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Tarde de junio, fervor eucarístico

Procesión del Corpus Christi | ÁLEX GALLEGOS

Redacción Cordópolis

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El Amor en mayúscula se hizo presente este domingo en las calles de Córdoba, y el pueblo salió a su encuentro para adorarlo y rendirle honores. En la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, Jesús Sacramentado fue llevado en la rica Custodia que hiciera Enrique de Arfe, y que cumplía su quinto centenario, por las calles de los alrededores de la Catedral, como es tradicional en los últimos años en los que el recorrido de la procesión se ha afianzado por esta zona de la ciudad. El camino lo marcaban dos elementos: el romero, arrayán y lavanda que alfombraban el suelo por el que habría de pasar el Señor y los altares que once hermandades y el Cabildo montaron para recibir al Santísimo a lo largo del itinerario, siendo la calle Magistral González Francés la más concurrida en este sentido.

La celebración del domingo de Corpus Christi, un día soleado, comenzó a las siete de la tarde en la Catedral, con una Eucaristía presidida por el obispo, Demetrio Fernández, y concelebrada por el Cabildo y parte del clero de la ciudad. A la misa asistieron unas 2.500 personas que llenaron las naves catedralicias del fervor por Jesús Sacramentado, por sus preciosísimos Cuerpo y Sangre. En un día en que era fiesta grande en la Iglesia, el obispo pidió a los fieles que se acerquen al Santísimo Sacramento con la inocencia de los niños de Primera Comunión que asistían a la misa y que más tarde abrirían el cortejo de la procesión.

“Detengámonos a contemplar el misterio de la Eucaristía en tono de fiesta y alegría”, decía el obispo en su homilía, en la que recordó que en la Eucaristía es Cristo Vivo quien está presente, pues ha querido hacer con nosotros una “alianza de amor sellada con su Sangre”. Además, dijo a quien esté enfermo, a quien se sienta débil y solo, que acuda a la Eucaristía y a la adoración en el sagrario. Tuvo palabras también para los inmigrantes, las personas que caen en la trata de seres humanos, quienes no tienen trabajo o para vivir. “No podemos pasar de largo” ante tales necesidades, aseguró antes de pedir al pueblo que rece por las vocaciones.

Al término de la misa comenzó a formarse la procesión. Los niños de Primera Comunión iban abriéndola, seguidos de la banda Cristo del Amor que interpretó la marcha Triunfal en el Patio de los Naranjos y Corpus Christi saliendo de allí. “Cantemos al Amor de los Amores, cantemos al Señor...” era el canto que se venía a la mente oyendo la música de esta formación cordobesa. Las hermandades acudieron a la cita, primero salieron las de gloria, después las de penitencia y por último las de penitencia sacramentales. La Agrupación de Cofradías, la Adoración Nocturna y Cáritas antecedían a los religiosos y religiosas y al Seminario, cuyos seminaristas se volvían hacia el Señor que ya estaba cerca del Arco de Bendiciones para cantarle “No adoréis a nadie más que a Él”.

Venía luego una representación del clero de la ciudad y el Cabildo arropando a la Custodia con el Pan del Cielo que salía al Patio de los Naranjos por la Puerta de las Palmas pasadas las ocho y media de la tarde seguido del obispo y el deán de la Catedral. Lo esperaba allí el Batallón Lepanto del Regimiento de Infantería La Reina número 2, con base en Cerro Muriano. Su banda interpretaba la Marcha Real para el Rey de Reyes y el pueblo aplaudía. En el ambiente se palpaba la emoción por la presencia del Señor, para el que hubo repique de campanas de la torre de la Catedral. El Santísimo llevaba en el paso rosas blancas y jacintos del mismo color mientras que, como es costumbre, los ángeles de plata de la peana de la Custodia portaban magnolias.

A lo largo del recorrido por Cardenal Herrero y Magistral González Francés encontró Jesús Sacramentado los primeros altares. También había en Cardenal González, Ronda de Isasa y Torrijos. Las hermandades de la Expiración, el Amor, la Misericordia, la Merced, el Remedio de Ánimas, la Paz, la Sangre, el Huerto, las Penas de Santiago, la Sentencia y Carmen de San Cayetano se esmeraron en adornar las calles con sus mejores galas. Había espigas de trigo, uvas, panes y custodias además de bellas imágenes de la Virgen, San José y otros santos relacionados con cada corporación bajo bellos doseles en altares exornados con flores predominantemente blancas, aunque la Expiración optó por clavales rojos, y el Carmen por los colores blanco y amarillo.

El momento culmen de la procesión se produjo cuando llegó el Santísimo Sacramento a la Puerta del Puente, dejando la Custodia por este entorno una estampa monumental. Allí esperaba numeroso público que junto a los participantes en la procesión asistieron a un acto de adoración eucarística y a la bendición que impartió el obispo con el Señor desde el majestuoso altar que presidían el Crucificado del Punto, perteneciente a la Catedral, y una imagen de la Inmaculada Concepción de la Virgen mientras sonaba el Himno Nacional.

La noche ya había tendido su manto sobre Córdoba y el prelado, antes de bendecir, volvió a dirigirse a los fieles, a los que dijo que cambien para que el mundo cambie. El mundo tiene arreglo y nuestra sociedad tiene solución, expresó Demetrio Fernández, que puso el epicentro de todo bien en Jesucristo, el único que da sentido a la historia, dijo. Después, el Señor volvió a la Custodia de Arfe y siguió su camino hasta el primer templo de la Diócesis que este domingo vivió un día de fiesta y alegría en torno a Jesús en su Cuerpo y en su Sangre, en el Pan y en el Vino.

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