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Y su lengua se pasea por la tierra

Alfonso Alba

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El desprecio por la verdad es tan fecundo como la indiferencia. Ambos evitan los llamados tiempos muertos. La reflexión anida, casi siempre, en los tiempos muertos. Estos tiempos están habitados por una memoria que produce alergia para quienes tienen prisa (para escapar o para llegar). Abandonaba Jerusalén, hace unos días, con el mismo sentimiento que los dos hombres del relato de Lucas, con un profundo desaliento ante la ausencia de verdad o mejor dicho ante la presencia de excesivas verdades miopes. Tantas como dioses. Tan celosas como ellos. La miopía, lo sabemos, proporciona una visión distorsionada (en este caso muy distorsionada) de la realidad. La miopía tiene curación, pero es evidente que en este lugar muy pocos tienen intención de operarse... Salía de la hermosa y pesada ciudad sin dirigirme a Emaús y sin el privilegio de encontrarme con un forastero que me salvará de esta sensación de desaliento y tristeza. En el camino leo una noticia: “En una rueda de prensa convocada por los expresos etarras ha tomado la palabra, José Antonio López Ruiz (...)”. Me tomo un poco de tiempo muerto. Vuelvo a leer la noticia y hago memoria. En las palabras de este hombre es imposible encontrar la más leve resonancia de sentimiento (o de una necesaria, aunque ridícula, disculpa). Habla del futuro que se avecina (sic). Hace años, asesinó de cuatro disparos a una mujer, Dolores González “Yoyes”. Esta mujer abandono ETA. Hizo lo que consideró que tenía que hacer y asumió las consecuencias. ¡Yo no! La asesinó en presencia de su hijo de tres años (hoy felizmente lejos de esta tierra ingrata). Mi hijo me acompaña y sus preguntas sobre los nabateos, los romanos y el cerco de Massada me distraen. Tengo dificultad para ocultar mi rabia ante un inocente pletórico de curiosidad. En el autobús me duermo y sueño... Sueño con una ciudad abierta. Sueño con un Infierno, parecido al de Dante, donde los condenados, al menos, son conscientes del mal realizado.

Estrecho la mano de mi hijo. El vínculo con la cadena de una memoria de futuro no se debe romper.

Nota: “Por poco mis pies se me extrañan,/ nada faltó para que mis pasos resbalaran,/ celoso como estaba de los arrogantes,/ al ver la paz de los impíos/ (...)Y su lengua se pasea por la tierra

(Salmo 73)

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