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Romerillos vs Rey Heredia

Fachada del Rey Heredia | MADERO CUBERO

Alfonso Alba

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Hace un par de décadas, Córdoba tenía dos espacios especialmente deteriorados y abandonados: la brecha de las vías de tren y la península de Miraflores, que ni se llamaba así. El AVE ayudó a cerrar esa terrible herida que partía la ciudad en dos con la construcción del Vial Norte. Y gracias a las plusvalías que le generó al Ayuntamiento todos esos suelos liberados para la construcción de viviendas se pudo pagar el obrón del parque de Miraflores, un auténtico tesoro.

La Junta, por su parte, se encargó de restaurar otro tesoro que estaba en un estado lamentable: el Puente Romano, su entorno, la Puerta del Puente, la Torre de la Calahorra y hasta la construcción del Centro de Recepción de Visitantes. Es imposible entender la nueva Córdoba turística sin estas obras fundamentales. El Vial Norte aporta modernidad a una zona por donde antes no se podía ni pasar, la reforma de Juan Cuenca del Puente Romano es una obra de arte (incomprendida por muchos contemporáneos que la entenderán pasados los años, como siempre) y en Miraflores ya no pastan las vacas.

Pero quedan cosas importantes por hacer, heridas del pasado, brechas sin resolver. Miraflores es un parque inacabado. La restauración de la Calahorra está pendiente de un último remate, que es clave para entender toda la obra: la construcción y apertura de una gran plaza para recibir a los turistas que contemplen la entrada a la ciudad como la vieron todos los viajeros que la contemplaron durante más de dos milenios.

Esta semana, el presidente de la Gerencia de Urbanismo Pedro García ha presentado un nuevo plan para Miraflores que desarrolla lo que ya estaba previsto, con modificaciones. Desde 2001 estaba dibujada esa gran plaza con unas expropiaciones (y compensanciones) necesarias. Se demolían los edificios de viviendas sobre los que están los Romerillos y el Miguelito, pero también el colegio Rey Heredia (protegido hoy como Lugar de la Memoria). Junta a la plaza se construía un Museo de Bellas Artes que ahora se dibuja en la trasera del C3A de donde desaparece el Palacio del Sur.

Ahora, el proyecto salva al Rey Heredia, pero derriba a los Romerillos (que podrán trasladarse a un solar cercano y con vistas al río). La plaza prevista ya no será tal, sino que dejará un extraño edifico aislado en el centro, un colegio con historia, sí, construido antes de la guerra, vale, pero con no más valor arquitectónico que el sentimental.

Siempre defendí que el proyecto de Juan Cuenca debía continuar con esta gran plaza de recepción de los turistas a la ciudad. Y que había que acabar demoliendo al Rey Heredia, un símbolo para los activistas sociales de la ciudad que un día se encerraron dentro y construyeron un espacio muy dinámico. Pero parece que va a ser más difícil convencer a sus inquilinos de la demolición que a los clientes del Miguelito o los Romerillos de que toda esa zona, como estaba previsto hace casi 20 años, debe ser demolida. Cosas.

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