La ciudad efímera de El Arenal ya alumbra a Córdoba

El Arenal es una ciudad efímera durante ocho días de mayo. No es una prolongación de Córdoba como tal, sino una especie de nueva Córdoba donde se celebra la primavera de una manera especial: abierta y libre. Este viernes, a las 23:59, José Muñoz Bermejo y Enriqueta Mora fueron los encargados de pulsar ese botón mágico que ilumina un gigantesco recinto ferial. Y también que deslumbra al resto de la ciudad de Córdoba.

La gigantesca portada de la Feria de Córdoba (aunque más pequeña que aquella previa a la crisis económica) se ve casi desde cualquier parte de la ciudad como una especie de reclamo a la fiesta, a relajarse, a pasar unos días con la familia o los amigos, a beber, comer y bailar. A disfrutar. Miles de cordobeses, como cada año desde 1993, se concentraron junto a la portada y en el mismo recinto de El Arenal para ver ese mágico momento en el que todo se enciende, como hicieron sus padres, sus abuelos y hasta sus bisabuelos durante las primeras ferias iluminadas con electricidad que se celebraban en el Paseo de la Victoria.

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Y como siempre, como ocurre de generación en generación, esos mismos miles de cordobeses giraron su vista al fondo del recinto ferial. Dos minutos después del alumbrado, explosiones y fuegos artificiales. El espectáculo de una pólvora domada por el hombre. También como aquellas primeras ferias posteriores a las de ganado, donde estos rayos y truenos artificiales asombraban a la vez que asustaban. Y es que en esencia la Feria es siempre igual.

Ahora, el entorno de la portada se llena de teléfonos móviles que disparan sus flashes en busca de la mejor fotografía de la portada encendida. Esas imágenes, que antes se quedaban en la memoria, pasan por pocos filtros antes de aparecer, a eso de las 12 en punto, en Instagram, Facebook, Twitter, Snapchat o cualquier grupo o imagen de perfil de WhatsApp. Los tiempos cambian. La Feria también, pero la esencia es la misma. Asombrarse ante lo que cada año ocurre en El Arenal. Junto al Guadalquivir, una ciudad efímera se ilumina. Y alumbra al resto, a la de siempre, para que acuda allí a pasar un buen rato. A desconectar. A vivir la vida.