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Olivia Simeón, la primera bebé cordobesa en nacer en un parto en el agua

Rosana, en el parto en el agua | FRANCISCO SIMEON

Alejandra Luque

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Olivia Simeón tiene apenas seis días y es la primera bebé cordobesa que ha nacido en un parto en el agua. Sus padres, Rosana Torrecillas y Kiko Simeón, tomaron la decisión al inicio del embarazo después de la mala experiencia que sufrió la joven durante el nacimiento de su primer hijo, que vino al mundo después de más de 24 horas de parto, una gran episiotomía y el uso de forces. Después de esta lucha titánica por la vida, y tras pensarlo mucho, Rosana optó por esta nueva forma de dar a luz que llegó a Córdoba de la mano del Hospital Quirón.

Rosana explica a CORDÓPOLIS que lo primero que pensó para decantarse por dar a luz en el agua fue el respeto, la tranquilidad y la atención personalizada que no tuvo durante el parto de su hijo mayor. Dado que Córdoba no ofrece todavía esta modalidad de nacimiento en ningún hospital público, acudió al Hospital Quirón, donde la evaluaron para saber si reunía las condiciones necesarias para este tipo de parto, como no sufrir hipertensión o diabetes y estar disfrutando de un embarazo de bajo riesgo.

La joven reunía todos los requisitos para convertirse en la primer mujer en Córdoba en dar a luz en el agua, una práctica con beneficios analgésicos gracias a la alta temperatura que se alcanza dentro de la bañera: unos 37 grados que hacen que disminuyan las molestias durante el período de dilatación y que favorecen la relajación de la madre.

A todo ello hay que sumar, según cuenta Rosana, “la tranquilidad de tener al matrón en la misma habitación durante todo el parto” que, en esta ocasión, apenas fue de una hora. En la habitación “no entraba nadie, sólo mi marido y el matrón”. Incluso, la pareja pudo poner música relajante que ayudó a la mamá durante todo el nacimiento, del que también fue partícipe el padre ya que es clave la implicación del otro progenitor.

Sin embargo, la preparación durante varios días junto a los profesionales de Quirón no quitó a Rosana sus miedos y dudas ante una técnica pionera. No pudo escuchar ningún testimonio que le diera una ligera idea de cómo podía ser el parto o que compartiera con ella sus inquietudes una vez la niña hubiera nacido. “Uno de los temores es pensar que los bebés se pueden ahogar pero hay que pensar que ellos nacen de un medio acuático hacia otro”, comenta la madre.

Lejos de un parto natural, Rosana se mostró impresionada por la baja intervención que tuvo durante todo el nacimiento. Mientras que en el primero los médicos exploran a las parturientas para conocer cómo avanza el proceso de dilatación, en un parto en el agua, todo está regido por unos monitores inalámbricos y acuáticos y unas luces que permiten saber si la expulsión está próxima a producirse.

Una vez que Olivia puso un pie en el mundo, el matrón la colocó piel con piel con su madre, aun sin el cordón umbilical cortado. Minutos después, Rosana salió de la bañera por su propio pie y se colocó en una camilla de paritorio, ubicada en la misma habitación, donde expulsó la placenta. Posteriormente, mamá y bebé pasaron a planta, donde se recuperaron perfectamente y abandonaron el hospital después de una experiencia que ambas vivieron juntas y por primera vez.

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