Alejandro cuenta que, en el peor momento, ese en el que el miedo y la incertidumbre impera sobre la esperanza, bastaba una visita al hospital, donde estaba ingresada su hija Sofía, para sentir cómo se le cargaban las pilas.
Y su mundo llevaba detenido varios meses cuando a Sofía, una niña sevillana de 6 años, le trasplantaron un nuevo corazón. Tenía una cardiopatía congénita compleja e insuficiencia cardiaca severa cuando su caso llegó al Reina Sofía, donde, un equipo multidisciplinar formado por profesionales de Pediatría, Cardiología Infantil, Cirugía Cardiovascular Pediátrica, Intensivos Pediátricos y el Programa de Trasplante Cardiaco, dieron con una solución para la pequeña.
Una medida, la del trasplante, que tardó en convertirse en realidad: Sofía tuvo que estar 110 días conectada a un corazón artificial (un dispositivo de asistencia mecánica biventricular) antes de recibir su nuevo corazón, en una técnica que ha recibido un premio a la Mejor Comunicación en el XXXV Congreso de la Sociedad Española de Cuidados Intensivos Pediátricos (SECIP), celebrada hace unos días.
Y con el nuevo corazón de Sofía, llegó una “segunda oportunidad”. Así es como llama su padre, Alejandro, a la donación que ha permitido volver a vivir a su hija. Alejandro, de 40 años, y su mujer Verónica, de la misma edad, han pasado los últimos meses de espaldas a todo lo que estaba ocurriendo.
“Cuando ocurre algo así, la vida se paraliza. El mundo se detiene. Nosotros no hemos sabido absolutamente nada del Covid, más que para evitar contagiarnos”, explica a Cordópolis Alejandro, que ha ejercido este lunes de portavoz de la familia en el acto de presentación de la Semana del Donante de Reina Sofía.
Alejandro ha estado acompañado por toda la familia. Su mujer, su hija y su hijo, Alejandro, que tiene diez años, y que ha estado todo el rato junto a su hermana. La pequeña Sofía y su familia se han llevado todos los halagos posibles por parte del equipo médico del hospital, que han vivido los últimos meses junto a la niña.
Porque, antes del trasplante, que se realizó en abril, la pequeña se semetió a diversos procedimientos quirúrgicos que no consiguieron reparar su problema, de manera que, en diciembre, se decidió incluir a Sofía en el código cero del programa de trasplante cardiaco, a pesar de la dificultad que había para conseguir un donante idóneo.
Y, mientras el donante llegaba, se decidió aplicar la técnica del corazón artificial, que se prolongó durante más de tres meses. En este tiempo, la familia se ha visto obligada a reestructurarse. Esto se ha hecho muy largo, pero a la vez no hemos sido conscientes del tiempo“, señalaba su padre.
Alejandro y Verónica aparcaron su vida y sus trabajos y pusieron su confianza en manos de los médicos, que les estaban planteando una opción que ni estaba sobre la mesa cuando la enfermedad de Sofía comenzó a dar la cara. Y mientras tanto, Sofía seguía siendo Sofía.
“Tiene unas ganas de vivir tremendas, estaba tan llena de vida siempre que Sofía fue nuestro punto de recarga”, recordaba este lunes su padre, que confesaba que hubo momentos en los que pensaron que el corazón nuevo no llegaba.
Pero llegó. Y con él, el día en que Alejandro y Verónica pudieron decirle a su hija que se despidiera del hospital, que se iban todos a casa. Y aquel día, rememora hoy su padre, descubrió que, a pesar de tener un corazón nuevo, Sofía seguía siendo el mismo punto de recarga de siempre: “Cuando nos fuimos a casa estaba todavía más llena de vida”.
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