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Rocío Barrio: “Mis limitaciones me han servido para vivir la vida al máximo”

Rocío Barrio | MADERO CUBERO

Juan Velasco

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Rocío Barrio es La Pájaro. Así se la conoce en muchos rincones de esta ciudad. Así la conoció quien escribe, testigo silente en los últimos diez años del devenir vital de aquella chica que cantaba, dibujaba, bailaba, pinchaba música, actuaba, posaba, diseñaba, traducía lenguaje de signos y además sonreía con los ojos. Rocío parecía hacerlo todo bien, y ya era entonces una especie de musa de Fernando Vacas, que la había puesto a cantar con Prin La Lá y con Flow, y también de parte de la modernidad cordobesa.

Como la gran mayoría de la gente que la conocía de dos besos, durante algún tiempo viví ajeno a la discapacidad de Rocío. Obviamente conocer un poco a alguien no te da acceso a su historial médico y Rocío tenía entonces lo que algunos llamamos “discapacidad invisible”: Un cáncer había atacado a su pierna derecha, que había pasado por numerosas operaciones, y la obligaba a andar sobre una pequeña plataforma de 9 centímetros. Hoy, esa pierna no está y Rocío está aprendiendo nuevamente a andar sobre una pierna mecánica.

La palabra que más se va a repetir durante la entrevista va a ser “normalidad”. Para Rocío la normalidad es un estado mental y espiritual. También fue una aspiración durante aquellos años que pasó entre operaciones y post operaciones. Pero, con sus limitaciones, siempre se sintió normal. Ni más, ni menos.

Como Rocío, los discapacitados son gente anónima que transita las mismas calles pero a un paso distinto. Gente que suele tener un pequeño círculo de personas que ha decidido también andar a su ritmo. Gente que percibe el mundo de una manera distinta. Por eso es interesante poner el foco sobre ellos justo este domingo, que es el Día Internacional de la Discapacidad.

Al final de esta entrevista habremos conocido solo un poco a alguien normal que ha vivido una situación anormal: el tener que aprender a andar cuatro veces a lo largo de su vida. De algún modo, para Rocío, la vida ha sido lo que ha habido entre aprendizaje y aprendizaje con una pata herida a cuestas. Ahora que esa “pata” ya no está, parece buen momento para hacer memoria.

PREGUNTA. Bueno, hemos charlado mucho en la redacción estos días para ver cómo contábamos esta historia. Básicamente había dos opciones. La primera, que yo reportajeara tu historia, que es lo que hice casi para proponerla, hacerles una sinopsis de quién eres. Y la segunda, que es la que yo quería, es que tú contaras tu historia. Y aquí estoy entrevistándote. Así que vamos al principio. ¿Quién es Rocío Barrio?

RESPUESTA. Ufff… Vale. Empiezo del tirón... Pues yo nací en León, porque mi familia es del norte. Mi padre es de El Bierzo y mi madre es gallega. Mi padre, por motivos de trabajo, era profesor de filosofía, se muda a Córdoba. Yo, de hecho no tengo familia en Córdoba ninguna y toda mi familia es de Madrid para arriba. Así que yo nací un verano en León, pero cuando ya estábamos instalados en Córdoba. Soy cordobesa de corazón, pero sin una familia aquí. Sin unos primos cerca. Solamente mi padre, mi madre y mi hermano y yo. Así que aquí llevaba una vida normal hasta que en el 87, un día corriendo, mientras iba para la feria, me caí. Me di un golpe con un coche y me caí. Y la pierna derecha se empezó a inflamar. Y nadie sabía por qué la pierna estaba así tras una caída normal y corriente. Estuve en reposo, me fui ese verano a Galicia, y allí no bajaba la inflamación y me dolía mucho. Yo tenía un tío, que era médico en Madrid, y allí en Galicia ya dijeron que lo que se veía en la radiografía era muy feo. Así que me bajé a Madrid con mi tío, al hospital donde él trabajaba, y me hicieron una biopsia.

P. ¿Has dicho en el año 87?

R. Sí, no, en mayo del 86. En aquellos años, el cáncer llevaba mucho tiempo ya dando por saco, pero era un tema que no es como ahora, que se ha avanzado mucho en todo. En mi caso, me mandaron pruebas a diferentes países del mundo, y en 3 dieron un diagnóstico de Sarcoma de Ewing, que es un sarcoma muy agresivo y con el que, hasta ese momento, la esperanza de vida era mínima. Es decir, no era simplemente que me pudieran cortar la pierna y ya está, sino que era muy agresivo y que le ocurre a niños y con una metástasis muy rápida.

