Las críticas y la toxicidad

En el fútbol, la toxicidad está a la orden del día. Ya sea en la terraza de un bar, en el propio campo o en las redes sociales. Pero es cierto que en estas últimas plataformas han aumentado sin razón aparente. Como si cualquiera opinión no fuese válida y viniera una horda de comentarios de otras aficiones que quieren recalcar que su forma de ver el fútbol es la única que existe en este planeta. Y el Córdoba CF no está exento de ello.

A mí, por lo menos, se me quitan las ganas de comentar el partido o las reacciones. Porque si te sales de lo políticamente correcto, ya comienzan a decirte lo típico de: “No tienes ni puta idea”, “¿para qué hablas si no tienes razón?”, o el típico “algo lloras”. Porque un argumento, basado en diferentes razones y con una base sólida, puede complementar a otro muy distinto. Pero hay aficiones que no lo comprenden.

La expulsión por roja directa de Rubén Alves fue objeto de críticas por parte del Córdoba CF. Por unos argumentos u otros -más o menos acertados- la afición del Real Club Deportivo de La Coruña defendió sus intereses, como es normal. Ahora, los blanquiverdes salieron beneficiados con la roja rearbitrada a Carlos Isaac -que vaya por delante que yo creo que la expulsión es clara- y el Granada CF saltó en redes sociales pidiendo lo suyo. Hasta aquí dentro de la normalidad.

Pero lo malo entra cuando en esas decisiones arbitrales, son los aficionados de otros equipos los que saltan para recordar tiempos pasados. Mírate tu ombligo, tu equipo y lo que puede mejorar de aquí a un tiempo cercano. Porque ni los aficionados del Córdoba CF pueden entrar en descalificar en ningún tipo de momento a otros hinchas, ni los de otro equipo a los de blanco y verde. Y más cuando el arbitraje, antes o después, compensa -a no ser que sea Moreno Aragón, que ahí hay sucesos pasados que no van contra cero clubes-.

Parece que, en ese sentido, el fútbol ha cogido las cosas tóxicas de otros ámbitos como la política. Ahora todo es queja, queja y más queja. Yo entiendo que haya competitividad y pique, pero no que por poner tu opinión lluevan insultos o descalificaciones. Ni mi verdad es la absoluta, ni lo es la de nadie. Por mucho que haya gente que quiera imponerlo así.