La hipérbole

“Un Gobierno irresponsable, una oposición histérica, una prensa incendiaria y una ciudadanía cada vez más radicalizada. ¿Qué puede salir mal?”, se pregunta David Jiménez, exdirector de El Mundo.

Hay días en que cuesta distinguir entre Twitter y el mundo real. Hay mañanas, tardes y noches en las que dudamos si vivimos en un Matrix en el que una cosa es lo que vemos por la tele, lo que leemos en los periódicos o escuchamos por la radio, y otra la que de verdad vive la gente normal.

https://twitter.com/DavidJimenezTW/status/1093785808887336961

Quiero pensar que en los bares la gente sigue discutiendo de fútbol, de si el VAR le favorece más al Madrid que al Barça (¡ah, qué tiempos cuando nos quejábamos de cómo se ponía la gente en el fútbol y defendíamos que era lo mejor, que ahí se desahogaban y ya!). Me gusta creer que las familias no se pelean por Venezuela, que no discuten si lo de Guaidó es un golpe de estado o no. O que para formar parte de una pandilla de amigos no hay que hacer un ejercicio de pureza política. Si la mayoría tiene banderitas de España en la pulsera y tú no, pues que te siguen queriendo. Y si la mayoría disfruta con las batucadas y tú eres más de derechas que el grifo del agua fría, pues que siguen siendo tus colegas.

España es un país acostumbrado a matarse entre sí. Literal y figuradamente. Desde la invasión de los franceses, las guerras civiles (que siempre han perdido los mismos, por cierto, y quizás eso explica muchas cosas) se han repetido. Desde la Contrarreforma, incluso, (sostengo que desde entonces no levantamos cabeza) todo lo que es diferente es una amenaza. Todo el que no piensa como el que manda dice que debe pensar es malo y hay que acabar con él. Por eso es tan arriesgado vivir en esta hipérbole permanente, esta exageración.

Vivimos en un país ya maduro, democráticamente, al que es mejor no poner a prueba. No quiero escribir noticias chungas de gente que se pega por política. Y me temo que o alguien frena o el tren descarrila.