P. ¿Es expansivo?

R. Sí. Yo entonces tuve la suerte de tener a mi tío ese momento en Madrid y gracias a eso me trataron en el 12 de octubre y con el mejor médico que existía. Además, no me ingresaron, porque normalmente a los niños con un cáncer de ese tipo los solían ingresar en el Hospital Niño Jesús, creo que se llamaba, y pasabas allí todo el periodo. Porque a mí me dieron quimioterapia y radioterapia… Pero yo no. Y eso no parece importante, pero sí que lo es. Yo viví todo con mi familia en mi casa. Iba a que me pincharan, me volvía, y entonces no viví ese ambiente de hospital desde pequeña.

"Yo nunca perdí un curso de colegio mientras me trataba de mi enfermedad"

P. Ya ves.

R. Es que de ahí viene, creo yo, mi normalización. A lo mejor hubiera tenido otra actitud si de pequeña hubiera estado ingresada, porque hablamos de unos tratamientos agresivos. Se me cayó el pelo y mil cosas. Pero yo no…

P. Tú estabas en tu casa…

R. Sí. Bueno, en casa de mis tíos en Madrid, y yo ya, cuando los ciclos de la quimioterapia me los podían dar aquí, pues nos volvimos para acá, y me escolarizaron. O sea que yo nunca perdí un curso de colegio mientras me trataba de mi enfermedad. Y tuvimos la suerte de que funcionó. Funcionó la quimioterapia, funcionó la radioterapia y el sarcoma se curó. Bueno, a partir de ahí se supone que te curas y ya está, pero no.

P. ¿Por?

R. Pues porque claro, a mí me atacó en una pierna que estaba creciendo. Y yo crecí mucho mientras que mi pierna no creció. Porque eso te lo mata todo, la radioterapia. Entonces empezó una dismetría cada vez mayor hasta que llegué a tener 9 centímetros.

P. ¿Entre una pierna y la otra?

R. Sí. Y yo llevaba un tacón, que me hacía mi padre, porque los zapateros no lo hacían como él quería para que yo andara bien.

P. ¿Tú padre te hacía el tacón?

R. Mi padre lo hacía. No era un tacón entero. Era partido. Como si fuera una plataforma de Drag Queen. Y entonces yo andaba perfectamente y doblaba mi pie y todo.

P. Joder, qué precisión.

R. Sí, sí, mucha gente me decía: ¡Quítate las plataformas!. Y era en una pierna solo. Es que mi padre fue mi zapatero durante muchos años. Cada vez más calzas, cada vez más calzas… Y con 14 años se me planteó la posibilidad de alargarme esa pierna. Algo voluntario. Y como yo quería ser normal como todo el mundo, pues dije que sí.

P. ¿Estamos en qué año? ¿94?

R. Estaba yo en Bachillerato. En el 94.

"En mis diarios se repite como un mantra: ‘voy a estar bien’ y ‘voy a ser una niña normal’"

P. Es por hacerme una idea de cómo estaba España quirúrgicamente.

R. Sí. Ahora te dejo, que he hecho un croquis de fechas. Yo estaba en el instituto, haciendo mi vida normal. Justo estos días he estado releyendo mis diarios, desde el 89 al 97, y claro, se mezcla todo, con mucho de adolescencia, amigos, etcétera… Pero en mis diarios se repite como un mantra: voy a estar bien y voy a ser una niña normal. Me ha dado penilla leerlo porque pensaba todo el rato: ¡Aquí acaba!, pero qué va. La única ilusión era ser normal como todo el mundo.

P. Y entonces se plantea una oportunidad.

R. Sí. Y ahí, con 14 años, es cuando yo soy consciente de lo que había tenido. Porque hasta los 14 años yo había estado malita. Punto. Mis padres no hablaron conmigo.

P. Obviamente, claro.

R. Bueno, no sé si es bueno o malo. Ahora los padres hablan mucho con los niños, les explican y sale en la tele…

P. Yo creo que eso es más en la ficción.

R. No lo sé pero a mí no me dijeron nada.

P. Los padres siempre tienden a la protección. En mi casa, por lo menos.

R. Pues a mí nada. Es más, yo era una niña que quería hacerlo todo. Mi padre tenía que hablar con los profesores para que no me dejaran hacer nada, pero porque yo quería hacerlo todo… Y lo hacía. Si no podía jugar al fútbol era la portera. Yo todo. Iba a Cazorla, iba con todo el mundo. Yo corría, con mi tacón y con todo. Mi padre lo único que temía era que se me partiera la pierna, que podría haber pasado. En fin… Con 14 años entré en la consulta y me dicen que el riesgo de muerte es mínimo. Y claro, se me cambia la cara.

P. Ya ves, tú pensando “riesgo de que…”.

R. Sí, sí. Ya mi padre me sentó, cogió mi historial médico (hace el gesto de coger un historial médico muy gordo) y me lo contó. Y para mí fue un choque de realidad, pero yo decidí que me hacía la operación.

