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La Feria de la Salud

Botellón en la feria 2024

Julio Díaz Sánchez

Revelociona SCA —
24 de mayo de 2024 20:08 h

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Cuando ya se acerca el final de la semana grande de Córdoba de 2024, se hace imprescindible hacer una valoración en el modelo de acceso, gestión del tráfico y movilidad en general de este evento tan multitudinario. Que básicamente es el mismo que impera desde que su ubicación se trasladó al recinto del Arenal, hace ahora treinta años. Para ello, la pondremos frente al espejo de la Semana de la Movilidad, que se celebra en septiembre, y con la que comparte muchas similitudes o, quizá, una sea consecuencia de la otra, sin importar cuál de ellas sea la matriz.

La Semana de la Movilidad y la movilidad en la Feria representan el inicio y el final del camino de nuestra ciudad en cuestiones de desplazamiento urbano. El alfa y el omega del gatopardismo institucional que destaca, paradójicamente, por el inmovilismo que perpetúa una lógica ya superada del monopolio del vehículo privado, la congestión crónica del tráfico, los pulmones de luto y la dependencia de los combustibles fósiles.

La Semana de la Movilidad se celebra cada septiembre con el objetivo de divulgar e impulsar los medios de transporte que por cuestiones sistémicas de enorme complejidad (y cuya literatura es tan extensa que es imposible e innecesario detenerse aquí a explicarla) están relegados estadísticamente a cifras residuales. Opciones de desplazamiento que, sin embargo, aportan un beneficio enorme en las ciudades y en las personas. Y, de entre ellos, la bicicleta, según la propia ONU, es la opción más eficaz para alcanzar los omnipresentes Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y en la lucha contra el cambio climático. Por ello, en Córdoba, en la última Semana de la Movilidad, desplegamos en el Vial Norte un gigante concesionario a cielo abierto de inmensos coches que se apoderaron de todo el espacio que, otra paradoja, es peatonal. Todo muy eléctrico y aseado, eso sí. Insostenibilidad y congestión vestidas de domingo.

No debe extrañar entonces que en el evento donde más se engalana la ciudad, la Feria de la Salud, el planteamiento por parte del Ayuntamiento y los resultados, ofrezcan un panorama similar a la imagen que ve en el espejo en el que debería mirarse. La semana pasada se publicó el plan de tráfico para la Feria de la Salud de Córdoba, del que se hicieron eco los medios locales. Se describe con todo detalle cómo sortear todos los impedimentos para, lógicamente, aparcar con tu vehículo al otro lado de la autovía y, tras cruzar ésta a pie, llegar a tomarte una cervecita. Vehículo, por supuesto, a motor, privado y de varias toneladas de peso, que es casi el único al que se alude cuando se hace un plan de movilidad de este tipo en nuestra sociedad.

El plan de Tráfico y Seguridad para la Feria de 2024 plagia punto por punto, al menos el de los últimos dos lustros. Fácil de comprobar pinchando en el 2016, 2019 o 2023. Idénticos salvo la imagen de la portada, como un estudiante con poca maña el día antes de entregar un trabajo. Y como si la ciudad, la feria, las preocupaciones sociales o la sociedad en sí misma no hubieran variado en una década. La fotocopia borrosa de la fotocopia de otras tantas copias que ya apenas se deja leer. Qué más da, “así lleva haciéndose toda la vida”. Y lo preocupante del mismo no es que la palabra “bicicleta” aparezca las mismas veces que “New Jersey” (y no es una broma). Esto es, una sola vez. Lo más alarmante del documento es que de su análisis no se desprende ninguna ambición por plantear otro escenario. Se limita a una serie de consignas orientadas a replicar lo que se ha hecho hasta ahora y detallar qué calles hay que cortar y donde se puede o no aparcar.

Dinero, dinero, y más dinero

Hay un complejísimo y costosísimo despliegue para garantizar el acceso al recinto ferial. Un entramado laberíntico de vallas que (ríete tú de Valladolid) guía los designios de peatones, autobuses, taxis, coches y motos.

