Che cosa sono le nuvole?
Che cosa sono le nuvole? (Pier Paolo Pasolini,1968) Escena final:
http://youtu.be/q01wXi8sCZM
Cabría preguntarse ¿qué es la Arquitectura?, con la curiosidad inocente con la que Ninetto Davoli se pregunta ¿que son las nubes? en el cortometraje de Pier Paolo Pasolini. La definición académica podría responder a la pregunta:
Arquitectura: Arte de proyectar y construir edificios
Aunque ¿Con qué parámetros medimos una obra construida para concluir, en primer lugar, que es un edificio, y en segundo lugar que el arte ha tenido algo que ver en su concepción?
Las delicadas esculturas de Christiane Löhr y los 40.000 m2 de naves en la antigua Colecor, en Córdoba, se sitúan en los márgenes opuestos de la definición.
Lo que propone Löhr además de no pretender ser arquitectura o, mejor dicho, no tener necesidad de insertarse en ninguna disciplina académica más allá del arte, podría establecerse en la primera parte de la definición; no llega, ni lo pretende, a cumplir con aquella máxima de la funcionalidad, de la utilidad para las personas a la que se debe todo lo construido. Sin duda es edificación, mucha edificación, lo que perpetra “Arenal 2000” en Córdoba. Con un fin primordial, el especulativo, y unas consecuencias de ocupación salvaje del territorio, destrucción del paisaje y agravio al tejido industrial circundante que dibujan una temible situación. Del arte no tenemos noticia en esta operación.
Si he de optar por una u otra forma de pseudo-arquitectura, creo más sugerente la poética manera de afrontar su actividad que tiene Löhr, crea belleza y lo hace sin agredir a nada ni a nadie, sus finísimas formas pueden ubicarse cerca de ejemplos de excelencia arquitectónica como el Pabellón Alemán de Barcelona de Mies van der Rohe: belleza sin uso inmediato o cotidiano, belleza
imprescindible y vital.
Parece oportuno distinguir hoy entre un ejercicio de la arquitectura guiado por una necesidad de aplicar algo más a lo proyectado además de funcionalidad, utilidad y buena construcción, una intención clara de dotar la obra de un interés añadido bien por su aportación formal, espacial o de otro tipo y otro modo de ejercer la profesión que se basa en una adecuada resolución técnica y formal
del edificio, sin una intención de ir más allá en su concepción, en lo que podríamos denominar edificación, a secas. Las dos opciones son perfectamente válidas y necesarias. El problema surge cuando, en determinadas situaciones, la edificación sirve para alcanzar intereses espurios y, puesto que tanto Arquitectura como Edificación necesitan del concurso de un arquitecto, éste debería no limitarse a resolver con buen oficio sino analizar con responsabilidad la encomienda, valorando si su intervención, aún perfectamente legal, puede suponer un agravio al interés general.
Un ejemplo de este ejercicio de responsabilidad nos lo dió hace unos años Carme Pinós. La arquitecta catalana fue invitada a un concurso restringido junto con otros cuatro equipos internacionales para proyectar un acceso vertical al Castillo de Salobreña, situado en la cima de una peña a cuyo pie se extiende un manto de huertos hasta el mar que componen un paisaje único, “con un extraordinario valor estético y antropológico”, en palabras de Carme Pinós. Analizado el encargo y conociendo la intención del Plan General del municipio de transformar dicho paisaje mediante dos Planes Parciales en una extensión destinada a uso hotelero, creyó oportuno declinar la invitación por entender que el concurso intentaba dar soporte publicitario a una ordenación que, a pesar de
contar con cobertura legal, no quedaba suficientemente justificada para el interés general, la sostenibilidad, la conservación del patrimonio y el paisaje.
Christiane Löhr, Carme Pinós, ellas nos hacen saber que la ARQUITECTURA está viva, gente de la que tomar ejemplo.
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