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El reino de los cielos

Redacción Cordópolis

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Como si del “Reino de los Cielos” de Ridley Scott estuviéramos hablando, nuestra ciudad se ve envuelta en una nueva Cruzada: La guerra de religión establecida ante el ansia de propiedad del Cabildo cordobés encabezado por el nuevo señor feudal Demetrio Fernández.

Al modo de la ciudad de Jerusalen retratada en la película, nuestra Mezquita-Catedral se debate entre sus actuales propietarios, los jerarcas eclesiales, y las huestes musulmanas del gran Saladino, a la sazón, el consejero Fali Rodríguez, con grandes vasallos como el indómito Antonio Manuel, que tras su experiencia politica con el PA se ha erigido en el gran defensor de nuestro patrimonio.

Como le sucedió al herrero Balián (O.Bloom), hasta que aparece su padre Godfrey (L.Neeson) y descubre el asesinato de su madre e hijo a manos de !un sacerdote! no teníamos mucho interés en ir de cruzada La ciudad estaba en convivencia tranquila hasta que sale a la luz la inmatriculación que la Iglesia ha hecho de la Mezquita-Catedral a su favor. Posteriormente, esa apropiación se ha extendido a otros bienes patrimoniales supuestamente municipales, que están pendientes de depuración legal.

Bueno, quizá la convivencia no era no tan pacífica si recordamos el culebrón que sufrimos con el audiovisual preparado para la visita nocturna a la Mezquita y donde el desgobierno de Rosa Aguilar se entregó a los intereses del Cabildo. O también podíamos remontarnos a cuando el mismo grupo de gestores de la fe cristiana decidieron que Cajasur, o era de ellos, o de nadie, provocando la venta de la Caja.

Dicho todo esto, no puedo entender que los próceres de la izquierda hayan asumido esta guerra de liberación en nombre del Patrimonio universal como la gran bandera con la que enfrentarse al gobierno municipal. Sin duda el localcatolicismo del que hacen gala los peperos rechina a los que somos partidarios de la necesidad de contar con instituciones laicas. Que hayan recuperado el “San Rafael” perdido por las hordas comunistas que ordenaron derribar “El Arcángel” me parece una escena de siglos pasados.

Pero, insisto, no puedo entender que los líderes de IUCA y, más ligeramente, los del PSOE, hayan asumido esta batalla como una guerra sin cuartel. En la época de crisis económica, de desahucios, de pobreza energética, ... parece que la izquierda gobernante solo se envalentona con estos gestos de cara a la galería y que no suelen contar con el beneplácito popular. Parece haberse olvidado la devoción de la pía Aguilar y su carreta del Rocio donde viajaban sus máximos seguidores y archiconocidos cofrades, o incluso a los costaleros comunistas como Centella, por mucho que la hereje Cortés se atreviera a interrumpir a los pasos de Semana Santa.

Hay quien defiende que no es una cuestión de religión sino de fuero, esto es, de la defensa del patrimonio de todos y del interés general. Claro que es un objetivo inestimable y que deberíamos defender siempre. Lo que no se entiende es que no hicieran igual cuando desde otros poderes fácticos se ha jugado con los cines de verano, o con el patrimonio medioambiental, por ejemplo. Parece que, cuando el poder lleva sotana, anima a la chulería, pero cuando lleva melena blanca y billetes, se ponen a sus órdenes. Tampoco se entiende que estén callados ante las tropelías que la mayoría de los propietarios de bares de la Corredera, por poner un ejemplo, realizan con sus cartelones de venta de pescado frito y sus veladores de todo a cien, poblados de izquierdistas. Al parecer, no son religiosos, y no hay guerra sino comprensión a este ataque a nuestro patrimonio.

Quien ahora defiende la Mezquita-Catedral, tendría que haber estado atento a que el Centro de Recepción de Visitantes del intocable Cuenca no se hiciera a diez metros de su “quibla” y que se hubiera liberado esa fachada sur de tanto negocio de tercera, consiguiendo que la imagen de la ciudad ganara espectacularmente. Su lugar tenía que haber sido al otro lado del río y hacer del Puente Romano la mejor entrada a la ciudad. Son desatinos de los que defienden el impacto visual de casas a un kilómetro de las ruinas de Medina Azahara pero disfrutan con la cutrez y venta de quincalla del entorno de la Mezquita, o con su millonario centro de recepción tan chic.

Bailán acabó entendiendo que la vida de su gente valía más que la ciudad de Jerusalén, más aún cuando descubrió que todo era asunto de poder, de ambición y de vanidad. Acabó entendiendo que no había gran diferencia entre Saladino y Balduino, o que, de haberla, sería favorable a aquel que le permitió rendirse noblemente. Ojalá Saladino Rodríguez tenga suerte en su propuesta de órgano de gestión de la Mezquita. Lo malo es que cuando Bailan volvía cansado, escéptico y derrotado, se encontró una nueva cruzada y es que no tenemos enmienda.

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