.
¿Debe tener límites el humor? ¿Por qué está justificado el recurso a la rebelión frente a la tiranía y la opresión? ¿Todos los ciudadanos deberían hacer el servicio militar o equivalente servicio civil durante un año para poder ejercer el derecho al voto? A la vista de la emergencia climática, ¿es necesario el decrecimiento económico? ¿Es necesaria la presencia de un ejército en todos los países del mundo? ¿El fin justifica los medios? Todos estos, y algunos más, han sido temas propuestos para la final de la olimpiada y que, como denominador común, debían tener la capacidad expositiva de los alumnos para hablar de ellos.
Transmitir lo que han aprendido
“Lo que hemos intentado es que los estudiantes nos transmitan con su inteligencia y su cuerpo qué es lo que han aprendido de las temáticas que han tenido que prepararse”. Y, todo ello, como una prueba de contraste sobre el aprendizaje y los conocimientos asimilados.
Dice Manuel Bermúdez que, en el ámbito filosófico, esta olimpiada recuerda a la escolástica medieval cuyo modelo partía de Aristóteles y que tenía su fuerte en las pruebas de evaluación orales. Y, como reitera, “tal vez no quede otro remedio, porque lo que se persigue es verificar que el estudiante va a ir interiorizando los contenidos aprendidos”.
“Si nosotros le preguntamos a través de ensayos por escrito, con la cantidad de herramientas que pueden sugerir contenidos espúreos como la inteligencia artificial, corremos el riesgo de que la picaresca no les lleve a reflexionar suficientemente sobre los temas que se les proponen”.
La final de la I Olimpiada Filosófico-Científica se ha llevado a cabo este domingo en la Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba, con una decena de finalistas que han llegado a esta fase de entre los 46 alumnos que se presentaron a la primera fase clasificatoria.
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