"A mí la música me ha salvado la vida"

P. Que consistía en…

R. Cortar hueso. Cortar peroné y alargar. Poner unos hierros, con un tornillo que te va alargando. Y se supone que dentro tiene que ir creciendo poco a poco hueso. Qué pasó, que yo estuve un año con eso, y el día que me quitaron los hierros, cuando levanté la pierna, se me dobló. No había crecido nada. Había crecido (hace un gesto de un poco). Así que me tienen que ingresar 3 meses en Madrid y operarme de injertos, de piel, de hueso y de todo. Y un pie se me quedó doblado. Así que hubo que operar el pie para recolocarlo, y recolocar los dedos, y todo eso es lo que me hicieron desde Bachillerato hasta primero de Carrera. Todos esos años de adolescencia los viví con muletas.

P. ¿En qué instituto?

R. Pues el Colegio lo hice en el Santuario, y el Instituto en el Galileo Galilei. Que mi padre era profesor allí, y eso facilitó también que no perdiera ningún año de instituto. Aunque él no me daba clase, pero ayudaba a que me hicieran los exámenes entre postoperatorio y postoperatorio. Yo es que iba al revés que todos y limitadísima. Desde los 6 hasta los 20 intenté llevar una vida normal.

P. Bueno, claro, a nivel familiar era normal, y con tus amigos, claro. Pero en general ibas a descompás… a otro ritmo.

R. Eso es, a otro ritmo… y con muletas. Yo iba a todos lados, a la feria, al centro andando desde la Fuensanta, pero con muletas. Y a los 20 años me libré.

P. ¿Qué pasa a los 20?

R. Pues me quité las muletas y aprendí a caminar otra vez. Con ésta de ahora (dice tocándose la pierna mecánica) es la tercera vez que aprendo a caminar. Porque me recolocaron el pie y estuve 5 años sin apoyarlo, así que de nuevo a aprender a caminar. Pero en los 20 paré un poco de operaciones. Era el 98.

P. ¿Y qué tal te sentó eso?

R. Pues imagínate. Me despisté mucho. Yo lo que quería era vivir y no meterme en mi casa a estudiar. Así que me metí en Física y de ahí me salí y me fui a Madrid a prepararme para hacer restauración de muebles, y luego cuando volví me metí en diseño gráfico. Y cuando terminé fue cuando me metí a trabajar aquí, en Amapola. Y conocí a Pablo. Con 23 o 24 años.

"Detrás de una barra sentía seguridad y crecí mucho a la hora de enfrentarme al mundo"

P. La Hostelería.

R. Eso es. La pierna bien, oye. No me dolía. Me cansaba pero no me dolía. Y en 2008 me quitan unas grapas. En aquella época estaba en el Soulfood. Y como me volví a operar, pues me quité de los bares y me metí a estudiar Lenguaje de Signos.

P. Más o menos en esa época te conozco yo.

R. Sí. Pues me meto a estudiar lengua de signos y termino. Y lo hice un poco por vocación, como todo en mi vida. Yo es que todo lo he hecho o por vocación, o por amor. Nunca he hecho nada práctico, ni nada concreto, que me haga olvidarme de todo. Y por eso no llego nunca, a lo mejor, a encauzarme por algo en concreto, pero lo que quiero es cómo hacer todo lo que me gusta, y supongo que esa dispersión laboral viene de ese vitalismo de haber sido una niña que no podía hacer las cosas.

P. Claro, como no podías hacer ninguna, te lanzaste a por todas.

R. Sí. Y voy improvisando. Así he hecho música, pintura, los muebles… Al final, como lo quiero hacer todo, pues me aturrullo y me bloqueo.

P. Hombre, no sé cómo serías como Física, pero pintar pintas bien, y cantar, cantas bien, también…

R. Se me daba bien. Pero el ambiente era muy raro. Es que me gustaba mucho el tema del universo, y aquí lo que había era física del estado sólido. Y al final, me despisté en cuanto descubrí el mundo.

P. Es que, lo mires por donde lo mires, tampoco era práctico.

R. Qué va (se ríe). Con el Lenguaje de Signos pasa igual. Cuando terminé el panorama era que… bueno, ya sabemos cómo está. Eso sólo se usa en elecciones, que te llamen dos o tres para ir a un mitin y poco más, porque el sordo se busca la vida. El sordo coge al intérprete gratuito que haya en la asociación o se busca la vida. No va a pagar un intérprete. Al final se quedó como algo vocacional y no me veo trabajando de eso, aunque ahora, que tengo que reconducirme un poco, me viene bien haberlo estudiado. Porque ahora cuando vaya a la ONCE, supongo que vendrá bien.

