Un disco rayado
A la vuelta de unas mini vacaciones compruebo con estupefacción que el ministro de Cultura, el abogado José Manuel Rodríguez Uribes, ha aprovechado el toque de atención que le ha dado el sector de los espectáculos en vivo para hacer unas declaraciones que, si algo revelan, es un desconocimiento ciertamente peligroso de la realidad del ministerio que dirige.
Vino a decir el ministro que las salas de conciertos -da igual la naturaleza de éstos, pongamos de metal neonazi- han de equipararse a teatros y cines como espacios de cultura, y que las discotecas -da igual la música que se pinche, póngase música negra- son poco menos que antros de perversión difusores de virus.
Una vez superado el shock inicial, me veo en la obligación de poner al corriente al ministro de algunas cuestiones que, entiendo, le son ajenas. Para empezar, las limitaciones que afectan a las salas de conciertos son de horario -habitualmente funcionan por la noche y ahora está prohibido- y de aforo -tan reducido que prácticamente impide la rentabilidad de cualquier propuesta concertística-. Es decir, no hay una prohibición de facto y ninguna regulación impide en estos momentos a una sala de conciertos organizar eventos en horario diurno respetando las medidas de seguridad.
Con respecto a las discotecas, me veo en la obligación de remarcar que son, en esencia, “salas de música”, por seguir la denominación que recoge la RAE. Y son salas de música en las que trabajan técnicos de sonido e iluminación. Y son salas de música porque el principal motor de gran parte de las mismas, son los djs, a quienes la Dirección General de Tributos del Ministerio de Hacienda considera trabajadores del sector artístico y cuyo convenio colectivo estatal es el de personal de salas de fiesta, baile y discotecas, según el Ministerio de Empleo y Seguridad Social.
Es decir, que el ministro viene a separar lo que la RAE, el Ministerio de Hacienda y el Ministerio de Empleo y Seguridad Social consideran indisoluble.
A pesar del patinazo, las declaraciones de Urives me han recordado a un rifirrafe tuitero que tuve con un director de periódico a cuenta del concierto de Rosalía en Córdoba. Vino a decir entonces mi contertulio que el concierto de Rosalía era poco menos que un timo por la ausencia de músicos en el escenario. Yo le apelé recordándole que El Guincho, a quien deliberadamente había ignorado en su comentario, era multinstrumentista y compositor, y que estuvo aquella noche en el escenario haciendo percusiones, cantando y soltando pistas como Dj.
A pesar de que la conversación no llegó a ningún puerto -cosa, por otra parte, natural en Twitter-, unos meses después la recordé cuando El Guincho se llevó a casa tres Grammy por su trabajo. Supongo que alguno alegará que los Grammy buenos son los que se lleva Vicente Amigo y no los que se llevan El Guincho y Rosalía. Pero al final, todos valen lo mismo. Para mí: cero. Como las palabras del ministro.
En cualquier caso, como no se puede cambiar la noción de lo que es culturalmente bueno de la noche a la mañana, le voy a pedir al ministro que, si no tiene nada novedoso que aportar, mire lo que se está haciendo en otros países, especialmente en Francia y Alemania, y lo copie. Y, si aún así, no se ve capaz de aplicar un plan de rescate de mínimos para el arte, la música y la cultura, que cambie de disco.
Porque el que ha puesto hasta ahora, está ya muy rayado.
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