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Manca finezza
Este jueves conocí la noticia del cese fulminante de la directora del Museo Arqueológico de Córdoba, Dª M. D. Baena Alcántara. Mi relación con Lola como directora de dicho museo durante muchos años me anima a escribir estas reflexiones. Que nadie se lleve a engaño: en estos párrafos no voy a aludir a mi relación personal, forjada durante muchos años de relación tanto laboral como de amistad y compañerismo para ir a lo que entiendo más sustancial: la colaboración institucional entre el museo y la Universidad teniendo como nexo de unión las tareas de investigación.
Ejerzo la docencia y la investigación universitarias desde hace más de tres décadas. Puedo y debo decir que el trato que he recibido como investigador en el museo ha sido siempre impecable, tanto por parte de los conservadores y personal allí destinado como muy en especial por la persona que hasta ahora ha dirigido aquel centro. Entre los muchos frutos de esta colaboración puedo destacar un importante número de publicaciones donde se aprecia la importancia del Museo Arqueológico de Córdoba por lo señalado de sus colecciones, amén de una participación con ánimo divulgativo en muchas conferencias dentro y fuera de aquella institución, los miércoles del museo, la Pieza del Mes, etc. Si tuviera que destacar un logro físico de la relación fructífera a la que he hecho ya referencia, remitiría sin duda a la pieza, majestuosa, que da la bienvenida a los visitantes del museo, la escultura del emperador sedente que fue restituida gracias al empuje de Lola.
Su firme convicción de que el museo debía ser acicate para la investigación se demuestra simplemente señalando los numerosos proyectos que ha tenido en el material del centro objeto de análisis y que, sin la apuesta de Lola, habría sido de todo punto imposible desarrollar. Por experiencia propia sé del modo en que el nombre de nuestra ciudad y de su Museo Arqueológico se ha paseado en prestigiosos centros de investigación internacionales, y lo sé porque hace poco más de un año estábamos los dos en Roma presumiendo de Museo. Y ahí estaba de nuevo Lola, acompañando y protagonizando como representante de su centro diversas actividades del más elevado carácter científico.
Esa, y muchas más, han sido mis gratificantes experiencias a su lado.
No voy a hacer comentario alguno a su cese por aquello de zapatero a tus zapatos más allá de las dos primeras palabras que encabezan esta carta, pero tampoco puedo dejar de decir a todo el que quiera oírme que las formas son importantes, y eso me lo han enseñado mis maestros en la Universidad y mis padres en casa: que una persona que ha trabajado mucho y bien para su institución durante más de 20 años reciba una comunicación para que cese su actividad y abandone su despacho de manera fulminante no es la mejor forma de mostrar una sensibilidad para el tiempo y esfuerzos dedicados por esa persona. A eso debe añadirse que el museo está pendiente de un proceso complejo de ampliación y reforma donde Lola ha sido pilar indiscutible.
Saquen ustedes mismos la conclusión.
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