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“Te estás jugando el resto de tu vida”: obesidad infantil y hábitos desde bebés que abocan a un grave problema de salud

Endocrina y enfermera informan sobre la alimentación saludable en obesidad infantil

Carmen Reina

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En una visita al supermercado, en la estantería de alimentos infantiles, unos llamativos envases promocionan un producto con la imagen de un lácteo y fruta. En la etiqueta de los ingredientes, el segundo en aparecer por su proporción es el azúcar. E invitan a que lo consuman bebés a partir de 8 meses de vida. Este es un ejemplo de cómo puede empezar una mala alimentación desde las edades más tempranas y de cómo esa mala nutrición con una ingesta no adecuada e hipercalórica, junto al sedentarismo, están haciendo que cada vez aumente más un grave problema de salud: la obesidad infantil.

Por la consulta de Endocrinología Pediátrica del Hospital Reina Sofía de Córdoba pasan menores con diagnóstico de obesidad y “todos tienen ya complicaciones”. Allí tratan a niños de meses hasta con 14 años y, cada vez, registran más casos “con alteraciones de tiroides o resistencia a la insulina, que es un tipo de prediabetes cada vez más frecuente. Y la diabetes tipo 2 que era algo excepcional, ya la encontramos en estos niños”. Luego, sufren otras complicaciones como el adelanto de la edad de la pubertad, la aparición de vello o el poco desarrollo del pene.

Quienes relatan la experiencia que tiene cada día en consulta son Ana Belén Ariza, endocrina pediátrica en el Hospital Reina Sofía y la enfermera Mª Ángeles Alarcón, con quien trabaja en tándem atendiendo en consulta y grupos de trabajo a menores de 14 años derivados de la Atención Primaria por padecer obesidad infantil.

“En nuestra consulta, lo primero que vemos es qué comen esos niños diagnosticados de obesidad. Y lo que nos dicen es que se saltan muchas comidas, con lo negativo que es para el metabolismo, creando una tendencia a engordar. Luego, hay una cuestión de calidad en su alimentación, no de cantidad. Sus padres te dicen: 'Si no come tanto para el peso que tiene'. Porque no es la cantidad sino la calidad: hay mucho alimento hipercalórico, no aparecen la fruta ni la verdura, apenas el pescado, no hay variedad. Hay ausencia de alimentos sanos y con vitaminas”, explica Ariza.

Niños que no desayunan y otros malos hábitos

Se trata de casos de obesidad adquirida por malos hábitos, donde “una mayoría de los niños no desayuna y si desayunan toman alimentos procesados y azucarados. Luego, toman muchísima comida precocinada, apenas se alimentan con fruta y verdura. Hemos abandonado la dieta mediterránea y lo que encontramos son muchos alimentos procesados, grasas saturadas y mucha azúcar”, corrobora Alarcón.

Junto a la alimentación, abordan con los niños y sus familias otro de los problemas con los que llegan a consulta: el sedentarismo. “A raíz del covid se ha visto que ha aumentado la inactividad. Entonces se tomaron unos hábitos y rutinas que se han mantenido. Y es una pescadilla que se muerde la cola: son niños sedentarios porque no les suele gustar la actividad, con ello acumulan más peso, unos kilos que no les corresponden por su edad a su estructura y, entonces, a la hora de hacer deporte no tienen la misma resistencia ni flexibilidad que el resto. Y eso les desmotiva y abandonan la práctica del ejercicio cuando lo intentan”, relata la endocrina.

Luego, además, están los problemas emocionales y de salud mental que puede conllevar la obesidad en los niños, añade la enfermera Alarcón. “Les afecta a la autoestima, se dan casos de bulling, tienen ansiedad y eso también les empuja a comer más…”, desgrana.

Un dato: el año pasado, el Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III y la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) elaboraron un mapa de la obesidad con detalles sobre el peso de la población adulta y de la infantil y adolescente en cada provincia de España. En la provincia de Córdoba, entre la población infantil y adolescente, los datos señalaban cómo el 17% tiene obesidad, además de un 43,6% con exceso de peso y un 26,6% con sobrepeso. El 1,2% llegaba a obesidad severa.

“Malos hábitos desde la guardería”

¿Cómo se llega a esta situación? “Hay muchos sitios desde donde deberíamos atajar este problema. No se puede culpar a un ámbito solo”, reflexiona la endocrina. “Los niños empiezan a crearse estos hábitos negativos desde la guardería. Por ejemplo, comen galletas y otros productos que no deberían tomar al menos en determinada proporción. Y deberíamos valorar si un niño tiene sobrepeso mucho antes”.

