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‘Sueños y pan’, la película neorrealista y picaresca cordobesa que es mucho más que cine quinqui

Una imagen de 'Sueños y pan'.

Juan Velasco

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Tres amigos de la periferia de Madrid roban un cuadro con la idea de dar un pelotazo. La premisa es tan sencilla como profunda es la mirada que le imprime a esta historia en su ópera prima el cineasta Luis Soto Muñoz, natural del pueblo cordobés de Baena. Se titula, Sueños y pan, se estrena en cines de España este fin de semana, y algunos la catalogan como exponente del cine neoquinqui.

Una etiqueta con la que su director no es que esté muy de acuerdo. “Lo de cine quinqui es un poco peligroso. Porque es un género superligado a una época y a unas estéticas cinematográficas muy concretas”, explica a Cordópolis Soto Muñoz, que apunta a que la cinta está más cerca de la tradición picaresca española que de las andanzas del lúmpen de extrarradio.

Cinematográficamente, de hecho, su principal inspiración es Los golfos (1960), de Carlos Saura, y no la posterior Deprisa, Deprisa (1981), que sí que fue una película quinqui con todas las letras. De la ópera prima de Carlos Saura toma prestadas esas localizaciones del extrarradio de Madrid y una fotografía en blanco y negro de inspiración neorrealista, a la que imprime decisiones estéticas que también emparentan esta obra con otras películas más alejadas de estas latitudes, como podría ser el caso de la ópera prima de Martin Scorsese, Who's that knocking at my door (1967), o la godardiana Banda aparte (1967).

Todo ello ayuda a situar la trama en una especie de marco atemporal o difuso, en el que cuesta situar a los personajes. De hecho, aunque los temas que toca son perfectamente actuales, los hechos del film tienen lugar a principios de los años 2000. “La película tiene distancia, al menos visual, respecto a lo que vivimos hoy, en cómo nos comunicamos hoy y cómo se comunicaban ellos. Pero sí que hay cuestiones que siguen vigentes, como la desesperanza de los personajes, ciertos factores socioeconómicos que son los de muchas personas jóvenes de mi generación de hoy en día: esa falta de rumbo, esa poca certidumbre ante lo que vendrá, ese tipo de sensaciones”, reflexiona el director, que reconoce que, aunque esté ambientada a principios de los 2000, en la periferia de Madrid nunca llegaron las rentas de los pelotazos urbanísticos y económicos de la España va bien de José María Aznar.

“Ya sabemos lo que pasó años después de manera ilógica y frenética, y yo creo que ni les llegó ese progreso y que, para alguna gente de estos barrios, lo que hubo fue un castigo”, añade sobre la periferia de una ciudad, Madrid, a la que se fue a vivir con 18 años, en la que ha rodado su primera película, pero con la que no termina de congeniar pese a seguir residiendo en ella.

Como los protagonistas de Sueños y pan, el director se siente a veces desplazado y mira al cielo, donde sobrevuelan aviones lejanos. “La película maneja esas dos ideas raíz: un poco el sueño idealizado de estilo de vida que uno proyecta y luego la realidad, que resulta más truculenta, más dura y más castigadora de lo que pudiera uno proyectar”, apunta el autor, que considera que el film constituye una “enmienda a la totalidad a la idea de la meritocracia”.

En este ámbito, Soto Muñoz planta en la película esa idea de que “la mala suerte sea una cuestión casi hereditaria”. “Bajo ciertas condiciones sociales y bajo ciertos nichos familiares, es complicado que una persona salga un poco de esas dinámicas”, afirma, no sin aclarar que hay quien ha sido capaz de encontrar esperanza en la historia y quien no ha sabido verla. 

Una historia que, aunque no sea cine quinqui, sí se guarda un as en la manga para enganchar a las nuevas generaciones fascinadas por la estética neolúmpen: un cameo de El Coleta, el rapero y cineasta madrileño, que se prestó a hacer un papel en las antípodas de su reputación (en la cinta encarna a un hipster de galería de arte), y al que los creadores de la película abordaron directamente tras una charla sobre Kinky Stars, una película de Juan Vicente Córdoba sobre el fenómeno del cine lúmpen español de los 70 y los 80.

Un fenómeno sobre el que es inevitable volver a hablar con el director de Sueños y Pan, pese a que su película no tenga nada que ver con otras aproximaciones recientes (Criando Ratas, de Carlos Salado, en 2016, o la premiada Las leyes de la frontera, de Daniel Monzón, en 2021): “Existe una dinámica concreta para que algo se considere cine quinqui, que fue un cine que retrataba además la delincuencia de su época. Y esto no deja de ser una peli hecha a posteriori, con otras pretensiones formales. En ese sentido, pues yo no la encuadro como cine quinqui, aunque ya me he acostumbrado”, concluye. 

Sueños y pan, que consiguió el premio a Mejor Película Nacional en el Atlántida Mallorca Film Fest, además de su selección en el último Festival de Cine Europeo de Sevilla, se estrena en cines de Madrid, Barcelona y Palma de Mallorca este fin de semana. En Córdoba no ha conseguido salas en los cines comerciales, aunque se podrá ver este mismo sábado en la Filmoteca de Andalucía, con un coloquio posterior con el director.

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