Un gran dispositivo de personal y de mobiliario posibilita que decenas de calles y avenidas permanezcan cortadas al tráfico en el entorno del Arenal durante casi dos semanas. Prueba fehaciente de que el tráfico rodado no tiene cabida, literalmente, en espacios donde haya una concentración mínima de homo sapiens. Además, enormes superficies de espacios públicos son “adecentadas” con más y más dinero público para que unos pocos centenares de coches puedan bloquear todo el panorama feriante.

Igual de típica que una jarra de rebujito o un selfi en la portada, la imagen de colas de espera inacabables para coger un autobús o un taxi, forman parte del folclore de la feria. O la de docenas de personas apretujadas, vestidas de faralaes con el pómulo estampado contra el vidrio del autobús bloqueado en un atasco de taxis en frenesí. Como una ballena verde varada entre los plásticos de una playa. Sus ocupantes, con los caracolillos acicalando sus caras impacientes a la ida, y el agotamiento a la vuelta, añoran sus paseos vespertinos haciendo el mismo trayecto, a pie, pero en la mitad de tiempo.

Sin embargo, en el plan de tráfico hecho público estos días no se recoge ninguna de estas estampas tan folclóricas. Tampoco que el Balcón del Guadalquivir, una de las dos vías de acceso principales de entrada y salida del recinto, se encuentra bloqueado por una obra faraónica y el botellódromo. Un pequeño detalle que reduce este itinerario a un acerado de apenas un metro. Obligando a la multitud a desplazarse sobre el flamante carril bici sin inaugurar construido recientemente. Sí, obviamente, sobre el propio acerado.

El peatón siempre tiene la razón

Puede que la solución a todo este caos circulatorio se encuentre más cerca de lo que nos podemos imaginar. Como por ejemplo las miles de personas que acuden vestidas de corto aprovechando las condiciones tan benignas y el tamaño tan privilegiado de nuestra ciudad.

El excelente servicio que ofrece Aucorsa con las lanzaderas desde varios puntos de la ciudad, abasteciendo a las barriadas más alejadas del Arenal con un servicio eficaz y asequible. Y porfiando cada año con campañas publicitarias, hay que reconocerle a sus responsables un extraordinario sentido de lo público y una gran conciencia cívica y medioambiental, para promover el uso del autobús para acudir a la feria. Una opción que tan sólo se ve mermada en las horas puntas por cuatro motivos: a) los retrasos desmesurados consecuencia de no privilegiar a Aucorsa en los accesos por carretera, b) el uso desproporcionado del taxi y otros vehículos privados; c) el entramado en forma de ratonera de los itinerarios y el callejón sin salida en que se encuentra ubicada la feria; y, d) la incapacidad (de personal y material) para absorber la desproporción que se produce en la demanda en los momentos de gran afluencia y desalojo del recinto. Estos factores determinan que este servicio sea percibido como una opción muy poco fiable para una gran parte de los y las feriantas, que en su mayoría termina recurriendo al taxi, agravando la problemática, provocando aún más atascos y unas colas desproporcionadas para trayectos que en su mayoría no sobrepasan los 30 minutos a pie.

Por último, desde los municipios de la provincia, sobre todo los pertenecientes al Consorcio, se ha ido consolidando en los últimos años un servicio de transporte en autobús con varios horarios de salida tanto en la ida como en la vuelta. Esta opción, que ya es muy popular sobre todo entre la juventud, reduce significativamente el desplazamiento de vehículos privados desde los pueblos, descongestionando los accesos, con especial trascendencia las noches de los fines de semana. Y evita la espinosa tentación de ponerse al volante tras la ingesta de alcohol y otros estupefacientes tan trágicamente extendida en décadas pasadas, lo que reduce la necesidad de controles en las carreteras, los accidentes y los daños personales y materiales. Win-win.

