ALERGIA
Curar a alérgicos a picaduras de insectos inmunizándolos con su veneno
Es una mañana cualquiera a primera hora en el hospital de día de Alergología del Hospital Provincial de Córdoba, donde están citados varios pacientes. A un lado, un recipiente lleno de avispas y otro con abejas. Su veneno es el 'culpable' de que esos pacientes hayan sido diagnosticados de alergia a la picadura de estos insectos himenópteros. Y su veneno va a ser también el que demuestre, picándoles de nuevo, que después de un tratamiento de cinco años, han conseguido inmunizarse y curarse.
Es el llamado test de repicadura, una práctica en la que el Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba es centro de referencia y que lleva desarrollando durante 25 años. El test se realiza a personas diagnosticadas de alergia al veneno de avispas o abejas, que han sufrido una reacción sistémica -generalizada- tras una picadura. Durante cinco años, siguen un tratamiento de inmunoterapia: se les aplica una vacuna con el extracto del veneno procesado, de manera que haya un cambio inmunológico que haga que el paciente ya no muestre una reacción generalizada y adversa a las picaduras. Y durante dicho tratamiento, se practica al menos una vez el test de repicadura: hacer que la avispa o la abeja pique e inyecte su veneno al paciente, de forma controlada, para mostrar que ya no se produce ninguna reacción y que está curado.
“Se produce un cambio inmunológico y esto hace que el paciente pueda tolerar nuevas picaduras. Esas vacunas curan al paciente, en un 90%, contra el veneno de abejas y avispas”, explica a Cordópolis la alergóloga de la Unidad de Gestión Clínica de Inmunología y Alergia del Hospital Universitario Reina Sofía, Berta Ruiz León. “Se consigue que el paciente deje de ser alérgico, con un tratamiento durante cinco años que modula el sistema inmunólogico”.
El tratamiento por el que se aplica la vacuna con el veneno del insecto se realiza con una dosis semanal al inicio, para pasar a una mensual durante el primer año, una dosis cada mes y medio durante el segundo año del tratamiento y, de ahí en adelante hasta el quinto año, pasa a aplicarse cada dos meses. “A lo largo de esos cinco años o al finalizar, realizamos el test de repicadura, una prueba que realiza el alergólogo, picando al paciente con el insecto responsable de la reacción que tuvo y del que se ha estado vacunando. Esa picadura se produce de forma controlada y monitorizada en el hospital, por si hay algún tipo de reacción”.
Las abejas o avispas son suministradas al hospital por un entomólogo y cada ejemplar está perfectamente identificado. Los especialistas manipulan el insecto, se adormece con CO2 y se coloca -sujeto con unas pinzas-, sobre el brazo del paciente para que le pique. Ahí “se deja un tiempo determinado, unos 30 segundos, garantizando que el paciente reciba todo el veneno del insecto”, explica Ruiz León.
En la práctica del test de repicadura, las abejas pican una sola vez y dejan clavado su aguijón, que sirve para que el paciente reciba todo su veneno, mientras que las avispas llegan a picar varias veces durante el tiempo de exposición. En estos casos, “mantenemos al insecto sobre el brazo, sujeto con las pinzas por el tórax y liberado el resto del cuerpo para que pueda picar”.
Tras la picadura, el paciente permanece dos horas controlado y monitorizado, con mediciones periódicas de la tensión y la saturación de oxígeno, revisando en todo momento que no se produzca ninguna reacción. Siendo así, el resultado al test de repicadura es negativo y viene “comprobar que el paciente está totalmente protegido. El test permite verificar que el paciente está curado”.
El Hospital Reina Sofía de Córdoba es uno de la media docena de centros que realizan los test de repicadura en España. En el centro cordobés se realizan cada año entre 30 y 50 test de repicadura, “siendo negativos en casi todas las ocasiones” y confirmando así la curación del paciente. Y, sobre todo, el perfil del paciente que debe someterse al tratamiento y al test es el de personas muy expuestas a los insectos, tales como “apicultores y familiares que les ayudan en sus labores. Tenemos a familias enteras en tratamiento”, precisa la experta.
Además, con los pacientes que son tratados y a los que se cura su alergia al veneno de avispas y abejas comprobado con el test de repicadura, se ha demostrado que “aumentan su calidad de vida, porque disminuyen su ansiedad y el temor a las picaduras y sus consecuencias” que, en ocasiones, limitaban sus salidas a la naturaleza por miedo a la reacción que el veneno de estos insectos podía tener en su cuerpo.
Según los datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), aproximadamente el 3% de la población sufre reacciones alérgicas generalizadas por el veneno de avispas y abejas, y la tasa de mortalidad anual se estima en un 0,08 por millón de habitantes, lo que significa que unas tres o cuatro personas podrían fallecer cada año por esta causa.
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