30 años del AVE, la alta velocidad que acortó las distancias en tren
En abril de 1992, coincidiendo con la celebración de la Exposición Universal de Sevilla, se inauguró el primer servicio de alta velocidad en España que conectó Madrid con Sevilla, parando en Ciudad Real, Puertollano y Córdoba antes de llegar a la capital andaluza. Se pusieron entonces en marcha trenes con una velocidad máxima de 300 kilómetros por hora que modificaron los viajes ferroviarios, recorriendo en menos de dos horas la distancia entre Córdoba y Madrid y en unas dos horas y 45 minutos hasta Sevilla. Desde aquel primer tren AVE, la alta velocidad se ha extendido por casi todo el país en estos 30 años, asimilando el ancho de vía nacional al utilizado en Europa.
En un origen, la intención era la de construir una nueva línea entre Getafe y Córdoba, en un proyecto para un nuevo acceso ferroviario a Andalucía, pero en 1987 se decidió que las nuevas líneas tendrían el ancho compatible con el resto de Europa y se construyó una nueva completa, finalmente entre Madrid y Sevilla. El contrato para realizar aquel proyecto se valoró en más de 85.000 millones de pesetas (unos 511 millones de euros), adquiriendo los trenes de alta velocidad y locomotoras de gran potencia.
Aquel tren AVE tuvo un viaje inaugural el 14 de abril de 1992 lleno de autoridades y medios de comunicación. A quienes iniciaron su viaje en Madrid se sumaron en Córdoba el entonces presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, y autoridades de la región andaluza con los alcaldes de las capitales cordobesa y sevillana, para seguir el recorrido hasta la ciudad hispalense. Pero no fue hasta el 21 de abril cuando al AVE se pudieron subir los usuarios. Aquel día con viajeros 'de verdad', el tren salió a las 7:00 de Madrid y llegó a Córdoba antes de las 9:00 y a Sevilla antes de las 10:00.
De la idea inicial al AVE hecho realidad
El AVE surgió por necesidad para desarrollar un nuevo acceso entre la Meseta y Andalucía, donde el trazado ferroviario existente antes de la puesta en servicio de la línea de alta velocidad atravesaba un entorno natural de complicada orografía: Despeñaperros. Dotado de vía única y con radios de curvatura muy reducidos (entre 300 y 600 metros), permitían velocidades máximas entre 70 y 100 kilómetros por hora y se conviertía en un embudo.
Como consecuencia de ello, en la década de los 70 se comenzaron a estudiar posibles alternativas que permitieran un acceso de calidad. La primera solución analizada fue la duplicación de la vía existente, lo que presentaba graves problemas de ejecución por las adversas características orográficas y por la interferencia de las obras con la explotación del tráfico ferroviario al tratarse de vía única, factores que de una parte originaban una fuerte inversión y de otra producirían afecciones a la explotación, recordaba ADIF.
La puesta en servicio de la Línea de Alta Velocidad París - Lyon (410 kilómetros) en 1981, y su éxito progresivo en los siguientes años, hizo pensar en la conveniencia de un cambio de criterio en el diseño de construcción de la infraestructura que se estaba iniciando. Por todo ello el Consejo de Ministros decidió el 9 de diciembre de 1987 que la nueva infraestructura debía construirse con los parámetros de una línea de alta velocidad y con el ancho predominante en el resto de los países europeos. Ese día, España también decidió entrar en la modernidad y superar un ancho de vía diferente al del resto del mundo que había mantenido desde mediados del siglo XIX por una decisión política.
Las obras del tren de alta velocidad, iniciadas el 2 de octubre de 1989, tardaron cuatro años y medio en ejecutarse y en 1990 Renfe decidió llamar AVE al nuevo tren, un nombre que constituía una simbiosis de las primeras letras de las palabras alta velocidad española y de la imagen de rapidez relacionada con los pájaros. El 10 de octubre de 1991 Alstom entregaba a Renfe el primer tren de alta velocidad hecho en su factoría de Belfort. Y en abril de 1992 entraría en funcionamiento la primera línea del AVE.
La cicatriz que el AVE cerró en Córdoba
La expectación de aquellos primeros viajes de la alta velocidad española fue muy grande y, en Córdoba, se recuerdan los aplausos que se escucharon con la llegada del primer convoy, aún a la antigua estación de Córdoba, ya que la nueva estación no se inauguraría hasta dos años más tarde, en 1994.
El lanzamiento de aquella primera línea de AVE a propósito de la Expo'92 en Sevilla fue la oportunidad que vio Córdoba para situarse en el mapa del eje ferroviario. La capital cordobesa tenía una situación estratégica como nudo de comunicaciones que hizo que su nombre se pusiera en la geografía de la Alta Velocidad desde el principio y multiplicara sus oportunidades como destino turístico.
Y, además, con la nueva estación de tren que se construía con la llegada del nuevo tren, la ciudad enterraba sus vías y sellaba la barrera que atravesaba su casco urbano, con pasos a nivel para regular el paso de los trenes y el del tráfico rodado de una parte a otra de la capital. Aunque, durante dos años desde el primer AVE, los trenes de alta velocidad llegaron en superficie a Córdoba, conviviendo a ras de suelo con viandantes y el tráfico de vehículos.
La expansión del AVE por España
Después de aquella primera línea del AVE Madrid-Sevilla, impulsada por la Expo'92, tuvo que pasar más de una década para que al alta velocidad llegara a otro punto del país y, a partir de ahí, se extenderia por el resto de España.
Fue en 2003 cuando el AVE llegó de Madrid a Zaragoza, Lleida y Huesca; en 2007 se abrió el tramo de Córdoba a Málaga y de Madrid a Valladolid. Un año después lo hizo hasta Barcelona, en 2010 a Cuenca y Valencia, en 2013 a Girona, en 2015 a Palencia, León y Zamora. En 2018 la alta velocidad llegó de Madrid a Castellón, en 2019 a Granada y en 2020 a Sanabria.
Y en diciembre de 2021, el AVE completó su llegada a Galicia, donde las obras para la conexión comenzaron en 2011 pero no ha sido hasta diez años después cuando los trenes de alta velocidad han podido llegar finalizando así este proyecto.
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