A la Feria en Bici

Por su enorme repercusión, en determinadas ocasiones los grandes eventos tienen el poder de moldear dinámicas sociales que terminan permeando en lo personal y cotidiano. Véase como en el fútbol global actual ha calado el antirracismo. Y ha sido asumido como un objetivo social y mediático de primer orden, copando debates, portadas y horas de radio y TV.

Desde esta perspectiva, bastaría con un guiño institucional para motivar a ir a la Feria en bicicleta. La inversión es mínima. Tan sólo hace falta añadir algunos párrafos mostrando las bondades de esta opción al plan de Seguridad y Tráfico del próximo año, hay técnicos más que preparados para esta labor; una discreta difusión desde cualquier medio del Ayuntamiento (declaraciones de la Corporación, prensa, etc); estampar un logo en la cartelería y cuñas de radio que promuevan “A la feria en Bici”; habilitar un acceso un acceso propio para bicicleta, o destinar a su uso los ya existentes; y un par de zonas bien diferenciadas como aparcaderos, separadas del tráfico rodado, y ubicadas cerca de la portada.

En definitiva, desde un punto de vista logístico y económico, abarrotar el recinto del Arenal de bicicletas es infinitamente menos costoso y complejo que sitiarlo con vallas, policías y aparcamientos. De belleza, sostenibilidad y creación de riqueza, ni hablemos. Una ciudadanía que se mueve por sus propios medios, a pie o en bici, es una ciudadanía que no se pone enferma, o que lo hace muchísimo menos. Y esto no es un hecho opinable. El ahorro en gastos médicos y hospitalarios en países de amplia tradición ciclista como Países Bajos así lo atestiguan.

En la Feria de la Salud debería imponerse un modelo en el que las vallas, las áreas tensionadas o los colapsos en el acceso fuesen la excepción y no la regla. Un evento al que cualquier vecin@ pueda acceder de manera eficaz, asequible y sostenible. En el que el falso derecho a aparcar de una minoría privilegiada por el inmovilismo no prevalezca sobre el bienestar de la mayoría. En el que la salud no sucumba a la insalubridad de un modelo altamente contaminante, ineficaz y caduco, que determina que estemos en el podio estatal de peor calidad del aire de manera continuada. Por el contrario, nuestra querida Feria de la Salud corre el riesgo de engrosar la lista de oximorones del callejero cordobés, como Las Quemadas, Vista Alegre o Los Olivos Borrachos. Muy pronto, si no ya, también podrá optar al mismo honor la Semana de la Movilidad.

Y sin embargo… se mueve.

La afirmación del consecuente es un tipo de falacia en el razonamiento muy común entre todos los terrícolas y liliputienses. Afirmar aquello de “si A, entonces B” para a continuación caer en la trampa de “Si existe B, entonces se da A”. O sea, al afirmar que “si llueve, el suelo se moja” no garantiza que por ver el suelo mojado tenga a la fuerza que haber llovido. Hacerlo implicaría caer en un argumento falaz.

Las instituciones en general se manejan muy bien en el plano teórico y tienen más reticencias a intervenir de manera disruptiva en los modelos que imperan en la vida real. De ahí que se ventee la urgencia climática pero las medidas para atajarla no cristalicen en lo concreto. Por lo tanto, volviendo a la afirmación del consecuente, el hecho de que cada vez haya más gente en bici en Córdoba, además de un maravilloso regalo, no se deriva de una voluntad institucional por cumplir con la Agenda 2030. O mejorar la calidad del aire que respirarán los pulmones de nuestr@s hij@s. Ni que las nuevas estadísticas en reparto modal así lo corroboren, pues hace décadas que se no toman registros. No. Por ahí no van los tiros. Más bien, es la consecuencia de una ciudadanía que comienza a percibir la ciudad como lo que es: una urbe del futuro (ciudad de los 15 minutos) sobre un escenario patrimonial e histórico inigualables. Un incipiente despertar de la pragmática de habitabilidad urbanita entre jóvenes y no tan jóvenes. La expansión de un criterio de movilidad a escala humana de enorme transversalidad que decide ponerse a sí mismo en el centro.

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