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'Muerte de un miliciano' de Robert Capa, una foto “escenificada”

José Manuel Susperregui en el cerro del Cuco, explicando su tesis sobre 'Muerte de un miliciano'

Alfonso Alba

27 de junio de 2023 06:00 h

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El 19 de agosto de 2009, el New York Times publicaba un editorial titulado Falling Soldier: “Esperamos que esta disputa pueda resolverse finalmente. Falsificar cualquier fotografía periodística estaría terriblemente mal. La verdad de Falling Soldier es especialmente importante. Es muy importante para nosotros –y para la reputación de Capa– saber si este hombre cayó, para nunca más levantarse... o se levantó y se fue”. La icónica fotografía de la Guerra Civil española persiguió a su autor, Robert Capa, desde el día en que la revista Life la publicó. Su enorme tirada y su pie de foto convirtieron a Capa en el fotógrafo de guerra más famoso del mundo: “La cámara de Robert Capa capta el instante en que un soldado español es abatido por una bala en la cabeza en el frente de Córdoba”. Desde aquel día y hasta su muerte cuando pisó una mina en Indochina que certificaba que sí, que era un fotógrafo de guerra que se acercaba demasiado a la acción, la duda sobrevoló a Robert Capa.

Life publicó la fotografía el 12 de julio de 1937. Pero no fue el primer medio de comunicación en hacerlo. La icónica imagen se tomó en Espejo, Córdoba, en septiembre de 1936. La revista francesa Vu la publicó en 1936. Pero pasó desapercibida para el gran público hasta el año siguiente. Tal revuelo causó la publicación de Life que el 2 de septiembre de 1937 Robert Capa concedió una entrevista al New York Telegram para explicar que la imagen era real, que había captado la muerte del miliciano justo cuando la bala le alcanzaba. Y que eso era la guerra. Capa tuvo que contestar a preguntas casi toda su vida. El 3 de septiembre de 1947 escribió un artículo en The man who invented himself. El 20 de octubre de ese año también habló para la emisora WNBC. En todas sostenía lo mismo, aunque con matices. La foto era real.

El debate continuó durante décadas. A mediados de los años ochenta se descubrió la publicación de Vu. En la revista se veían fotos que se consideraban inéditas. Entre ellas, la presencia de un segundo miliciano justo en el mismo sitio donde supuestamente moría el primero. En esta fotografía a este segundo miliciano también se le ve, presuntamente, morir. Es decir, habría dos cadáveres en el mismo encuadre. “En cuanto cayó a tierra, sus camaradas debieron arrastrar su cuerpo hacia el barranco. Eso explicaría el hecho de que no veamos su cadáver en la otra imagen”, sostenía entonces el biógrafo de Robert Capa, Richard Whelan. En aquellos años, el propio Whelan recurrió al jefe de Homicidios de la Policía de Memphis (Tenesse) para tratar de averiguar si las imágenes eran reales o simuladas. El detective dijo que probablemente el miliciano murió de verdad.

El profesor de la Universidad del País Vasco José María Susperregui acaba de publicar un artículo en la Revista General de Información y Documentación de la Universidad Complutense en el que tras una laboriosa investigación llega a la conclusión “sin lugar a dudas” de que “Muerte de un miliciano fue una fotografía simulada”. Para hacerlo, ha trazado antes la localización exacta en la que se hizo la fotografía, aseverando que sí, que fue en Espejo y no en Cerro Muriano, pero no en el Cerro del Haza del Reloj, sino en otro próximo, el Cerro del Cuco. También el modelo de cámara que portaba Capa. Y que la foto no la hizo su pareja, Gerda Taro, como se llegó a sospechar, sino el propio Capa. Eso sí, montada y hasta usando un trípode para estabilizar la imagen.

