El obispo avisa que “sin sacerdotes no hay Iglesia” y que su escasez es “cuestión de interés general”
El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, quien ha presidido este martes en la Catedral la Misa Crismal, con la asistencia de más de 200 sacerdotes de la Diócesis cordobesa, ha advertido en su homilía que “sin sacerdotes no hay Iglesia” y que su actual escasez es “cuestión de interés general”.
En este contexto y acompañado por el Arzobispo de Burgos, Mario Iceta, que ha concelebrado la Eucaristía junto al obispo electo de Alcalá de Henares, Antonio Prieto, el obispo de Córdoba ha afirmado que, “si queremos que haya más participación de los laicos y vocaciones a la vida consagrada, necesitamos sacerdotes al frente de comunidades que alienten la vida cristiana”.
Lo ha expresado en el contexto de la escasez de sacerdotes que existe en “nuestras latitudes”, una cuestión que es “de interés general y público para toda la Iglesia” y, en este sentido, ha señalado algunas de las causas de este descenso, asegurando que “la razón profunda de la falta de vocaciones es la falta de fe”.
Ante ello, Demetrio Fernández ha resaltado la necesidad de sacerdotes ordenados por el sacramento del orden, porque “sin sacerdotes no hay Iglesia, no hay Eucaristía”, y lo cierto es que “la Iglesia está escasa de sacerdotes y solo surgirán las vocaciones en clima de fe”.
Durante esta celebración, los sacerdotes han hecho la renovación de las promesas sacerdotales, un acto que representa cada año la consagración a Dios en plenitud y totalidad y supone “cuidar el corazón para estar disponibles siempre”.
Obispos desde Córdoba
Demetrio Fernández también ha hecho mención al reciente nombramiento, por el Papa Francisco, del vicario general de la Diócesis, Antonio Prieto Lucena, como obispo de la Diócesis de Alcalá de Henares y ha señalado como del presbiterio diocesano de Córdoba han partido los actuales obispos de Burgos, Mario Iceta; Huelva, Santiago Gómez Sierra, y de Guadix, Francisco Jesús Orozco.
El de Córdoba, de hecho, según ha concluido, es “un presbiterio que ofrece a la Iglesia Universal sacerdotes llamados al episcopado”, lo que supone “una alegría y también un reto que nos llama a mayor santidad y fidelidad a la Iglesia”.
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