P. ¿Y qué te empuja a ello?

R. Nada en concreto. Lo hice por impulso. Aunque pensé que igual era práctico. No lo hace mucha gente.

P. No tardaste en descubrir por qué.

R. Desde luego. Pues es además dificilísimo. Lo recuerdo con mucha presión. Salías mentalmente tocado de los exámenes.

P. ¿Y el haber estudiado el lenguaje de signos te sirvió de alguna manera para reconocerte en esa discapacidad?

R. Sin duda. Y lo suyo es muy complicado, porque lo suyo es el lenguaje. Hablamos de una manera de comunicar. Es que la comunidad sorda es eso, una comunidad. No es que sean sordos. A mí me falta una pierna. Lo mío es físico, pero lo suyo es el lenguaje, que condiciona la manera que tienen de ver el mundo. Si nacen sordos. Hablamos de gente que no piensa como tú y como yo. Su manera de pensar y comunicarse es el día y la noche respecto a la lengua oral. En ese aspecto sí que me gustó. Aunque lo práctico no se lo vi.

P. Tú, concretamente, sí que has usado mucho el arte para comunicarte. ¿Siempre ha sido un lenguaje tuyo?

R. Sin duda.

P. Te lo digo porque yo no te conozco desde hace tanto. Yo me enteré de que cantabas cuando te vi en el disco de Howe Gelb y la Band of Gypsies. Dije: ¡Mira, la Pájaro!

R. Eso es cosa de Fernando Vacas. Bueno, en realidad, lo de cantar no. Eso viene de la hermana de mi padre, mi tía Malli, que cantaba ópera. Ahora está jubilada, pero ella cantaba en el coro de la Zarzuela de Madrid y me llevaba al teatro. Y era guapísima y yo la idolatraba. Y ella me enseñó un poco a cantar y tocar el piano, que lo tuve que dejar por la pierna, cuando no alcanzaba a tocar bien el pedal.

P. Coño, que putada.

R. Sí. Es que no podía flexionar bien. Pero la música a mí me ha salvado la vida. De chiquita me gustaba mucho la música clásica y la ópera y luego, como mi hermano era muy rockero, me pasé al rock. Yo era muy heavy, muy grunge. Y ahora escucho discos que escuchaba entonces y me acuerdo perfectamente de aquella época.

P. Venga. Vamos a hacer memoria. Dame un canción de cuando eras pequeña.

R. Es muy cutre. Pero era muy fan de Extreme. More than words. Es que las tengo todas.

P. De adolescente.

R. Pearl Jam. Me gustaban muchos. Alice in Chains…

P. Yo tengo un recuerdo de ser un adolescente gilipollas escuchando Street Spirit de Radiohead tirado en la cama.

R. Pues yo de Pearl Jam, del primero, Ten creo que se llamaba. Pero bueno, ellos y millones de grupos. Pantera, por ejemplo, que me encantaban.

P. Hostia, Pantera.

R. Sí, sí. Pero no podía ir a los conciertos. Recuerdo que estando ingresada en Madrid vino Extreme a tocar a Madrid, con Aerosmith, y mandé a mi tía y a mi madre a que me firmaran el disco. Y allí que fue la señora a que le firmaran el disco a Madrid Rock. Pero a esos grupos nunca los he visto. Luego sí he visto a otros. Y cuando conocí a Pablo, se me abrió un mundo, y empecé a conocer… Bob Dylan, Neil Young, Leonard Cohen... Bueno, Leonard Cohen de pequeña, mejor.

"Lo de cantar en parte empezó con una borrachera. Yo me puse a cantar ópera y Fernando Vacas me escuchó"

P. A mí me pasó igual. El año pasado cuando murió me acordé de lo mucho que mi padre me lo ponía en el coche y cómo lo imitaba.

R. Sí. Yo igual. Todos los viajes a Madrid sonaba. En ese momento no lo entendía. Y luego me enamoró. A mí me pasó igual cuando se murió… Lo de cantar en parte empezó con una borrachera. Yo me puse a cantar ópera y Fernando Vacas me escuchó y con la coña pasó a la verdad. Primero fue en el primer disco de Rakel Winchester, el del Marío de la Carnicera, y me fui y grabé un pego al final de una zambomba que hacen, flamenca. Y a partir de ahí ya me llamó Fernando para Prin La Lá para hacer coros operísticos, y para Flow, y luego ya con Howe Gelb.

P. A la hora de plantear esta entrevista, tiré de tus momentos estelares, y uno de ellos es como protagonista indirecta de Life of Pablo, ese documental imprescindible sobre una Córdoba que ya nunca va a volver. ¿Qué recuerdos, qué papel jugaste y qué recuerdas de aquel primer Amapola?

