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Omphalopsy choi... (breve nota después de la dimisión del Obispo de Roma)

Alfonso Alba

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Casi todos los seres humanos tenemos una cicatriz que nos queda después de cortar el cordón umbilical. Se llama ombligo. La palabra y el signo ombligo, se ha convertido en el transcurso del tiempo, en señal de autocomplacencia. Hubo una doctrina ascética (siglo IV d. de C.) denominada hesicasmo, que se fundamentaba en la búsqueda constante y permanente de la paz interior. Los monjes hesicastas (aun quedan en los monasterios de Grecia) acostumbraban, durante sus largas meditaciones, a dejar caer la cabeza hacia el ombligo. En la historia se les denominó omphalopsy choi; literalmente significa observadores del ombligo. Esta actitud es absolutamente respetable como ejercicio de búsqueda interior. También como resultado del reconocimiento de nuestra propia fragilidad (suele suceder en el ocaso de la vida). El Papa de la Iglesia Católica acaba de decidir abandonar sus responsabilidades motivado por su propia debilidad. Este ejercicio es digno de respeto (también, para mí, de admiración). Ha decidido retirarse para ejercer de omphalopsy choi, en el sentido más profundo de la expresión (alejado de la fácil broma). Es posible que existan otros motivos... para reconocerlos tendríamos que leer La Roma de los Borgia de Apollinaire o Los sótanos del Vaticano de Gide. No es este el momento...

Gran parte de nuestra sociedad de espectadores y la inmensa mayoría de las denominadas clases (o castas) dirigentes no ejercen este ejercicio ascético de interiorización. No. Padecen una versión vulgar y común denominada Onfaloscopía. Se trata de la versión popular de mirarse el ombligo. Para nuestros dirigentes es de gran utilidad... Mientras se lo miran no ven lo que ocurre alrededor. Solo ven su propio ombligo. Una fea cicatriz. Da igual lo que sucede. No lo ven, no lo pueden ver. Los que tienen una dimensión excesivamente grande no alcanzan a vérselo aunque lo intentan con denuedo. El resto los imita. Este ejercicio nada tiene que ver con la contemplación y la soledad. Se trata de una infame actitud que permite, tolera y facilita el rapto de la conciencia y el secuestro de la sociedad. Mi respeto para el monje, mi repugnancia hacia el frívolo que de tanto encorvarse sobre si mismo terminara devorándose.

Nota: deberían tomar nota reyes, ministros, diputados, tesoreros y demás componentes de la casta dirigente: de tanto mirarse al ombligo han terminado construyendo casas sin puertas ni ventanas. Así, encerrados, el mundo terminara convencido de su inutilidad.

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