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La maniobra de Epley (o cómo combatir el vértigo)

Alfonso Alba

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Escribo mientras estoy pendiente del sueño de mi hijo pequeño. Ambos venimos de realizar sendos viajes. El sueña mientras yo tengo vértigo. Dos formas muy diferentes de reaccionar... El vértigo es un problema del oído interno cuya causa está en la pérdida de cristales de carbonato de calcio, que con determinados movimientos de cabeza se desplazan por los canales del oído interno, originando una sensación de desequilibrio. Leo un poema de Rosario Castellanos. Toda la poesía es un ejercicio que produce un constante vértigo. Nos dice que siempre hay razones para volver y, también, para olvidar. Vértigo. Escucho en la radio que un estúpido senador italiano ha definido el rostro de su ministra como semejante al de un orangután. La ministra es negra y él fue ministro de “Simplificación” (su ministerio se llamó de Simplificación normativa). Mi primera reacción es de risa. Después de asco. Siempre vértigo. Leo que el gobierno de un país que todavía se denomina Grecia, ha decidido realizar pruebas obligatorias de VIH a prostitutas, toxicómanos, indigentes y... ¡sin papeles! Continuamos en una edad media que nunca se terminó de ir. Vértigo. Un grupo numeroso de ayuntamientos franceses han puesto en marcha viejas medidas para expulsar de sus municipios a gitanos y sin papeles... Todo sucede a un ritmo de vértigo. Y, sin embargo, todo aparece secuencialmente normalizado. Ay.

Borges construyó una curiosa metáfora sobre la simulación de quienes nos dirigen: un grupo de expertos cartógrafos, al servicio del poder (como casi todos los denominados expertos), trazan un gran mapa que dibuja con sumo detalle el extenso territorio del Imperio. Todo en su lugar. No falta nada.

Un hermoso mapa. El territorio real se desgarra, se pudre, pero nada de eso se puede ver en el plano. En los mapas no aparece el dolor. Nunca. Desde Maquiavelo los dirigentes saben que el dominio de la apariencia está en la base de su poder. Saben que su existencia y futuro (ambos términos son sinónimos para ellos) dependen de cómo sean capaces de simular. Cuando afloja o se debilita su crédito dibujan diagramas de causas para mostrarnos que, frente a los problemas, ellos realizan un enorme esfuerzo y dedicación.

Ahí están los dirigentes del PP (y medios afines) intentando aparentar que los escándalos sobre su financiación personal y colectiva no los van a separar de su “compromiso”. Ahí están los dirigentes del PSOE (y medios afines) señalando con el dedo a una jueza como responsable de una causa general contra su partido; el escándalo es la instrucción de la jueza y no el fraude de los ERES, vienen a decir. Toda una casta decidida, ahora, a señalar como responsables, de esta epidemia de corrupción, a falsos marineros que llevan aparejando fechorías demasiado tiempo. Esos falsos marineros eran sus compañeros, colegas, camaradas y amigos

hasta hace dos minutos. Vértigo.

Mientras tanto una gran mayoría estamos pagando unas rentas que no nos corresponden. No se me va el vértigo. Mi hijo se despierta y me pregunta, ¿qué te ocurre? Le confirmo que tengo vértigo y... Accede al ordenador y me dice: papá tu solución se llama maniobra de Epley... ¡Túmbate! y realiza los siguientes ejercicios... Hace quince minutos que el vértigo ha desaparecido. Ahora he decidido cambiar el vértigo y el dolor de sitio. He decidido colocar en su lugar mi rabia y mi poca inteligencia. Me adentraré otra vez en el laberinto. Buscaré cómplices. Encontraré amigos. Un laberinto es un lugar para salvarse (justamente porque uno busca). Un amigo, neutral, decía no entender cómo se puede uno adentrar en un laberinto para salvarse. Solo hay que releer La Casa de Asterión de Borges para comprenderlo.

Nota: tumbarse de espaldas y realizar giros de cabeza hacia el lado del oído malo de 45º y giros cabeza, cuello y hombros de 90º hacia el lado contrario... así durante unos minutos. A esta maniobra de Epley se le debe añadir un poco de rabia y la necesaria inteligencia. Se debe realizar, a ser posible, en compañía y de forma organizada. El vértigo se va y... acude la conciencia.

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