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Europa se divierte

European Guitar Quartet | TONI BLANCO

Redacción Cordópolis

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El European Guitar Quartet pinta el auditorio del Teatro Góngora

I.

Rojo. Efectista, rítmico y fugado. Así es el Verano Porteño de Piazzolla. Así fue la entrada de los cuatro componentes de este ecléctico grupo: uno por uno fueron apareciendo de entre bambalinas para ir incorporándose a la obra. El maestro clásico Pavel fue el encargado de ejecutar la melodía sinuosa y sensual de la parte de reposo, casi cadencial, que Piazzolla reserva en casi todos sus tangos. Ocho manos. Efectos. Muñecas rusas. Aplausos.

Tras esto vinieron las presentaciones: Zoran Dukic tomó el micrófono, presentó a sus compañeros, congenió con el público que ya estaba entregado desde la primera pieza y comentó que la siguiente obra estaba inspirada en Rafael Nadal (¡!). Naranja. Rafa. Estructurada en tres partes, compuesta por el más joven del grupo Reentko Dirks, de un primer tema divertido y alegre, modal e inclasificable pero influido claramente por la música popular de nuestro tiempo; y un segundo tema más reflexivo, donde de nuevo Pavel hizo gala de su expresividad y ternura colorista. Ningún raquetazo que lamentar. Nuevos aplausos.

Amarillo casi blanco. Introduction and Dance de D. Bogdanovic, también para el cuarteto, fue la pieza que más se escapó del estilo imperante en la oscuridad sonora del auditorio: textural más que efectista, valcánicamente modal, casi gitana, sin duda alguna oriental. Mixtura cultural de la Europa del este. Aplausos.

Tierra. Las dos siguientes miniaturas, también de D. Bogdanovic, para guitarrista solista fueron interpretadas por Zoran Dukic. Un sonido lleno de raíces, de Mediterráneo. Macedonia. Aplausos.

Terciopelo azul. El cuarteto esta vez tocó un arreglo de Thomas Fellow del Concierto para Quinteto de Piazolla. No echamos de menos al quinto músico. Veinticuatro cuerdas son suficientes. Esta vez fue el maestro Fellow el que se reservó disfrutar de la melodía lírica del remanso de paz central que el argentino siempre muestra en sus tangos. El resto de la pieza, eléctrico y urbano. Grandes aplausos.

II.

Verde. La segunda parte comenzó con Pavel Steidl tocando solo una obra escrita originalmente para guitarra de Paganini. El Allegro from “43 Ghiribizzi”. Espectacular. Técnica prodigiosa. ¡Cómo logró hacer cantar al polifemo con esa variedad de colores! Ostinato profundo, grito de águila, escala endiablada. Grandes aplausos. Bosque. Encantado y fuera de programa comenzó a tocar una serie de variaciones que volvieron a levantar ovaciones en el público. Bufón.

Piedra. Thomas Fellow volvió a salir al escenario para presentar una trilogía obra suya relacionada con tres relatos cortos sobre dramáticas mujeres. Aggripina, Penélope y Medusa. La primera, a dúo con Pavel, colorista y melancólico, descorazonador. La de Ulises con Reentko, femenina espera, mediterránea, el violento reencuentro, cosmopolita. El tercer relato, bien podría haber sido uno de embriagada locura. Un trío que excluía a Pavel, con R. Dirks utilizando la guitarra como si de una caja flamenca se tratara y barruntando algo de ¡beatboxing! Escalada hacia un falsete flamenco germano. Grandes aplausos. Fiesta de extraño funambulismo. Mirada asesina de gorgona.

Azul. De nuevo los cuatro juntos interpretaron Fuga y Misterio de Piazzolla. Muy entregados en la interpretación de esta pieza. Muy efectista en sus pasajes rápidos y de gran colorido en la sección reflexiva. Paz marina.

Arena. La última pieza programada del concierto era Danza non Danza de  R. Dirks. Curiosa, de clarísima influencia de A. Piazzolla, con un ritmo endiabladamente rápido de 8/8, pero sin el bajo danzante. De gran energía hasta el final. Fielmente aplaudida.

Vítores, chanzas, gente de pie…

Y para despedirse, Adiós (Farewell), donde los cuatro músicos interpretaron una serie de solos alternando una pieza de Dirks. Thomas terminó de enloquecer haciendo aparecer September, el clásico de la música Disco de Earth, Wind and Fire, en su solo. Pavel ejecutó el exorcismo con su colorido, recordando al mejor Dyens, mientras Dicks no pudo resistirse al flamenco. Así salieron del escenario del mismo modo que entraron: uno por uno, sin soltar su instrumento y sin dejar de sonar.

Público pantone. Sonriente. Conquistado. El reloj de las Tendillas anunciaba las once.

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