R. De esa época… muchas cosas bonitas. Con sus cosas feas, también, claro. Mucho trabajo. Yo aquí trabajé muchísimo.

P. Es que abristeis lo que después ha sido toda la Ribera.

R. Y eso fue porque Pablo fue un visionario. Pero solo porque no entendía que Córdoba le diera la espalda al río. Esto estaba muerto. Y él no lo entendía. En realidad a él lo que le llamaba la atención de este sitio era que en frente iba a haber un Palacio de Congresos. Nunca lo hubo, pero él vio lo que era normal, que en un futuro, lo normal de cualquier ciudad, es que el Centro fuera el río. Él lo vio un poco antes que nadie. Y de esa época yo guardo muy buen recuerdo.

P. ¿En qué sentido?

R. Pues yo salía de un mundo, pues muy pequeño, de conocer muy pocas cosas, pero dentro tenía un mundo muy grande, y mucha curiosidad. Y Pablo era mayor que yo, se movía en un círculo de intelectuales. Estaba Carlos Pardo en aquella época. Y eso a mi me encantaba porque aprendía muchísimo. Por él conocí a Fernando, que me llevó a conocer a muchos músicos, a irme con ellos de gira. Conocí un poco a personas que saben mucho de muchas disciplinas en un momento en que hubo un ambiente bonito. Con sus luces y sus sombras, claro.

P. ¿Y qué rol ha jugado tu papel detrás de la barra en tu desarrollo personal?

R. Pues todo. Mira, a mí me daba vergüenza ir a comprar pan. Era una chica muy tímida. Toda esa seriedad que la gente me atribuye es la timidez que yo sigo teniendo. Ya mucho menos. Pero cuando yo empecé aquí, al poner la primera copa, me temblaba la mano. Era un mundo que me encantaba, pero al que me daba miedo enfrentarme, con lo bueno de que ahora venían a ti. Además, con el añadido de que, como tú sabes, esto era un bar de locos, de toda la zona. Y aprendí a desenvolverme en situaciones chungas, a meterme a separar en medio de una pelea, por ejemplo. Son cosas que yo en mi vida habría pensado que iba a hacer… Aprendí mucho. Detrás de la barra de sentía seguridad y crecí mucho en lo personal a la hora de enfrentarme al mundo.

P. ¿De alguna manera, todo lo que había vivido hacia dentro en tu infancia y tu adolescencia explotó en esa etapa?

R. Sí. No sé por qué. Con Pablo siempre lo hablaba mucho. Pablo lee muchísimo, y él tiene una memoria impresionante, y está siempre entre libros y películas. Y yo me sentía chiquita a veces, cuando me rodeaba de él y esa gente tan interesante. Me preguntaba: ¿Y yo qué aporto? Y él me decía: “Es que tú ya lo tienes. Yo leo. Y lo busco para tenerlo. Pero tú ya lo tienes con lo que has vivido”. Igual parece algo fuerte, pero es bonito.

P. A mí me lo parece.

R. Eso era lo que yo aportaba a ellos. Mi manera de ser, mi manera de estar, mi manera de ver las cosas. Nunca me sentí inferior en aquella etapa.

P. Todos tenemos nuestros miedos de cagarla cuando estamos junto a gente a la que admiramos.

R. Claro. Eso pasa siempre.

"Me han dicho coja, me han dicho cosas por la calle. Me miraban mucho. Pero no he sentido 'Bullying' en el colegio"

P. Es una manera de ser normal. Miedosa, pero es una manera de ser normal al fin y al cabo. Y eso, para alguien que lo ha buscado toda su vida… Una duda antes de que me disperse. ¿Te han hecho bullying?

R. Mira, me han dicho coja, me han dicho cosas por la calle. Me miraban mucho. Pero no. No he sentido bullying en el colegio. Siempre he tenido un grupo de amigos y los mantengo. Eso a mí me ha salvado de mucho. Porque no he sufrido por eso.

P. Ahora que tienes a tus sobrinas, que veo que pasas mucho tiempo con ellas, ¿te acuerdas de alguna manera de la niña que eras?

R. Sí. Me impresionó cuando mi sobrina Ángela cumplió 6 años. Y me imaginé que yo era esa niña y ahí sí me dio pelotazo. Hace poco he visto unas fotos mías, de mi primera operación, y salgo súper sonriente… Da cosica, porque, aunque lo he vivido en mis carnes, verlo impresiona. Y ver a esa niña de seis años… También mis padres. Mi padre y mi madre. Cuando yo cumplí la edad que mi madre tenía cuando yo me puse mala, también lo pensé mucho. En mi familia, a mis padres les ha marcado muchísimo mi enfermedad.

P. Es un mantra eso, entre quienes son discapacitados. El impacto en su núcleo cercano. Hace poco hablaba con Cisco García y me contaba que lo peor de todo al poco de sufrir el accidente era la idea de ser una molestia para los demás.

