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Los papeles

Elena Medel

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Mi madre, igual que todas las madres que en la historia han parido y han criado y han asistido a la paulatina multiplicación del desorden en la habitación de sus criaturas, cual milagro de los panes y los peces en el averno de Las Cosas Por El Suelo, se acoge ante la visión de la misma a un mantra de pronunciación universal y efectos dudosísimos: los papeles. Lo repite al asomarse y lo repite mientras se aleja, los papeles, a mis pies la toalla de su resignación.

Sobre la tabla de madera que en su remoto día significó mesa de trabajo, una montaña; junto a la silla en la que se acumula la ropa doblada con torpeza, una cordillera; en el hueco entre el armario y la pared, catorce ochomiles de papeles y papeles y papeles. Se acumulan los de recuerdo. Se acumulan los por si acaso. Se acumulan los que cómo no. En funditas de plástico, en archivadores, sueltos: los papeles.

Qué importantes, los papeles.

Por ejemplo: si yo abrazase como opción vital el emprendimiento de un negocio en el sector de la restauración, así, definido con tanta elegancia, por tirar de esa idea que no ha rondado la cabeza de ningún compatriota, necesitaría papeles. Si yo consagrase mis años próximos a la apertura de una discoteca, ya que estamos, de una discoteca con lámparas de araña, complemento fino y distinguido, necesitaría papeles. De obra, claro, para transformar el local cualquiera en un local que acogerá a clientes que valorarán el detalle de invertir parte del presupuesto en una lámpara de araña, necesitaría papeles. Y papeles de apertura y comienzo de actividad e inauguración con photocall, faltaría, para que ningún policía irrumpiese en el exceso instante del subi-subidón, frenando el goce de mi clientela con el cúter de su autoridad legal.

Por supuesto, ninguna de las acciones anteriores —remodelar el local, inaugurar la discoteca, ordenar mi dormitorio— podría materializarse sin la existencia de papeles.

Excepto en Córdoba.

Córdoba es una ciudad de Andalucía, España, capital de la provincia homónima, situada en una depresión a orillas del Guadalquivir y al pie de Sierra Morena.

Mi corazón, un piropo.

El párrafo anterior al anterior lo he copiado de la Wikipedia. El párrafo anterior al presente se lo debo al acervo musical. Córdoba es una ciudad sin ley enclavada en una depresión, con su muchito de simbolismo, y en la que cada uno actúa según le dicta el viento.

En ciertos instantes Córdoba no pertenece a España sino al Salvaje Oeste, y las barrillas secas ruedan por las calles peatonales y por las calles que surcan los autobuses y por las calles en general y todo es silencio y libre albedrío y aquí cada uno actúa como quiere. Y si a alguien el impulso del negocio le brota así y ne-ce-si-ta lanzarse, pues abre un negocio sin papeles. Y pues se hace obra y pues se funciona durante meses y meses y pues no importa que no existan ni licencias ni informes, papeles, al fin y al cabo. Y tampoco importa que sí exista una orden de cierre: aunque firmen la orden se continúa abierta esa noche, y se continúa abierta a la noche siguiente, y al otro no porque el domingo no se sale, y de la policía qué.

Yo me posiciono absolutamente a favor de la diversión general, del combinado nacional lejos de las competiciones deportivas y de la música que te aterra cuando quiebra la armonía de tu lista de reproducción de Spotify. Pero me gustan los papeles: colecciono resguardos del año catapún, fotocopias de fotocopias de fotocopias de originales entregados. Por eso mismo confío en que una vida con papeles, con los asuntillos según la legalidad, con los asuntillos inscritos donde tienen que inscribirse, autorizados por quienes tienen que autorizarlo, es una vida mejor y más feliz, más tranquila. Y confío, de la misma manera —con la misma intensidad y fe ciega con las que las madres de la historia han confiado en la supresión de los papeles en los dormitorios de sus hijos como por arte de magia—, en que las faltas de papeles de unos se persigan con la inmediatez y la dureza con las que se persiguen las faltas de papeles de otros, más humildes, con menos números en la agenda.

Pero esto es Córdoba.

Y Córdoba es una ciudad de Andalucía, España, capital de la provincia homónima, situada en una depresión a orillas del Guadalquivir y al pie de Sierra Morena.

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