Una atracción turística cuya retirada puede acabar saliendo muy cara
En la ciudad de Córdoba, en las redes y en los bares, se debate a estas horas sobre si hay una nueva atracción turística en la ciudad o si lo que se ha cometido es un acto de vandalismo hacia el patrimonio protegido. Y todo por la aparición, en la mañana de este viernes, de varias decenas de rostros de barro pegados sobre uno de los muros de la muralla junto a la Puerta de Almodóvar, declarada Bien de Interés Cultural (BIC).
Mientras la Policía Local sigue su investigación y trata de dar con el autor, al que se le puede imputar un delito contra el patrimonio, las caras -un muestrario de expresiones que bien podrían ejemplificar los sentimientos que la propia obra produce en quién la ve- llevan toda la mañana convertidas en una atracción turística en la judería. No pasa prácticamente un minuto sin que se acerque algún curioso, vecino o turista, a apreciar el trabajo.
Ayuda, claro, que cuando uno pasa por allí, hay ya alguien curioseando, lo que invita a sumarte al espectáculo. Y da igual que seas un vecino paseando al perro, que un turista japonés, que un padre con tus dos hijos que va ex profeso a ver las caras, o una pareja de viajeros británicos... Todos tienen tiempo de sacar su móvil y poner cara de foto junto a las caras del muro.
Y todo esto ocurre apenas a unos metros del presidente de la Gerencia Municipal de Urbanismo, Salvador Fuentes, que ha estado este sábado inspeccionando in situ las caras junto al gerente, Emilio García. Fuentes no dudaba sobre el futuro de las caras: “Esto no se puede permitir, porque mañana aparece otro, y luego será otro”, decía al respecto mientras observaba los rostros.
Al poco, una pareja de cordobeses se detiene a observar el espectáculo en mitad de su paseo matutino. “Ese lo que ha hecho es que se ha venido por la noche y las ha esculpido”, dice él, imitando el gesto de cincelar la piedra. “No hombre, las han pegado”, le replica ella. Un tercero le da la razón a ella. “Están buscando al individuo”, añade. Y se alejan cada uno en una dirección, dando la espalda a las caras.
El siguiente repara, por fin, en una cuestión: uno de los rostros ya ha sido arrancado de cuajo, dejando un vacío que evidentemente ha estropeado la muralla y que lleva a pensar que la retirada de las caras no va a ser un proceso estéticamente bello y que puede acabar costando caro. El vandalizador ha sido vandalizado y, si cunde el ejemplo, la cara, en este caso de dolor, acabará siendo colectiva.
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