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La 'Barbie romana': las niñas de la antigua ciudad de Torreparedones ya jugaban con muñecas articuladas

La muñeca articulada de terracota hallada en Torreparedones.

Alfonso Alba

4 de octubre de 2025 21:30 h

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En algún momento entre los siglos IV y V, el juguete se rompió. Se le debió fracturar una pierna o simplemente dejó de entretener a los más pequeños. Los padres, los tíos o los abuelos decidieron que la Barbie romana ya no funcionaba y la tiraron al pozo que venían usando como basurero. Casi 2.000 años después, en el redescubrimiento de la antigua ciudad romana de Torreparedones, en el corazón de la campiña de Córdoba, un arqueólogo se topó con una muñeca de terracota articulada, un objeto rarísimo de encontrar en la Península Ibérica, en el territorio de lo que antiguamente fue Hispania.

Ahora, el arqueólogo municipal de Baena, José Antonio Morena, acaba de publicar un estudio sobre el hallazgo de este curioso juguete, una muñeca que, en esencia, no es muy diferente a las que todavía siguen teniendo niñas (y niños) del siglo XXI. Su función sigue siendo la misma: entretener. Pero con la singularidad de que se le pueden mover los brazos, las piernas y la cabeza. Y con él se desarrolla una infinita imaginación de juegos y escenas.

La pieza apareció durante las excavaciones de las llamadas termas orientales de Torreparedones, un complejo balneario romano que fue abandonado a finales del siglo II después de Cristo y convertido después en vertedero. Allí, entre restos de cerámicas, vidrios, monedas y huesos de animales, emergió el torso de la muñeca, al que le faltaban la cabeza y los brazos, así como otras piezas sueltas: una pierna, un pie y un fragmento indeterminado que debieron pertenecer a muñecas similares.

Los arqueólogos sitúan su cronología entre los siglos III y V después de Cristo, el periodo en que se rellenó con basura aquel pozo que había surtido de agua al balneum. El hallazgo resulta excepcional porque este tipo de juguetes apenas se conservan en Hispania. Se conocen casos en Tarragona, Segóbriga o la localidad albaceteña de Ontur, pero la mayor parte de ellos proceden de tumbas infantiles. Encontrarlos en un basurero urbano, como objetos de uso cotidiano, es mucho más raro.

Los pies articulados de la muñeca.

Las muñecas de las niñas romanas

Los estudios arqueológicos confirman que las muñecas fueron juguetes habituales en el mundo antiguo. Fabricadas en terracota, marfil, ámbar o hueso, reproducían a figuras femeninas que las niñas podían vestir, peinar y articular. Su función lúdica estaba vinculada a la imitación del papel social que se esperaba de ellas: el cuidado del hogar y de los hijos.

La de Torreparedones tenía articulaciones en brazos y piernas, con perforaciones para introducir cordeles o varillas que permitieran mover sus extremidades. “Se puede asegurar que tenía ambos brazos y la pierna izquierda articulados”, describe Morena en su estudio, donde detalla las dimensiones de la pieza: casi 24 centímetros de altura conservada y un pie de 4,4 centímetros de largo.

La comparación con una Barbie no es descabellada. Como aquellas, las muñecas romanas podían vestirse con ropajes en miniatura, y en algunos casos se han hallado restos de hilos de oro que sugieren trajes elaborados. Eran objetos que acompañaban a las niñas tanto en la vida cotidiana como en su paso a la adolescencia, cuando algunas eran consagradas a las diosas como símbolo del fin de la infancia.

En Ontur, por ejemplo, se encontraron cinco muñecas —cuatro de hueso y una de ámbar— en una tumba de época tardorromana. En Tarragona apareció otra de marfil, depositada en el sarcófago de una niña de apenas cinco años. Y en Roma se conserva la célebre muñeca de Crepereia Tryphaena, tallada en marfil y con múltiples articulaciones.

Una ventana a la vida cotidiana

El hallazgo de Torreparedones permite asomarse a la vida íntima de sus habitantes, más allá de templos, foros o teatros. “Los niños y niñas estaban presentes en cualquier comunidad, pero es muy difícil rastrearlos en las sociedades antiguas”, señala Morena. Los juguetes, como esta muñeca, son una de las escasas huellas de su existencia.

La pieza, aunque incompleta, muestra que en la ciudad romana de la campiña cordobesa también hubo infancia, juego y afecto. Y que, en el fondo, las niñas de hace 1.700 años soñaban y jugaban con muñecas no tan diferentes de las actuales.

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