Robert Capa en Córdoba

Un día del mes de septiembre de 1936 Robert Capa y Gerda Taro entraron en la provincia de Córdoba. En Espejo, hicieron una foto icónica: la del miliciano cayendo herido de muerte fusil en mano. Capa y Taro eran dos desconocidos que cruzaron los Pirineos en busca de acción y para hacer periodismo. El estallido de la Guerra Civil había conmocionado a la opinión pública europea. Los dos fotógrafos, muy jóvenes, acudieron de inmediato al lugar donde había acción: en la provincia de Córdoba la República trataba de reconquistar la capital en la que está considerada como la primera gran contraofensiva de la Guerra Civil. El frente partía la provincia de este a oeste. El Gobierno controlaba gran parte de Sierra Morena y del Valle del Guadalquivir, por lo que se consideraba que la contraofensiva tendría éxito, algo que no pasó.

Capa y Gerda Taro estuvieron primero en Espejo, al sureste de Córdoba. Días después subieron a Cerro Muriano, al norte de la ciudad. Allí fotografiaron las enormes columnas de refugiados cordobeses que huían de las bombas del ejército sublevado. Por eso siempre se pensó que la foto del miliciano se hizo allí y que ni Capa ni Taro estuvieron en Espejo, algo que se desmintió en 2009. Ese año, el propio Susperregui, por un lado, como Fernando Penco y el fotógrafo Juan Obrero Larrea, por otro, plantearon que la imagen se tomó en Espejo. La clave estaba en las montañas al fondo de la icónica fotografía: no eran las montañas de Sierra Morena sino la Subbética cordobesa.

Ahora, Susperregui añade aún más precisión a todos los descubrimientos en torno al lugar donde se hizo la foto. También a cómo se tomó, qué cámara se usó y hasta la ayuda con la que contó Robert Capa para conseguir el encuadre. En su publicación Susperregui recopila todas las entrevistas de Capa en las que habló de la fotografía, y de su polémica. El periodista húngaro siempre sostuvo que estaba documentando una acción de guerra, que los milicianos se lanzaron al ataque y que desde las filas enemigas dispararon con una ametralladora de manera tan certera que alcanzaron al protagonista de la foto. Y que él simplemente tenía la cámara levantada y disparó también.

“La cronología de los primeros días de septiembre de 1936 no contempla ninguna acción bélica en Espejo por lo que se puede declarar que, el miliciano que posó ante la cámara de Robert Capa después de la representación para la foto, se levantó como temía el editorial The New York Times”, sostiene Susperregui. El profesor usa el denominado concepto studium de Roland Barthes. “El studium aplicado a esta investigación comienza con el análisis de los cambios producidos durante el tiempo transcurrido. El cambio más importante afecta a la perspectiva porque esta fotografía está realizada a baja altura y desde ese nivel no se ve el fondo montañoso, que es la parte del paisaje que no se ha modificado desde 1936”. 

El paisaje de Espejo cambió en los años sesenta del siglo XX. Entonces, gran parte de su término municipal fue plantado de olivar y se sustituyó la campiña cerealista. Por eso, para conseguir perspectiva, Susperregui elevó la cámara con una pértiga cuatro metros. De esa manera, asegura, encuadró de forma clara y concisa el fondo de la foto del miliciano (y la del segundo que publicó la revista Vu).

Aquel día Capa hizo más fotos. Muchas aparecieron en la conocida como Maleta mexicana. “El conjunto de fotografías que Robert Capa realizó en Espejo se puede dividir principalmente en dos grupos. El primero corresponde a las fotografías de la cámara de 35 mm. y las del segundo grupo que están localizadas en el cerro del Cuco, corresponden a una serie de fotos cuadradas, donde el cielo ocupa la mayor parte del espacio al igual que en Muerte de un miliciano. En el primer grupo los milicianos están en una cota elevada donde se divisa el paisaje de Llano de Vanda, y en el segundo grupo los milicianos están subiendo una pendiente que corresponde al cerro del Cuco donde Robert Capa realizó la foto del miliciano”, señala Susperregui, para afirmar que “la posición del miliciano en el cerro del Cuco en grados decimales de Latitud y Longitud corresponde a 37.674795º –4.543102º”. 

