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Estreno y transfiguración

Manuel Barrueco con la Orquesta de Córdoba | TONI BLANCO

Redacción Cordópolis

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La obra encargada por el festival responde a las expectativas con creces y Barrueco interpreta con gran solvencia Medea, obra flamenca.

Tal vez por el buen clima que se respiraba anoche en la ciudad, y la brisa que invitaba a pasear, en el auditorio del Gran Teatro de Córdoba eran visibles numerosas butacas y palcos vacíos a la hora del inicio del concierto.

La orquesta abrió el concierto sola. Sin guitarrista. Utilizó para ello la obra de Pablo Sorozábal  Paso a Cuatro. Una obra de género romántico nacionalista español estructurada con forma de Suite y, aunque menor, bastante conocida por el público melómano del sinfonismo patrio. Interpretada con gracia y energía.

Rosa del Alcázar fue la rosa en el mar de Juan de Dios García Aguilera, compositor afincado desde hace muchos años en Córdoba, estreno absoluto y obra encargada por el Festival de la Guitarra. Interpretada por el maestro Eugenio Tobalina como solista a la guitarra y por la Orquesta de Córdoba en un único movimiento, con un lenguaje vanguardista de gran riqueza textural. Asistimos a una relación entre solista y orquesta muy innovadora: en lugar de tratarse del típico responsorio, con diálogos, monólogos y acompañamientos, se trató de una conexión entre ambos espacios sonoros completamente orgánica. La guitarra parecía ser una entidad capaz de mezclarse con un paisaje ajardinado por cuerdas, maderas y metales, de brillar en momentos determinados o diluirse en el todo orquestal paulatinamente, de guiar con un ostinato a toda la orquesta para posteriormente intercambiar con ella objetos sonoros, de tutearse con la percusión. En definitiva, una delicia para el oído experto y una sensación irrepetible para el público asistente. Los pasajes solistas recordaban al Brouwer más profundo del Elogio de la Danza, tal vez por su expresividad y su lenguaje atonal, tal vez por su conseguido misterio. Tobalina esmerado. Orquesta, solista y director supieron entender muy bien una obra compleja y fascinante.

Como anécdota quedará que hubo que recomenzar a tocar la obra tras descubrirse, a los pocos segundos de su comienzo, que la amplificación no estaba conectada. Un detalle técnico que no menoscabó en absoluto la concentración de los músicos ni el ánimo del público.

La segunda parte del concierto continuó con una obra para orquesta con Tobalina a la guitarra: Llanto a Manolete de Jesús García Leoz, especie de postromanticismo español. La expresividad y técnica del mejor Tobalina no pudieron templar una pieza tan atiborrada de clichés. Tan predecible fue la obra como los posteriores fríos aplausos del público allí presente.

Por último, uno de los más extraños acontecimientos sucedidos en un Festival de la Guitarra: Barrueco flamenco. Una auténtica transfiguración. Insólito ver un rasgado ejecutado con precisión milimétrica, oxímoron sobre las seis cuerdas. El afamado guitarrista y compositor flamenco Manolo Sanlúcar es el autor de la obra con la que se cerró el concierto y que fue interpretada por Barrueco: Medea. Queda demostrado que Barrueco es uno de los grandes maestros, capaz de dejar impronta en todo lo que interpreta, de imponerse en el escenario y hacer crecer cualquier obra con la artesanía de sus manos. Sin embargo, la trascendencia flamenca se alcanza a través de una espiritualidad llamada duende. Y ni la mejor técnica puede invocarlo si esa noche no quiere aparecer. Ayer lo echamos de menos.

Pese a todo, el público del Festival es muy agradecido y aplaudió con energía los méritos del maestro.

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