Luego está, añade, “el mundo de la publicidad, lleno de alimentos poco saludables. Un niño no ve anuncios de verduras”, pone como ejemplo. “Y al ir al supermercado, es mucho más barato comprar comida prefabricada con mucho azúcar, que fruta y verdura con los precios que han subido”. De hecho, apunta, “hay familias con problemas socioeconómicos que no tienen capacidad para comprarla. Y si además dependen de asociaciones solidarias que les dan alimentos, les dan lo que se dona. ¿Y qué se dona? Pues por ejemplo galletas y nocilla y eso es lo que tienen para darle a sus hijos. No somos conscientes de que en ese caso, queriendo ayudarles, estamos generando un problema”.

Dentro de esta visión general, en su opinión, habría también que “revisar los comedores escolares” y la calidad de la dieta que se ofrece a los menores. Y apunta otra perspectiva social y cómo “toda la sociedad gira en torno a la comida: si el niño va a un cumpleaños hay chuches o dulces, si la familia queda con amigos es en una terraza a comer... Todo gira en torno a la comida y no puedes dejar a tu niño al margen de la sociedad”.

No ser conscientes del problema

Un gran obstáculo que encuentran en la consulta para menores con obesidad es que los datos demuestran que “el 70% de los padres y madres de niños obesos no son conscientes de que tiene un problema. Ellos están felices si el niño come, si el bebé engorda... Hay padres que no identifican el problema”. Por eso, advierte, “hace falta concienciación” sobre este problema de salud pública.

Y, sobre todo, hay que ser conscientes también de que “no hay un truco mágico” para ganarle a esta enfermedad. “La lucha contra la obesidad es una carrera de fondo, que conlleva mucho tiempo haciendo bien las cosas, de manera que se genere un nuevo metabolismo, con un equilibrio entre el deporte y la ingesta de calorías”, avala Ariza.

“El objetivo es cambiar los hábitos del niño y, a la larga, eso conlleva la pérdida de peso”, explica la enfermera, que trabaja con los menores y sus familias en el programa PInPO del Hospital Reina Sofía. En este espacio se trata a menores de entre 6 y 12 años con un trabajo grupal con ellos y también, pero aparte, con las familias. En sesiones cada 15 días en las instalaciones de investigación pediátrica dependiente del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (Imibic), profesionales de enfermería pediátrica abordan la tarea con los niños y una profesora de Educación Física e investigadora también lo hace con los padres y madres.

Alimentación, ejercicio y psicología

Con ellos, “se trabaja desde la alimentación adecuada a la práctica de ejercicio, pero también la psicología y las emociones”, advierte Alarcón. En las últimas sesiones del programa PInPO se introduce la regulación emocional en una enfermedad como es la diabetes y la obesidad y donde, a veces, se producen abusos por la ansiedad. “Hay niños que tenemos que derivar a Salud Mental”.

Y es que esta enfermera observa en su experiencia cómo “la obesidad infantil es una enfermedad en la que influyen los hábitos alimenticios, de ejercicio y también hay un componente psicológico”. Con todo, lo que persiguen en este programa desde el hospital es “una educación en hábitos saludables, que haya un cambio con el que se sabe, por evidencia científica, que mejoraría la salud del niño”.

Se trata así, de abordar la situación desde una perspectiva integral, a través de una terapia grupal, donde “en una sesión con más pacientes, unos se refuerzan con otros y se identifican”. Los resultados que hasta ahora lleva este programa hablan de que el 50% de los niños han frenado su aumento de peso durante las sesiones, un “éxito” en una edad donde la adquisición de kilos venía siendo exponencial en el tiempo.

“Te estás jugando el resto de tu vida”

Pero el obstáculo, no obstante, sigue siendo la falta de conciencia sobre esta enfermedad y eso provoca “una falta de adherencia de las familias” al trabajo constante. Un ejemplo: “Para poner en marcha el último grupo, se llamó a treinta familias con casos de niños obesos; solo diez dijeron estar interesadas y solo una familia acudió a la primera sesión”. “A las familias les cuesta hacer cambios en sus propios hábitos. Incluso, nos encontramos con padres con malos hábitos, que te dicen que no van a cambiarlos”.

“Y esto es un problema de salud pública”. Las especialistas lo constatan en el día a día de su consulta. “Nos encontramos síndromes metabólicos en menores de 12 años que antes se veían en personas mayores de 60 o 70 años”, advierte la enfermera. Y desde su consulta, la endocrina reflexiona: “Las consecuencias de esa obesidad pueden acarrear trombos, infartos, muchos problemas... Te estás jugando el resto de tu vida. ¿Qué no les esperará después?”.

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