R. Sí. Eso de pequeña no lo tenía presente. Eso lo he tenido presente ahora. Es que esto sí ha sido un cambio más radical. Cuando ya tomé la decisión, sí me vine abajo por mi pareja, por lo que dices, porque, al fin y al cabo, a mí Raúl me conoció antes de que me cortaran la pierna y piensas: “Esto no iba en el trato”. A veces piensas que le estás haciendo una putada a una persona que empezó contigo porque, cuando lo hizo, tú tenías pierna. “Esto no estaba en los papeles”, y por eso te sientes muy mal.

P. ¿Y eso cómo se combate?

R. Pues yo personalmente lo que hice fue llamar uno a uno a todos mis amigos más cercanos antes de operarme para que ellos lo llevaran bien, porque yo estaba bien. Pero es verdad que, lo primero que piensas, es cómo va a afectar a tu entorno. Y piensas… Mucho en mis padres, sobre todo. Es que piensas: Lo que se ha luchado para mantener una pierna y al final hay que cortarla.

"A mis padres les ha marcado muchísimo mi enfermedad"

P. Me gustó mucho eso que contaste de que le habías dado 30 años de vida a tu pierna que no le correspondían.

R. Sí, sí. Eso está claro. Ese pensamiento lo tengo. Al mismo tiempo que piensas, qué putada, también piensas: Esta piernecita me ha llevado a Nueva York y no estaba destinada a ello. Que descanse en paz, que ha hecho su labor de sobra, la pobre.

P. De las 3 veces que has tenido que volver a andar, ninguna cómo esta, ¿no?

R. Sí. Nunca. La otra vez me recalcaron el pie y en cuanto me dejó de doler aprendí a andar rápido. Y tardas, porque, aunque parece una tontería, cuando tienes que volver a aprender a andar no sabes dónde poner las manos. Porque yo iba siempre con muletas. Pero la última vez tardé una semana. Ahora no. Ahora te falta una pierna. Tienes que aprender otro esquema. Andar de otra manera. Confiar mucho en la pierna. Echarle huevos. Saber que te vas a caer, porque yo ya me he caído. Pero en todo eso tengo experiencia.

P. Maldita experiencia.

R. Sí, pero es la que tengo. Y esa experiencia, mis limitaciones, mi discapacidad me han servido para vivir la vida al máximo. Es que he tenido la muerte siempre presente, sin tenerle miedo ninguno. No me quiero morir estando en un cuarto, mejor haciendo mil cosas.

P. No te veo como ratón de escritorio, y eso que podrías haber encontrado trabajo fácil, por tu discapacidad.

R. O una oposición, como me dice mi padre, que el pobre no ha podido sentirse orgulloso de mí…

P. La generación de nuestros padres viven obsesionados con la “placita”.

R. No, pero es que él ve que yo he gastado mucha energía en otras cosas. Y sin querer victimizarme. Pero claro, llevo desde los 6 años con límites constantemente. Era como que nunca podías arrancar.

P. Es que yo no sé si podría arrancar solamente viviendo bajo la posibilidad de que te amputen una pierna.

R. Con un matiz. Yo he vivido 30 años con la posibilidad de que me amputen una pierna, sin tenerlo presente nunca. Con 14 años me dijeron que me la podrían haber cortado, y desde entonces hasta ahora, nunca ha estado en mi cabeza que se podría amputar. Sí es verdad que yo pensaba en cómo sería yo de vieja, y si mi piernita iba a aguantar.

P. ¿Y cuándo te lo dicen?

R. Cuando me lo dicen llevo ya casi un año intentando cerrar una herida, con una infección que ya dicen que es crónica, y empiezo a sentir crujidos. Yo ya es que empecé a sentir cosas dentro que me decían que no iba a aguantar más. Aunque parezca una locura, la pierna me hablaba y en el momento en que un médico me lo dijo, me lo planteé. Tardé un mes en tomar la decisión y decir: Hay que hacerlo.

P. Uff, qué decisión.

R. Recuerdo que mi padre, que es con el que fui a la consulta el día que dije que quería que me la cortaran, soltó dos lagrimillas.

P. Claro.

R. Es que son muchos años luchando por algo que al final ves que pasa. Pero él piensa igual que yo, que ha durado lo que ha durado y me ha dado una vida más o menos normal. Y no tengo miedo, a un quirófano ninguno.

