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La fe de un abuelo

Redacción Cordópolis

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No hay mayor fe que la de un abuelo en su nieto. Peter Edwards es abuelo de su nieto Harry Wilson. Peter y Harry son galeses. Cuando Harry tenía apenas 18 meses, el abuelo empezaba a ver talento con la pelota en los pies al nieto. Medio en broma, medio en serio, el señor Edwards acudió a una casa de apuestas en el año 2000. En el Reino Unido se puede apostar por casi cualquier cosa, el límite es la propia imaginación, así que el abuelo le hizo una apuesta al tiempo. El destino contra el talento aún por confirmar de su nieto. Peter Edwards pagó sesenta euros en una apuesta que se cotizaba 2500 a 1. El reto: ser internacional por la selección de Gales.

Harry Wilson fue creciendo con salud, ajeno (o no) a la apuesta hecha por su abuelo. Con ocho años dejó su Wrexham natal y su colegio de Ysgol Dinas Bran de Llangollen para probar en el Liverpool. Allí le realizaron los primeros informes serios e imparciales sobre sus virtudes técnicas. Le ven realmente madera y le reclutan para la Academy de los Reds.

Con doce años era un habitual en el equipo sub-16 del Liverpool, incluso llega a entrenar con los del sub-18. Su habilidad no pasa desapercibida tampoco para los técnicos de la federación del País de Gales, que le convocan para la Victory Shield, un prestigioso torneo juvenil que se disputan las selecciones británicas. El jugador, que ya se ha afianzado como extremo zurdo, brilla en una competición que gana Escocia.

Pero aún no era suficiente ni para Wilson ni para su abuelo ni para William Hill (la casa de apuestas). En octubre del año pasado el entrenador de Gales, Chris Coleman, tenía que realizar una intrascendente convocatoria para dos encuentros ante Macedonia y Bélgica. La selección del dragón no tenía ya opciones de acudir al Mundial y además diez de los habituales jugadores con los que Coleman contaba no podían acudir al estar lesionados. Así que el seleccionador se fija en Wilson, que ya era un fijo en el equipo sub-18 del Liverpool y le cita. El 13 de octubre el pelirrojo y menudo futbolista observa desde el banquillo la victoria de su país 1-0 ante Macedonia. Dos días después, todo parece indicar que Wilson va a vivir de igual modo el choque ante los belgas en el estadio Rey Balduino de Bruselas, pero quedando apenas tres minutos para el final Coleman le llama, le da indicaciones y le ordena que entre a jugar. Wilson cumplía ese día 16 años y 208 días de vida. Se convirtió en el jugador más joven en estrenar la camiseta de la selección galesa (superando el registro de Gareth Bale, que lo hizo con 16 años y 305 días). De paso, también empezó a ser aquella tarde el futbolista internacional más joven de la historia del Liverpool.

Wilson asistió ya desde el campo al gol del empate, obra de Ramsey. Es poco probable que recordara ni en ese momento ni durante todo lo que viviría a lo largo de aquel día de octubre que catorce años antes su abuelo había apostado fuerte porque llegaría ese momento. Los sesenta euros al cambio que invirtió Peter Edwards se convirtieron en 150.000. Su nieto le había devuelto, a base de talento y sudor, esa confianza que el abuelo –ciegamente- había tenido en sus posibilidades.

P.S. Al parecer, Inglaterra también estaba interesada en contar con Harry, una de cuyas abuelas nació en Chester. Si Roy Hodgson lo hubiera convocado, hubiera perdido la apuesta… pero puede que hubiera ganado un billete para un Mundial. Su abuelo, seguro, hubiera renunciado a los 150.000 euros por eso.

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