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Crónica

Este muerto está muy vivo

Córdoba Patrimonio de la Humanidad - Peñíscola

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El duelo esperado. El de la vida o la muerte. Un enfrentamiento directo de verdad. Atrás quedan encuentros con tibias necesidades frente a los clubes de arriba. Donde de verdad había que demostrar carácter y solvencia competitiva era ahora, puesto que un tropiezo sí que podía terminar siendo completamente decisivo. Claudicar antes de tiempo. Y justo eso pretendía evitar el Córdoba Patrimonio de la Humanidad, que recibía en Vista Alegre a un Peñíscola en una situación similar (un poquito menos delicada) a la suya, y posiblemente en el mejor momento posible. La reducción de la incidencia de la pandemia permitió que el público regresara al feudo capitalino muchas semanas después. Ganar era tarea obligada. Y habría muchos testigos para hablar largo y tendido de ello. Y se logró.

Ante 200 espectadores se inició la contienda, que estuvo cargada de igualdad en sus primeros compases. Se palpaba la tensión, incluso en las gradas, conscientes los aficionados del delicado momento que atravesaban los suyos, con cinco caídas consecutivas. Había miedo a fallar, aunque también ganas de demostrar. Y en esa disyuntiva se alineó el juego local en el arranque. Con todo, la primera ocasión clara fue para el Córdoba, a través de un balón largo de Prieto que cabeceaba Caio y a punto estuvo de hacer el primero. Avisaban los locales, que evidenciaban un poco más de mordiente que su adversario, en gran medida por la estrategia de Josan de salir con un quinteto altamente ofensivo. 

Por su parte, Peñíscola comenzó a generar peligro mediante la velocidad, con varias contras de Igor interrumpidas casi siempre por faltas de los blanquiverdes. No obstante, prácticamente ninguna de ellas finalizó en una oportunidad clara de gol. No se le vio excesivo trabajo a Prieto en los minutos iniciales. Así, otra peligrosa llegada la protagonizaron Pablo del Moral y Jesús Rodríguez en el 13’ de juego. El madrileño, en un regate trastabillado, logró escaparse solo por banda para dejar al cierre cordobés, que la intentó picar por encima de la meta de Molina, quizá su única vía de salida, pero su intento se fue por alto. 

A continuación siguieron minutos de menor verticalidad, en los que apenas tuvieron incidencia diversos disparos lejanos de Prieto y Shimizu, ante los que intervenía siempre bien Molina. Eso sí, de una jugada de absoluto letargo cordobés, saldría la primera franca de los visitantes. Jesulito fue poco a poco metiéndose en un lio en banda en la salida de balón, con hasta tres jugadores sobre él, y la posesión acabaría en los pies de Igor, que rozó el 0-1 en un disparo cruzado. Una situación que demostraba la obligación de los blanquiverdes de no perder la concentración un solo instante.

Aun así, el Córdoba Patrimonio parecía ser el que llevaba la voz cantante en el encuentro. Construía y construía. Insistía el conjunto califa a base de circulaciones largas y buscando la mejor opción. Sin riesgos. Sin prisas. Siendo paciente y primando el esfuerzo colectivo. Ese fue el planteamiento que primó durante toda la primera mitad. Por su parte, el rendimiento obtenido por el Peñíscola, que tampoco fue desdeñable, fue a base de robos en la zona media de la cancha y encontrando la fluidez al contragolpe. Sin duda, también sacó mucho partido de esto. 

De hecho, otra acción más se la apuntaría Kevin en un balón interceptado y con el que emprendió una galopada hasta la meta de Prieto, aunque su disparo se marchó acariciando el poste. Un cierto desconcierto se generó en el ambiente tras un gol anulado a Shimizu en una falta que debía ejecutarse de manera indirecta. Pero la confusión se apaciguaría rápidamente, ya que unos minutos después, en una nueva jugada de cinco para cinco, es Lucas Perin el que se saca un zapatazo muy preciso e imposible para Molina, convirtiendo el primero para los suyos. Momento clave para adelantarse. Destapado el tarro de las esencias. 

Y es que no cabe duda que el tanto aumentó incluso más la insistencia local, pues los compases finales antes del descanso fueron un completo monólogo cordobesista. Ahí se acumularon muchas ocasiones, pero el electrónico no volvería a variar. 

La misma situación se prolongó tras la pausa, con pequeños chispazos del Peñíscola, pero siendo el Córdoba Patrimonio el que obtenía mayor claridad ofensiva. En esta ocasión, el primer aviso de la segunda mitad se firmaría en jugada ensayada. Un saque de banda botado por Caio, que la puso mágicamente al segundo palo para Saura, quien impactó un potente disparo que se estrelló en el poste. Pero también tenía armas el plantel de Carlos Sánchez, que otra vez se quedó cerca del empate en un mano a mano de Rahali con Prieto ante el que el arquero reaccionó bien. Iván Rumbo, unos minutos después, puso de nuevo a prueba al guardameta en un tramo de grandes apuros locales, quizá el más desequilibrado de lo que iba de partido.

De largo, el que parecía más inspirado en ataque era Lucas Perin, autor del único tanto, y que se quedó muy cerca de ampliar la renta para los suyos en una excelente acción individual en la frontal del área. Un enfrentamiento que se fue volviendo cada vez más tosco con el avance de los minutos. Más interrupciones. Más lances al borde de la legalidad. Pero había cabida para todos. Rubén Orzáez se encontró con el larguero en un remate de cabeza, y casi a renglón seguido, una jugada de pívot perfecta de Saura que la deja para Jesulito quien, tras un recorte excelente, se topa con el cuerpo de Molina. Seguían acumulando oportunidades ambos bandos. Más franca si cabe fue la triangulación al contraataque entre Jesulito, Pablo del Moral y el propio Saura, que una vez más atajaba el meta castellonense.  

Sánchez optó por el portero jugador de Peñíscola a falta de tres minutos y medio. Y en el segundo intento de los azulones, las largas piernas de Zequi se hicieron notar ante un Paniagua hoy muy desacertado. El ala gaditano logró interceptar el balón y emprender el contragolpe para hacer el segundo del Córdoba Patrimonio a placer. Apretaron los dientes los jugadores califas en el último minuto de partido, ya con una ventaja considerable, que otorga tres puntos de auténtico oro a los de Josan. Oxígeno puro y duro. Un soplo de vida en medio de la tempestad. Que no estaban muertos. Que quieren creer. Y lucharán. 

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