"He vivido 30 años con la posibilidad de que me amputen una pierna, sin tenerlo presente nunca"

P. ¿Qué te ha quitado la pierna? ¿Qué se ha llevado, de malo y de bueno?

R. Pues… De malo se ha llevado el bicho, la infección. Me ha dado mucho coraje porque se ha llevado las cicatrices, que me gustaban y eran como mis tatuajes. Yo siempre decía que no me hago tatuajes porque mis tatuajes son mis cicatrices. Eso me dio pena, aunque ahora las he dibujado. Durante todo este tiempo. Yo cuando dibujo es como que toco lo que dibujo. Y dibujé mi pierna por delante, por detrás, cada cicatriz, lunares que tenía… Se llevo eso. Y se llevó mucho esfuerzo. Mucha lucha por mantenerla, pero no se pudo hacer más… (Se toma unos segundos) Yo quería mucho a mi pierna.

P. Descanse en paz.

R. Sí, sí. Y estoy feliz y no la he echado de menos en ningún momento, pero la llevo aquí (se abraza el alma).

P. Bueno, ahora tendrás que dibujar la nueva.

R. Aún no la he dibujado.

P. ¿Ah, sí? Pues me lo habré imaginado. Creía haberla visto dibujada, en Facebook o Instagram. He de decirte que me gusta cómo usas las redes. Es interesante porque transmite normalidad, por un lado, y tranquilidad a ti y a tu entorno.

R. Exacto. Es que hay mucha gente que no lo sabe. Yo conozco a mucha gente de los bares, y pensaba que era una putada el hecho de yo salir a la calle y que la gente que me conozca se lleve un chasco al verme la pierna. Me ha pasado que me he encontrado con gente que me ha visto y se ha puesto a llorar. Así que lo conté para preparar a todo el mundo, por ellos y también egoístamente por mí, y para eso me sirvieron las redes.

P. Ya ves.

R. Sí, por un lado es atenuar la primera impresión. Decir, aquí estoy y estoy bien. Y luego está la segunda parte. A mí llamar a todo el mundo me sirvió de psicólogo, porque al llamar a mis amigos me fui contando a mí misma 50 veces que me iban a cortar la pierna. Al principio lloraba mucho hasta que dejé de llorar. Así que pensé: coño, me ha servido.

"Lo conté para preparar a todo el mundo, por ellos y también por mí. para eso me sirvieron las redes"

P. Es que a las guerras hay que ir preparado. Me imagino que, cada vez que pones un pie en la calle, es una guerra emocional.

R. Claro. Y yo prefiero dejar claro qué ha pasado.

P. Y sobre todo en una ciudad como Córdoba, en la que el concepto de tiempo es relativo, y habrá gente que te vio hace dos años pero te hablarán como si fuera hace dos días.

R. Totalmente. Es verdad que otra cosa no tengo, pero inteligencia emocional tengo un poco. Y yo he pasado mucho tiempo sola y yo me hablo todo el rato.

P. ¿Qué has necesitado estos meses para ser feliz y “normal”?

R. Twin Peaks a tope (se ríe). Justo cuando yo decidí esto me enteré de que salía la nueva temporada. Para mí ha sido una huida el meterme allí con los pinos y con el agente Cooper. Y me ha ayudado mucho la música y dibujar me ha ayudado muchísimo. Y me gusta mucho porque paso mucho tiempo con algo. En esta última etapa además me ha salido mucho dibujarme a mí. Y me he hecho muchos autorretratos.

P. ¿Y qué ves en esos autorretratos?

R. Pues he visto seriedad, fíjate. Me veía muy seria. Pero no sé. Estoy muy seria en todos los retratos que he pintado. Era el momento de antes de amputarme. No tenía miedo, pero no sabía lo que iba a venir.

P. Hombre, se te venía encima algo gordo. Bastante da con una sonrisa, de esas que se entrenan en los bares.

R. Sí, sonrío, claro, pero sin disimular. Nunca he disimulado. Si he tenido que llorar, lo he hecho. Pero también te digo que he llorado sólo por dolor. Pero no porque eche de menos la pierna.

P. De alguna manera, esto que ha pasado estos días con respecto a la víctima de La Manada, ese vídeo que le grabaron en el que, presuntamente, se la veía feliz y siguiendo con su vida, me ha traído a tu situación.

R. Pues lo mismo te digo. Lo he estado pensando. Lo he extrapolado a lo mío, igual que lo has extrapolado tú. Es verdad. De alguna manera, la sociedad te pide que sigas adelante, pero no demasiado, que si no estás muy bien, si no no eres tan discapacitado... Es algo que no soporto.

P. Es a lo que iba. Ese empujón de “te tienes que levantar, pero si lo haces muy rápido, tan mal no estarás”.

R. Exacto. Y pasa en todo. Si tienes que hacer una gestión ahora con la discapacidad, en la administración te tienen que ver peor de lo que estás. Pero si ya estoy jodida. Me falta una pierna. Ya es bastante. Pero si te ven llorando y diciendo que te quieres suicidar puedes tener más… ¿más qué? Yo no le veo sentido.

