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La venganza de don Mendo

Redacción Cordópolis

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Cuando llega el mes de enero, me parece que me voy a encontrar por la calle con el mismísimo don Mendo, marqués de Cabra (F. Gómez) o con el duque de Toro (J. Menéndez) o Don Nuño (J Camoiras) en cualquier rincón de nuestro Casco Histórico. Si alguien consideraba que Pedro Muñoz Seca era un escritor de astracanadas sin ningún valor, llegó el maestro Fernán Gómez para convertir en una peculiar película su obra de “La venganza de don Mendo”. “La venganza de don Mendo”.Las ridículas pelucas que usan, los ropajes recargados, los decorados de cartón piedra, mantienen el aire teatral de la obra de forma consciente, porque, para transmitir el absurdo, no hay nada mejor que, todo lo que nos rodea, sea un absurdo.

¿Y qué es, sino un absurdo, que nuestra ciudad tenga que seguir manteniendo una fiesta comercial, y fuera de lugar, como el llamado Mercado Medieval? Han pasado concejales de todas las raleas políticas sin que ninguno haya tenido la sensatez de eliminar este postizo evento, simplemente, porque hay una asistencia bastante fluida. Este pseudocarnaval es más irreal que el original en una ciudad que poco tuvo que ver con el mundo medieval cristiano. En nuestra ciudad, se insiste en la convivencia de las tres culturas, pero a nadie se le escapa que se hace con intención de ocultar que, principalmente, fue una ciudad musulmana. Fuimos una ciudad de zoco o de judería más que de mercado castellano. Tenemos una Mezquita única en todo occidente y una Catedral que no está en el Top 50 de nuestro país.

El mercado medieval no es sino un grupo de mercaderes que se disfrazan para vender, creando siempre disputas con el comerciante y artesano de la tierra. Incluyen algún ave rapaz, algún espectáculo circense o musical y el resto es un dislate histórico. El mercado medieval vulnera las normas de higiene y de control de los alimentos; incumple las medidas de seguridad de espectáculos masivos (al estilo del Madrid Arena, pero al aire libre), y consigue instalarse en un suelo privilegiado como la Corredera, la Plaza de las Cañas o el Potro sin tener que pagar tasa alguna. ¿Dejarían ustedes el salón de su casa a unos extraños solo porque son muy populares?

El ayuntamiento de Córdoba y la Junta de Andalucía se han gastado una millonada de nuestros impuestos en adecentar la Corredera y existe, además, un plan de usos de la plaza que costó mucho trabajo elaborar. Pues bien, no solo diariamente se incumple, al haberla convetido en una gran terraza de verano, sino que no existe problema, ya sea en las fiestas navideñas, con motivo del mercado medieval o con cualquier otro fin, en instalar barras, cocinas, ... y convertirla en un estercolero. Lo mismo podemos decir de la plaza de las Cañas, felizmente rehabilitada, o la plaza del Potro, en la que se levantaron, una a una, todas las losas para recuperarlas, y ahora recibirá pringues, restos de comida, líquidos indescifrables, alguna que otra vomitona, ...

No hay duda de que, una vez más, la hostelería se mostrará favorable a este uso de nuestro patrimonio. Lo importante para ellos es hacer caja aunque sea a costa de la ciudad de todos. PePeNieto tendrá que aclararnos si esta es esa “ciudad que queremos” que publicita como marca de gestión. Otros, desde la izquierda, tendrá que justificarnos si esto son los restos de nuestro proyecto de Capitalidad Cultural. Al igual, se defienden diciendo que lo nuestro es esa copia menor del concurso de agrupaciones del Carnaval de Cádiz, puesto que Carnaval, lo que se dice Carnaval, ya hace tiempo que ni asoma por la ciudad. Lo cierto, es que también les dejamos el mejor salón cultural de nuestra ciudad, demostrando un errático concepto populista de la gestión de la ciudad.

En la venganza de don Mendo, todos se eran infieles, no había nadie que no se moviera por lo inmediato y se dejaban llevar por la ocasión que le prestaba el deseo. Todos hablaban mentiras en verso y amenazaban con suicidios o asesinatos si no sucedía lo que ellos querían. Por suerte, todo es una muestra de humor del absurdo adelantado a Gila, Martes y Trece o Faemino y Cansado. Pero, lo que no es mentira, ni siquiera verso cosmopoético, es la deriva en la que ha entrado nuestra ciudad a la espera de que alguien, quizá todos, decidamos cuál es el rumbo más adecuado, y qué grupo de marineros, incluido el capitán, ponemos al frente. Hasta ahora, lo que hemos tenido en la última década, no pasan de grumetes.

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