Una imagen 10º inclinada y un trípode

En su investigación, Susperregui también llega a la conclusión de que la fotografía original está inclinada. Aunque podría parecer que el miliciano corre cuesta abajo sobre un erial, en realidad el lugar es llano. Lo demuestra la triangulación con las sierras del fondo no solo en esta foto, sino también en la del segundo miliciano. Eso, y que el encuadre es prácticamente el mismo salvo por el foco, le lleva a concluir que Capa usó un trípode y que por tanto no fue un disparo casual el que captó la muerte en el acto del miliciano. Esta teoría ya fue planteada hace años y ahora se corroboraría.

Durante décadas también existió otra duda. ¿Y si la foto no la hizo Capa sino Gerda Taro? Siempre se pensó que las fotos cuadradas eran de Taro y las rectangulares de Capa. Leica frente a una Reflex Korelle. Pero la foto del miliciano es cuadrada por el recorte que le dio el editor gráfico en la revista Vu. Algo tan habitual como recortar algo de cielo y cuadrar la fotografía para que quepa en el diseño de la publicación. De hecho, Susperregui sostiene que el estilo de Capa en la fotografía se repitió después. “El concepto studium también resuelve el conflicto de la autoría que algunas voces atribuyen a Gerda Taro porque utilizó una cámara Reflex Korell de formato cuadrado. La composición escorada a la izquierda de la foto del miliciano que forma parte del estilo fotográfico de Capa en algunas fotografías, se repite en otras posteriores a la muerte de Gerda Taro por lo que la autoría de la foto del miliciano corresponde a Robert Capa”.

La clave del nuevo emplazamiento

Pero en esta nueva investigación la clave de la localización es fundamental. “Desde el cerro del Cuco donde está el yacimiento, el miliciano mira hacia las líneas de defensa del ejército republicano”, afirma. Es decir, el miliciano debería haber muerto por fuego amigo.

El diario Público identificó en 2011 a uno de los soldados que aparecían en las fotografías de aquel día en Espejo. Se trataba de Rafael Medina Ramírez, el único que vestía uniforme militar. Susperregui sostiene que esto ratificaría la versión de O. D. Gallagher corresponsal del diario Daily Express , relatada por Knightley cuando coincidió con Robert Capa en un hotel de Hendaya, Francia. Rafael Medina “era el Jefe del Comité de Guerra”. “El carácter autoritario y su celo por controlar todo lo que ocurría en Espejo en el verano de 1936, corrobora su presencia en las fotografías junto al grupo de milicianos para controlar la cámara de Robert Capa y evitar cualquier información sobre las defensas de Espejo. La posición del miliciano en la fotografía de Capa pudo estar condicionada por la presencia de Rafael Medina, porque esa posición es totalmente contradictoria con el escenario donde fue realizada. El miliciano en cuestión está mirando hacia las líneas de defensa republicanas, cuando la dirección de esa mirada correspondía a los alzados golpistas”, afirma el investigador. Y ese ese dato el que le lleva a concluir que los milicianos posaron ante la cámara de Capa.

“La confianza depositada por Cornell Capa, hermano de Robert, en el concepto Concerned Photographer, adjudicando a la fotografía la verdad como objetivo principal, teniendo presente según su opinión la autenticidad de Muerte de un miliciano, el resultado final de la investigación invita a todo lo contrario”, concluye Susperregui. “A pesar de sus buenas intenciones la fotografía no ha logrado la paz social, ni la justicia, ni el bienestar general de la sociedad a nivel mundial, entre otros motivos porque Cornell Capa sobrevaloró el poder de la fotografía. El mito de Robert Capa y su fotografía Muerte de un miliciano lo que sí han logrado es el olvido de otros fotógrafos que estuvieron cubriendo la Guerra Civil española, convirtiéndola prácticamente en la guerra de una sola fotografía, es decir, han logrado mantener el foco permanentemente sobre este icono perpetuando la duda sobre la autenticidad, con actitudes poco ejemplares como la Agencia Magnum que no actualiza la información sobre esta fotografía, limitándose a decir: Death of a Spanish loyalist militiaman. Cordoba. Spain. September, 1936”

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