"En cuanto a la economía, hay discapacitados de primera y de segunda"

P. De hecho, me decías que al amputarte la pierna te ha bajado un grado la discapacidad. ¿Eso cómo es posible?

R. Se supone. No lo sé. He estado mirando en los baremos. Se supone que ahora tengo un 32%, pero a eso se le pueden sumar más puntos por tu situación económica o por tu respuesta psicológica… Pero si yo tengo una discapacidad reconocida desde el 93 del 33%, y tenía una dismetría de 9 centímetros, y ahora que tengo una dismetría bastante mayor, ahora que me falta hasta la rodilla (esto último lo dice riéndose), cómo se supone que tengo un 32.

P. ¿Eso cómo se come?

R. Pues no lo sé. Porque yo cuando era pequeña tampoco era una niña triste. No lo sé. No sé en qué criterio se basan. Es verdad que la falta de dinero hace que todos seamos un número y supongo que, si le pueden ir quitando discapacidad a gente, menos dinero hay que gastarse.

P. ¿Hay discapacitados de primera y de segunda?

R. Sin duda. Literal. En cuanto a la economía, hay discapacitados de primera y de segunda. Está claro. Yo doy gracias a que la Seguridad Social española y andaluza me ha dado una pierna, y a que no he pagado absolutamente nada por ella. Pero me ha dado esta pierna. Una pierna que tiene unas limitaciones claras. Es una pierna mecánica, que tengo que aprender a dominar y de la que me han dicho, y yo quiero hacerlo, que se puede llegar a andar sin muletas. Pero, si yo estuviera mejor económicamente, podría optar a otro tipo de pierna. Y sería otro tipo de discapacitada, una de primera. Pero igual de claro lo digo: Hay que dar gracias a que tenemos una seguridad social que te paga una pierna. En otros países te tienes que buscar dos palos y andar.

P. Una pata de palo.

R. Claro. A mí me gustaría tener una pierna de 60.000 euros. ¿Pero ahora qué haces? ¿Haces un crowdfunding y haces partícipe a la sociedad también de esto? Yo puedo hacer un crowdfunding para tener una pierna mejor, pero es un debate que hay que hacer, porque la sociedad ya me está pagando por la que tengo. Lo está pagando con sus impuestos. Y evidentemente tengo amigos que me van a ayudar. Y entiendo que hay quien organice un crowdfunding y ojalá lo consiga.

P. No es tu caso.

R. Mira, yo tengo esto. Ésta es mi pierna ahora mismo y tengo que aprender a andar con ésta. Poquito a poco. Y después ya se verá.

P. Y si hace falta, cuando venga otra, pues se aprende a andar de nuevo.

R. Por cuarta, o por quinta vez… Hay que aprender a conducir y yo tengo un Twingo.

P. Como la mayoría. Rocío, vamos a terminar dándole a la vuelta a todo el motivo de esta entrevista. ¿Qué es ser normal para ti?

R. Ser normal es tener inquietudes. Ser normal es tener unos mínimos económicos y ser capaz de buscarse las vueltas para que, pese a los mil condicionantes que nos están oprimiendo constantemente, levantarte cada día y hacer cosas, vivir el ratillo que estamos aquí bien y con tranquilidad.

P. Me voy a despedir con una imagen, porque, al igual que mucha gente, yo no sabía lo de tu pierna. Y recuerdo que la primera vez que me di cuenta de ello fue en la playa. Hace muchos años de aquello, pero creo que hace poco has vuelto a la playa, ¿no?

R. Sí… Fue muy bonito. Bueno, tenía muchas ganas de bañarme en cualquier sitio. Tenía unas ganas locas de sumergirme entera y nadar, y eso lo hice antes de ir a la playa. Fue en casa de un amigo. Me tiré a una piscina y eso sí fue muy emocionante y lloré como una magdalena. Fueron muchas sensaciones. La primera el sumergirme, que era ansiedad viva. Luego vinieron más: sentir el agua por el muñón, nadar sin la pierna, la facilidad para nadar… Lo que me está costando ahora andar, y lo fácil que es nadar. Y luego estaban allí todos mis amigos aplaudiéndome y fue muy bonito. Noté mucha libertad en el agua. Mucha. Lo siguiente que quiero hacer es apuntarme a nadar. Tengo que informarme de si hay algún equipo o centro que lleve a gente discapacitada, y si no me apuntaré a cualquier lado.

P. De Pájaro a Nutria.

R. Sí porque es un elemento en el que me puedo mover con mucha felicidad, y eso es algo que ahora mismo lo agradezco mucho.

"Puedo hacer un crowdfunding para tener una pierna mejor, pero es un debate que hay que hacer como sociedad y decidir hasta dónde llegan nuestros impuestos"

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